Democracia y opinión pública.

El desafío político de la modernidad,

de Rubén de Jesús Ibarra Reyes y Elizabeth Amador Márquez

Luis Arizmendi

arizmendi_luis@hotmail.com

Instituto Politécnico Nacional

México

 

Recibido: 06/11/2019

 

Aprobado: 07/02/2020

 

Democracia y opinión pública. El desafío político de la modernidad, escrito por Rubén de Jesús Ibarra Reyes y Elizabeth Amador Márquez, publicado en 2018 en coedición por la prolífica Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ) y la Editorial Ítaca, constituye, sin duda, una obra por demás pertinente que llega a enriquecer el debate político en México y América Latina en un tiempo crucial de transición.

El primer mérito de este libro reside en la adecuada definición de su objeto de estudio: no sólo se evalúa la relación entre democracia y opinión pública, sino que se evalúa en el marco de los desafíos de la modernidad. Al lanzar una mirada panorámica podría afirmarse que son tres los grandes desafíos históricos del mundo moderno:

 

 

Por principio, debe insistirse en que capitalismo y modernidad no son sinónimos. Mientras modernidad es un término que designa una época fundada por la invención de la tecnología automatizada como fuerza civilizatoria que redefine profundamente el sistema económico y el mundo humano de la vida; capitalismo es un término que designa una configuración histórica esquizoide de la modernidad, es decir, una configuración que inaugura el progreso continuo o ininterrumpido de la técnica planetaria, pero no como fundamento del progreso social o el mejoramiento de las condiciones materiales de la vida para todos, sino como un arma al servicio del apuntalamiento incesante y cada vez más amenazador del poder planetario y de la acumulación del capital. El desafío de la modernidad a contrapelo del capitalismo, en consecuencia, reside en inventar una nueva modernidad: un progreso ecologista y libertario del desarrollo tecnológico para ponerlo al servicio del mejoramiento de la vida de la sociedad global.

De modo paralelo, mientras mundialización es un término que designa la fundación de la sociedad planetaria con una profunda convocatoria pluriétnica y multicultural, que contiene la posibilidad de una socialización inédita en la historia de las civilizaciones; capitalismo es un concepto que designa la fundación de la economía mundial mediante un proceso esquizoide que, al mismo tiempo, establece la cohesión de la sociedad global y la descohesiona mediante la imposición de un sistema de Estados basado en el ejercicio implacable de las relaciones de poder Norte/Sur. El desafío de la mundialización, por tanto, reside en fundar una mundialización alternativa, no sólo una modernidad alternativa, al servicio de la convivencia pacífica y el enriquecimiento sociohistórico incondicional e ilimitado de las más diversas identidades étnicas y culturales.

En este marco, democracia -esto es, dêmos, el pueblo, como una autoridad política efectiva, como un kratos real- constituye una forma política distintiva de la modernidad. En la historia de las sociedades de clase, ninguna sociedad antagónica premoderna, requirió de la democracia como forma general de administración de la lucha de clases. Los esclavos en la Antigüedad grecorromana eran, en expresión de Cicerón, un instrumentum vocale. Los siervos en el Medioevo no participaban en votaciones jamás para definir reyes o monarquías. Igual, los esclavos en el despotismo asiático. El capitalismo, justo porque vuelve a poner la ciudad como centro del sistema económico y lo hace, además, conjuntando enormes conglomerados demográficos en un solo espacio urbano, requiere imprescindiblemente de votaciones para rotar gobernantes como un modo de asegurar marginar al “pueblo” de intervenir en la toma de decisiones. La democracia, en este sentido, sí es una forma histórico-política distintiva de la modernidad capitalista.

Bolívar Echeverría descifró como nadie su bidimensionalidad constitutiva. Demostró que, en la medida en que la democracia gira en torno a un desdoblamiento ineludible entre representantes y representados, una podría clasificarse como su dimensión metafórica, es decir como una dimensión en la que siempre es posible que los representantes no sean la voz del pueblo y que por tanto actúen al margen o incluso autoritariamente en contra de él. De modo que, frente y contra a esa dimensión metafórica, existe otra dimensión que cabe llamar metonímica, en la que se juega la integración de un lazo orgánico y real entre representantes y representados, de suerte que éstos sí expresan la soberanía de aquellos, que se organiza desde abajo mediante diversas formas de auto-organización política o autogestiva.

En la historia del capitalismo éste siempre intenta absorber, mutilar o cercenar la dimensión metonímica de la democracia bajo el poder de su dimensión metafórica, que hace así de la democracia un simulacro o, peor aún, una fuerza funcional a votaciones a favor del Estados autoritario o de excepción.

El surgimiento de las redes sociales abrió un marco de acción inédito para desbordar el funcionamiento regular de los massmedia como Cuarto Poder. Por primera vez, la sociedad civil pudo empezar a rebasar a los grandes poderes fácticos de las corporaciones mediáticas. Que con la comunicación-mundo establecieron el principio desinformatsia bajo la forma despertar con CNN, ir a dormir con MTV, o al revés.

Sin embargo, la opinión pública, un ente difuso antes sólo creado por los massmedia, al ser enriquecida por las redes sociales gracias a internet, ya es objeto de un gran sabotaje. En el que Facebook va por delante como un Gran Hermano Global muy superior a todo lo que vislumbró Orwell. En pleno siglo XXI, se ha convertido en el universo por excelencia de las fake news mundializadas.

La democracia como desafío de la modernidad, en consecuencia, convoca a asumir el reto de autoproducir una cultura política crítica y fundamentada de contracorriente, capaz de enfrentar la actual y amenazante tendencia a Estado de excepción, reinventado un uso impugnador de las tecnologías de la comunicación-mundo desde el desarrollo de formas autogestivas que abran camino al ejercicio de una democracia genuina libertaria y preparatoria de un mejor porvenir.

 

 

 

 

 

Datos bibliográficos

 

Ibarra Reyes, R.J. y Amador Márquez, E. (2019). Democracia y opinión pública. El desafio politico de la modernidad. México: ítaca editorial.