La torre de marfil sobre el asentamiento popular

Indagación sobre la relación universidad-sociedad a partir de un caso

de apropiación territorial durante la década de 1960, Mendoza, Argentina

 

The ivory tower over an informal settlement

A look into university-society relationship through a specific case study

of territorial appropriation during the 1960’s, Mendoza, Argentina

 

Emilia Elisa Molina | ORCID: orcid.org/0000-0001-8460-7712

molinaemilia@gmail.com

CONICET

 

Roberto Bernardo Salim | ORCID: orcid.org/0000-0003-1626-4011

rsalim@uncu.edu.ar

CONICET

 

Argentina

 

Recibido: 05/11/2020

Aprobado: 03/02/2021

 

Resumen

El presente trabajo propone un cruce poco frecuente entre el campo de los estudios sociales de la ciencia, de las políticas universitarias y el de la producción de territorio. Presenta algunas claves para desentrañar las dinámicas de la relación universidad/sociedad a la luz de un caso concreto de disputas por la apropiación territorial entre la UNCuyo y comunidades de un asentamiento popular de la ciudad de Mendoza, el Barrio Flores Oeste. A partir de una reconstrucción histórico estructural, analiza las modalidades que fueron adoptando las funciones de investigación y extensión como formas privilegiadas de vinculación con la sociedad. Luego pone el foco en la segunda mitad de la década de 1960, tiempo en que fue fundado el campus de la universidad allí donde residía un nutrido conjunto de familias. Analiza el proceso de elitización del espacio que trajo aparejado aquel proyecto político académico en línea con los postulados desarrollistas. Asimismo, destaca la existencia de redes subalternas de agentes que, en paralelo, promovían prácticas disruptivas junto a los sectores populares ofreciendo resistencia al modelo modernizador de la época. Visibiliza las tensiones entre la política universitaria y aquellos conflictos políticos, sociales, culturales y territoriales que puede producir.

 

Palabras clave: Universidad, Sociedad, Territorio, Política Universitaria, Asentamientos Populares.

 

Abstract

This paper proposes an intersection between social studies of science, university policy and territory production fields. The findings suggest mechanisms to unravel the university-society relationship dynamics through a specific case study of a conflict over territorial appropriation between the Cuyo National University and the communities of a popular settlement, the Flores Oeste neighborhood, in Mendoza City, Argentina. By starting with a historical-structural reconstruction, the paper analyzes the diverse roles university research and outreach functions played as privileged ways in connecting the university with society. It then focuses on the time when the University Campus was founded on the land where a large group of families were already settled. It also analyses the space gentrification process as a product of a political-academic project, following developmental schemes. In addition, it highlights the existence of alternative agent’s that promoted disruptive practices along grassroots sectors who offered resistance to the modernizing model in force at the time. This paper exposes the tensions between university polices and the political, cultural, social and territorial conflicts resulting from them.

 

 

Key words: University, Society, Territory, University Policy, Informal Settlements.

 

 

 

Introducción

 

 

 

En años recientes, tanto en Argentina como en otros países atravesados por profundas crisis económicas y sociales, ha resurgido el debate sobre el rol de la universidad y la ciencia públicas en el desarrollo nacional y la resolución de problemáticas sociales. El trabajo que aquí presentamos1 se inscribe en esta discusión y repasa procesos sociohistóricos en los que es posible observar la dinámica de esa relación entre la universidad y otros agentes con los que interactúa. Para el desarrollo de este estudio fue preciso establecer un cruce poco frecuente entre el campo de los estudios sociales de la ciencia, de la política universitaria y el de la producción del territorio. Desde esta perspectiva, ponemos el lente sobre la provincia de Mendoza (Argentina) y enfocamos en la segunda mitad de la década de 1960 y los primeros años de la siguiente para analizar un caso concreto de disputa por la apropiación territorial entre la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) y las comunidades ubicadas en un asentamiento popular de la Ciudad de Mendoza, el Barrio Flores Oeste (BFO). Observamos este caso como una manifestación dentro de las posibles formas de vinculación entre la universidad y la sociedad.

El hecho destacado que definió el conflicto puede ubicarse en 1967, cuando la universidad inició la construcción de su campus donde habitaba un conjunto nutrido de familias desde algunas décadas atrás. Observaremos en las siguientes páginas cómo se fueron produciendo las tensiones, conflictos y controversias (Di Virgilio, Herzer, Merlinsky y Rodriguez, 2011) entre el impulso desarrollista encarnado por la universidad y las resistencias de las comunidades articuladas por la lógica de la necesidad (Abramo, 2003; Pírez, 1995, 2013) en una ciudad informal (Camelli, 2017). Prestaremos atención también a la heterogeneidad de actores y representaciones tanto en las comunidades del barrio como dentro de la universidad, a la que consideramos como un territorio en sí mismo.

 

Dado que este estudio se orienta a la comprensión de procesos, adoptamos el abordaje reflexivo y las categorías analíticas de Pierre Bourdieu (2001) junto con la perspectiva del método histórico-estructural de los estudios sociales de la ciencia (Vessuri, 1984) y los trabajos desarrollados en el marco del Centro de Estudios de la Circulación del Conocimiento (Beigel, 2012; Beigel, 2019; Bekerman, 2018). En esta línea, repasamos primero las configuraciones particulares que fueron adoptando las funciones sustantivas de extensión e investigación en la UNCuyo en distintos periodos históricos para caracterizar el modo en que ésta concretaba su relación con la sociedad. Nos preguntamos ¿qué direccionalidad le fue impresa a la investigación científica frente a los modelos de desarrollo nacional impulsados desde los gobiernos? ¿qué formas adoptó la extensión universitaria en los distintos periodos en la UNCuyo? Estas configuraciones temporales se dieron, como veremos más adelante, en el marco de la autonomía relativa del campo científico-universitario y como resultado del juego de relaciones y tensiones de poder históricamente situadas que se producen entre los agentes que participan del campo, pero también son producto de las presiones que provienen de afuera, nos referimos al campo político nacional, al sistema académico mundial y a otros agentes como las comunidades locales. Es decir, la adopción de políticas institucionales de docencia, investigación o extensión no son decisiones aisladas que se toman en función de proyectos abstractos o modelos ideales, sino que son el resultado de las condiciones de posibilidad que operan en el campo científico-universitario en un momento determinado. La resultante de aquellas tensiones y presiones, configura las prioridades expresadas en las políticas institucionales y, también, los conflictos y luchas por los que atravesarán los agentes. Existió (y existe), por lo tanto, cierta elasticidad de la autonomía en el campo científico universitario argentino, que fue mayor o menor en función de una serie de factores relacionados con el contexto (Beigel, 2010). Por eso resulta interesante recuperar ese recorrido histórico al momento de abordar el conflicto por la apropiación del territorio entre la UNCuyo y el BFO.

Compartimos con Claude Raffestin (1993) su crítica a lo que denominó geografía unidimensional. El autor afirma que el territorio no está definido exclusivamente en relación al poder estatal y propone que allí es posible encontrar múltiples poderes que se manifiestan en las estrategias de los actores (Altschuler, 2013). En éste sentido, indica que “cuando un actor realiza una apropiación (concreta o abstracta) de un espacio, lo ‘territorializa’” (Raffestin, 1993:143). Como veremos más adelante en este estudio, los procesos de territorialización son configurados por múltiples estrategias de poder de los diversos actores, atravesados a su vez por los procesos históricos en los que están inmersos. Para Mançano Fernandes, territorio es aquel espacio apropiado por una determinada relación social que lo produce y lo mantiene a partir de una forma de poder (2005:3). En este sentido, consideramos que existe, dentro de la multiplicidad de estrategias, una (o unas) que es la que adquiere mayor capacidad de articulación y que configura cierto “orden” en el espacio. Se trata de un orden concreto pero que no deja de ser precario o temporal, objeto de luchas por su definición. Siguiendo con el razonamiento, podemos decir que la lucha por la institución del orden (de “la normalidad”) constituye una característica intrínseca del territorio del mismo modo que el conflicto es constitutivo de las relaciones sociales (Azuela y Mussetta, 2009), por lo que es preciso comprenderlo como una construcción social e histórica (Sack, 1986).

Asimismo, para una mejor descripción del caso será preciso caracterizar a los actores locales centrales en la trama del conflicto (Merlinsky, 2017). Más adelante en el desarrollo del presente trabajo, identificamos un conjunto de actores (que podemos agrupar genéricamente como universitarios o barriales entendiendo que tanto el BFO como la UNCuyo no son agentes monolíticos o unívocos. Se trata, más bien, de comunidades heterogéneas, que admiten expresiones divergentes y que se constituyen como campos de disputa en sí mismos. En este sentido, coincidimos con Alfonso Torres Carrillo (2020), al afirmar que en cualquier población, en cualquier territorio, existe diversidad de intereses, deseos, proyectos; y por lo tanto hay diferencias y tensiones. La universidad rara vez es percibida como un territorio (Erreguerena, 2020), aunque, como hemos veremos a continuación, está atravesada también por disputas.

 

 

 

Relación UNCuyo-Sociedad: un recorrido en cuatro tiempos (1939-1973)

 

 

 

La universidad

formadora de hombres cultos

 

En estos apartados nos interesa recuperar de manera sintética las primeras décadas de la historia de la Universidad Nacional de Cuyo y caracterizar la relación universidad-sociedad de cada periodo.

La UNCuyo fue creada en 1939 a través de un decreto del presidente Roberto Marcelino Ortíz, aunque podemos encontrar sus raíces en esfuerzos locales que se remontan a mediados del siglo XIX. Fue la sexta universidad fundada en la República Argentina, después de las más antiguas de Córdoba (1613), Buenos Aires (1821), La Plata (1905), Tucumán (1914) y Santa Fé (1919). Como particularidad, fue fundada con jurisdicción en tres provincias (San Luis, San Juan y Mendoza) desde su fundación hasta 1973, año en que fue fraccionada y acotó su égida al espacio de Mendoza (con la excepción del Instituto Balseiro, ubicado en Río Negro).

La sucesión de gobiernos fraudulentos que compusieron la llamada restauración conservadora, fueron asimismo antirreformistas en lo concerniente a la educación superior. Fue en este contexto que surgió la UNCuyo, y, aunque su oferta académica inicial incluyó carreras de formación industrial, agronómicas, educativas y artísticas, la universidad adquirió un marcado perfil humanista construido a partir de la tradición (y el mayor tamaño) de la Facultad de Filosofía y Letras, de donde también provino su primer rector, Edmundo Correas. A decir del historiador Diego Pró (1989),

 

[e]ntre los designios de los fundadores y asesores de la Universidad estaba el de darle un decidido acento humanista y entre los signos del humanismo están precisamente los estudios desinteresados y la formación no sólo de profesionales y especialistas, sino, ante todo, de hombres cultos. (pp. 124-125)

 

La nueva institución centró su actividad en la docencia (enseñanza) y, de manera secundaria, en la creación de institutos de investigación2. El decreto de creación de la universidad no hacía referencia a la extensión universitaria. Su primer estatuto, en cambio, dedicó el artículo 94º a esta función, a la que asignaba el fin de difundir en la sociedad las concepciones del entendimiento o las conquistas o creaciones de la ciencia y el arte, a fin de fomentar el interés por la cultura y la formación de una vigorosa conciencia nacional (Art. 94º, Estatuto de la UNCuyo, 1939). En esta línea, aunque no identificamos una estructura institucional para tal finalidad en el organigrama inicial, la UNCuyo desarrolló un conjunto de iniciativas para vincularse con el medio más inmediato. Creó el Club Universitario, la Biblioteca Central, el Museo Cuyano, el Archivo y una oficina a cargo de los anales institucionales y de publicaciones en general3. Asimismo, la extensión se corporizó en su Salón de Grados, que funcionaba como sala de conferencias y de conciertos indicando una actitud de apertura a difundir la cultura en los medios no universitarios pero claramente identificados con el centro urbano, que es a la vez el espacio de la clase media y alta mendocina. Estos esfuerzos por relacionarse con la sociedad constituyeron una característica distintiva de la UNCuyo ya que las demás universidades no habían nacido acompañadas de estrategias de apertura. Aun así, es preciso considerar que esta apertura es propia de la extensión en su versión difusionista clásica (Tommasino y Cano, 2016).

El término extensión es polisémico y bajo su denominación coexisten una enorme variedad de actividades. Por ello, se convierte en un significante en disputa y es objeto de discusiones conceptuales. Según la modelización que proponen Tommasino y Cano (2016) para América Latina, es posible afirmar que la extensión universitaria ha adoptado formas que podrían agruparse en dos grandes modelos: la extensión difusionista y la extensión crítica. La primera es la concepción conceptualmente más imprecisa, ligada fuertemente a la difusión cultural, la divulgación científica y la transferencia tecnológica. En esta corriente no es relevante el tipo de vínculo que se genera a la hora de la interacción con los diferentes sectores de la sociedad, sino que se hace hincapié en su finalidad difusionista última. Además, dicha concepción fue predominante en las universidades latinoamericanas durante el siglo XX y aún continúa siéndolo. En cambio, la concepción extensionista crítica se apoya en las concepciones de educación popular e investigación acción participación por lo que se propone dos grandes objetivos relacionados: por un lado, alcanzar procesos formativos integrales que generen universitarios solidarios y comprometidos con los procesos de transformación de las sociedades latinoamericanas; por otro lado, contribuir a la organización y autonomía de los sectores populares subalternos intentando aportar a la generación de poder popular.

 

 

 

 

Diversificación y masificación

 

Con el nuevo golpe de Estado de 1943 y la llegada de Perón al gobierno en 1946, la tendencia hacia una mayor intervención del Estado se consolidó, instituyendo mecanismos de mayor regulación y planificación de la vida económica, social y también universitaria, acompañada de una democratización del bienestar (Torre y Pastoriza, 2002). Para la UNCuyo, según se desprende de nuestra pesquisa, este periodo fue prolífico porque consiguió expandir su oferta académica a la vez que logró una mayor diversificación disciplinar con la incorporación de algunas ciencias duras en línea con el impulso industrialista del Primer Plan Quinquenal. Aquel perfil humanista de los comienzos empezó a ser complementado con iniciativas fuertes desde el rectorado que tendieron a consolidar una oferta académica más diversificada y una nueva matriz de investigación alineada con los grandes objetivos nacionales enunciados por el gobierno.

Un ejemplo de aquellas iniciativas, fue la creación del Departamento de Investigaciones Científicas (DIC) en 1949, durante el rectorado del profesor Irineo Cruz, que constituyó una estrategia para la promoción científica a escala regional que motivó luego iniciativas de orden nacional. Esta modalidad de institucionalización de la ciencia se presenta como un antecedente relevante en la conformación del complejo científico tecnológico y el fortalecimiento de un espacio propicio para su desarrollo (Pacheco, 2011).

Asimismo, durante estos años tuvieron impulso algunas decisiones vinculadas con la función extensión. La Legislación nacional orientó la direccionalidad de estos esfuerzos hacia la difusión de toda forma de cultura, en especial la de carácter autóctono para la conformación espiritual del pueblo (Art 2º, Ley Nº 13.031). Según Gotthelf (1992), en este periodo serían creados un conjunto de dependencias que fueron agrupadas en el Departamento de Extensión Universitaria (DEU), institucionalizado en 1949 y refuncionalizado en 19514. Es preciso resaltar que, en contraste con lo sucedido con la investigación científica, la función extensión no experimentó un cambio de rumbo. Al contrario, consolidó el camino iniciado por Correas y mantuvo el espíritu fundacional de perfil difusionista, acotado a la organización de actividades artísticas que reprodujeron el formato de la “alta cultura” europea. Hasta aquí podemos observar cómo la función extensión fue incorporando un conjunto de actividades disímiles, que operaban en diversos niveles y ámbitos, pero aglutinadas siempre alrededor de una voluntad de extender la universidad hacia algunos espacios a donde no llegaba (centralmente en el ámbito de los cascos urbanos de las provincias cuyanas) a través de actividades culturales o recreativas.

El cambio en la forma de vinculación con la sociedad no estuvo canalizado a través de la función extensión en sentido estricto:, los esfuerzos de transformación del espacio universitario realizados por el peronismo se enfocaron principalmente en la sanción de la gratuidad de los estudios superiores, que cambió la fisonomía del claustro estudiantil, produciendo una masificación de la educación superior5, y en la creación de la Universidad Obrera Nacional en 1948, una red de instituciones de educación superior pensada para albergar la formación técnica.

 

 

 

Tercer tiempo: la modernización relativa

 

En consonancia con lo sucedido en distintos países del mundo y de América Latina, a partir de la posguerra se produjo una expansión y modernización del sistema universitario acompañando al desarrollismo como expresión hegemónica; el problema del desarrollo ocupó durante décadas el centro de la agenda en el país y en el continente (Altamirano, 2001). Las transformaciones en el sistema universitario argentino se presentaron bajo la forma de tres procesos concatenados: masificación, modernización y consolidación de instituciones públicas de Ciencia y Técnica en paralelo a las universidades. La masificación fue producto de la sanción de la gratuidad de los estudios universitarios y la expansión de la educación superior no universitaria que fueron llevados a cabo en los dos primeros gobiernos peronistas, como mencionamos más arriba. En cambio, el proceso de modernización universitaria fue impulsado desde las propias universidades por los sectores reformistas a partir de 1955 (Gordon, 2013), todo esto empujado estimulado por las proclamaciones del desarrollismo que sostenía que la modernización de la sociedad debía asentarse en el conocimiento y el avance de la tecnología6. Además, es posible identificar un tercer proceso nacional: la creación de un conjunto de instituciones de promoción, investigación y transferencia científica y técnica por fuera de las universidades. Como afirma Bekerman (2016), entre las décadas de 1950 y 1960 se establecen la mayoría de las instituciones destinadas a diseñar, promover y ejecutar el desarrollo científico del país7.

En el plano local, sin embargo, la historia no fue en paralelo. La UNCuyo intervino el DIC en 1955 y lo disolvió en diciembre de 1957 a pesar de haber estado integrado por científicos de diversa orientación ideológica, casi todos antiperonistas (Pacheco, 2011). Su disolución abrió un nuevo capítulo en la institucionalización de la ciencia, caracterizado por un vacío en las áreas que no eran de interés para la Revolución Libertadora. Desde la disolución del DIC y hasta el año 1960, no se registran nuevas estructuras de promoción de la investigación puertas adentro de la UNCuyo. En aquél año, fue creada una nueva estructura, la Comisión Asesora de Promoción de la Investigación Científica (CAPIC)8, dedicada a apoyar las iniciativas de los grupos de investigación de las unidades académicas.

Las gestiones que se destacan de aquél periodo (1955-1966) corresponden con los elegidos por la Asamblea Universitaria en los interregnos democráticos: Pascual Colavitta (20/3/1958 - 4/4/1961) y Carlos Saccone (30/5/1963 - 26/9/1967). Ninguno de ellos incorporó una visión novedosa de la función extensión o insinuó una nueva forma de relacionamiento con la sociedad que se saliera de los cánones impulsados por el pensamiento desarrollista hegemónico. La regla en las universidades latinoamericanas, fue masificar la alta cultura a través de la extensión. En este mismo sentido, el Estatuto de 1960 mantuvo el tenor difusionista y cultural de los periodos anteriores9.

Uno de los presupuestos sobre los que se ha sostenido la universidad moderna es el de la separación teoría/práctica. La enunciación repetida como mantra del desinterés pragmático de las universidades y de la au­tonomía en la búsqueda de la verdad entró en crisis en la post­guerra (Santos, 2007) y en los años sesenta se vio desafiada frontalmente por la exigencia de su parti­cipación (y del conocimiento por ella producido) en la solución de problemas económicos y sociales. La postura abstracta de la universidad fue compelida a cambiar y arremangarse para poner manos a la obra. Por estas presiones, la universidad debió salir del confortable pensamiento desinteresado hacia una actitud más funcional.

Esta convocatoria a la práctica se ha traducido en dos concepciones fuertemente opuestas pero que han sabido convivir, no sin chispazos: la productividad de tipo desarrollista y el servicio a la comunidad. Por un lado, la universidad ha sido llamada a realizar aportes concretos al avance industrial, sobre todo a través del impulso de la investigación aplicada. Por el otro, la universidad ha sido convocada a comprometerse con los problemas de su entorno (globales, nacionales o regionales) haciendo carne su responsabilidad social universitaria. Durante la década de 1960, en muchas universidades de la región, como la UNCuyo, la responsabilidad social se fue orientando a crear vínculos productivos con la industria además del fuerte componente artístico preexistente, pero no incubó proyectos sociales o comunitarios en los que se reconociera la existencia de otras formas de saber con las cuales dialogar. En este sentido, la relación con las comunidades locales o las organizaciones sociales subalternas, no aparecían todavía en el horizonte del proyecto universitario desarrollista.

 

 

 

El tiempo de la modernización autoritaria

 

 

El movimiento de junio de 1966, autodenominado Revolución Argentina, se propuso un plan de acción delimitado en tres tiempos para refundar la república. El primero de ellos, el tiempo económico, consistió en reformular profundamente el modelo de acumulación a favor del capital industrial concentrado y transnacional con la finalidad de tecnificarlo y desarrollar una industrialización integrada. El segundo, proclamado como el tiempo social, sería aquel en el que los beneficios del crecimiento se expandirían al pueblo. Por último, sobrevendría una apertura democrática en un tiempo político (Nicanoff y Rodríguez, 2008).

En las universidades también se manifestó el autoritarismo. Como hemos dicho antes, el desarrollismo en todas sus variantes (inclusive la más autoritaria y burocrática) asignó un rol protagonista a la educación superior como impulsora del crecimiento, y el Onganiato no fue la excepción. La universidad todavía era considerada parte indispensable y central de la producción científica: no se producía aún la escisión entre ciencia y universidad que impuso la dictadura posterior de 1976 (Bekerman, 2013).

La dictadura de los bastones largos10 tuvo cierto acompañamiento de algunos sectores de científicos liberales modernizadores. Alberto Taquini (h), uno de los exponentes de este grupo11, alcanzó a desarrollar una propuesta compleja para modernizar el sistema universitario. De manera concisa diremos que el Plan de Creación de Nuevas Universidades (conocido como Plan Taquini) tuvo dos grandes intenciones (Pérez Lindo, 1985; Suasnabar, 2004; Buchbinder, 2005; Rovelli, 2009; Rodríguez, 2015). Por un lado, se crearon numerosas universidades en el país12 para responder a la masificación producida durante el primer peronismo y continuada durante los años posteriores. Por otro lado, el Plan tuvo una segunda intención enunciada: superar el tradicional esquema profesionalista, atendiendo a la vinculación ciencia/educación y respondiendo a necesidades del sistema productivo de las distintas zonas geográficas (Bianculli y Taroncher, 2018). Este último aspecto (menos conocido, tal vez porque no tuvo efectos cuantificables como la creación de universidades), abordó un tema muy debatido por aquellos años: la relación universidad / ciencia / sociedad. El Plan fue una expresión particular de la discusión más amplia sobre el modelo científico nacional que venía produciéndose desde un par de décadas atrás y que tuvo su auge en aquellos años de la década de 196013.

En la UNCuyo, el periodo de la segunda mitad de la década de los sesenta y los primeros años de la siguiente, fue una ventana en la que se impusieron posiciones ciertamente anacrónicas de carácter conservador aunque, paralelamente, comenzaron a incubarse proyectos pedagógicos de base freireana entre algunos docentes y estudiantes. Estas ideas tuvieron un crecimiento importante a pesar (o quizás por causa) del contexto nacional represivo y encontraron cierto permiso durante el rectorado de Julio José Herrera (1969-1973)14.

Compartimos con Suasnabar (2004) que una historia contada desde la capital, con foco en la UBA, ha cristalizado en el imaginario una representación social de esta coyuntura (la dictadura de 1966) que, a la vez que ha acentuado la idea de una ruptura con la década de oro, ha colaborado en oscurecer procesos particulares desarrollados en el resto de las universidades. Además de las trayectorias históricas disímiles entre instituciones universitarias, también encontramos que en el interior de cada una es posible diferenciar un abanico de agentes y grupos de interés con distintos proyectos y prácticas, como veremos más adelante con mayor detalle.

 

 

 

Disputas por la apropiación del territorio

 

 

 

El proyecto de un campus universitario

 

Vinculado con el modelo de universidad hacia el que se tendía en aquellos tiempos, en 1964 comenzó la planificación de la construcción de un Centro Universitario en el Parque General San Martín, aunque el proyecto encuentra sus raíces en los primeros años de existencia de la universidad. La idea era construir un espacio que albergara a las unidades académicas y al rectorado en un campus para absorber la actividad del estudiante, sustrayéndolo durante los estudios de otra preocupación, creándole una atmósfera que le permita una concentración y una productividad máximas (Romano, 2011:18). Esta iniciativa fue cuestionada, como veremos más adelante, por propender al aislamiento físico de la universidad, consolidando la idea de una torre de marfil. Aun así, se llevó adelante y el campus fue inaugurado en 1969.

La pretensión fundacional de crear un ambiente propicio para los estudios “desinteresados” (ergo despolitizados) que impulsaron los gobiernos y las primeras autoridades, fue acompañado por destacados referentes nacionales. En el año 1941, Bernardo Houssay publicó un folleto editado en Mendoza y dedicado a la UNCuyo titulado Función Social de la Universidad. Allí expuso, entre otras cosas, el espíritu que debía motivar la construcción de una ciudad universitaria. El fin último de una universidad, dice el ganador del Premio Nobel (1941),

 

sólo se consigue de forma completa en el ambiente de sana moral, comunidad de ideales y cultura superior […] Para tenerla no basta con una simple continuidad de edificios, sino que es necesario el comercio intelectual frecuente y la convivencia con hombres selectos y de conocimientos variados, unidos por ideales comunes, en un ambiente intelectual y social elevado donde florecen las capacidades creadoras de los estudiosos. (p. 11).

 

Estas palabras resonaron en Mendoza y el proyecto de creación del campus se puso en agenda de las autoridades15.

El campus de la universidad formadora de “hombres cultos”, de perfil humanista y profesionalista no estaba pensada, como se desprende del análisis, para toda la población, sino para la convivencia de “hombres selectos”. Los objetivos -superiores, civilizatorios, pretendidamente universales- del desarrollismo, hegemonizaron la agenda de la universidad y la instalación de edificios dedicados a tales fines se convirtió en la meta compartida por los sectores dirigentes. Esta actividad no fue perturbada por la presencia de un nutrido conjunto de familias que habitaba en ese terreno.

 

 

 

El avance sobre el barrio

 

El Barrio Flores Oeste es un barrio popular ubicado en el piedemonte, al oeste de la capital de la provincia de Mendoza. Según entrevistas y el análisis documental realizado en el marco de esta investigación, los pobladores más antiguos del barrio se asentaron en la década de 1940 pagando un alquiler por el uso de los terrenos en lo que antes se conocía como Campo de Don Flores, en referencia al puestero encargado cuyo apellido era Flores. Las familias asentadas allí trabajaban principalmente en las ripieras de la zona, de donde también extraían material para la construcción de sus casas, o estaban vinculados a la actividad agrícola. Estas actividades, entre otras, les permitían obtener el sustento y albergar a nuevos residentes, en su mayoría familiares.

 

Imagen 1. Vista aérea (1965)

 

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En la presente fotografía aérea se puede observar el terreno en disputa.

Las casas del asentamiento Barrio Flores Oeste se extienden sobre la zona sin urbanizar.

Fuente: Centro de Documentación Histórica. Universidad Nacional de Cuyo

 

Imagen 2. VIsta aérea (1976)

 

 

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Se puede ver el avance de la universidad sobre el asentamiento. Se pueden identificar los nuevos edificios para las facultades de Filosofía y Letras, Ciencias Políticas y Sociales, Ciencias Médicas, Ciencias Económicas, Artes (y Diseño), e Ingeniería. También se observan grandes avances en el Centro de Deportes y el Rectorado.

Fuente: Centro de Documentación Histórica. Universidad Nacional de Cuyo.

 

Desde sus inicios el asentamiento mantuvo diversas situaciones de conflicto y disputas por el territorio ya que nació en las márgenes de la ciudad, desplazados por el no acceso a los derechos a la ciudad (Lefebvre, 2013; Harvey, 2014), en un territorio desprovisto de servicios e infraestructura. Las primeras décadas de existencia de este asentamiento transcurrieron caracterizadas por un crecimiento lento pero sostenido. El aumento más pronunciado de habitantes se dio durante la década de 1960, cuando el número de viviendas precarias en toda Mendoza crecía a un ritmo equivalente al que crecían las obras estatales de infraestructura de modernización (autopistas, puentes, diques) entre las que se encontraba la edificación de la ciudad universitaria16.

La crisis habitacional intentó revertirse durante los años 1960-75 cuando la provincia tuvo un programa en el cual se fomentaba la autoconstrucción cooperativa, llamado de “Ayuda Mutua” (Cremaschi, 2019: 15). Este Sistema de Ayuda Mutua para la construcción de viviendas implicaba que los propios interesados, organizados en grupos, construyeran sus viviendas mediante el aporte de su mano de obra durante sus horas libres, contando con la ayuda técnica, asistencia socio-económica y el préstamo de materiales de construcción que pueda efectuar una entidad patrocinadora (estatal, municipal, privada) (Ander Egg y Peralta, 1962:9). Después de los primeros tres años de ejecución, el Instituto Provincial de la Vivienda estimó que, con ese sistema, que abarataba sensiblemente los costos para el Estado, se habían construido alrededor de 2.350 viviendas, distribuidas en toda la provincia. Este sistema innovador hizo su primera experiencia, vale la pena mencionarlo, a partir de una prueba piloto de doce familias del Barrio Flores que fueron relocalizadas en el Barrio Belgrano de Guaymallén (IPV, 1963).

En este marco, caracterizado por el aumento sostenido del tamaño y cantidad de asentamientos populares, y con la decisión de hacer efectivo el proyecto de la Ciudad Universitaria, el Consejo Superior solicitó al rector17 de la UNCuyo el desalojo de los habitantes del BFO argumentando que la invasión de intrusos se hace cada vez más ostensible por lo que considere que en salvaguarda del patrimonio universitario, deben tomarse medidas de inmediato para lograr el lanzamiento pacífico de los mismos (Resolución 8 del año 1964).

Las actuaciones estatales en el asentamiento comenzaron en aquel tiempo impulsadas súbitamente por el proyecto de creación del Campus Universitario. Estas intervenciones fueron de diversa índole, algunas planificadas con sectores de la comunidad y otras, las más frecuentes, de corte netamente autoritario, de desalojo compulsivo. Estas acciones fueron ejecutadas por el gobierno municipal de la Ciudad de Mendoza y el ejecutivo provincial en articulación con la UNCuyo18. Varios de estos movimientos de avance sobre las viviendas precarias, sin embargo, resultaron frustrados por una sólida organización de los vecinos apoyados algunas veces por otros de un barrio aledaño, nucleados en la cooperativa Barrio San Martín (Concatti, 1997).

Cinco años más tarde, cuando fueron inaugurados los primeros edificios educativos, los asentamientos precarios seguían ocupando casi la tercera parte del terreno proyectado para el Campus y el problema persistía, así lo manifestaban los diarios de la época:

 

la construcción de la Ciudad Universitaria -una verdadera avanzada arquitectónica y cultural- ha marcado la desaparición, en un plazo todavía no determinado, del Barrio Flores. Uno y otro marcan épocas de nuestra evolución social con características que necesitan ser absorbidas por los encargados de superar esa aparente antítesis […] la alegría de una ciudad universitaria modelo en todo el país […] contrasta con el peligro de inestabilidad de 400 familias que eligieron con anterioridad el mismo lugar de residencia […] Una vez más fue ignorado el problema humano frente a planes de promoción y lo que debió convertirse en un proceso natural, aparece ahora con muchas mayores complicaciones. (Diario Los Andes, 1970b)

 

 

 

Prácticas disruptivas

 

Estas controversias y contradicciones entre un modelo y otro eran percibidas dentro de la universidad de distintas formas. Aunque las autoridades universitarias, en connivencia con los organismos municipales y provinciales, continuaban con el plan modernizador, hacia adentro de la UNCuyo se gestaban otras discusiones y miradas disruptivas, especialmente dentro del movimiento estudiantil. Algunos grupos observaban con ilusión los movimientos de cambio que se gestaban en el resto del mundo (Rodríguez, 2015). Aún frente a la dictadura de los bastones largos propusieron la eliminación del cupo y una ciencia al servicio de la nación para lograr que el pueblo ingresara a la universidad.

Las organizaciones estudiantiles, sensibilizadas con las problemáticas sociales (Cobos, 2006; Bravo, 2014), participaban de asambleas y movimientos de reivindicación popular que se gestaban en las llamadas villas inestables (entre las que se encontraban de manera destacada el Barrio San Martín y el Barrio Flores Oeste). Baraldo (2006) afirma que las acciones de carácter reivindicativo no asumieron formas que implicaran una presencia masiva y la ocupación del espacio público en el centro de la ciudad. No obstante fue en la periferia donde las instancias de organización barrial conformaron un polo de oposición a la política urbana dominante, definiendo la conflictividad urbana central del periodo (Baraldo, 2006:43). Estas formas de organización y visibilización de la problemática se daban a partir de las asambleas barriales donde participaban no sólo los habitantes del asentamiento sino también estudiantes universitarios, trabajadoras/es sociales, referentes de las asociaciones y cooperativas, como así también, en algunos casos, cronistas de la prensa local.

 

Imagen 3. Participación de los vecinos del Barrio Flores Oeste

junto con funcionarios de la Dirección de Política de Vivienda de Mendoza

 

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Fuente: Diario Los Andes, 27 de julio de 1971. “Plan de 406 viviendas para erradicar el Barrio Flores”

 

Según hemos podido reconstruir a partir de nuestra pesquisa, en las asambleas organizadas en el BFO para tratar el tema de los desalojos, los vecinos expresaban preocupación por la situación de enfrentamiento con la universidad, pero diferenciaban a aquellos universitarios/as que acompañaban la lucha, asumiendo un posicionamiento favorable a las reivindicaciones barriales. Es posible observar esta distinción en alocuciones de pobladores del barrio durante una de las asambleas registradas por la prensa:

 

No queremos que bienestar Social y la universidad nos desalojen. [...] La Universidad invade las casas del barrio, […] a la Universidad pueden ir solo los hijos de los que tienen plata. […] A los estudiantes que vinieron a acompañarnos les agradecemos mucho, porque ellos nos ayudaron a redactar las notas que tenemos que hacer y a explicar las cosas. (Diario Los Andes, 1970a)

 

Paralelamente, estudiantes expresaban que en la universidad no existe ese diálogo que pregonan entre las autoridades y los alumnos. [...] No queremos una universidad enfrentada ni de espaldas al pueblo; la queremos al servicio del pueblo (Diario Los Andes, 1970a).

La experiencia más relevante de articulación entre las comunidades del barrio y los/as estudiantes, se produjo a partir de los Campamentos Universitarios de Trabajo (CUT). Algunas agrupaciones estudiantiles y un número relevante de universitarios/as que comulgaban con las ideas de compromiso social, se acercaron al movimiento de Sacerdotes Tercermundistas para formar parte de los CUT. En Mendoza, lugar de donde surgieron estas iniciativas antes de extenderse a otras provincias, los CUT tenían un rol social, militante, religioso y pedagógico promovido por el Padre María Macuca Llorens y una red vincular denominada Instituto por la Liberación y Promoción Humana (ILPH), en el que confluyeron la educadora popular Norma Zamboni, el sociólogo Ander Egg, los académicos y teólogos ligados al movimiento de curas tercermundistas Oscar Bracels, Ruben Dri, Mauricio López, los sacerdotes católicos Pérez y Contreras, el filósofo Enrique Dussel (Ciriza, 2015: 56)19. Esta experiencia se basaba en las vivencias de los jóvenes en los territorios, éstos se mudaban a los barrios por un periodo de 15 a 30 días y desde ahí, compartiendo con la comunidad, desarrollaban su compromiso social en diálogo con las necesidades y saberes del lugar. Según el testimonio de uno de los participantes, Juan Carlos Díaz, escrito en 1965:

 

El CUT permite formar una experiencia y es una vivencia. Es la pedagogía de la vida y el dolor, que completa la formación que a veces se suele dar al universitario encerrado en una torre de marfil… El CUT es un puente que une al universitario con el pueblo. (Fundación EPyCA, 2012:17)

 

Estos campamentos promovieron el vínculo de los/as estudiantes con los sectores populares reflejado en la participación en asambleas, la colaboración en proyectos de urbanización como el de ayuda mutua (Baraldo, 2019) y otras múltiples prácticas concretas que se enmarcan en las pedagogías de base freireana. Tanto el BFO como el Barrio San Martín comenzaron, en línea con lo que plantea Rodríguez Agüero (2019), a actuar como centros de organización política que irradiaron experiencias de educación alternativas.

En contraste, en el informe del rectorado dedicado a la gestión de Dardo Pérez Guilhou (octubre 1967-junio 1969), las autoridades universitarias destacaban que

 

todas las disposiciones llevadas a la práctica han perseguido fundamentalmente regular la vida de nuestra alta casa de estudios, solucionar el urgente y grave problema de la falta de locales adecuados, poner en marcha el mecanismo legal instituido por el Estatuto Universitario20 y lograr que la organización de la UNC se ajuste a un ritmo de creciente eficiencia docente, administrativa y de planeamiento.

 

Asimismo, el informe expresa que se está tratando de crear una conciencia de servicio y, fundamentalmente, de modernización en la estructura universitaria para que responda a los actuales requerimientos de la comunidad a la que sirve (p. 3). Es preciso aquí preguntarnos qué entendían por comunidad los militares en el gobierno nacional y los interventores civiles en la UNCuyo en el marco del proyecto desarrollista tecnocrático y autoritario encarnado por ellos.

 

 

 

 

 

Consideraciones finales

 

 

 

La institución universitaria, en tanto actor social, se relaciona con una multiplicidad de instituciones públicas o del sector privado, con empresas y organizaciones comunitarias, individuos y grupos sociales diversos que configuran un “otro” con el cual se establecen vínculos de diverso tipo. Estas relaciones no están aisladas del contexto sino que, por el contrario, están íntimamente ligadas a las condiciones histórico-estructurales en las que suceden.

En este trabajo de investigación hemos recorrido distintos tiempos (desde el nacimiento de la UNCuyo hasta la década de 1970) en la relación entre esta casa de altos estudios y aquello heterogéneo que se denomina genéricamente como sociedad. Esta relación ha estado históricamente condicionada por la posición que la universidad ocupa en el campo científico-universitario y su trayectoria en él, pero también por las presiones provenientes de su relación con el campo político nacional (de manera destacada) y con el sistema académico mundial.

Asimismo, en este estudio hemos descrito una relación particular que ha condicionado de manera observable la dinámica institucional: el conflicto por la apropiación del territorio con las comunidades del Barrio Flores Oeste. Analizamos algunas aristas de esta relación / tensión y describimos cómo el proyecto académico institucional, en línea con los postulados del desarrollismo tecnocrático y autoritario, implicó un proceso de elitización del espacio, e irrumpió con medidas de exclusión, discriminación y desalojo hacia los sectores populares.

A la luz de este caso, pudimos dar cuenta de las tensiones entre estos proyectos territoriales (el de la UNCuyo y el de las comunidades del barrio) y también alcanzamos a evidenciar las distintas posiciones y prácticas que tenían lugar en la comunidad universitaria. Afirmamos que la universidad es un territorio en sí mismo con heterogeneidad de actores, un campo en el que existen luchas por su conducción, por establecer un orden determinado, y donde se expresan también diferentes formas de relacionamiento con la sociedad. En la UNCuyo fueron fundamentalmente los/as estudiantes y las agrupaciones estudiantiles quienes ocuparon las posiciones críticas en el campo y, en alianza con actores barriales, intentaron construir proyectos alternativos, desde una posición alejada del mandato institucional.

Las luchas y resistencias contaron con actores potentes que desarrollaron estrategias diversas de organización de base y visibilización como forma de resistencia comunitaria. La estrategia institucional de la UNCuyo en el periodo estudiado, en cambio, fue la de la invisibilización, la negación y el desalojo de las comunidades. El barrio no aparece en sus memorias ni en sus historias más que como un problema edilicio.

En la década de 1960, el Barrio Flores era considerado la villa inestable más grande de la provincia y allí comenzó a edificarse el campus universitario produciendo un sinnúmero de controversias y conflictos en la disputa por el territorio. A pesar que durante largos años la estrategia oficial de la universidad fue la del desalojo, aun contando con el apoyo del gobierno nacional, provincial y municipal, las disputas no cesaron y las comunidades del Barrio Flores Oeste lograron resistir.

Estas tensiones continuaron con distintas modalidades a lo largo de las décadas posteriores, con la intervención de múltiples actores en diversos contextos económicos, políticos y sociales, extendiéndose hasta el momento en que se publican estas palabras. En la actualidad, al ingresar al predio de la UNCuyo no pasa desapercibido el contraste entre un meridiano y otro; una representación visible de una línea que divide el mundo entre dos realidades inconmensurables, una línea abisal (Santos, 1982; Santos, 2007). De un lado de la circunvalación, en el adentro, prevalece el verde, el arbolado majestuoso, los edificios modernos con todos los servicios. Del otro lado, otro mundo, el lado del no-ser (Fanon, 1961), el afuera donde se erige una ciudad informal en un terreno árido y desprovisto de presencia estatal. Persiste allí el Barrio Flores Oeste como una manifestación de la realidad social que se impone y de las resistencias comunitarias, a pesar de décadas de despojo, expulsión e intentos de invisibilización. Alguna vez en la UNCuyo se discutió la idea de construir un muro alto para ocultar esa presencia incómoda, esa interpelación al ambiente académico que repite -como una expresión de deseo- los objetivos de promoción de la movilidad social ascendente y de la igualdad de oportunidades, y los principios del compromiso y la inclusión social, pero que, sin embargo y a pesar de todo, en algunos casos no alcanza a hacer efectivas cruzando la calle.

 

 

 

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Otras Fuentes

 

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Estatuto de la Universidad Nacional de Cuyo (1939)

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1 Esta investigación fue realizada en el marco de los estudios doctorales de ambos autores, becarios de CONICET en los dos casos. Asimismo, se concretó como parte de los proyectos Historias y memorias de la UNCuyo (SIIP 2019-2020, dirigido por Celina Fares), La construcción de trayectorias académicas de los docentes-investigadores de la UNCuyo (SIIP 06/F394, dirigido por Paola Bayle), financiados por la UNCuyo, y del proyecto Internacionalización, regionalización, nacionalización y localización del conocimiento científico producido en Argentina (PICT 2017/2647, dirigido por Fernanda Beigel), financiado por la ANPCyT.

2 Se trata de los institutos de Lingüística (1939), de Investigaciones Históricas (1939), de Etnografía Americana (1939), de Estudios Económicos (1940), de Petróleo (1940), de Olivotécnia (1940) y el Laboratorio de Botánica Agrícola (1940), entre otros.

3 En 1940 nació la primera revista académica de la UNCuyo llamada Revista de la Universidad y que contenía trabajos originales, traducciones y reproducciones, trabajos monográficos o literarios, entre otros (Gotthelf, 1992).

4 Bajo su órbita funcionó la Escuela Superior de Arte Escénico; el Instituto de Arte Coreográfico; Teatro Experimental; Teatro Independencia; Escuela de Verano y Escuela de Temporada (para becarios extranjeros y argentinos); y la División de Extensión Cultural (Orquesta Sinfónica, Ballet, Cine Club). Asimismo, al año siguiente sería creado el Consejo Consultivo de Extensión Cultural (con participación de las distintas áreas y escuelas vinculadas a la actividad artística o literaria) para opinar sobre todo lo referente a las obras, ciclos y conferencias a ponerse en escena o ejecutarse. Sobre el final de este periodo, una nueva ordenanza incorporó algunas nuevas dependencias al DEU (Coro de Cámara, Taller de Costura, Taller de Decoración, entre otras) y obligó a las Facultades a designar un funcionario especialmente dedicado a la función extensión y a la articulación con el departamento.

5 Según Buchbinder (2005), la matrícula estudiantil universitaria argentina se había triplicado desde mediados de los años 40 hasta mediados de los años 50, llegando a 140.000 estudiantes.

6 Es necesario incorporar una nota para mencionar que la modernización se llevó adelante en un contexto de fuerte inestabilidad institucional, proscripción y persecución política que, obviamente, afectó el normal funcionamiento de las instituciones de educación superior. Por otro lado, aunque este periodo (entre 1955 y 1966) será recordado en la Universidad de Buenos Aires (UBA) como la época dorada, también es preciso destacar que el impacto de la modernización fue ciertamente limitado en universidades del interior como Tucumán o Cuyo o incluso en la mayor parte de las unidades académicas de Córdoba (Buchbinder 2005:179).

7 Dirección Nacional de Investigaciones Técnicas (DNIT) en 1950, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) de 1950, el Consejo Nacional de Investigaciones Técnicas y Científicas (CONITYC) de 1951, el Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas de las Fuerzas Armadas (CITEFA) de 1954, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) de 1956, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de 1957, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de 1958, la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE) de 1960 y el Consejo Nacional de Desarrollo (CONADE) de 1961.

8 Ordenanza Nº 47/60 del Consejo Superior del 29 de sep­tiembre de ese año.

9 Encontró un renovado impulso en la creación de la Sección de Publicaciones y Prensa en 1959 y la transferencia de LV8 Radio Libertador a la UNCuyo en el año 1963. A partir de entonces, comenzó a darle forma a su propia señal radiofónica, con una programación dirigida centralmente a divulgar sus actividades. Con un mismo perfil orientado a la difusión de la música clásica europea y americana, en 1965 tuvo lugar la creación del Coro Universitario de Mendoza que se sumó a los organismos artísticos ya existentes.

10 La llamada noche de los bastones largos, símbolo de la vio­lencia institucional de aquellos tiempos, no fue sino una muestra de los límites difusos con los que se pretendía combatir a lo que la Doctrina de la Seguridad Nacional denomi­naba enemigo interno. Eran combatidos todos los signos de disidencia (política, cultural, sexual, religiosa), que no encajaran en el estilo de vida occidental y cristiano declamado por la dictadura. En aquella jornada de julio de 1966 fueron reprimidos profesores y alumnos de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA que se resistían a la intervención y al desalojo de los edificios.

11 Entre los que es posible contar a Bernardo Houssay, Alberto Taquini (p) y otros miembros de la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias (AAPC) (Bianculli y Taroncher, 2018). Obviamente confrontaban con los sectores clericalistas y conservadores dentro de la alianza cívico militar de la que participaban ambos grupos.

12 Uno de los coletazos del Plan Taquini fue la creación de las UN de San Juan y de San Luis como desprendimientos de la UNCuyo.

13 Es posible profundizar en estos debates consultando a Vasen (2012); Martinez Vidal y Marí (2002); Naidorf, J. (2015); Naidorf, J y Perrotta D. (2015); Prego y Vallejos (2010), entre otros.

14 Julio José Herrera, psicólogo, rector de la UNCuyo (26/6/1969 al 14/5/1973). Durante su mandato concretó la inau­guración del Centro Universitario en su actual ubicación del Parque San Martín. Arturo Roig le reconoce el haber permitido a Mauricio López implementar la departamentalización en la Facultad de Pedagogía y Psicología en San Luis antes del 1973 (Roig, 1998).

15 Según una entrevista realizada al arquitecto Aniceto Puig (por entonces director de Construcciones Universitarias) y publicada en 1969 con el título Motivo de Orgullo por el Dia­rio local Los Andes, entre los años 1948 a 1951 se planteó la ciudad Universitaria al oeste del Cerro de la Gloria (un sitio más alejado del centro de la ciudad). Las dificultades para conseguir agua potable y para riego postergaron la materialización de esta planificación de la que participaron en concurso, prestigiosos grupos profesionales del país (Los Andes, 1969).

16 Baraldo (2006: 39), indica que la inversión en infraestructura se realizó al servicio de las nuevas necesidades de acumulación del capital, y en obras de modernización y embellecimiento de ciertos sectores y símbolos del Gran Mendoza. En este sentido, agrega que el proyecto modernizador del desarrollismo se completó además con la construcción de la ciudad universitaria, con obras de ampliación de la destilería y con la construcción de diques (Baraldo, 2006:39).

17 El rector, por ese entonces, era Carlos Saccone (30/5/1963 - 26/9/1967), había sido electo por asamblea universitaria durante el gobierno de Guido, y se quedó en el cargo una vez depuesto Illia, aceptando las disposiciones de la dictadura de Onganía.

18 La responsabilidad está a nivel del gobierno provincial dijo el rector Herrera en una nota al diario Los Andes el 18/4 de 1970, también agregó que la universidad aportó en distintos desalojos con el traslado de las pertenencias y con apoyo técnico, mano de obra y todos los elementos necesarios para el levantamiento de sus viviendas.

19 Como refiere Ciriza, todos ellos fueron alcanzados por la cruzada de la dictadura iniciada en 1976, que era política, económica, pero también moral y religiosa (Ciriza, 2015:64)

20 Estatuto impuesto por la dictadura.