Evo, no estás solo

El populismo del evismo en Bolivia

Yuri F. Tórrez

yuritorrez@yahoo.es

Universidad Mayor de San Simón

 

Emma Lazcano

emma.lazcano@gmail.com

Consultora independiente

 

Bolivia

 

Recibido: 07/02/2019

Aprobado: 03/03/2020

 

Resumen

El presente ensayo estriba en estudiar el despliegue político y el repertorio discursivo del evismo -término que alude al liderazgo de Evo Morales- como sujeto sociopolítico populista desde su emergencia como movimiento social, a fines de la década de los años ochenta, marcado por una acción de resistencia a las políticas neoliberales, luego su incursión en el campo electoral, entre 1987 y 1995, la consolidación del Movimiento Al Socialismo-Instrumento Político para la soberanía de los pueblos (IPSP) como movimiento político (1995-2006), el gobierno de movimientos sociales (2006-2019) y la réplica al golpe de Estado (2019-2020).

 

Palabras clave

Evo Morales, Bolivia, Populismo, Movimientos Sociales, Organizaciones Sociales, Estado.

 

 

 

Abstrac

This essay is to study the political deployment and the discursive repertoire of evism -a term that refers to the leadership of Evo Morales- as a populist socio/political subject since its emergence as a social movement, in the late 1980s, marked by an action of resistance to neoliberal policies, then its incursion into the electoral field, between 1987 and 1995, the consolidation of the Movement to Socialism-Political Instrument for the Sovereignty of Peoples (IPSP) as a political movement (1995-2006), the government of social movements (2006-2019) and the rebuttal to the coup (2019-2020).

 

Keywords

Evo Morales, Bolivia, Populism, Social Movements, Social Organization, State.

 

 

 

Introducción

El debate académico/intelectual en torno al populismo en América Latina está plagado de vericuetos reflexivos sobre el liderazgo como un factor decisivo para entender el decurso de los proyectos políticos emancipadores. La nueva presencia de gobiernos progresistas (denominado el giro a la izquierda) en el tablero político latinoamericano, a principios del siglo XXI, resituó esa vieja disputa sobre el papel que cumplen los liderazgos para los procesos de transformación política. Efectivamente, la impronta de figuras como Hugo Chávez (Venezuela), Rafael Correa (Ecuador), Luiz Inácio Lula Da Silva (Brasil), Néstor Kirchner y su esposa, Cristina Fernández (Argentina) y Evo Morales (Bolivia) reflotaron aquellas discusiones de los 60 en torno a esos mecanismos de mediación política que establece el líder con el pueblo para el trazado de horizontes políticos emancipadores y, por lo tanto, populistas. El presente ensayo estriba en estudiar el despliegue político y el repertorio discursivo del evismo -término que alude al liderazgo de Evo Morales- como sujeto sociopolítico populista, su emergencia como movimiento social a fines de la década de los 80 (marcada por una resistencia a las políticas neoliberales), su incursión en el campo electoral (entre 1987 y 1995), la consolidación del Movimiento Al Socialismo/Instrumento Político para la soberanía de los pueblos (IPSP) como movimiento político (1995-2006), el gobierno de movimientos sociales (2006-2019) y la réplica al golpe de Estado (2019-2020).

A diferencia de los populismos de las anteriores décadas, la emergencia de estos nuevos populismos se da en un contexto marcado por una larga noche neoliberal, afincada en sus políticas de corte estructural y condenando a los países latinoamericanos a una crisis social. En lo político, la crisis de representatividad de las estructuras partidarias, dicho al pasar, justificaron el orden neoliberal que desembocó en una especie de crisis de legitimidad de la propia democracia. Quizás aquí se anudan esos factores estructurales posibilitando la emergencia de un discurso populista enunciado, sobre todo, por sus líderes.

Estos recorridos de los líderes populistas hacia el poder fueron parte del engranaje de los movimientos políticos devenidos en estructuras partidarias. Esa cualidad institucional posibilitó a esos movimientos transitar por los senderos de la competencia electoral. En ese contexto, los líderes condensan expectativas colectivas y enarbolan discursivamente las banderas de la transformación social.

A este tipo de partidos políticos populistas, Alain Touraine (1989: 178) denominaría a la vieja usanza como partidos nacional-populares, porque enfatiza el poder central del líder en su capacidad de integrar los diferentes temas en el proyecto político. En su momento, el sociólogo francés destacó la diferenciación de los partidos nacional-popular en América Latina (afincados en la figura del líder, expresión de la voluntad política y democrática del pueblo) con los partidos de cuño comunista europeos, que expresan una institucionalidad orgánica interna más sólida.

La cuestión del liderazgo político, factor decisivo en los proyectos de emancipación y de la propia democracia, supuso miradas marcadas por un desprecio de parte de las élites intelectuales conservadoras en América Latina. Efectivamente, la cuestión del caudillo fue la fuente permanente de disquisiciones, para decantar en sentencias ilustradas apuntadas a que el pueblo incivilizado se deja envilecer por los líderes populistas. Ciertamente, la idea del caudillismo recurrió al concepto del líder carismático de Max Weber (1964) asociado a un tipo de dominación que, si bien va más allá de las virtudes personales del líder, gracias a las cuales logra esa empatía movilizadora que le permite conducir inapelablemente a las masas. Se advierte en esta disquisición weberiana conceptual, adoptada por las élites intelectuales conservadoras latinoamericanas, que las masas sucumben a las maniobras del líder. Obviamente, esa mirada recurrente tenía un propósito político: menoscabar el potencial emancipador y populista de los proyectos políticos de raigambre nacional-popular.

Desde luego, esas ideas tejidas en torno al papel del caudillo seductor para encandilar a la plebe, masas o pueblo, soslayan procesos de mediación que operan en la comunicación establecidas entre el líder y el pueblo. Innegablemente, esa voluntad colectiva se teje, como dice Chantal Mouffe, a partir de demandas heterogéneas, se necesita una figura que puede representar su unidad y no creo que no puede haber un momento populista sin un liderazgo, eso es evidente (Mouffe y Errejón 2015: 113). A partir de estas consideraciones se puede esbozar una idea sobre el populismo carismático: según Iñigo Errejón (Mouffe y Errejón 2015)

 

hay que introducir esa discusión de por qué el liderazgo no es una relación de suplantación, sino que es una relación de representación, porque es verdad que el líder expresa, pero para seguir expresando una voluntad colectiva que también sirve como catalizador tiene que incorporar parte de las razones de los representados, y si deja de incorporar, deja de ser, deja de liderar, o sea que siempre es más una relación de representación (p.117).

 

O como diría Ernesto Laclau (1978) las voluntades políticas tienen esa vocación emancipatoria y el líder (en este caso específico, el líder carismático populista) encarna esa voluntad emancipatoria. No son las masas obnubiladas y manipuladas por el líder, sino, a la inversa: el líder recibe un mandato emergente de la voluntad colectiva.

Esa energía de la voluntad colectiva es una construcción social permanente y está marcada por la disputa política y el antagonismo en un momento conflictivo. Entra en juego, como diría Mouffe, un doble movimiento, del representado al representante y del representante al representado (Mouffe y Errejón 2015: 117). Este doble movimiento en los procesos de representación está en el sendero de pensar a la democracia, pero en un sentido diferente a la democracia representativa liberal. Es decir, en una democracia radical. Aquí la articulación del líder carismático populista con el pueblo produce tensiones y la cuestión precisamente radica en zanjar esas tensiones, ya que allí reposa el potencial político populista. Este recorrido teórico/conceptual sobre el liderazgo populista se erige en un horizonte analítico, a partir de la cual, se abordará el fenómeno del evismo.

 

 

 

La irrupción

del evismo

Parece una obviedad señalar que el evismo deriva de Evo y quizás, allí, una primera conclusión inevitable se asocia al liderazgo político de Evo Morales. El evismo, definido por el ex vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, es una estrategia de poder, aunque su núcleo fuerte parta de una persona, el evismo es un hecho colectivo revelado como una práctica política (2006: 25-26). De esta noción básica se desprende que el evismo trasciende al lide­razgo de Evo Morales para dar cuenta de esa imbricación entre el líder y el pueblo en una amalgama horizontal y no vertical. Morales se convierte en un portador de esa voluntad política emergente de lo nacional-popular.

La trayectoria personal y política de Evo Morales le otorga una potencialidad política más arraigada al pueblo. Desde luego, su perfil de líder sindical campesino y su vinculación fuerte con los movimientos sociales, particularmente indígena/campesinos, le otorgó a su liderazgo un sustento simbólico significativo, un espejo de lo nacional-popular. La lucha de Morales como dirigente de los productores de coca le posibilitó encarnar ese discurso nacionalista y antiimperialista.

La violencia sistemática y naturalizada en el trópico cochabambino, como corolario de las políticas de erradicación en el contexto del ciclo neoliberal, generó una organización sindical articulada en torno a las seis federaciones del Trópico de Cochabamba, configurando una relación signada por desencuentros, enfrentamientos, represión y resistencia entre el movimiento cocalero y el Estado boliviano, lo cual, en el transcurso del tiempo, ha posibilitado a este movimiento social erigirse como uno de los baluartes en la lucha social y proyectar un horizonte emancipador incluyente, participativo y democrático.

El discurso de la defensa de la hoja de coca se asoció a la cuestión de la soberanía, que le posibilitó al movimiento cocalero irradiarse a nivel nacional. El discurso encerrado en sus demandas meramente corporativas, a partir de la cadena de la equivalencia (mencionada por Laclau) funciona hilvanando una red de discursos que deriva en un vaciamiento del sentido: un significante vacío (sin significado) (2002: 6). En el evismo operó el discurso significante flotante, porque logró que su discurso nacionalista rebase la cuestión clasista para su interpelación hegemónica.

La condición de indígena de Evo Morales le posibilitó adquirir otro rasgo identitario: el indígena. Si bien el movimiento cocalero es esencialmente un movimiento campesino, empero, la capacidad de irradiación discursiva de Morales le posibilitó adentrarse en sus propios orígenes indígenas para enunciar el discurso de la reivindicación identitaria y de los derechos de los indígenas incorporando el discurso descolonizador en el reportorio ideológico del evismo. El pueblo, operador discursivo del evismo, se ancló en dos vertientes: la nacionalista y la indígena y, por lo tanto, su interpelación nacional-popular. La potencialidad del discurso del evismo es su cadena de equivalencia: posibilitó que el discurso logre una articulación populista, condensando lo nacional-popular a partir de la cual el evismo logró definir sus identidades políticas y sus propios antagonistas.

El evismo es, más que una alegoría de un liderazgo: el liderazgo de Morales es la construcción de un sujeto político nacional-popular. Este sujeto político no emerge por arte de magia o colgado del liderazgo de Morales: es la articulación de varias voluntades que luego proporcionan un marco de sentido a la lucha política, en función de la definición/configuración de los adversarios: los sectores oligárquicos que evitan la germinación de un proyecto estatal/societal desde lo nacional-popular.

Quizás aquí se encuentra el potencial populista de estos nuevos sujetos políticos de raigambre nacional-populista, a diferencia de los otrora sujetos históricos con una incidencia política significativa. Ese sujeto fue el movimiento minero anclado en la Central Obrera Boliviana (COB), decisivo para el despliegue de la acción colectiva y absorbiendo la energía popular. Según René Zavaleta (1988) trazó un horizonte de visibilidad: el horizonte socialista revolucionario. El evismo trascendió la cuestión clasista del movimiento obrero para convertirse en un sujeto populista, sintetizador de lo nacional-popular, des­plazando a la COB y afianzando la construcción del Instrumento Político y disputando su dirección política (García, García y Soliz 2019: 80-81). El evismo surgió de las entrañas del movimiento cocalero, luego se articuló a otros sujetos sociales como la Confedera­ción Sindical de Trabajadores Campesinos (CSUTCB). En el seno de esta matriz organizativa campesina se gestó construyó un brazo político para avanzar al campo electoral. La idea del Instrumento Político (IP) cobró fuerza en un contexto marcado por la celebración de los 5oo años de resistencia indígena al dominio colonial español. La presencia de los cocaleros en la matriz de los trabajadores campesinos, por la vía de las seis federaciones de cocaleros del trópico cochabambino, posibilitó su correlato en el escenario electoral con la Asamblea Soberanía de los Pueblos (ASP). En 1999 participó en las elecciones, lo que derivó en una ruptura entre las diferentes tendencias sindicales campesinas al interior de la CSUTCB. Esa disputa política interna se zanjó con la hegemonía del movimiento cocalero en base al liderazgo de Evo Morales.

En estas circunstancias, el movimiento cocalero, en alianza con otras fuerzas sociales, buscó los caminos institucionales para participar en el campo electoral. Por la concesión voluntaria del portador de la sigla partidaria Movimiento Al Socialismo (MAS) se asumió esta identidad partidaria, posteriormente a esta sigla se añadió otra sigla: Instrumento por la Soberanía de los Pueblos (IPSP). Entonces, el MAS-IPSP se constituyó en el dispositivo electoral del evismo para arribar democráticamente al poder.

El ex vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera (2006), trazó al evismo:

 

es fundamentalmente una estrategia de poder que ha transitado, principalmente, por tres etapas: la resistencia local, en sus inicios, entre 1987 y 1995; la expansión en la búsqueda de alianzas, entre 1995 y 2001; la etapa de consolidación en el poder y de iniciativa ofensiva por llegar al poder, en el período 2001-2006. (p. 25).

 

Una cuarta etapa del evismo fue en función gubernamental, fortalecido por su legitimidad electoral. Evo Morales, primer presidente indígena de Bolivia, fue un factor no solo simbólico, sino político. El gobierno de Morales trazó su horizonte de gestión en función a la denominada Agenda de Octubre, que posibilitó constitucionalizar lo plurinacional y la nacionalización de los recursos naturales.

La articulación del gobierno de Morales con varias organizaciones sociales se denominó gobiernos de los movimientos sociales. Esta denominación desempolvó viejos debates sobre la articulación de los movimientos sociales en la estructura de poder. Morales usó la frase del subcomandante Marcos: Mandar obedeciendo. Esta frase trazó el decurso gubernamental del relacionamiento entre Evo Morales y las organizaciones sociales.

García Linera (2006) caracterizó al evismo:

 

El primer componente central del evismo es una estrategia de lucha por el poder fundada en los movimientos sociales [...] Un segundo componente central del evismo -que lo caracteriza notoriamente- es que el núcleo articulador de esa estrategia es el discurso de la identidad y la presencia indígena. (p. 25)

 

De esta caracterización se desprende que el evismo trasciende más allá del liderazgo de Evo Morales. El evismo es un sujeto político, es un constructo social configurado en un campo político dado. El evismo, por una parte, es una estrategia de poder y, por otro, está referido a la identidad que se la define por dos factores complementarios: el escenario de disputa política y el adversario.

Con relación a la identidad, la misma está atravesada eminentemente por una mediación discursiva. Es interesante: el discurso de Morales acentuado en su condición de gobernante es determinar ¿para qué se argumenta? y ¿para quién está dirigido el mensaje? Los discursos de Morales tienen un destinatario claramente explicitado: lo nacional-popular, particularmente los indígenas. De allí se desprende que los discursos del mandatario boliviano sean inclusivos, él se involucra en el nosotros: Evo soy yo obedece a que un líder puede ser un “nosotros”, puesto que somos (yo soy en minúscula) el espejo donde él se refleja (Mayorga 2009: 114). En sus discursos, Morales hiló una lealtad con sus hermanos (esta alusión a hermanos, a diferencia de compañeros, es más fuerte) de los pueblos indígenas, o sea, con sus pares. Y, por lo tanto, primera vez en la historia boliviana aymaras, quechuas, mojeños, somos presidentes, no solamente Evo es el presidente (Mensaje presidencial 20/01/2006). A partir de esta estrategia de involucramiento discursivo, Morales logró erigirse en un narrador protagonista: si habláramos nosotros mismos, diría.

El evismo es un fenómeno político que sirve para la articulación de distintos movimientos sociales: quizás aquí estriba su potencial populista. Al ser un sujeto político en permanente construcción, los discursos del evismo van cuajando a diferentes momentos políticos, aunque existe una matriz discursiva que permite diferentes interpelaciones nucleadas en lo nacional-popular, como un condensador de múltiples interpelaciones. El evismo tiene su fuente originaria en el movimiento cocalero, donde el enunciado soberanía, asociado a la defensa de la hoja de coca, como símbolo de la defensa de la dignidad nacional ante la afrenta del imperialismo norteamericano. Posteriormente, este discurso nacionalista se reactivó en el decurso de la Guerra del Gas: el levantamiento popular de los migrantes rurales devenidos en la población periurbana de la ciudad de El Alto, en 2003, por la persistencia del gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada de exportar gas a Estados Unidos a través de Chile. Esta insistencia hirió la subjetividad nacionalista e hizo aflorar el sentimiento antichileno generado por la pérdida del acceso al mar en la conflagración bélica con el país trasandino en 1879 (también el sentimiento antinorteamericano se puso en evidencia en el conflicto). La movilización precipitó la caída del gobierno de Sánchez de Lozada y trazó los ejes ordenadores de la Agenda de Octubre: nacionalización de los recursos naturales y Asamblea Constitucional para configurar un nuevo Estado. Un hecho llamativo de esta movilización populista que se extendió como un rizoma por doquier: no había un líder visible para las directrices de movilización, fue una auto organización de las juntas vecinales de la ciudad de El Alto, es decir, la democratización de la acción colectiva le proporcionó un potencial populista.

Estos ejes discursivos de la Guerra del Gas fueron asimilados por el evismo y, junto a la soberanía en torno a la defensa de la hoja de coca, se erigieron en una arista importante del discurso del evismo, articuladas con el sentimiento antinorteamericano y, por lo tanto, antimperialista. Esto definió una de las identidades del evismo e incorporó en su repertorio discursivo la cuestión de la reivindicación de los derechos de los pueblos indígenas. Esta cuestión es clave para la articulación del evismo referida a la imbricación social -e inclusive subjetiva- entre el líder y el pueblo, entre Morales y los pueblos indígenas de Bolivia. Aquí cumple un papel clave la cuestión de la representación, la autorrepresentación, mecanismo articulador de la voluntad colectiva concentrada en el líder que, a la vez, no solo representa a, sino es parte constitutiva de, ese conglomerado identitario indígena. Aquí cabe no solo el sentido político, sino el sentido histórico del evismo, ya que el trazado del horizonte del Estado Plurinacional salió de las mismas entrañas de las organizaciones indígenas/campesinas. Y más tarde se constitucionaliza la cuestión de la plurinacionalidad, que da cuenta de esa diversidad cultural y étnica de Bolivia para superar el Estado Republicano, reproducción del orden colonial. De allí, el discurso de la descolonización articulada a plurinacionalidad cobraba un sentido histórico.

El Estado Plurinacional es esencialmente un acto fundacional, un nuevo proceso político, y como cualquier proceso de transformación estatal, genera incertidumbre y contradicciones naturales como resultado de los efectos sociopolíticos colaterales emergentes de la propia dinámica constitucional y de la complejidad sociocultural de temporalidades que convergen en la cimentación de este (nuevo) orden estatal. En esta estructuración de imaginarios en el plano simbólico, la figura de Morales como el primer indígena en llegar a la máxima autoridad política de Bolivia y primer presidente del Estado Plurinacional, condensó en su liderazgo político toda esa complejidad histórica que precede a la construcción de este proceso político y, al mismo tiempo, proyectó un universo simbólico donde la presencia del indígena ocupa un lugar central de la discursividad, aunque ese sujeto indígena no es necesariamente homogéneo, como pretende la nueva Carta Magna (al hablar de las naciones y pueblos indígenas, originarios y campesinos) sino, por el contrario es diverso y abigarrado. Más allá de la propia imagen del mandatario boliviano como depositario de un tempo histórico e inclusive de un tempo mítico (Tórrez y Arce 2014, pp. 184-185).

Otro discurso clave articulador del discurso de lo nacional popular del evismo está referido al discurso antineoliberal surgido en el ciclo de protestas. La denominada Guerra de Agua, del año 2000, en la ciudad de Cochabamba, se erigió como epicentro para el despertar del pueblo. Esta movilización urbana contra la elevación de las tazas de agua abrió una grieta para la organización/movilización de los sectores periurbanos contra las políticas económicas de cuño neoliberal.

En suma, el evismo se asienta en esa matriz discursiva de lo nacional-popular que articula a diferentes significantes flotantes (Laclau y Mouffe, 2004): el nacionalismo, la reivindicación indígena y el rechazo al neoliberalismo. Aquí radica el potencial populista del evismo, que emerge de la lucha colectiva pero necesita encarnarse en la figura de un líder, portador de esa voluntad política: Evo Morales.

La presencia del evismo en el campo político boliviano, inicialmente en su forma de movimiento social y luego devenido en movimiento político/electoral, convivió con otras experiencias políticas en América Latina, surgidas por la irrupción de los gobiernos progresistas. Esta modalidad de movimiento político atribuido al MAS-IPSP permite poner en la agenda del debate populista la institucionalidad encarnada en el Estado y lo social condensado en la autonomía de la acción colectiva.

Para el caso específico del MAS-IPSP, George Komadina y Celine Gefroy retratan la importancia del control de la red sindical del movimiento campesino indígena. Este paso decisivo implicó una ruptura con la “vieja tesis de la izquierda tradicional” que instituyó una frontera de vanguardia política, el partido, y la organización sindical” (2007: 15). Desde una mirada sociológica, el Instrumento Político (IP) cumplió el papel de ser un espejo social, es decir, en vez de cooptar a la sociedad, subsumirla en su seno. El IP evaporó las articulaciones verticales populistas entre la estructura partidaria y el sindicato para plantear una nueva modalidad populista de relacionamiento: absorbió la acumulación histórica (en relación al tipo de organización y decisión política) que desplazó al ámbito político estrictamente del campo político institucional.

 

 

 

Gestión

gubernamental

populista

del evismo

Cuando Morales llegó al poder, esa modalidad de movimiento político que se atribuyó al MAS-IPSP configuró un nuevo relacionamiento del evismo con el pueblo posibilitando un nuevo escenario de interacción social/política con un soporte simbólico significativo por su efecto eficaz de interpelación que otorgó a la gestión del gobierno de Morales una fluidez populista. La presencia del evismo en el control del poder gubernamental, el gobierno de los movimientos sociales, puso en la mesa un viejo tema de debate: ¿Se puede hablar de movimiento social cuando se imbrica en el aparato estatal? Con base a la experiencia europea, Alain Touraine (1989) caracterizaba a los movimientos sociales por su capacidad de acción colectiva autónoma con relación al Estado.

Según el propio Touraine, al conocer las experiencias populistas, esa imbricación entre los movimientos sociales y el Estado, no solo se da a través de los denominados partidos populistas, sino de los Estados nacional-popular, donde la presencia de los movimientos sociales ya son parte constitutiva. Esa capacidad de movilización del evismo (previa a su presencia en el gobierno) supuso una acción populista de enorme envergadura política, una historicidad -como la define Touraine (1989)-: la capacidad de la sociedad para producirse a sí misma. El evismo encarnó ese potencial populista nacionalista emergente de las luchas sociales en el decurso de la Guerra del Agua y la Guerra del Gas. De esta última se configuró la denominada Agenda de Octubre, que se erigió en un horizonte de visibilidad (Zavaleta, 1988).

La nacionalización de los recursos naturales y la Asamblea Constituyente fueron las tareas inmediatas encaradas por el gobierno de los movimientos sociales, alrededor de las cuales se configuró la Agenda de Octubre. La nacionalización repercutió en el aumento significativo de los ingresos por renta de la venta de gas, en un contexto económico internacional favorable por la subida del precio del petróleo. Estas condiciones económicas fueron un factor decisivo a la hora de encarar políticas públicas para enfrentar decisivamente la pobreza, la injusticia social y la desigualdad social. El enfrentamiento frontal del gobierno de Evo Morales con Washington supuso recrear/fortalecer ese discurso de soberanía y antiimperialista que se tradujo en la expulsión de la embajada de los Estados Unidos de Bolivia, acusada por intromisión y de propiciar procesos de desestabilización contra el gobierno de Evo Morales (Calloni, 2013).

La instalación de la Asamblea Constituyente fue otra de las tareas del evismo en funciones gubernamentales. La apertura del cónclave constituyente abrió las contrapuertas para que esa voluntad colectiva de lo nacional-popular, especialmente de los movimientos indígenas/campesinos, tenga su correlato. Esa voluntad colectiva indígena buscaba trastocar los cimientos fundamentales de un estado monocultural, considerados como una extensión del Estado colonial, reproductor de privilegios de los sectores criollos/mestizos en desmedro de los indígenas. La propuesta del Estado Plurinacional vino de las organizaciones indígenas/campesinas de Bolivia. Quizás aquí radica una historicidad populista de los movimientos indígenas/campesinos para trastocar el Estado republicano de corte monocultural. Esta propuesta descolonizadora se constituyó en una energía populista para la reconfiguración estatal.

El evismo fue la encarnación de esa voluntad colectiva de los indígenas/campesinos que se plasmó en la Carta Magna. Y no solamente configuró una institucionalidad que reconoce la diversidad cultural y étnica de Bolivia, sino que, a través del reconocimiento constitucional de los derechos colectivos de los pueblos indígenas/campesinos, reparó históricamente esa exclusión del Estado republicano. Esta acción y discurso plurinacional del evismo se combinaron con una acción y un discurso nacionalista en torno a la recuperación de los recursos naturales. Entonces, la cuestión indígena, asociada a la descolonización, encontró una bisagra discursiva para condensar ese potencial populista del evismo.

 

 

 

Evismo

en el contexto

del Golpe de Estado

El golpe de Estado perpetrado en Bolivia el 10 de noviembre del 2019 no solamente supuso una ruptura democrática, sino una nueva lógica de relacionamiento entre el liderazgo político de Evo Morales y lo nacional-popular, específicamente, con los movimientos sociales de raigambre indígena/campesina. La movilización de sectores urbanos en el contexto posterior a las elecciones del 20 de octubre del 2019, en un principio se caracterizó por el discurso de la segunda vuelta: se sospechaba que el Órgano Electoral Plurinacional (OEP), en complicidad con el gobierno de Morales, había perpetrado un fraude electoral. Los resultados parciales otorgaban la victoria al MAS-IPSP con un 47%, superando el 40% de la votación, y una diferencia del 10% con respecto al segundo candidato, Carlos Mesa. Requisitos suficientes para esquivar la segunda vuelta, según la Constitución Política del Estado (CPE). Empero, Mesa convocó a vigilar el voto esgrimiendo el discurso de la segunda vuelta, que derivó en la quema de varios órganos electorales.

La movilización de los sectores criollos/mestizos urbanos se entiende por una subjetividad instalada en su imaginario sobre el supuesto autoritarismo de Morales por su afán de mantenerse en el poder. Esta subjetividad viene desde el Referéndum Revocatorio del 21 de febrero de 2016 a la aprobación o rechazo del proyecto de modificación constitucional para habilitar al presidente y al vicepresidente a ser postulados nuevamente. El veredicto del mismo negó la posibilidad de ir a Morales a una nueva elección. Empero, por otras vías, especialmente a través de una sentencia del Tribunal Constitucional, el MAS-IPSP logró habilitar la candidatura de Morales para nuevos comicios.

Esta necesidad de ir a nuevas elecciones por parte de Morales fue leída como la pretensión de eternizarse en el poder. Aunque siguiendo la lógica que establece el evismo con sus bases sociales, esa determinación fue legitimada en las organizaciones sociales. El argumento sostenido estribaba en que la presencia de Morales como gobernante era decisiva para asegurar la continuidad del proceso de cambio. Aquí radica la relevancia de esa imbricación populista entre el denominado gobierno de los movimientos sociales y lo nacional-popular. Otra mirada al interior del evismo reveló una burocratización de ese vínculo entre Morales y sus bases sociales. Es decir, ese significante vacío Evo soy yo presentaba grietas que se reflejaron en la movilización de la campaña del Referéndum Constitucional.

Mientras tanto, en la subjetividad de los sectores urbanos criollos-mestizos se abonó un fuerte rechazó a la candidatura de Morales. Ese sentimiento anti-evista fue decisivo para el montaje de una conspiración que decantó en el golpe de Estado. El discurso del fraude electoral enarbolado por sectores opositores al MAS-IPSP fue in crescendo hasta transformarse en el discurso de nuevas elecciones para recalar en el discurso de la renuncia de Morales a la presidencia. Esta cruzada de desestabilización contó con un mitín policial y el pedido de un jefe castrense recomendando a Morales que dimitiera al cargo de presidente de Bolivia. En un ambiente de amedrentamiento y amenazas de grupos articulados a los sectores promotores del golpe del Estado a dirigentes y parlamentarios al MAS-IPSP, Morales se sintió presionado y renunció.

¿Cuál fue el papel desplegado por el evismo en el contexto del Golpe de Estado? Inicialmente, en el curso de las movilizaciones, Morales convocó a sendas marchas con el propósito de la articulación del evismo para resistir esta acción desestabilizadora. También sirvió para interpelar a los sectores indígenas/campesinos a través del respeto al voto duro1, argumentando que los sectores de oposición intentaban menoscabar ese voto rural, muestra de su desprecio racial a los campesinos/indígenas. Morales recurría a este discurso populista con el afán de vincular esa cuestión libidinal que lo conecta con el pueblo. Esa interpelación radicaba en la configuración de una frontera identitaria, a partir de la cual la identificación del enemigo era decisiva. Esa convocatoria para el despliegue movilizador del evismo fue parcial y tardía. Las fuerzas desestabilizadoras estaban en curso.

Días posteriores de la consumación del golpe de Estado, en la parca cotidianidad de las calles de las ciudades de La Paz y El Alto, partidarios o simpatizantes del MAS -IPSP, de distinta extracción social, comentaban sus propios balances sobre lo acontecido. Parecía haber una especie de consenso respecto a que la caída de Morales había empezado con el Referéndum Constitucional, en la medida en que, posterior al mismo, no se sometió a los resultados, cuando antes dijo públicamente que lo haría. Nosotros podemos entender lo que ha hecho el Evo, sabemos que hay que continuar con el proceso, pero estos ciudadanos no lo han entendido y se han dada la vuelta2, decía uno ellos, aludiendo a un previo resquebrajamiento populista del evismo, develando el equilibro inestable que siempre guarda la cadena equivalencial articulada en torno a un significante vacío hegemónico, a través del cual no solo debe responderse a las tensiones internas, sino también a las fuerzas externas que no dejan de presionar.

A los pocos días del golpe de Estado, después de un momento desconcertante, con la asunción de Jeanine Áñez como presidenta de un gobierno transitorio, empezó la movilización del evismo, pero con una particularidad: su autonomía con relación al liderazgo de Morales -quién viajó a México en calidad de asilado por temor a que lo asesinaran en Bolivia-. La ausencia de Morales abrió nuevas modalidades de articulación del evismo.

Con el golpe de Estado, la frontera radical que antes marcaba el nosotros evista frente a los “otros” se movió y afectó negativamente en el campo de lo nacional-popular. El gobierno transitorio asumió la táctica implacable de atacar la imagen de Morales. O sea, devaluar en extremo el significante Evo y, con ello, su capacidad de articulación de lo que le quedaba todavía, algo que no era un simple “resto”.

Entre el motín policial que precedió el anuncio de la renuncia forzada del presidente y la asunción del gobierno de facto, el conglomerado golpista desarrolló distintas manifestaciones de repudio a los símbolos que fueron parte de la impronta indígena del gobierno de Morales y del Estado Plurinacional boliviano instituido en 2009. En contraposición, exaltaron íconos cristianos con una serie de episodios performativos, propagados por los medios televisivos. El día del golpe, líderes cívicos de los departamentos de Santa Cruz y de Potosí ingresaron al Palacio de Gobierno, se pusieron de rodillas, extendieron la bandera boliviana en el suelo y pusieron sobre ella una Biblia; en la puerta del recinto un pastor exaltado declaró que no habría más Pachamama (Madre Tierra)3 en el Palacio de Gobierno porque había retornado la Biblia. Dos días después, cuando Áñez se proclama presidenta de Bolivia, lo hace agarrada de una biblia voluminosa y tiñendo de cristianismo su discurso inaugural, haciendo caso omiso a que Bolivia es un Estado laico.

En medio de la precipitación de estos hechos, a través de los cuales los triunfantes opositores al evismo se esforzaban en escenificar las marcas de su diferencia inconciliable con su oponente, uno de los acontecimientos fue el catalizador de la movilización popular que se desató en oposición al golpe de Estado: la quema pública de la wiphala4 por parte de las turbas golpistas y amotinados, después de ser retirada bruscamente del frontis de edificios públicos importantes -empezando por las Casas de Gobierno nacional y departamentales- y ser arrancadas como insignia de los uniformes policiales por parte de sus portadores.

El agravio a la wiphala fue un acto extremo, una violencia simbólica que impactó en las pasiones identitarias de quienes se sienten representados por ella, incluso de sectores que habían mantenido una distancia con Morales, pero a pesar de ello no dejaron de comulgar con las causas indígenas y populares. Así lo reflejaba el pronunciamiento inmediato de Felipe Quispe, histórico dirigente campesino aymara sin militancia en el MAS-IPSP: La wiphala no es del Evo Morales ni del MAS, es nuestro símbolo de los aymaras, quechuas y otras naciones indígenas y originarias. El temblor vendrá desde abajo. Carajo5. Algo similar sucedía con aquellos que, en algún momento, se habían distanciado políticamente de las filas del MAS-IPSP por determinadas desaveniencias, y que durante el curso de las movilizaciones ciudadanas y cívicas que abrieron paso al golpe de Estado, no tomaron partido. Como escribía, Iván Apaza, joven indígena bloguero:

 

Hasta ayer nos miramos si hacer esto o aquello. No sabíamos si apoyar a Evo Morales y lo que había hecho en su gobierno o lo que representaba él, tampoco sabíamos si apoyar la lucha del otro bando dirigida por líderes racistas y masacradores, y que se vanaglorian de democráticos y antirracistas, pero que, en sus actos queman el símbolo flamígero de la lucha anticolonial: la Wiphala, que patean a mujeres de pollera, que escupen su odio discriminador en las calles6.

 

En esa coyuntura volátil, con el partido del MAS-IPSP derrotado y la ausencia de iniciativa de los líderes de las organizaciones sociales, prácticamente en la clandestinidad ante la persecución de las instituciones represivas, la wiphala devino casi en un significante vacío de lo nacional-popular, que auxilió en el anudamiento de su campo equivalencial residual. Esto activo una auto convocatoria colectiva de resistencia al golpe de Estado, marcando la diferencia rotunda con los autores del golpe de Estado, identificándolo con la como expresión directa y sin mediación de la élite señorial, la derecha siempre clasista, racista y contraria a las conquistas del pueblo.

En distintos puntos del país, cientos de personas y sectores populares salieron enarbolando la wiphala. Visto el panorama desde la urbe sede de gobierno, al norte, en la populosa ciudad de El Alto, cientos de jóvenes coparon algunas avenidas con la whipala en manos, al grito de ahora sí, guerra civil. Mientras tanto, distintas organizaciones campesinas indígenas del altiplano paceño se sumaban a los barrios periurbanos que, superando la inactividad de sus dirigentes empezaron a congregarse, para desplazarse en masa a la Plaza Murillo en los siguientes días. Algo similar sucedía en su extremo sur, donde en los alrededores de la mancha urbana -que concentra la residencia de los sectores económicos privilegiados-, las comunidades aymaras también comenzaron a salir. Simultáneamente lo hacían otros actores, haciendo amagues de incursión a la ciudad. En medio de las efusivas alocuciones de los movilizados, que pedían el desagravio a la whipala, también a las mujeres de pollera, brotaban voces arengando otra vez: Evo no está solo.

Inmediatamente constituido el gobierno de facto, precedió a restituir la whipala en el frontis del palacio de gobierno y las instituciones públicas, la Policía pidió perdón por ofenderla y volvió a restituirla como insignia de sus uniformes. Asimismo, instalaciones comerciales, transporte público e incluso residencias particulares de la ciudad la izaron en sus puertas y ventanas, como queriendo aplacar la ira de la plebe contra los ultrajes del golpe de Estado, en ese contexto cuyos resultados parecían inciertos aún. El trauma colonial de las ciudades al cerco indio pareció retornar, con un miedo inducido por la conspiración golpista. Fue un buen acicate para reforzar el discurso que la presidenta Áñez posicionó entre sus seguidores, bajo el clivaje: civilizados, defensores de la democracia y contrarios al fraude electoral evista, versus salvajes, turba violenta manipulada por el tirano depuesto. Esto inicialmente sirvió para justificar la brutal represión policial/militar ordenada contra los movilizados, cuyos resultados dejaron un saldo de más de mil detenidos arbitrariamente, cientos de heridos por impacto de bala y, lo más funesto, 36 muertos, entre vecinos de la ciudad de El Alto (Masacre de Senkhata) y comunarios de las federaciones del Trópico de Cochabamba, caídos en la población de Sacaba (Masacre de Huayllani)7.

La “pacificación” del país tuvo que darse a través de una mesa de negociaciones entre el gobierno de facto y los líderes de los movimientos sociales del país, la mayoría expresión de las bases sociales del MAS -IPSP. La misma estableció claramente que el gobierno de Áñez era un gobierno de transición de los próximos tres meses, cuya principal tarea era llamar a elecciones nacionales en un plazo de 30 días, lo que significaba la anulación de los comicios del 20 de octubre de 2019; todos los partidos políticos que pugnaron en esta ocasión podían volver a participar en la nueva contienda, incluido el MAS-IPSP. Sobre esta base, bajo liderazgo de las organizaciones campesinas indígenas que le dieron origen, en el mes de diciembre esta fuerza política realizó, en la localidad de Montero (Santa Cruz), un Congreso con amplia convocatoria, atiborrado de whipalas; ocasión en la que Morales fue elegido como su jefe de la campaña electoral que se venía, sin perder su sitial de presidente del MAS-IPSP y de la Coordinadora de las Seis Federaciones del Trópico de Cochabamba.

De ese modo la whipala, como significante identitario y reivindicativo que excede al evismo, no dejó de concatenarse con él y contenerlo, contribuyendo a un reflote de la figura del ex mandatario (mermado ya en su capacidad hegemónica desde antes de las elecciones del 20 de octubre) como un articulador de las bases sociales núcleo del MAS-IPSP o su “voto duro”, para empezar; pero, esta vez, sin el aditamento del poder que le otorgaba la silla presidencial del Estado central, para administrar las pulsiones políticas del campo nacional-popular. En este contexto, ¿es posible para el evismo recobrar su vigor? Por lo menos, Felipe Quispe, dirá que el MAS ha caído de pie, como el gato, quedando con heridas que se pueden curar, pero para eso deberá comenzar por autopurgarse porque tiene malos elementos en sus filas; en su criterio, la estrategia de estigmatización y represión del gobierno de Áñez contra los seguidores de Evo, agravada con las masacres de Senkata y Huayllani, estaban generando la unificación a las organizaciones sociales y poniendo del lado del MAS -IPSP a los sectores campesinos indígenas que no comulgaban con él, porque el rostro del Evo Morales también es nuestro rostro, quiérase o no8.

Después de que el ex presidente se refugiara en México, a partir de mediados de diciembre del 2019 se asiló en Argentina, país limítrofe con Bolivia y, además, lugar de destino de mayor preferencia para sus emigrantes. Esto último se traduce en el más de un millón de ciudadanos bolivianos residiendo en suelo argentino9, quienes en su gran mayoría son proclives electoralmente al MAS -IPS, según los datos de las elecciones nacionales a partir de 2009, año en el que Bolivia implementó el voto en el exterior10. Instalado en la ciudad de Buenos Aires, Morales comenzó a interactuar con esta colectividad boliviana y a desempeñar su rol de asesor electoral desde el exilio, cuya primera tarea era garantizar la elección interna del binomio presidencial del IP, anulada las posibilidades pare él.

En ausencia física del líder, e intentando mantener aliento, el evismo se halló frente al surgimiento de un debate en el seno de varias de organizaciones campesinas, indígenas y populares alineadas al MAS-IPSP, referida a que los candidatos debían ser elegidos desde abajo, mediante los tradicionales mecanismos de deliberación colectiva e, incluso, en función al desempeño demostrado durante la resistencia al golpe de Estado. Esto implicaba dejar de lado el apadrinar y nominar a invitados11 como táctica oportunista, que en el pasado reciente permitió ganar votos y aumentar la hegemonía del MAS-IPSP pero en muchos casos resultó contraproducente. En realidad, era una crítica desde abajo a las prácticas de intermediación de los dirigentes sociales y del mismo evismo que, desde su afianzamiento al mando del Estado, tendieron a tomar decisiones políticas en función a un pragmatismo eficiente que, en muchos casos, desoyó y hasta contradijo las resoluciones orgánicas de la militancia. Esta forma de hacer política había menoscabado la democracia comunitaria en la toma de decisiones y la lógica de las bases son las que mandan que dieron origen al MAS-IPSP como Instrumento Político de las organizaciones campesinas, indígenas y populares del país. Desde la óptica interpretativa de Laclau, emergía así la cuestión que la hegemonía conlleva, en el sentido de que la representación particular que logra anudar lo hegemónico, lo hace no sin perder, en ello, algo o mucho de su especificidad, factor que tiene sus propias consecuencias, por las cuales la estrategia populista para hacer política encuentra sus propios desafíos o, más bien, sus límites (Sanz, 2015).

En medio de las tensiones y otras disputas de liderazgo por suceder a Evo electoralmente, las organizaciones sociales del MAS-IPSP negociaron internamente y pudieron nominar a sus precandidatos. Luego, sus representantes se trasladaron hasta la ciudad de Buenos, llevando el mandato de sus bases. El 19 de enero de 2020, en un Ampliado presidido por Evo consensuaron la composición del binomio: Luis Arce (presidente) y David Choquehuanca (vicepresidente)12. Los resultados contribuyeron significativamente a ahuyentar entre los suyos el fantasma de la división del MAS-IPSP, además de disipar la duda sobre la pérdida o no de la influencia de Evo ante sus bases.

 

En Bolivia la noticia produjo reacciones entre propios y extraños. Los partidos de derecha y el gobierno de facto insistieron en que el binomio elegido fue una designación impuesta por Morales. En el seno del MAS-IPSP hubo declaraciones de disconformidad por parte de dirigentes sociales pero también algunos silencios inquietantes, como en el altiplano aymara, por ejemplo, donde hubieran preferido una fórmula inversa del binomio. Pocos días después, las organizaciones del núcleo duro del MAS-IPSP, aglutinadas en el llamado Pacto de Unidad, se manifestaron en respaldo pleno al consenso logrado en Buenos Aires, con lo cual, prácticamente, terminaron de alinear al resto de militantes y simpatizantes en esa dirección. Después de todo, luego de haber sobrevivido a la humillación y represión al golpe de Estado, ahora eran más masistas que ayer, como declaraba un joven orador durante un nutrido Cabildo periurbano, en la ciudad de Cochabamba. Así, para los detractores del ex mandatario, las que eran las señales de un proceso hacia el quiebre fatídico del MAS-IPSP, resultaron en una álgida dinámica de recuperación de su potencial populista democratizador, con un intento de reacomodo de las energías del evismo, que no deja de jugar sus posibilidades.

Lo dicho explica la postulación de Evo como primer senador por el departamento de Cochabamba en las elecciones venideras13 y la emergencia como líder del joven Adrónico Rodríguez, segundo representante -después de Morales- de la Coordinadora de las Seis Federaciones del Trópico de Cochabamba, quien ha quedado como candidato a la tercera senaduría por el departamento cochabambino, después de que fuera preseleccionado por distintas organizaciones como candidato presidencial. Se puede sostener que Rodríguez es una apuesta del evismo al interior del mismo MAS-IPSP, una especie de prolongación del liderazgo de Morales14 y extensión de su capacidad de convocatoria, que tuvo efecto en el contexto del golpe de Estado. Inmediatamente consumado este, en ausencia de Morales y de otra voz de referencia de la cúpula masista, el joven líder tuvo un papel importante en la articulación de la resistencia y la contención de las bases ante un posible desbande. Pero su papel no está al margen del rol estratégico que, ahora mismo, está desempeñando su organización matriz como el punto de enlace del MAS-IPSP -al menos de su voto duro-, enviando a sus representantes (incluido en muchos casos Rodríguez) a distintos lugares del país para participar en las asambleas de las organizaciones sociales en pro de la unidad del instrumento político.

O sea, la esencia del evismo no radica simplemente en Morales: trasciende su liderazgo. Aquí está la paradoja de la denominación de evismo. Una muestra fue la acción colectiva de las organizaciones sociales de El Alto en el curso de la resistencia popular al ejercicio autoritario del gobierno de Áñez. Esta movilización reveló que tiene su propia lógica organizativa territorial, su propia subjetividad y, por lo tanto, su propia narrativa movilizadora, independiente del MAS y de las directrices del propio Evo Morales. Por lo tanto, esta acción colectiva está enclavada en una memoria de larga y corta duración (vgr. Guerra del Gas) de resistencia popular. En lo político, esta movilización logró parar la “mano dura” del gobierno de Áñez. En lo simbólico, consiguió reivindicar a la whipala, no solamente como símbolo nacional ante una arremetida inicial de sectores conservadores, sino como un ícono de la identidad de los pueblos indígenas fue otro factor para reconfigurar la identidad y definir nuevamente al adversario.

El analista político Jorge Richter (2020) sostiene que, posterior al acuerdo de pacificación del país, Bolivia ha ingresado a un terreno de tranquilidad, pero no ha logrado aún la paz. La polarización radical las dos fuerzas encontradas sigue estando presente, sin encontrar una resolución15. El significante en disputa es democracia, ahora bajo la antípoda discursiva: golpe de Estado versus fraude electoral, respecto a lo qué sucedió en Bolivia en octubre y noviembre de 2019. El discurso del golpe de Estado lo personifica fundamentalmente el MAS-IPSP e indica que Bolivia vivió un golpe de Estado, cívico-militar-policial, producto de una previa conspiración de la derecha nacional e internacional, que finalmente derrocó a Morales para instalar un gobierno inconstitucional, orientado a restaurar el orden republicano/neoliberal contra las conquistas del pueblo. En contraposición, el discurso de fraude electoral está copado por la presidenta/candidata Áñez16 y todas las organizaciones políticas que, además del MAS-IPSP, también pugnarán en las elecciones nacionales; sostiene que la renuncia de Morales y de su régimen dictatorial fue el triunfo de una movilización ciudadana espontánea, exacerbada por el fraude electoral cometido para prorrogarse en el poder, que pudo dar solución al vacío que dejó el ex mandatario, en la conducción del Estado, mediante una sucesión constitucional. Puede decirse que, a pesar del cambio de posiciones de los actores respecto al control del Estado, continua vigente el clivaje democracia versus dictadura que logró instalar la oposición a Morales después del Referendo del 21 febrero de 2016.

Este factor prolonga, entonces, la batalla política que el MAS -IPSP debe seguir librando, durante el proceso preelectoral, respecto a la afirmación de que, sobre la base de su voto duro y abierto a mayor agregación, es la fuerza política genuina para presentar los intereses, el bienestar y la identidad del país, en una radical oposición al enemigo que tiene en frente. La campaña electoral, iniciada formalmente en febrero de 2020, muestra al binomio Luis Arce/David Choquehuanca ante amplias concentraciones populares, por distintas regiones de Bolivia, con un discurso que alude a que los indígenas no son una minoría, mucho menos reducida al área rural, sino que constituyen la gran mayoría nacional, presente en todos los escenarios y segmentos sociales de las ciudades y el campo, trabajando para el país17; en estas concentraciones las wiphalas ondean y no falta la voz de Morales -a través de un celular puesto al micrófono de la palestra- que saluda a la masa y alienta a los candidatos.

A partir de la salida “obligada” de la presidencia de Morales se empezó a tejer la (hipó)tesis del declive del evismo o del post evismo. Esas suposiciones son muy precipitadas y epidérmicas, e ignoran los trasfondos organizativos y comunitarios que sostienen a este fenómeno populista: el evismo. La explicación recurrente de que el caudillismo desmedido de Morales condujo a él y a su partido a la deriva política, es una mirada epidérmica sobre este fenómeno político, que no logra entrever la complejidad sociopolítica del evismo. El MAS-IPSP no es una estructura partidaria convencional, es un entramado de estructuras sociales imbricada en redes ampliadas de organizaciones indígena/cam­pesinas en el área rural y en espacios periurbanos; es el instrumento articulador de las distintas lógicas sindicales e indígenas/campesinas donde se afinca el sentido político del evismo. Efectivamente, el ex presidente boliviano encarna todo ese potencial populista de lo nacional-popular en Bolivia. Ese liderazgo de Morales luego del golpe de Estado ha continuado, aunque con modalidades diferentes que han recreado al evismo como sujeto histórico. Aquí estriba la vigencia de lo nacional-popular reflejado en estas nuevas movilizaciones resignificando, esta vez, al propio evismo. Quizás, ese potencial populista del evismo anclado en el liderazgo de Morales continúa galvanizando simbólicamente a los partidarios incluso en el exilio del expresidente boliviano en Buenos Aires. En una manifestación organizada por el MAS-IPSP, al escucharlo a la distancia a Evo Morales, la multitud vitoreó: ¡Evo, no estás solo!

 

 

Referencias

bibliográficas

Calloni, S. (2013). Evo en la mira. CIA y DEA en Bolivia. Buenos Aires: Punto de Encuentro.

García Linera, Á. (2006). El evismo: lo nacional-popular en acción. Buenos Aires: CLACSO.

García Yapur, F. (2018). “Devenir estatal de lo campesino indígena”, La Razón, 10 de octubre.

Komadina, J. y Geffroy, C. (2007). El poder del movimiento político. Estrategia, tramas organizativas e identidad del MAS en Cochabamba. La Paz: PIEB.

Laclau, E. (1978). Política e ideología en la teoría marxista: capitalismo, fascismo, populismo. México: Siglo XXI.

- - - - - - (2002). Catacresis y metáfora en la construcción de la identidad colectiva, Conferencia dictada en Buenos Aires, 18 de julio.

Laclau, E. y Mouffe, C. (2004). Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia. Buenos Aires: FCE.

Mayorga, F. (2003). Antinomias: el azaroso camino de la reforma política. Cochabamba: CESU.

Morales, E. (2006). “Discurso de posesión del presidente constitucional de la República, Evo Morales”, Revista Relaciones Internacionales, Nº 30, Segmento Digital, primer semestre. Instituto de Relaciones Internacionales (IRI).

Mouffe, C. y Errejón, I. (2015). Construir pueblo. Hegemonía y radicalización de la democracia. La Paz: Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia.

Sanz, L. (2015). La influencia de Laclau y Mouffe en Podemos: hegemonía sin revolución. Recuperado de http://sinpermiso.info/textos/la-influencia-de-laclau-y-mouffe-enpodemos-hegemona-sin-revolucion.

Torrez, Y. y Arce, C. (2014). Construcción simbólica del Estado Plurinacional de Bolivia. Imaginarios políticos, discursos, rituales y celebraciones. La Paz: PIEB.

Touraine, A. (1989). América Latina. Política y sociedad. Madrid: Espasa.

Zavaleta, R. (1988). Clases sociales y conocimiento. La Paz: Los Amigos del Libro.

 

 

 

 

1. Desde el año 2020, la hegemonía electoral del MAS-IPSP radicó, sobre todo, en la votación que obtuvo en las áreas rurales.

2. Diálogo personal.

3. Puede entenderse como una de las máximas deidades ancestrales en los Andes, cuya veneración en Bolivia es extendida, especialmente, entre la población indígena y urbana popular de las tierras altas.

4. Se trata de una bandera cuadran­gular de siete colores, símbolo de la identidad y la reivindicación de los pueblos indígenas en los Andes. En ese sentido, fue reconocida como uno de los símbolos del Estado Plu­rinacional de Bolivia en 2009 (Art. 6º, CPE).

5. https://www.bolpress.com/2019/11/11/miles-llegan-a-la-paz-al-grito-de-ahora-si-guerra-civil/

6. Ídem.

7. Cf. Informe Preliminar de la CIDH sobre los hechos ocurridos tras elecciones en octubre de 2019 (11/12/2019).

8. Felipe Quispe: “El mas ha caído de pie como un gato”. Entrevis­ta. Infórmate Bolivia 21/01/2020.

https://upload.latest.facebook.com/watch/?v=3933768949981554.

9. De acuerdo con informes del Mi­nisterio de Relaciones Exterio­res del Estado boliviano, 2017.

https://www.eldiario.net/noticias/2017/2017_02/nt170206/politica.php?n=31&-1-2-millones-de-bolivianos-radican-en-argentina-y-aportan-al-pib.

10. https://www.paginasiete.bo/nacional/2019/10/17/para-estas-elecciones-el-voto-en-el-exterior-es-el-47-del-padron-desde-que-nacio-es-azul-234625.html.

11. Personalidades provenientes del mundo urbano que sin tener militancia en el MAS-IPSP, ni ser parte de ninguna organización social afiliada, fueron incorporadas como candidatos o funcionarios gubernamentales. El reparo a los invitados supone que, una vez consagrados como autoridades, tiendan a superponerse al partido, a su práctica organizativa y al carácter popular de sus objetivos.

12. Ambos de los acompa­ñantes más constantes de Evo en la conducción del Estado. Arce fue Minis­tro de Economía y se le atribuye el milagro económico que le otorgó al país uno de los mayores índices de crecimiento la región. Choquehuanca fue Ministro de Relaciones Exteriores y se lo reconoce como uno de los ideólogos indianistas del MAS-IPSP, siendo uno de sus fundadores históricos.

13. Aunque el Tribunal Supremo Electoral (TSE) decidió inhabilitar esta candidatura, por incumplimiento de requisitos.

14. En su momento, Evo aludió pú­bli­camente a Adrónico como uno de sus posibles herederos, de cara a la renovación del MAS-IPSP.

15. Foro regional político Hacia el 3 de mayo del 2020. Cochabamba, 14 de febrero de 2020.

16. Áñez ha sido nominada por su partido político (Demócratas) como su candidata a la presidencia del Estado, e irá a las elecciones acom­pañada del empresario y político Samuel Doria Medina, con quien han formado la alianza electoral Juntos.

17. Véase como ejemplo la interven­ción de David Choquehuanca en Sacaba (Cochabamba), 11/02/2020.

www.twitter.com/kawsachuncoca/status/1227234194365075457.