Voces de la derecha estudiantil entre la dictadura y el retorno democrático (Mendoza, 1976-1986)
Voices of students from the ideological right, between dictatorship and democracy (Mendoza, 1976-1986)
Lourdes Murri¹
Rodrigo Darío Touza²
Recibido: 05/12/2024
Aceptado: 13/10/2025
Resumen
En este trabajo nos proponemos reconstruir expresiones de estudiantes ubicados a la derecha del campo ideológico, en una coyuntura de mediana duración que abarca la última dictadura militar argentina y el posterior retorno democrático, tomando como cortes la década que va entre 1976 y 1986 en la Universidad Nacional de Cuyo.
Para esta investigación buscamos identificar las principales posiciones del estudiantado de derecha organizado a través de una revisión de revistas estudiantiles universitarias que se publicaron durante el periodo seleccionado: Sancho Panza, Amanecer, Avance y Crónica Universitaria.
Partimos de reconocer que las expresiones de derecha dentro del movimiento estudiantil, pese a no ser necesariamente mayoritarias, se han sostenido a lo largo del tiempo, aunque sus discursos presentaran algunas variaciones según las demandas que el contexto impusiera. De esta manera, durante la dictadura, la derecha estudiantil cuyana apareció fuertemente vinculada a las autoridades de facto y el tono discursivo fue marcadamente anticomunista y clerical. Por otro lado, durante la normalización y apertura democrática, acompañado del surgimiento de nuevas expresiones de derecha, destacaron los discursos que remarcaban las cualidades “antipolíticas” y “antipartidarias”, de sectores estudiantiles autodenominados “independientes”, cuyo principal antagónico fue el reformismo.
Palabras clave: Estudiantes-Derechas-Universidad-Dictadura-Democracia
¹ Profesora de grado universitario en Historia (UNCuyo), doctoranda en Historia (UNLP). Becaria doctoral en el Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA-CONICET). ORCID: 0000-0001-9997-331X. Correo electrónico: mlourdesmurri@gmail.com
² Licenciado en Sociología (UNCuyo). ORCID: 0009-0007-2397-5088. Correo electrónico: rodrigotouza@gmail.com
Murri, L.
Touza, R. D.
Voces de la derecha estudiantil entre la dictadura y el retorno democrático (Mendoza, 1976-1986)
Artículos de Dossier
pp. 56 - 79
Abstract
In this work we propose to reconstruct expressions of students located in the right of the ideological field, in a medium-duration period that covers the last Argentine military dictatorship and the democratic return (1976-1986) in the National University of Cuyo, the most important university in the province of Mendoza, Argentina.
For this research we sought to identify the main positions of the organized right-wing student body through a review of student magazines that were published during the selected period. We have also consulted other sources, such as the local press.
We observe that right-wing expressions within the student movement, despite not necessarily being the majority, have been sustained over time, although their speeches presented some variations according to the demands that the sociohistorical context imposed. In this way, during the last Argentinian dictatorship, the student right in Cuyo appeared strongly linked to the facto authorities and the discursive tone was markedly anti-communist and clerical. On the other hand, during normalization and opening of democracy, accompanied by the emergence of new right-wing expressions, the discourses that emphasized the "anti-political" and "anti-party" qualities of self-styled "independent" student groups stood out, whose main antagonist was reformism.
Keywords: Students-rights- University- Dictatorship-Democracy
I. Introducción
En este trabajo nos proponemos reconstruir experiencias estudiantiles vinculadas a la Universidad Nacional de Cuyo –en adelante UNCUYO– localizada en la provincia de Mendoza, en una coyuntura de mediana duración que abarca la última dictadura militar argentina y el posterior retorno democrático, tomando como recorte temporal la década entre los años 1976 y 1986.
A partir de investigaciones previas, donde se analizan algunas dimensiones del movimiento estudiantil cuyano, nos hemos percatado de la presencia de estudiantes organizados que se encontraban a la derecha del mapa político. De allí que nos propongamos identificar y reconstruir algunas expresiones del estudiantado de derecha en dos contextos diferentes: la última dictadura cívico– militar (1976-1983) y el retorno a la democracia en Argentina (1983-1986).
Los estudios sobre movimientos estudiantiles frecuentemente caen en lugares comunes como asociar al movimiento estudiantil con un posicionamiento intrínseco de izquierda o reconstruir casos nacionales únicamente desde experiencias centradas en la capital de un país y/o en la universidad más grande, tal y como nos advierten algunos/as especialistas (Cejudo Ramos, 2024; Dip, 2023). En un intento por revertir esas nociones generalizadoras, en este trabajo observaremos un actor social poco estudiado –el movimiento estudiantil de derecha– en un espacio geográfico que también ha recibido escasa atención, la UNCUYO en la provincia de Mendoza.
Para acercarnos al estudio de este actor debemos hacer algunas precisiones conceptuales. Si bien entendemos a las derechas como un concepto relacional y plural, por hacer referencia a posiciones muy diversas, observamos algunos elementos comunes que las definen. A saber: la defensa de formas de desigualdad social que entienden como naturales, la concepción del presente degenerado frente a un pasado mejor y un conspiracionismo más o menos exacerbado. Estos son algunos de los comunes denominadores del amplio abanico que engloba el concepto de “derechas” y que nos permite identificarlas como tal (Bohoslavsky, Echeverría y Vicente, 2021).
Dentro de esta gran familia de las derechas, en la Universidad Nacional de Cuyo, la derecha católica tradicionalista fue la hegemónica, especialmente durante la última dictadura cívico–militar (1976–1983), situación que podemos ver ilustrada en algunas revistas estudiantiles del periodo. Si bien esta derecha no se diluyó con el ocaso de la dictadura, a partir del retorno democrático observamos el fortalecimiento de una derecha liberal, la cual también tuvo expresión dentro del movimiento estudiantil.
Para este trabajo hemos consultado diversas fuentes escritas provenientes tanto de la prensa local como de la universidad. Específicamente trabajaremos con un corpus de revistas estudiantiles. Algunas de estas revistas las hemos podido consultar en la Hemeroteca de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCUYO y otras han sido facilitadas por actores claves del periodo a quienes hemos entrevistado³.
Entendemos a las revistas estudiantiles como fuentes y objeto de estudio que han sido históricamente plataformas para posicionarse políticamente, llegar a un universo de estudiantes y discutir en el espacio público con agrupaciones y/o sectores de la sociedad. Por su voluntad de intervenir en el presente con una propuesta política propia, podemos conceptualizarlas como instrumentos de agitación y propaganda (Sarlo, 1992) y también como espacios de sociabilidad, especialmente en contextos autoritarios y/o dictatoriales donde otras formas de participación estaban vedadas (Seia, 2020b).
Partimos de reconocer que las expresiones de derecha dentro del movimiento estudiantil, pese a no haber sido necesariamente mayoritarias, se sostuvieron a lo largo del tiempo, aunque sus discursos presentaron variaciones según las demandas que el contexto sociohistórico impuso. De esta manera, durante la última dictadura, la derecha estudiantil cuyana apareció vinculada a las autoridades de facto y como portadora de un discurso fuertemente moralizante, anticomunista y clerical. Por otro lado, a partir de la normalización y apertura democrática, surgieron nuevas expresiones de derecha, destacando el tono “antipolítico” y “antipartidario”, presentando algunos elementos de continuidad, pero también novedades respecto al periodo anterior.
Consideramos que este trabajo contribuye a explorar aristas poco visitadas de la historia reciente local, así como también aporta al diálogo con los estudios sobre movimientos estudiantiles y el campo de estudios de las derechas. Encontramos relevante realizar estas aproximaciones ya que la revisión de experiencias pasadas nos permite historizar y comprender algunos factores del auge actual, tanto en el país como en la provincia de Mendoza, de agrupaciones estudiantiles de derecha (Ferreira, 2022) y de juventudes militantes de derecha (Stacchiola y Seca, 2023).
II. Breve contexto de la UNCUYO en la última dictadura (1976-1983)
La última dictadura institucional de las Fuerzas Armadas en Argentina comenzó con el golpe del 24 de marzo de 1976 y se mantuvo por siete años. El autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” justificó la toma violenta del poder en el fracaso del gobierno peronista y en la necesidad de erradicar a la “subversión”, a la cual diagnosticaron como el mayor problema de la Argentina (Águila, 2023). Con este fin se justificaron los niveles de represión organizada nunca antes vistos en el siglo XX argentino, lo cual condujo a señalar las prácticas represivas estatales del periodo como parte de un plan sistemático de Terrorismo de Estado⁴ (Duhalde, 1999).
Si bien podemos fechar al inicio de la dictadura en marzo de 1976, la Doctrina de Seguridad Nacional permeaba en las Fuerzas Armadas y en el aparato de seguridad estatal desde mucho antes. Prácticas como secuestros, asesinatos, desapariciones e incluso la instalación de centros clandestinos de detención no comenzaron en dictadura, pero sí se intensificaron y sistematizaron, alcanzando en este periodo niveles desconocidos hasta el momento.
Otro argumento esgrimido por las Fuerzas Armadas para justificar el golpe fue la supuesta incapacidad de los partidos políticos para administrar la crisis del gobierno. En ese sentido, la Junta Militar afirmaba estar preparada para realizar lo que los sectores civiles no habían podido: defender el orden occidental y cristiano, restablecer los valores y la autoridad y terminar con el estado de anarquía e inmoralidad generados por la “infiltración subversiva” en los distintos ámbitos de la vida (Águila, 2023).
En el caso de las universidades y el movimiento estudiantil, las políticas de censura y represión se remontaban al menos a agosto de 1974, cuando asumió como ministro de Cultura y Educación de la Nación Oscar Ivanissevich. Bajo su gestión se implementaron una serie de dispositivos legales e ilegales para “depurar” a las instituciones educativas –y especialmente las universidades nacionales– de elementos considerados de izquierda o “infiltrados” en el peronismo (Izaguirre, 2011; Murri, 2023).
A partir del 24 de marzo de 1976, las universidades fueron intervenidas siguiendo el esquema tripartito de las Fuerzas Armadas: Ejército, Fuerza Aérea y Armada. La UNCUYO quedó bajo la órbita de la Fuerza Aérea y fue designado el comodoro Héctor Ruiz como rector (Vélez, 1999). Ruiz se mantuvo en el cargo hasta septiembre de ese año, momento en el que se dio paso a actores civiles. El primer rector civil de la última dictadura fue el profesor e historiador Pedro Santos Martínez. Le sucedió en 1981 el también historiador Enrique Zuleta Álvarez, quien estuvo en el cargo hasta 1983.
A través de una serie de comunicados, el comodoro Ruiz dispuso la prohibición de cualquier acto político escrito o verbal en la universidad, por considerarse subversivo. Quienes incumplieran esta normativa serían expulsados y puestos a disposición del Consejo de Guerra. También estableció que la UNCUYO se adhería a los principios ideológicos de la universidad “argentina, occidental y cristiana” (Comunicado N°6, 1976).
A menos de una semana de asumida, la Junta Militar a cargo de los generales Videla, Massera y Agosti sancionó la Ley Nº 21.276 que reglamentaba el funcionamiento de las universidades nacionales, derogando algunos artículos de la antecesora Ley Nº 20.654, con la cual convivió hasta 1980. Recién ese año la dictadura plasmó en una legislación su propio proyecto de universidad, mediante la Ley Orgánica de Universidades. Entre otras cosas, esta norma se proponía el “redimensionamiento, reordenamiento y no duplicación de carreras” en el ámbito universitario (Rodríguez, 2015, p. 75).
La dictadura identificó dos problemas centrales en las universidades: por un lado, la “infiltración marxista” tanto en el plantel docente, estudiantil como en los contenidos impartidos y, por otro, el “sobredimensionamiento” de la mayoría de las universidades. En este sentido, se intervinieron las universidades y se declararon ilegales las agrupaciones, centros de estudiantes y federaciones (Seia, 2020a). Con el fin de reducir la matrícula estudiantil, se establecieron cupos por carrera y se legisló el arancelamiento. Como señala Laura Rodríguez (2018), uno de los resultados más notorios de estas medidas fue la caída de la matrícula en las universidades nacionales, lo cual tuvo como contracara un sostenido incremento del número de estudiantes en las privadas.
En la UNCUYO la restricción al ingreso operó por medio de exámenes eliminatorios, cupos por carreras –estableciéndose número máximo de estudiantes más allá del resultado de los exámenes– y distintas formas de arancelamiento de los estudios de grado. Esto vino acompañado de otras medidas como el cierre de la carrera de Sociología. Estas disposiciones impactaron fuertemente en la matrícula. En 1976 la UNCUYO tenía 9673 estudiantes, dos años después se registraba una caída de más de un veinte por ciento, con una matrícula de 7594 estudiantes. A partir de allí, comenzó una lenta recuperación, recién en 1983 la cantidad de estudiantes alcanzó –y por muy poco superó– a la cifra del año de inicio de la dictadura (Touza, 2023).
Los primeros años del gobierno militar se caracterizaron por una desarticulación del movimiento estudiantil, debido a las prácticas violentas y de terror destinadas a desmovilizar a sectores estudiantiles críticos y militantes. En estos años, en la UNCUYO fueron cesanteados/as 238 docentes y 290 estudiantes. En Mendoza desde 1974, y durante la última dictadura, hubo al menos 62 estudiantes desaparecidos/as, 44 pertenecían a la UNCUYO (Bravo et al., 2014).
Las políticas represivas hacia docentes, trabajadores/as no docentes y estudiantes no podrían haberse implementado de forma exitosa sin el activo apoyo de civiles. Como señalamos, a partir de la segunda mitad de 1976 las autoridades universitarias nombradas por los militares fueron docentes civiles que acompañan al régimen de facto. Esto fue un común denominador en todo el país (Rodríguez, 2015).
En la UNCUYO un núcleo de estudiantes y docentes de la derecha católica reaccionaria, beneficiados por el contexto represivo y de censura que trajo aparejada la misión Ivanissevich, recuperó espacios de los que habían sido desplazados con las reformas de la gestión anterior. Este grupo, nucleado en torno a ideólogos como Enrique Díaz Araujo (autor del libro La rebelión de los adolescentes donde incita a la represión clandestina contra estudiantes), ocupó secretarías y espacios claves en la universidad a partir de las expulsiones de profesores y estudiantes llevadas adelante por la misión Ivanissevich. No sólo se beneficiaron de las prácticas represivas encabezadas por la derecha peronista, sino que luego saludaron públicamente el golpe militar y actuaron dentro de la universidad garantizando el apoyo civil (Rodríguez Agüero, 2023).
Al momento del golpe de estado, el movimiento estudiantil de Mendoza y de todo el país se encontraba atravesando una fase de repliegue defensivo dadas las políticas represivas previas. Tres días antes del golpe fueron asesinados Mario Susso, dirigente estudiantil de la UTN–Regional Mendoza y militante del Partido Comunista Revolucionario (PCR) y Susana Bermejillo, estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras (FFYL) de la UNCUYO y militante del Partido Comunista (PC). Estos y otros asesinatos aleccionadores se proponían sembrar el terror y desmovilizar al otrora pujante movimiento estudiantil (Baigorria, 2024, Murri, 2023).
A grandes rasgos, esta situación fue la predominante en las universidades nacionales hasta 1980. Ese año se trató la nueva ley universitaria lo cual habilitó un ámbito de discusión sobre las políticas educativas y la situación de la universidad. La Ley Nº 22.207 de 1980 cristalizó el proyecto educativo universitario de la dictadura militar, de allí que su cuestionamiento alentase el resurgimiento del movimiento estudiantil (Seia, 2020b).
La apertura del debate se potenció tras la guerra de Malvinas y las elecciones de centros de estudiantes que se llevaron a cabo entre 1982 y 1983. En este contexto, gran parte del movimiento estudiantil se reorganizó y centró sus críticas en torno al arancelamiento, los cupos por carrera y el ingreso, entre otras cuestiones. En el caso de la UBA, Guadalupe Seia (2020b) observa que a partir de 1980 se produjo un importante incremento de revistas estudiantiles, las cuales funcionaban tanto como espacios de socialización para el movimiento estudiantil –que había tenido vedadas sus agrupaciones y centros–, como plataformas de discusión política y debate entre distintas corrientes estudiantiles. A partir de 1982, las temáticas de estas revistas giraron mayormente hacia las discusiones respecto a las elecciones de centros de estudiantes y al llamado a movilizar contra las políticas dictatoriales.
En la UNCUYO a partir de 1982, también se produjo una reorganización de las agrupaciones estudiantiles. Entre las más reconocidas, se encontraban aquellas que tenían trayectoria histórica y estructura nacional como Franja Morada (FM) y el Movimiento de Orientación Reformista (MOR). Desde estos espacios se expresaron fuertes denuncias a la dictadura y se hizo un abierto llamado a la participación estudiantil. También por estos años se desarrollaron experiencias editoriales de organizaciones estudiantiles de derecha, aspecto sobre el que nos detendremos en las próximas páginas.
Tras la derrota en la guerra de Malvinas, la dictadura comenzó a derrumbarse y buscó una salida política mediante la convocatoria a elecciones para octubre de 1983. Se reorganizaron los partidos políticos y la juventud se incorporó masivamente a la participación política. Hacia los últimos meses de la dictadura fue consolidándose un clima de euforia asentado en la esperanza de que los años de represión terminaban y nacía un nuevo tiempo con paz, libertad y democracia.
III. Breve contexto de la UNCUYO durante los primeros años democráticos
El 10 de diciembre de 1983 asumió la presidencia de la Nación el radical Raúl Alfonsín. Tres días después se emitió el decreto 154 que dispuso la intervención de todas las universidades nacionales. El interventor de la Universidad Nacional de Cuyo fue Isidoro Busquets, dirigente de la UCR de la línea interna Causa Nacional, que lideraba nacionalmente Fernando de la Rúa y provincialmente el vicegobernador José Genoud.⁵
El decreto también preveía la conformación de órganos de gobierno colegiados: a nivel rectorado los Consejos Superiores Provisorios (CSP) y en cada facultad los Consejos Académicos Normalizadores Consultivos (CANC). Ambas instancias fueron integradas por representantes de docentes, egresados o egresadas y de estudiantes a través de sus organizaciones. A medida que se fueron conformando los Centros de Estudiantes fueron enviando sus representantes ante los CANC.
En cuanto a la representación en el CSP las agrupaciones estudiantiles impulsaron la creación de la Federación Universitaria de Cuyo (FUC). En Mendoza, a diferencia de otras provincias, esta federación no se había logrado concretar con anterioridad. En noviembre de 1984 se realizó el primer congreso de la FUC, en el marco de controversias entre las diversas agrupaciones. El peronismo no participó en la primera elección de la FUC y el sector “independiente” directamente la desconoció como órgano representativo estudiantil. Finalmente, Franja Morada y el sector vinculado al Partido Comunista (MOR) acordaron la creación de la Federación. Desde este espacio surgieron los representantes estudiantiles ante el CSP.
En junio de 1984, a instancias del gobierno nacional, el Congreso sancionó la Ley N° 23.068 de normalización de las universidades nacionales. La flamante norma restablecía la vigencia de los estatutos que regían antes de la dictadura de 1966. En relación a los concursos, dejaba a cargo de los CSP la designación del tribunal académico a propuesta de los/as decanas/os, así como también habilitaba la impugnación de concursos realizados en dictadura, pero “dentro de los sesenta días de promulgada la presente ley” (art. 9). Por último, esta legislación buscaba asegurar la reincorporación del personal cesanteado durante la dictadura reconociéndoles “las categorías al momento de las cesantías y computándosele la antigüedad hasta el momento de su reincorporación, que no deberá exceder los noventa días de promulgada la presente ley” (art.10).
Poco después, en septiembre de 1984 el Congreso de la Nación sancionó la Ley N° 23.115, la cual derogaba la antecesora N° 21.536 y de esta manera quedaban anuladas las confirmaciones de profesores realizadas durante la última dictadura militar. La flamante ley establecía que esos docentes mantendrían el ejercicio de sus funciones como interinos “hasta la provisión de su cátedra por concurso según la Ley Nº 23.068 y los estatutos universitarios vigentes” (art.3). Finalmente, delegaba a las universidades la potestad de reglamentar los concursos según la característica de cada institución.
Desde 1983 en la UNCUYO fueron tomando forma las iniciativas para la constitución de los centros de estudiantes, impulsados, fundamentalmente por estudiante vinculados a partidos políticos: Unión Cívica Radical (UCR), Partido Justicialista (PJ), Partido Intransigente (PI) y Partido Comunista (PC), entre otros. También se involucraron en su formación grupos estudiantiles estructurados alrededor del rechazo a la injerencia de expresiones político partidarias en la universidad. Estas formaciones, portadoras de un perfil católico y conservador, fueron una reacción ante el variopinto resurgimiento de agrupaciones estudiantiles con posicionamientos políticos abiertos.
De esta manera, el movimiento estudiantil se configuró en dos grandes bloques: uno, autodenominado progresista y otro, independiente. Los dividían profundas diferencias en relación a lo que cada sector entendía que debía ser el rol de los centros de estudiantes y, con ello, también, el de la universidad misma (Touza, 2022).
El sector “independiente” de la UNCUYO lo constituyó un conjunto heterogéneo de agrupaciones de diferentes facultades: Arco Iris en Filosofía y Letras, Pucará en Ingeniería, Agrupación de Estudiantes Independientes (ADEI) en Ciencias Políticas y Sociales, Integración Universitaria en Ciencias Económicas y Participación Universitaria (PAUN) en Agrarias. A la par, emergieron expresiones organizativas de menor alcance que no constituyeron alternativas electorales, como Sancho Panza⁶ y la Unión Mendocina de Estudiantes⁷, ambas de la Facultad de Filosofía y Letras, y Martín Fierro⁸ en la Facultad de Ingeniería. También surgió la Coordinadora Universitaria Nacional (CUN), una organización que, como bien indica su nombre, tenía alcance nacional y aglutinaba a estudiantes de diversas universidades del país, entre ellas la UNCUYO. Este tipo de experiencias tuvo desarrollo también en otras instituciones de la provincia como universidades privadas y la Universidad Tecnológica Nacional–Regional Mendoza.
Las agrupaciones “independientes” proponían una universidad orientada a lo tecnológico, defendían el arancelamiento y la restricción al ingreso. Consideraban la politización de la universidad como una alteración de su función educativa. Entendían que los centros de estudiantes debían promover un clima de orden, necesario para el tranquilo desarrollo de los estudios. Entre las competencias de los centros estudiantiles también consideraban de su injerencia las instancias recreativas, deportivas y la intervención en cuestiones exclusivamente académicas. A este grupo les unía su rechazo y desconfianza a lo político/partidario. La proliferación de este tipo de organizaciones no fue una particularidad local, ya que agrupaciones similares surgieron en varias universidades del país, especialmente en la UBA (Cristal y Seia, 2018). Lo distintivo del caso mendocino fue el éxito electoral que tuvieron durante su primer año en la UNCUYO, además del desarrollo posterior que experimentaron algunas de estas agrupaciones.
Entre finales de 1983 y la primera mitad de 1984 se realizaron las primeras elecciones en el proceso de recuperación de la democracia de la mayoría de los centros de estudiantes. En Filosofía y Letras, Ingeniería, Ciencias Políticas y Sociales, Ciencias Agrarias y Ciencias Económicas triunfaron las agrupaciones conservadoras “independientes”, mientras que en Medicina y en la Escuela de Música se impuso Franja Morada. Por último, en la Escuela de Diseño obtuvo la mayoría una agrupación amplia vinculada al peronismo⁹.
Si bien las agrupaciones "independientes" ganaron la mayoría de los centros de estudiantes, no conformaron un espacio estable donde articular y coordinar políticas e iniciativas en conjunto. Pese al intento de conformar una Confederación Regional de Estudiantes Independientes (CREI), esta propuesta no trascendió (Touza, 2003).
Algunas agrupaciones apenas lograron el año de existencia, como el caso de ADEI en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Otras sortearon la coyuntura de transición y primavera democrática. Tal fue el caso de Pucará, agrupación de la Facultad de Ingeniería que estuvo presente por más de una década, alternando derrotas y victorias electorales.
El caso de la Facultad de Filosofía y Letras llama la atención por el importante activismo estudiantil presente en un variopinto conjunto de agrupaciones hacia 1983. En las actas de las primeras asambleas¹⁰ para la formación del centro de estudiantes, se mencionan las siguientes agrupaciones: Franja Morada, MOR, Arco Iris, Movimiento de Alumnos Unidos para la Libertad y la Acción (MAULA), Sancho Panza y el Movimiento de Estudiantes Independientes (MEI). Este último, a pesar de su nombre, no era parte del conjunto de “independientes” reseñados, sino que era un espacio conformado por militantes cercanos al PI y al peronismo. En 1984 surgió la Agrupación Universitaria Autónoma (AUA), un desprendimiento que Arco Iris tuvo en su corta existencia.
Como mencionamos anteriormente, la mayoría de las agrupaciones independientes se disgregaron al poco tiempo de su formación. El espacio que dejaban fue ocupado paulatinamente por la Unión para la Apertura Universitaria (UPAU). Esta fue una organización fundada en la Ciudad de Buenos Aires en 1983 a partir de la fusión de varios grupos estudiantiles pertenecientes a partidos autodefinidos como del “centro político”. En ese año se presentaron sólo en la Facultad de Derecho de la UBA obteniendo una secretaría estudiantil (Cristal, 2023). Posteriormente, la agrupación se fue nacionalizando y estrechando vínculos con la Unión de Centro Democrático (UCEDE), un partido de la derecha liberal fundado en 1982 por Álvaro Alsogaray, ex ministro de Economía de Frondizi, funcionario y colaborador de las distintas dictaduras que se sucedieron desde 1955 (Morresi, 2008).
En Mendoza UPAU sumó a estudiantes vinculados al Partido Demócrata (PD). Ésta era una tradicional formación política local, en la cual convivieron derechas conservadoras y liberales. Cuadros del PD estuvieron vinculados a cargos de gestión durante la última dictadura militar, tal como ocurrió con las gobernaciones del periodo.
La UPAU tuvo un fuerte crecimiento en la segunda mitad de los años 80, especialmente en la UBA, donde para 1985 se presentaron listas en las elecciones de todos los centros de estudiantes. A su vez, en el interior del país tuvieron presencia electoral en quince facultades. En la Universidad Nacional de Cuyo marcaron un hito muy significativo: UPAU en alianza con Integración Universitaria triunfó en las elecciones del Centro de Estudiantes de la Facultad de Ciencias Económicas, siendo elegido Arturo Yaciófano como primer presidente de un centro de estudiantes perteneciente a dicho espacio político a nivel nacional (Cristal, 2023).
IV. Una experiencia editorial estudiantil de derecha en dictadura
Durante la última dictadura, un grupo de estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras (FFYL) de la UNCUYO llevó adelante el proyecto editorial de la revista “Sancho Panza”. El subtítulo de la portada reafirmaba la pertenencia de los redactores y del público destinatario: “Revista de los estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras”. El primer número salió en agosto de 1979. La tirada de Sancho Panza si bien fue bastante irregular se mantuvo hasta 1983, con un promedio de una publicación por semestre.
Sobre la elección del nombre, sus integrantes sostenían que: “Sancho Panza representa el buen sentido del pueblo hispánico. Sus refranes son venero inagotable de ese saber tradicional que hacemos nuestro, junto con los otros elementos de la herencia hispana” (Sancho Panza, 1980, p. 20). Sus primeros números tenían en la portada un dibujo del Quijote con los remolinos de viento. A partir del número 3 del segundo año, el diseño de portada fue una caricatura del personaje homónimo de la revista.
En este proyecto participaron estudiantes que luego, durante el periodo democrático, llegaron a ser profesores e integrantes de la gestión de la FFYL, vinculados a la derecha más conservadora. Entre quienes publicaron con asiduidad se encontraban Omar Alonso y Patricia Barrio, ambos por entonces estudiantes de Historia, quienes luego serían docentes de Historia Argentina Contemporánea. Otra de las autoras recurrentes en Sancho Panza era Marta Castellino, quien en años posteriores se desempeñó como profesora titular de Literatura Argentina del siglo XX y llegó a ser directora del Departamento de Letras de la FFYL.
Además de los estudiantes mencionados, en la revista participaron autoridades universitarias del momento. Como “asesora” figuraba la profesora Emilia Puceiro de Zuleta, docente de la FFYL y esposa del rector de la UNCUYO Enrique Zuleta Álvarez, quien tuvo este cargo entre 1981 y 1983. Puceiro no sólo se limitaba a “asesorar” sino que también, en más de una oportunidad, fue entrevistada para la revista.
Las secciones de Sancho Panza eran variadas: reseñas bibliográficas, entrevistas a docentes, artículos sobre alguna temática cultural, noticias universitarias y todos sus números cerraban con una viñeta firmada por “Eduardo”, quien intentaba retratar de manera humorística la cotidianeidad de la vida universitaria. Acompañaban a estas secciones, en el margen inferior, citas de autoridad que reforzaban alguna idea central del texto. El repertorio de estas voces era muy heterogéneo, desde Cicerón a Primo de Rivera, de Carlos Sacheri a Chesterton. Por ejemplo, en el número 5 de 1981 una cita de Sacheri afirmaba: “Si uno quiere, por decir así, una universidad sana, tiene que arremangarse y hacer algo en aras de esa universidad sana, cristiana y nacional” (Sancho Panza, 1981, p. 21).
La editorial que encabezaba los distintos números estaba escrita por Marcelo Diez, quien a su vez firmaba como director de la revista. En el segundo número, Diez se lamentaba por la falta de interés de la mayoría del estudiantado ante las temáticas que desde Sancho Panza se consideraban “moralmente superiores”. Para el autor, los valores que debía defender la juventud se sintetizaban en la fórmula “Religión-Patria-Familia¹¹”.
Diez (1980; 1982) denunciaba que la relajación de la moral había dado paso a un conformismo decadente que se observaba en las masas de jóvenes, cuyos consumos calificaba como “literatura pornográfica”. Las causas que el autor identificaba para realizar su diagnóstico negativo de la juventud tenían que ver con el avance del liberalismo, la relajación de las costumbres y el alejamiento de la tradición cristiana. De esta manera, Sancho Panza se proponía como una plataforma para atraer a esa juventud que se consideraba desorientada y así poder rencauzarla.
Por otro lado, la revista expresaba su posición respecto al sentido de la universidad, a la cual definían como una corporación de docentes y estudiantes que se ordena en torno a la búsqueda de la “Verdad”, cuyo objetivo era la superación y formación del “hombre cristiano”. Desde esta perspectiva, la universidad no era un espacio para discutir problemas urgentes de la realidad social, ya que dicha irrupción rompería el orden y la armonía necesarios para el estudio. En este sentido, el orden de la vida universitaria aparecía vinculado al orden monástico: la conducta moral, obediente, de gran esfuerzo, ascetismo y contemplación era lo que un buen estudiante requería para poder “acercarse a la Verdad” que sus profesores le presentaban (Sancho Panza, 1980).
A lo largo de las distintas secciones, se omitían referencias al contexto político de la dictadura. En este sentido, es llamativo no encontrar información sobre la ley universitaria, ni sobre Malvinas, por mencionar algunas de las discusiones que se daban en las universidades por esos años. La única referencia concreta a una situación ocurrida por fuera de la universidad, es una nota sobre el Congreso Mariano Nacional de 1980 cuya sede fue la provincia de Mendoza y al cual asistieron los integrantes de la revista.
Pese a esos silencios, el lenguaje nos permite leer entrelíneas el contexto de terrorismo de Estado: el inminente “peligro de la subversión” sobre el que alertaban, así como también las denuncias ante el avance del liberalismo que corrompía la tradición y la moral del pueblo. En la editorial de junio de 1981 señalaban:
Vemos que nuestra patria no sólo está enferma, sino que es atacada continuamente por el liberalismo extranjerizante y el marxismo sin patria. Estos han triunfado, han conseguido que lleguemos a ser casi indiferentes frente a nuestra patria.
Y nuestra misma Facultad ¿no sentimos nada al saber que ella sigue sufriendo por quienes no saben discernir entre la Verdad y el error? (...) Si la misión de la Universidad es la búsqueda de la Verdad en todos los niveles, ¿no es hora de que nos preocupemos por encontrarla dejando nuestra cómoda pasividad? O acaso ¿seguiremos dejándonos llevar por los escépticos que pretenden que no hay Verdad, Patria ni Familia?”. (Sancho Panza, 1981, pp. 3-4)
Un seguimiento de las autorías de las notas de Sancho Panza nos permite afirmar que el grupo que integraba activamente este espacio era bastante reducido. En reiteradas oportunidades, encontramos reclamos desde la redacción de la revista por la escasa participación estudiantil y el desinterés que observan entre el estudiantado. Considerando que docentes, e incluso autoridades de facto de la universidad, tenían voz y tomaban decisiones en las tareas de selección y edición en Sancho Panza, podemos concluir que este proyecto fue la expresión de una alianza entre un reducido grupo de estudiantes y las autoridades, característica que se replicó en otras universidades durante el periodo dictatorial (Seia, 2020b).
Es interesante reparar en esto ya que la no participación, o lo que en la revista llaman “desinterés” del estudiantado, puede traducirse como una oposición o micro resistencia. En este sentido, llama la atención una serie de denuncias que aparecían en el apartado “Actualidad universitaria”, donde la redacción de Sancho Panza protestaba por la intervención de sus afiches –en las paredes y pizarras de la FFYL– con grafitis de “aureolas y cuernos”, entre otros, mediante los cuales, estudiantes no identificados expresaban su repudio o burla hacia el proyecto editorial y, quizás también, hacia las autoridades universitarias que colaboraban en el mismo.
Otra experiencia editorial de estudiantes de la UNCUYO que se desarrolló en dictadura –en este caso ya en el ocaso de la misma– fue la de la revista Amanecer. En 1982 se formó la Coordinadora Universitaria Nacional (CUN), grupo estudiantil de derecha con expresiones en varios puntos del país. En Mendoza, desde el CUN-Regional Cuyo se editó la revista Amanecer, cuyos números fueron publicados entre 1982 y 1983. Su lema era “Por una universidad al servicio de la verdad”. La revista tenía una tirada mensual y se presentaba como “de interés general”.
De Amanecer hemos podido recuperar sólo el número 3, correspondiente a su segundo año fechado en 1983. Entendemos que nuestra reconstrucción se encuentra limitada por las fuentes, pero consideramos que Amanecer representó un proyecto que no podemos ignorar, dadas las transformaciones notorias que observamos respecto a Sancho Panza, aspectos que desarrollaremos a continuación.
Como director de la revista firmaba Alejandro Pollicino, acompañado de Daniel Massi, secretario administrativo y Rubén Juárez en diagramación. En sus más de veinte páginas, Amanecer (1983) abordaba diversos temas referidos a los debates actuales del movimiento estudiantil, tales como la Reforma de 1918, la normalización universitaria, las formas de representación estudiantil. A eso se añadían algunas entrevistas, recomendaciones de libros y noticias de la universidad, entre otros.
Amanecer (1983), ya desde su portada se posicionaba sobre la forma de gobierno universitario y la participación estudiantil. En tonos azul y blanco se proyectaba un horizonte donde el cielo se confundía con una bandera argentina, mientras un conjunto de flechas resaltaba la consigna “Verdadera Representatividad”, adelantando la temática central. De esta manera, la portada adelantaba la propuesta del CUN para el gobierno estudiantil: “elección de delegados por curso para lograr auténticos representantes de cada célula estudiantil” (p. 8). Recordemos que esta revista surgió en el contexto de elecciones estudiantiles tras años de prohibición de centros de estudiantes y de agrupaciones por parte de la dictadura militar.
Sobre la universidad, este grupo consideraba que existían dos concepciones antagónicas: una, que hacía un uso instrumental de la universidad “como nido de guerrilleros”, “lugar de captación ideológica” o “sede de partidos políticos”; y otra que ponía el énfasis en la universidad entendida como una comunidad jerárquicamente organizada en la cual se aspira a encontrar la Verdad. Por supuesto, el CUN y Amanecer (1983) adherían a esta segunda mirada, a la cual consideraban la única válida.
Respecto de la participación estudiantil, desde Amanecer (1983) identificaban dos “extremos no deseables”: por un lado, la universidad militarizada, burocrática, que buscaba cercenar cualquier forma de participación estudiantil. A esta la denominaban “la universidad cuartel”. Al otro “extremo” indeseable, lo identificaban bajo el oxímoron de “reformismo revolucionario”, el cual, bajo la consigna de gobierno tripartito, se proponía “subvertir el orden” de la universidad, colocando como iguales a docentes y estudiantes.
Diferenciándose de esas dos posiciones, se postulaban a favor de una participación estudiantil “responsable”, es decir, involucrando al estudiantado sólo en actividades que contribuyeran a su formación integral, a diferencia de las agrupaciones vinculadas a partidos políticos que abogaban por una participación estudiantil politizada, desordenada y olvidando el verdadero sentido de la universidad.
Desde esta mirada, los estudiantes debían tener representación a través de delegados por curso, quienes serían “los más aptos moral y técnicamente”, “los primeros entre sus pares”. Estos estudiantes elegidos darían su mirada sólo de temas que realmente competan al estudiantado, como centros de estudiantes y deportes. El CUN proponía que estos delegados elegirían al representante del centro de estudiantes, a fin de evitar “demagogias politizantes”. La propuesta de elección de delegados entre pares sobresalientes, se contraponía a las asambleas, que para este grupo era sinónimo de desorden y politización. Según Amanecer (1983), lo que ocurría cuando se actuaba de manera asamblearia era que:
ese mandato para resolver el campeonato de fútbol, o la bolsa del libro o la cuota, termina sirviendo para expresar sus opiniones en la lucha de Nicaragua, en la condena de las injusticias sociales, en los “derechos humanos”, cosas que no constituyen el objeto propio de la Universidad, y de hecho la transforma en un campo de agitación donde se forman los futuros dirigentes de la revolución marxista (p. 5).
V. Revistas estudiantiles de derecha en los primeros años de democracia
Entre 1984 y 1985 encontramos dos revistas editadas por estudiantes con una fuerte impronta conservadora. Avance surgió posterior a Amanecer y en buena medida podemos considerarla como su continuadora. Su aparición estuvo ligada al quiebre de la CUN Regional Mendoza y al surgimiento de una organización estudiantil local: la Unión Mendocina de Estudiantes (UME)¹² en febrero de 1984.
Avance al igual que Amanecer, estaba bajo dirección de Alejandro Pollicino. Al staff lo completaban Ignacio Paes como secretario de redacción y Héctor Cruz, Rodolfo Gallardo, Santiago Cardozo y Javier Hernández como colaboradores. La UME continuó con Avance una línea editorial, estética y diseño similares a los de Amanecer. Si bien la revista afirma tener una tirada bimestral, sólo hemos encontrado el primer número, por lo cual desconocemos si tuvo continuidad o si se trató de una experiencia interrumpida.
Para la portada de Avance, sus creadores eligieron una fotografía de la Universidad y Colegios Menores de Salamanca. A su vez, el título de la revista iba acompañado de una bandera argentina resaltando el “espíritu patriótico”. La frase “Participar no es gobernar” adelantaba al lector los desacuerdos que la editorial tenía con los principios reformistas. El subtítulo de la revista era casi un calco del de Amanecer: “Hacia una universidad al servicio de la verdad”.
Avance presentaba notas vinculadas a la universidad y el movimiento estudiantil, así como también tenía una sección de humor y entretenimientos. La novedad respecto a los proyectos anteriores, es la inclusión del tema “Malvinas” en el repertorio nacionalista. Desde Avance se realizó una fuerte reivindicación de la guerra de Malvinas, adhiriendo al discurso heroico e incluyendo a los “caídos en combate” dentro del panteón de héroes de la patria. Esta exaltación de la guerra no omite tintes reivindicativos de la última dictadura.
Entre otras cuestiones, afirmaban: “la paz es la armonía en el orden, y cuando ese orden se rompe es necesario restaurarlo, inclusive por la fuerza si es preciso”. En el mismo apartado agregaban: “Estos son los Héroes, los que nos defendieron en Malvinas, los que pusieron sus cuerpos entre la Patria y la metralla enemiga, los que pusieron sus fuerzas para pelear contra nuestros enemigos y no para entregarnos a extranjeros o quebrantar nuestra identidad con extrañas ideologías” (Avance, 1984, p. 11).
UME en Avance se define como una agrupación conformada para defender los “verdaderos” objetivos de la universidad, que peligraban ante un contexto de “excesiva participación partidaria”. Sus integrantes se reivindicaban como antirreformistas e independientes y, especialmente, defensores de la civilización occidental y cristiana. Respecto de la participación estudiantil, sostenían la propuesta de continuar en la línea de participar “con responsabilidad”, es decir, priorizando el estudio como tarea propia del estudiantado y reforzando la jerarquía docente–estudiante, excluyendo la política de las discusiones universitarias.
Finalmente, nos detendremos en la experiencia del boletín informativo Crónica Universitaria (CU). Ésta fue una de las publicaciones conservadoras más difundidas en la UNCUYO. Surgida en el contexto de puja entre los sectores “progresistas” e “independientes” que tensionaron al movimiento estudiantil post dictadura, se destacó por ser la usina de los sectores más reaccionarios. Este boletín era editado por la Unión Mendocina de Estudiantes (UME) y pretendía llegar a todos/as los/los estudiantes universitarios de la provincia de Mendoza. Se editó durante los años 1984 y 1985 en forma quincenal, aunque su frecuencia fue fluctuante. Por tratarse de una producción en formato boletín, sus números en general no excedían las cuatro páginas.
El esquema de la revista se articulaba a partir del desarrollo de un tema principal, entre los cuales estaban la Reforma Universitaria, la Federación Universitaria de Cuyo, los concursos docentes; y se complementaba con información de la actualidad estudiantil. Las notas no iban firmadas salvo excepciones y, eventualmente, presentaba el staff¹³.
Crónica Universitaria (1985) explicitó en todos los números la concepción de universidad que sostenían sus integrantes. En ese sentido, expresaban que los objetivos de la universidad eran “la investigación, el estudio, la transmisión de la verdad” (p. 4). Otra característica que le atribuían era una naturaleza jerárquica, siendo las máximas autoridades las que ostentan el mayor saber y se encuentran más cerca de la verdad.
Buena parte de sus números polemizaban con el reformismo y sus adeptos. Desde Crónica Universitaria (1985) se tenía una visión optimista del estudiantado y sus posibilidades. Consideramos que este cambio respecto a los otros proyectos que se lamentaban por la decadencia de la juventud, se puede explicar por los resultados electorales que favorecieron a los sectores “independientes”. Este fortalecimiento de las agrupaciones de derecha coincidió con los años de edición de la revista.
El desempeño electoral favorable era interpretado por Crónica Universitaria (1985) como señal de un anti reformismo mayoritario entre el estudiantado. Su rechazo al proyecto de la Reforma de 1918 era contundente, caracterizándola como “obtusa, oscurantista y retrógrada” (p. 4). Por otro lado, denunciaban la propuesta de la FUA, acusándola de fomentar un concepto marxista de universidad que buscaba destruir su “verdadera esencia”. También se oponían al cogobierno, señalando que dichas prácticas alejaban al estudiante de su “ámbito natural”. Quienes integraban este proyecto vaticinaban que, bajo un cogobierno, la universidad caería irremediablemente en la anarquía, ya que las jerarquías quedarían diluidas y todos querrían gobernar.
Ésta revista no tuvo relaciones armoniosas con todo el arco estudiantil de derecha. Un caso llamativo fue el de la polémica con la agrupación “independiente” Arco Iris, a la cual acusaban de antidemocrática y de haber impulsado el cambio del estatuto del Centro de Estudiantes en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCUYO, entre otras cosas.
VI. Miradas comparativas para pensar estas experiencias
Hasta aquí hemos explorado experiencias de revistas estudiantiles de derecha en la coyuntura entre finales de la dictadura e inicios del periodo democrático en Mendoza. Pasaremos ahora a analizar y poner en diálogo los casos seleccionados.
En primer lugar, observamos que estas experiencias editoriales representaron proyectos de estudiantes de la UNCUYO ubicados a la derecha del mapa político. Esto quiere decir que, entre 1979 que se publicó el primer número de Sancho Panza, hasta finales de 1985, fecha del último número del que podemos dar cuenta de Crónica Universitaria, hubo una continuidad en cuanto a circulación de revistas de estudiantes de derecha en la universidad.
Este dato es relevante si lo miramos a la luz del contexto político cambiante en que se insertan: tras siete años de la dictadura más profunda y violenta de nuestro país, se produjo el retorno democrático con el triunfo alfonsinista, lo cual trajo aparejados cambios de autoridades en los distintos espacios de gobierno estatales, incluidas las universidades. En esta coyuntura, las editoriales de la derecha estudiantil no se interrumpieron, pero sí encararon importantes transformaciones.
La revisión de las experiencias seleccionadas –Sancho Panza, Amanecer, Avance y Crónica Universitaria– demuestra que los cuatro proyectos comulgaban en un espacio ideológico común dentro del campo de las derechas. En sus escritos se observan elementos conceptuales y doctrinales que nos permiten identificarlas como dentro de la derecha católica tradicionalista. Esta derecha, con una fuerte matriz hispanista de tintes franquistas¹⁴, fue la hegemónica en algunas facultades de la UNCUYO –como Filosofía y Letras– casi desde su misma fundación (Fares, 2024).
Este posicionamiento se evidencia en el discurso que sostenían las revistas, algunas con un tono más católico-confesional que otras, como el caso de Sancho Panza. Además de referencias católicas directas, en estas revistas observamos un continuum de autores. Por ejemplo, al teorizar sobre la universidad y sus fines abundan referencias a Octavio Derisi, filósofo tomista fundador de la Universidad Católica Argentina. Así como en distintos pasajes se recurre a autores nacionalistas de derecha como Enrique Díaz Araujo, historiador y docente de la UNCUYO o el filósofo bonaerense Carlos Sacheri¹⁵. Es decir, encontramos un corpus teórico común, construido a partir de intelectuales varones de la derecha católica nacional y local.
En segundo lugar, más allá de las coincidencias ideológicas, observamos algunas diferencias entre estos proyectos. Sancho Panza se distingue respecto a las otras tres (Amanecer, Avance y Crónica Universitaria) en cuanto al destinatario, presentándose como un proyecto de y para estudiantes de FFYL. Mientras las otras, apuntaban a un público más amplio: todos/as los/los estudiantes universitarios de Mendoza, aunque ciertamente se centraron en la UNCUYO con un marcado protagonismo de la FFYL.
Los diversos destinatarios se relacionan a la procedencia de los propios redactores: mientras Sancho Panza se presentaba como revista de estudiantes de la FFYL, los otros proyectos aparecían como voceros de órganos estudiantiles mayores: Amanecer era la plataforma de la Coordinadora Nacional de Estudiantes-Mendoza y Avance de la Unión Mendocina de Estudiantes. Consideramos que este cambio refleja coyunturas políticas diferentes: Sancho Panza sería un ejemplo de prensa en una coyuntura favorable a la dictadura, mientras que Amanecer y Avance representan el ocaso de la dictadura y los primeros años de democracia, contexto en el cual el movimiento estudiantil se reestructuró, se fortaleció y sus estructuras organizativas se expandieron.
Retomamos la propuesta de Guadalupe Seia (2020b) para analizar las revistas estudiantiles en función de la relación del proyecto editorial con las autoridades universitarias. En líneas generales, la autora realiza una distinción entre “revistas desde abajo” y “revistas desde arriba”. Las primeras, son publicaciones impulsadas en su totalidad por estudiantes militantes o simpatizantes de alguna corriente política vinculada a la izquierda. No cuentan con apoyo institucional e incluso padecen la ilegalización por parte de las autoridades. Mientras, las “revistas desde arriba” representan proyectos que se declaran “apolíticos”, impulsados por estudiantes en su mayoría sin militancia previa y cuentan con el aval –e incluso con el apoyo directo– de las autoridades.
Entendemos factible pensar a Sancho Panza como una revista “desde arriba”, dado que presentaba componentes de carácter más institucionales que estudiantiles, sin que por eso dejara de ser un proyecto estudiantil. Amanecer, Avance y CU fueron expresiones de corte conservador, editadas sin apoyo institucional, por parte de sectores estudiantiles que probablemente contaron con la anuencia de sectores docentes de derecha.
En este sentido, podríamos afirmar que estas experiencias se corresponden al grupo de revistas “desde abajo”. Sin embargo, es importante señalar que, cuando Seia (2020b) realiza la distinción entre revistas de arriba y de abajo, lo hace observando una coyuntura dictatorial donde las experiencias “desde abajo” cuestionaban a la dictadura y tenían una afinidad política más vinculada a las izquierdas. Aun así, consideramos que esta distinción resulta funcional para pensar las revistas analizadas en este trabajo, enfatizando que se trata de casos que provienen del arco político de la derecha y que ésta fue la línea ideológica de muchos profesores y autoridades.
Durante el contexto dictatorial Sancho Panza fue una experiencia avalada material e ideológicamente por las autoridades universitarias mientras que, en los casos restantes, no encontramos voces de docentes ni autoridades, pero sí observamos la presencia de una derecha estudiantil que se posicionaba en los debates sobre políticas universitarias, lo cual se evidencia particularmente en Crónica Universitaria y Avance.
Sancho Panza es la revista que presenta mayor distancia con lo que consideraríamos comúnmente como una experiencia editorial estudiantil, ya que por momentos parecía más un órgano de difusión de la facultad y de sus autoridades, que una plataforma hecha por y para estudiantes.
A lo largo de los números que hemos podido consultar, observamos que las voces estudiantiles fueron pocas y repetidas. Sin embargo, encontramos sobrados ejemplos de comunicados y textos provenientes de las autoridades del momento. Por ejemplo, en el número 2 de abril de 1980, la revista abría con fragmentos de un discurso del rector Pedro Santos Martínez, donde convocaba a los estudiantes a no ser meros alumnos sino convertirse en discípulos, “modo sublime de penetrar en los secretos de la cultura”.
Otra diferencia destacable entre estos proyectos, es la referida al diagnóstico y expectativas sobre el estudiantado universitario. Sancho Panza portaba un discurso pesimista respecto a la juventud, a la que percibían como cooptada por el individualismo y las ideas liberales. El estudiantado aparecía como un actor fácilmente manipulable por las novedades del mundo y carente de ideales. Por su parte Crónica se ilusionaba con una juventud que se mostraba cuestionadora de las ideas reformistas. Esta conclusión emanaba de una interpretación un poco forzada de los triunfos electorales de los sectores “independientes”.
Es preciso mencionar que las derechas estudiantiles en los ´80 eran esquivas a posicionarse respecto al pasado reciente de forma abierta; a diferencia del bloque progresista estudiantil que fue instalando en la agenda del movimiento las denuncias a las violaciones de los derechos humanos durante los años dictatoriales. Pese a no pronunciarse sobre la última dictadura cívico-militar, tanto en Crónica Universitaria, como en Amanecer y Avance está presente un discurso que alerta sobre los peligros y riesgos que trae consigo la democracia. En especial, muestran preocupación ante el desorden latente frente al pulular de agrupaciones políticas. Responsabilizan no sólo al clima democrático, sino específicamente al reformismo de actuar intencionalmente resquebrajando las bases naturales de la universidad.
Finalmente, una novedad que observamos a partir de este análisis, es que la derecha de los ochentas democráticos no pretende la anulación del antagónico político, más bien discute proyectos de gobierno universitario y se inserta en la “la batalla cultural” para ganar a sectores del estudiantado con una mirada optimista respecto a su posición en esta disputa, dado el triunfo electoral de las agrupaciones estudiantiles “independientes”.
Esta posible simpatía de algunos sectores estudiantiles hacia opciones de derecha comienza a revertirse en 1985, a partir del crecimiento de agrupaciones progresistas, las cuales avanzan en la construcción de espacios de discusión y visibilidad, en detrimento del electorado de las agrupaciones “independientes”.
VII. Consideraciones finales
Si bien desde 1980 con los debates de la ley universitaria, comenzaron a escucharse diversas voces estudiantiles, fue a partir de 1982 que el movimiento estudiantil logró romper el silencio impuesto por la dictadura y experimentó un proceso de reorganización. La derrota de la guerra de Malvinas y las cercanas elecciones nacionales, provinciales y de centros de estudiantes, habilitaron un marco que posibilitó un mayor cuestionamiento al gobierno dictatorial, generándose debates en torno a la inminente transición democrática. Mientras que Sancho Panza representaba una experiencia de connivencia de grupos estudiantiles con sectores civiles cercanos ideológicamente a la dictadura, Amanecer condensó el clima de transición que se produjo entre 1982 y 1983. Finalmente, Crónica Universitaria y Avance fueron una respuesta de la derecha estudiantil organizada en el marco de una joven democracia institucionalizada.
Observamos cómo el conspiracionismo, uno de los elementos constituyentes de las derechas (Bohoslavsky, Echeverría, Vicente, 2019), aparece expresado en las revistas estudiantiles presentando variaciones según la coyuntura. Antes de la apertura democrática, la derecha estudiantil identificaba como el factor principal de alteración del orden natural al liberalismo. Sin embargo, a partir de 1983 el potencial enemigo del orden adquirió otros contornos y se expresó en el avance del reformismo. La primera posición corresponde a la línea de Sancho Panza, mientras que la reorientación del discurso desde finales de la dictadura e inicios de la democracia es visible en las revistas de la CUN y la UME (Amanecer, Avance y Crónica Universitaria).
Entendemos a Sancho Panza como un intento de legitimar a las autoridades universitarias del momento. Ante una juventud perdida por la relajación moral que imponía el avance del liberalismo, Sancho Panza se constituyó en vocero de un proyecto que reclamaba por una restauración de la moral. Si bien se configuraban críticas directas al marxismo y al liberalismo, como dos caras de una misma moneda, este proyecto no dialogaba con otras agrupaciones estudiantiles. Quizás por el contexto de censura y persecución, los rivales de Sancho Panza quedaban en el terreno de las grandes ideologías, sin observarse actores concretos portadoras de las mismas.
Muy distintos fueron los casos de Amanecer, Avance y Crónica Universitaria. En estos tres proyectos queda claro que había actores organizados desde otras coordenadas ideológicas con los cuales se discutía para ganar adhesiones estudiantiles.
Estos proyectos aparecían claramente como instrumentos de agitación y propaganda (Sarlo, 1992) para argumentar y fortalecer la posición de la derecha estudiantil ante las discusiones que los sectores progresistas y reformistas pusieron en la agenda, tales como el gobierno universitario y las formas de participación estudiantil.
Tal vez por el mismo rechazo que estos proyectos expresaron respecto a la política dentro de la universidad, en ninguna de las revistas se abordaron temas externos a la universidad. No se registraron referencias al complejo contexto político del país y la provincia, ni siquiera en la etapa de transición.
En general, primaron las alusiones a la vida universitaria sin mención de las autoridades políticas del momento, ni de ley universitaria, ni del contexto alfonsinista. La única excepción que pudimos observar fueron las varias líneas de Avance dedicadas al tema de Malvinas. Como ya señalamos, esta temática fue abordada desde la construcción de un relato heroico, sin mediar un análisis coyuntural.
A diferencia de Sancho Panza, las otras revistas no se identificaron directamente con las autoridades universitarias. Por el contrario, explicitaron su independencia dando a entender las dificultades económicas para sostener sus respectivos proyectos, lo cual nos permite sugerir que no contaron con fondos institucionales y que se gestionaban con las ventas de las publicaciones.
A pesar de las diferencias entre las distintas revistas, reconocemos una continuidad ideológica entre ellas: la universidad como herramienta para buscar la “verdad”, la idea del estudiante como “discípulo”, la defensa de la “jerarquías naturales” en la sociedad y la universidad, el rechazo a la politización de los claustros y la exaltación de los valores “cristianos y occidentales”. Estas son algunas de las concepciones que han cohesionado a sectores de la UNCUYO y que aún hoy tienen su expresión en grupos docentes y estudiantiles.
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³ Agradecemos el aporte de Germán Leyens, quien nos compartió documentación de su archivo personal la cual ha sido clave para profundizar en la historia del movimiento estudiantil local.
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⁴ Para una discusión sobre el concepto de terrorismo de Estado sugerimos ver Águila, Gabriela (2016) Violencia política, represión y terrorismo de estado: a propósito de algunas conceptualizaciones para definir el accionar represivo en la historia reciente argentina, en VII Jornadas de Trabajo sobre Historia Reciente; y Jemio, Ana (2021) Una revisión crítica del concepto Estado terrorista. Sociohistórica, 48, e145.
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⁵ Cabe mencionar como antecedente que Busquets había sido designado interventor de la Provincia de Mendoza tras el golpe cívico–militar de 1955.
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⁶ En las actas de las asambleas estudiantiles realizadas en octubre de 1983 para debatir la constitución del CE de la Facultad de Filosofía y Letras se registra a Sancho Panza como uno de los grupos participantes.
⁷ Este grupo surge en 1985 y se hizo conocido por la edición de una revista mensual llamada “Crónica Universitaria”, desde donde despliega su concepción de la universidad y la política estudiantil.
⁸ Para la conservadora agrupación Pucará, Martín Fierro era considerado un grupo de extrema derecha.
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⁹ 1983 fue el único año donde hubo más de un centro en la Facultad de Artes y Diseño. Al año siguiente se unificaron.
¹⁰ La primera acta está fechada en el 7 de octubre de 1983
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¹¹ Estas consignas se relacionan a las esgrimidas por la derecha golpista de la década del treinta. Agradecemos el comentario de uno/a de los/las evaluadores/as de este trabajo, quien nos marcó esta similitud.
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¹² Desconocemos cuáles fueron los debates que terminaron separando al grupo, ya que UME no hizo mención a ello, al menos en los materiales que hemos podido consultar.
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¹³ En el número 26 se menciona como director a Alejandro Pollicino y a Rodolfo L. Gallardo como secretario de redacción.
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¹⁴ Algunos elementos de Amanecer sugieren una influencia del falangismo. Si bien excede a este trabajo, esta línea queda planteada para próximas investigaciones. Agradecemos a uno/a de los/las evaluadores que nos marcó esta posibilidad.
¹⁵ Carlos Sacheri fue asesinado en 1974 por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Su caso lo convirtió en emblema y mártir de la derecha católica anticomunista. A partir de la democracia, y especialmente en el contexto del Nunca Más y el Juicio a las Juntas, Sacheri sería reivindicado por los grupos que, en nombre de la “memoria completa”, buscaban visibilizar a las “víctimas del terrorismo”, es decir, quienes fueron asesinados por las guerrillas. Ver Cersósimo, F. (2016) Memorias y usos públicos del pasado en torno a la “lucha antisubversiva”. Notas sobre Carlos Sacheri y Jordán Bruno Genta. Anuario del Instituto de Historia Argentina, 16(2), e028.
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Referencias
Águila, G. (2016). Violencia política, represión y terrorismo de estado: a propósito de algunas conceptualizaciones para definir el accionar represivo en la historia reciente argentina, en VII Jornadas de Trabajo sobre Historia Reciente. https://ri.conicet.gov.ar/handle/11336/211639
Águila, G. (2023). Historia de la última dictadura militar. Argentina, 1976-1983. Ed. Siglo XXI.
Amanecer (1983). Revista de la Coordinadora Universitaria Nacional- Delegación Mendoza. Archivo personal.
Avance (1984). Revista de la Unión Mendocina de Estudiantes, Mendoza. Archivo personal.
Baigorria, P. (2024). Movimiento estudiantil mendocino: entre la organización y la represión. Páginas. Revista digital de la Escuela de Historia, 16 (41). https://revistapaginas.unr.edu.ar/index.php/RevPaginas/article/view/882
Bohoslavsky, E., Echeverría, O., Vicente, M. (2021). Las derechas argentinas en el siglo XX. Ed. UNICEN.
Bravo, N., Molina Galarza, M., Baigorria, P. y Tealdi, E. (2014) Apuntes de la memoria. Política, reforma y represión en la Universidad Nacional de Cuyo en la década del 70. EDIUNC.
Cejudo Ramos, D. (2024). ¿Es posible una definición? Elementos para pensar la especificidad del movimiento estudiantil en América Latina. Archivos De Historia Del Movimiento Obrero Y La Izquierda, (24), 141-154. https://www.archivosrevista.com.ar/numeros/index.php/archivos/article/view/451
Cersósimo, F. (2016) Memorias y usos públicos del pasado en torno a la “lucha antisubversiva”. Notas sobre Carlos Sacheri y Jordán Bruno Genta. Anuario del Instituto de Historia Argentina, 16(2). https://memoria.fahce.unlp.edu.ar/library?a=d&c=arti&d=Jpr7691
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