Las ambivalencias de la derecha

en la gestión de la Primavera Chilena de 2019-2020*

Stéphanie Alenda

salenda@unab.cl

Universidad Andrés Bello

Chile

 

Recibido: 11/01/2020

Aprobado: 06/03/2020

 

 

Resumen

Este texto aborda la gestión del estallido social o primavera chilena de parte del gobierno examinando críticamente la existencia en Chile de dos derechas: un ala dura que explicaría las reminiscencias del pasado autoritario cuando el presidente Piñera decretó el estado de emergencia el 19 de octubre de 2019 y un ala blanda, más renovada y moderada. Enmarcando el análisis en la sociología de las crisis políticas desarrollada por Michel Dobry, se muestra más bien, por un lado, la existencia de una derecha unida en la defensa del orden y seguridad y, por otro lado, la existencia de diferentes sensibilidades, a veces cruzadas, unas más garantes del núcleo duro identitario (conservador en el ámbito moral, subsidiario en cuanto al rol atribuido al Estado en la economía) que otras (más liberales y solidarias). Se argumenta que estas sensiblidades, expresadas en particular en el posicionamiento de la coalición a favor o en contra de una nueva Constitución, no reflejan una polarización en torno al clivaje autoritarismo/democracia, sino que son en parte influenciadas por la dinámica de ciertas lógicas de situación que constriñen las percepciones, cálculos y tácticas de los actores.

 

Palabras clave

Derecha, Primavera Chilena, Democracia, Autoritarismo.

 

 

 

Abstract

This article addresses the management of the Chilean social outbreak or spring by the government examining critically the existence in Chile of two rights: hard liners which would explain the reminiscences of the authoritarian past when President Piñera declared the state of emergency on October 19th, 2019 vs. soft liners, more renewed and moderate. Framing the analysis in the sociology of political crises developed by Michel Dobry, it shows rather, on the one hand, the existence of a right with a unified position regarding the defense of public order and security and, on the other hand, the existence of different sensibilities, sometimes crossed, some more protective of the core identity (conservative in the moral field, subsidiary in terms of the role attributed to the State in the economy) than others (more liberal and solidary). It is argued that these sensibilities, expressed in particular in the position of the coalition in favor or against a new Constitution, do not reflect a polarization around authoritarianism/democracy cleavage but are partly influenced by the logics of certain situations that constrain the perceptions, calculations and tactics of the actors.

 

Keywords

Right, Chilean Spring, Democracy, Authoritarianism.

 

 

 

Introducción

En 2010, Chile elegía democráticamente a su primer presidente de derecha desde 1958, reelecto por un segundo período en 2017. Los inicios del primer gobierno de Sebastián Piñera han sido marcados por su identificación con la idea de una nueva derecha, modernizada, muy alejada de los totalitarismos y de los atropellos a los derechos humanos (El País, 2010); también capaz de subir los impuestos para financiar la reconstrucción del país luego del terremoto de febrero de 2010. Cuando el 19 de octubre Piñera decretó el estado de emergencia, recibiendo un espaldarazo del líder de la derecha radical, José Antonio Kast1, la derecha pareció reconectarse con su pasado autoritario. Sin embargo, algunos días después (el 24 de octubre), la invitación del presidente a que vinieran observadores de la ONU y de Human Rights Watch volvía a sintonizar con la defensa de los DDHH, un aspecto que marca una suerte de línea divisoria entre la nueva derecha2 y la más antigua (la Unión Demócrata Independiente3 y algunos sectores de Renovación Nacional).

¿Cómo interpetar la ambivalencia de estas tomas de posición? ¿Podría explicarse por la existencia de dos derechas, un ala dura y otra moderada, que suelen ser plasmadas en la oposición entre los halcones, representantes de los poderes fácticos y garantes del núcleo identitario y las palomas, defensores de las instituciones políticas y del proyecto de poder de la derecha (Macari, 2010, Bellolio, 2016)? Para algunos, estas dos alas habrían reaparecido bajo los rasgos del ex Ministro del Interior, Andrés Chadwick, dirigente histórico de la UDI y Gonzalo Blumel, su sucesor, miembro de Evópoli y de una nueva generación de dirigentes (Batarce, 2019). Para otros, la gestión de Blumel no lo diferenciaría mucho del ala dura, pues no habría tenido impacto en la reducción de las violaciones a los DDHH (Gaete et al., 2019). ¿Aquellas dos derechas tendrían una incidencia en la manera en que el estallido social o Primavera Chilena (Somma et al., 2020) ha sido gestionada por el gobierno?

Mostraremos más bien que la dinámica de la crisis, en particular el proceso constitucional, reveló la existencia de diferentes sensibilidades al interior de la derecha que permanece no obstante unida en la defensa del orden, invitando a complejizar la dicotomía entre los halcones y las palomas.

 

 

 

La vuelta a

los principios

fundamentales:

el orden

y la autoridad

Es necesario primero ubicar esta reflexión en un marco general, el de la sociología de las crisis políticas (Dobry, 1986), que permite recordar que las coyunturas fluidas son particularmente propicias a la radicalización política, pero también que las rupturas más radicales pueden producirse gradualmente, incluso en configuraciones dominadas en su origen por individuos moderados4. Es entonces en la dinámica de las lógicas de situación específica que constriñen las percepciones, cálculos y tácticas de los actores que debemos comprender ciertas decisiones y sus efectos, tomando en cuenta la forma en que éstos no sólo gestionan sino también suscitan y reaccionan a ciertos procesos de movilización política, recurriendo a ciertas jugadas que pueden ser definidas como actos y comportamientos individuales o colectivos que afectan sea las expectativas de los protagonistas de un conflicto en relación al comportamiento de los demás actores, sea lo que Goffman llama su “situación existencial” (Dobry, 1986: 21). A grandes rasgos, dos momentos pueden ser distinguidos en la gestión de la Primavera Chilena: una fase reactiva inicial, la más crítica, que sucede al incendio simultáneo de nueve estaciones de metro y condujo al presidente Piñera a decretar el estado de emergencia, y un segundo tiempo en el que el gobierno buscó avanzar en la vía de la normalización, sin efectos notorios sobre la disminución de las movilizaciones.

No sólo la crisis ha develado las diferentes posiciones existentes al interior de la coalición de gobierno (volvemos más adelante sobre este punto). Reavivó además, mediante un efecto espejo, ciertos traumas, sin duda asimétricos pero no menos reales, entre una derecha que volvió al discurso del enemigo interno y de la seguridad nacional a través del estamos en guerra5 del presidente Piñera (20 de octubre de 2019), hipotecando de esta forma la posibilidad de dar una solución política al conflicto; y una izquierda para la cual se reabrió la llaga de las violaciones a los DDHH cometidas en dictadura6. La extrema violencia de los acontecimientos interpretada por el gobierno como una voluntad de destruir Chile y sus valores de libertad y democracia pero también como un riesgo para el Estado si la autodefensa terminase por ser la regla, más que poner en evidencia la influencia de un ala dura de la derecha, llevó a su paroxismo los principios constitutivos de su identidad: la defensa del orden y de la autoridad7 con, en telón de fondo, la de cierto modelo de desarrollo8. En una encuesta aplicada en 2015-2016 (Le Foulon et al., 2020), se pudo comprobar la identificación masiva y transversal al orden de los cuadros dirigentes de la coalición de gobierno. A la pregunta ¿Las protestas sociales deben ser controladas para garantizar el derecho a la libre circulación de las personas? 84% de la UDI, 83% de RN y 74% de Evópoli habían respondido favorablemente. La encuesta mostraba también la existencia de una derecha que se reconocía mayoritariamente (55,5%) en la máxima política y social de la subsidiariedad, principio rector de las políticas neoliberales de fines de los años 7010.

Provocando mediante una combinación de elementos críticos de orden decisional e institucional una suerte de “tormenta perfecta”, las medidas tomadas para restablecer el orden se han enfrentado a la crisis del andamiaje institucional del país, en particular el de la institución policial.

Las trabas

a la gestión: la crisis de las instituciones

La incapacidad de restablecer el orden se ha visto agravada por la violación masiva a los DDHH -2009 personas han sido heridas entre el 17 de octubre y el 10 de noviembre, según el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), varios de los cuales han sufrido heridas oculares irreparables-, convirtiendo a Chile en el país donde el Estado ejerce la represión más fuerte en tiempos de conflictos sociales. Este balance debe mucho a la crisis que atraviesan las fuerzas de orden10, en proceso de reforma y modernización. Todavía considerada por la opinión pública como una de las instituciones más creíbles en 2017, la policía figura hoy entre las más denostadas, 64% de los chilenos estimando que carabineros han violado los DDHH desde octubre de 2019 (CEP, 2019). Pero esta violencia inusitada -el informe de la ONU da cuenta de 2500 carabineros heridos entre el 18 de octubre y 6 de diciembre- puede ser en parte interpretada como una respuesta a la represión y a la criminalización de la protesta. Como muestra la literatura internacional sobre otros conflictos sociales, los protestatarios quienes perciben que la Policía ha hecho un uso indiscriminado de la fuerza en su contra tienden en mayor medida a justificar una respuesta violenta (Maguire et al., 2018). La violencia resulta también de interacciones que se juegan en situaciones particulares en las que reviste un rol central una acción de la policía basada en la comunicación, el respeto por ciertos espacios territoriales, el reconocimiento del rol de las emociones en las explosiones sociales o el hecho de evitar ciertas señales susceptible de escalar el conflicto (Nassauer, 2014). Al revés, la estrategia de contención ejecutada por Carabineros, con una autonomía demasiado grande en relación a la autoridad civil, solo tuvo por efecto ahondar la distancia entre ciudadanos y fuerzas de orden asimiladas al gobierno.

Según la última encuesta del CEP (2019) los chilenos condenan masivamente el uso desproporcionado de la fuerza de parte de Carabineros, al igual que reprueban mayoritariamente el uso que ciertos grupos de manifestantes -la llamada primera línea (Claude, 2020)- hacen de la violencia. Este último punto, al mostrar la ineficacia del gobierno en el restablecimiento del orden, ha producido además una desafección de las bases electorales tradicionales de la derecha hacia el gobierno, reflejada en la tasa de aprobación del presidente que cayó al 6% (CEP, 2019). Inscribiéndose en el marco de un régimen presidencial exacerbado, estas percepciones constituyen una traba para la gobernabilidad (Cardenas, 2020). Se suma a ellas el descrédito absoluto del Congreso y de los partidos políticos, lo que contribuye a la baja valorización de los avances en materia de agenda social, eclipsadas por la omnipresencia de la agenda de orden y seguridad.

En relación a esta agenda, nada permite entonces concluir la existencia de dos derechas diferenciadas en sus convicciones. La derecha (gobierno, partidos y electorado) parece más bien hacer del restablecimiento del orden público una prioridad. Las diferencias entre los dos ministros del Interior que han gestionado sucesivamente la crisis se resumen solamente en sus edades, afiliaciones partidarias y competencias distintas en materia de gestión y de comunicación. Posteriormente al nombramiento de Blumel como ministro del Interior, fue de hecho anunciado por el presidente Piñera un endurecimiento de las medidas de seguridad mediante la creación de nuevas figuras penales asociadas a los desórdenes públicos (ley antibarricadas), la consagración del delito de saqueo y el aumento de las sanciones para los delitos de robo y hurto.

La dinámica de la crisis y el proceso constitucional han revelado no obstante la existencia de diferentes sensibilidades en la derecha, las cuales invitan a complejizar la dicotomía entre los “halcones” y las “palomas”.

 

 

 

Una coalición

de centro-derecha

entre apertura y

repliegue identitario

Las coyunturas de crisis política y de radicalización favorecen el atrincheramiento en un núcleo duro identitario. La fase de normalización ha sido también marcada por la firma de un acuerdo transversal por la paz social y la nueva constitución, el 15 de noviembre de 2019, que tuvo por efecto descomprimir el conflicto al responder a la aspiración ciudadana de un nuevo pacto social. Tuvo entonces una repercusión positiva (aunque indirecta, dado que el gobierno se mantuvo al margen de las negociaciones) sobre la gestión de la crisis. Sin embargo, el acuerdo, tomado bajo la presión de la calle11, se deshizo rápidamente a raíz de la presentación de parte de la oposición, a iniciativa del Partido Comunista y del Frente Amplio12, de una serie de acusaciones constitucionales que responsabilizaban a las más altas autoridades del Estado por las violaciones a los DDHH. Estas señales contrarias al compromiso inicial por el restablecimiento del orden, sumadas a las violencias urbanas, terminaron por despertar en la derecha el espectro de la Unidad Popular, fortaleciendo la opción del rechazo a una nueva constitución. Para el senador Allamand, uno de los representantes más influyentes de esta opción, el proceso constitucional se convirtió así en una oportunidad para levantar a la centroderecha que se encuentra alicaída, también para volver a plantearle con fuerza nuestro ideario y que la centroderecha no se acompleje ante la izquierda radical (Valenzuela, 2020).

Asimismo, la crisis develó la existencia de dos posiciones en la derecha, consideradas ambas como legítimas, vale decir sin efecto polarizante en torno al clivaje autoritarismo/democracia (Muñoz, 2020). La primera, mayoritaria, va en el sentido de las respuestas recogidas en el marco de nuestra encuesta en la que el 79% de la UDI y el 65% de RN se declaraban contrarios al establecimiento de una nueva Constitución, mientras que solo un 39% de Evópoli expresaba su desacuerdo con ese cambio, confirmando la existencia en el conglomerado de una nueva derecha claramente disociada de la herencia pinochetista (Alenda et al., 2020b). La segunda, minoritaria, reúne a un grupo importante de cuadros dirigentes -varios de los cuales son alcaldes, quienes ocupan una posición de mayor cercanía con la ciudadanía- pero también ciertas figuras clave de la coalición presentes incluso en las formaciones políticas que se inclinan institucionalmente por el No13. Coincide con la oposición sobre otros temas tales como la defensa de una participación igualitaria de las mujeres y de los hombres en la convención constituyente.

Más que la existencia de halcones y palomas, que se diferenciarían por su relación con las instituciones democráticas, la centro-derecha actual encierra sensibilidades distintas, a veces cruzadas, unas más garantes del núcleo duro identitario (conservador en el ámbito moral, subsidiario en cuanto al rol atribuido al Estado en la economía) que otras (más liberales y solidarias). En función de las jugadas realizadas por los diferentes actores del conflicto antes de la celebración del plebiscito, puede esperarse una acentuación de la tendencia a la reacción identitaria14, al igual que un aumento creciente del rechazo a una nueva Constitución o la victoria de la convención mixta (Retamal, 2020). Este desenlace estaría muy alejado del acuerdo interpartidario del 15 de noviembre por una nueva Constitución.

 

 

Referencias

bibliográficas

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Somma, N. et al. (2020). “No water in the oasis: the Chilean Spring of 2019-2020”, Social Movement Studies.

Valenzuela, P. y Allamand, A. (2020). “Senador de Renovación Nacional: ‘Nuestra postura ya no tiene vuelta atrás’”, El Mercurio, 12 de enero. Recuperado de https://digital.elmercurio.com/2020/01/12/R/JU3NVR71#zoom=page-width (consultada el 23 enero de 2020).

1. Candidato independiente en la elección presidencial de 2017. Logró el cuarto lugar de la votación, con un 7,9% de los votos, tras una campaña que apuntó al ala más dura y conservadora de la derecha.

2. Con esta categoría nos referimos no sólo a la nueva derecha del primer mandato de Sebastián Piñera sino también a Evópoli, fundado en 2015 como un proyecto de renovación de la derecha chilena. Para mayores detalles sobre este partido, remitimos a Alenda et al. (2020a).

3. La UDI se originó en el movimiento conservador gremial (1987) cuyos cuadros tuvieron una participación importante en la dictadura de Pinochet (Alenda, 2014). Renovación Nacional es fundado en la misma fecha como un partido de centro-derecha, y constituye actualmente el ala moderada de la coalición Chile Vamos.

4. Remitimos sobre este tema al libro colectivo dirigido por Annie Collovald y Brigitte Gaïti, 2006.

5. Gonzalo Cordero, director de comunicación de la segunda campaña de Piñera, considera que esta frase contribuyó a la estigmatización de la protesta, aunque se explica en que el presidente había sido informado de tentativas de sabotaje de la red de comunicación y del sistema financiero del país. Según Cordero, el problema del control del orden público [...] planteaba un problema de gobernabilidad, un problema de estabilidad del gobierno. Estuvimos a punto de pasar un umbral después del cual el gobierno simplemente ya no existe. Había por lo tanto una necesidad tanto simbólica como material de recuperar el orden público, el control del territorio en el sentido de espacio público (entrevista, 16 de enero de 2019).

6. ¿Cómo interpretar de otra forma la polémica, al inicio del estado de emergencia, sobre la existencia de un centro de tortura en una de las estaciones del metro de Santiago o la de personas detenidas/desaparecidas? Aunque estos rumores no fueron comprobados, han sido relevados por los comentaristas de la actualidad chilena.

7. Alenda et al. (2018) muestran sin embargo que la obsesión por esos principios trasciende en Chile la cultura política de derecha.

8. Entrevista a Gonzalo Cordero, 16 de enero 2019.

9. Principio con origen en la Doctrina Social de la Iglesia. Circunscribe la intervención del Estado a las situaciones en las que los particulares o grupos intermedios no cuentan con las competencias adecuadas para bastarse por sí mismos (Alenda et al., 2020b).

10. Las malversaciones de fondos y abusos de poder de todo tipo han precipitado la debacle de la institución, descabezada de una cuarentena de sus oficiales entre diciembre 2017 y diciembre 2018.

11. Según Gonzalo Cordero, la derecha tuvo que escoger entre dos alternativas: la firma de este acuerdo o la renuncia del presidente Piñera. Dado que la segunda comportaba más riesgos de inestabilidad política, se optó por la primera (entrevista, 16 de enero de 2019).

12. El Frente Amplio es una coalición compuesta de partidos y de movimientos políticos de izquierda y extrema-izquierda.

13. Joaquín Lavín, posible carta presidencial de la UDI y alcalde de una de las comunas más ricas del gran Santiago, Las Condes; el senador Manuel José Ossandón de RN y el presidente de este partido, Mario Desbordes.

14. Varios episodios recientes tuvieron ese efecto, entre los cuales la ovación hecha a los héroes de la primera línea (manifestantes legiti­mando el uso de la violencia) durante un Foro Latinoamericano sobre los DDHH organizado el 24 de enero de 2020 en el ex Congre­so Nacional por un grupo de sena­dores de la oposición. Fueron invitados a participar los ex presiden­tes Evo Morales y Rafael Correa, pero también el juez Baltasar Garzón, quien jugó un rol clave en el arresto del general Pinochet.