Modulaciones del Yo aborté en la Argentina reciente

Acerca de la narrativa testimonial sobre abortos voluntarios

acompañados por socorristas

 

Modulações de Eu tive um aborto na Argentina recente

Sobre a narrativa testemunhal de abortos voluntários acompanhados por socorristas

 

Victoria García | ORCID: orcid.org/0000-0001-7125-6722

victoriaggarcia@gmail.com

CONICET

 

Argentina

 

Recibido: 25/7/2022

Aprobado: 23/9/2022

 

 

Resumen

La narrativa testimonial sobre aborto voluntario clandestino puede leerse como una modulación singular de la estrategia feminista del Yo aborté, desplegada en discursos narrativos que circulan en diversos ámbitos de la vida social. Nuestro trabajo aborda una zona específica de esta producción narrativa: la que surge por iniciativa de activistas feministas que desarrollaron dispositivos de acompañamiento socorrista. Partimos de una reflexión teórica que articula las consideraciones clásicas sobre lo testimonial con otras que atienden a las formas que asume el testimonio tratándose de aborto voluntario. A continuación, nos detenemos en tres volúmenes testimoniales elaborados por impulso del activismo socorrista: Código Rosa (Belfiori, 2015), Hoy elijo contarlo (Galarza y Coller, 2019) y Estamos cerca (Zurbriggen, 2020). Sostenemos que estos volúmenes responden a una apuesta programática de las socorristas por promover el testimonio sobre aborto, desde un enfoque atento tanto a su potencialidad política como a su dimensión estética. La apelación a distintas modalidades discursivas y géneros para la reelaboración literaria del material testimonial, darán cuenta de esta apuesta programática.

 

 

 

Palabras clave: Testimonio, Literatura, Aborto Voluntario, Clandestinidad

 

Resumo

A narrativa testemunhal sobre o aborto voluntário clandestino pode ser lida como uma modulação singular da estratégia feminista de Eu fiz um aborto, implantada em discursos narrativos que circulam em diferentes esferas da vida social. O nosso trabalho aborda uma área específica desta produção narrativa: aquela que surge da iniciativa de activistas feministas que desenvolveram dispositivos para acompanhar as mulheres que fizeram um aborto. Começamos com uma consideração teórica que articula as reflexões clássicas sobre o testemunho, centradas em processos de repressão estatal, com outras que se centram nas formas que o testemunho assume no caso do aborto voluntário. A seguir, concentramo-nos em três volumes testemunhais produzidos pelo impulso socorrista: Código Rosa (Belfiori, 2015), Hoy elijo contarlo (Galarza e Coller, 2019) e Estamos cerca (Zurbriggen, 2020). Argumentamos que estes volumes respondem a um compromisso programático das socorristas em promover o testemunho sobre o aborto, a partir de uma abordagem atenta tanto ao seu potencial político como à sua dimensão estética. O apelo a diferentes modalidades e géneros discursivos para a reelaboração literária de material testemunhal, dará conta deste compromisso programático.

 

 

Palavras-chave: Testemunho, Literatura, Aborto Electivo, Clandestinidade

 

 

 

 

Introducción

 

 

 

La legalización del aborto voluntario en Argentina, en diciembre de 2020, abre una nueva etapa en las disputas por el sentido de esta práctica social, a la vez que constituye el momento cúlmine de una serie de luchas desplegadas por el movimiento feminista en torno a esta demanda, que cobran particular impulso en el siglo XXI (Belluci, 2014; Barrancos, 2020). En el marco de este proceso, las acciones feministas tendientes a la despenalización social de la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) adoptaron la estrategia del Yo aborté como una modalidad clave de intervención política (Pecheny, 2006). Esta estrategia, productiva en la historia de los feminismos dentro y fuera de la Argentina y de América Latina1, permite inscribir en la escena pública la experiencia del aborto y cuestionar la imposición de silencio asociada a la criminalización, así como los prejuicios contenidos en los modos hegemónicos de concebir y representar esta práctica (Pecheny, 2006; Bellucci, 2014; Burton, 2020).

La producción testimonial sobre experiencias de aborto voluntario clandestino, que se expandió en los últimos años en Argentina, puede leerse como una modulación específica de la estrategia del Yo aborté, desplegada no en escenas de protesta callejera, sino en la forma de discursos narrativos que circulan, dispersos pero insistentes, en diversas zonas de la producción cultural. Nuestro artículo se propone explorar estas narrativas. Partimos de una consideración teórica de los testimonios sobre aborto voluntario, que busca articular las reflexiones clásicas sobre lo testimonial, en las que adquiere centralidad la memoria de los procesos de represión estatal (Pollak y Heinich, 2006; Jelin, 2012), con otras que atienden a las formas que asume el testimonio cuando se trata de experiencias de aborto (Chaneton y Vacarezza, 2011; Burton, 2020). A continuación, nos detenemos en el análisis de una zona específica de la producción testimonial reciente sobre abortos voluntarios: la que surge por iniciativa de activistas feministas que han desarrollado estrategias de acompañamiento socorrista, para facilitar el acceso de mujeres y personas gestantes al aborto en el contexto de la clandestinidad (Burton, 2020).

Entre estos materiales, el que ha concitado más atención por parte de la crítica ha sido, sin duda, Código Rosa. Relatos sobre abortos, escrito por Dahiana Belfiori (2015), a partir de una propuesta de la colectiva feminista neuquina La Revuelta (Grasselli, 2019; Aczel, 2020; Altalef, 2020; Corneli Colombatto y Satta, 2022). Nos interesa considerar aquí una serie más amplia en la que se inscribe el texto de Belfiori, que incluye otros dos volúmenes publicados por impulso de las socorristas: Hoy elijo contarlo: abortos feministas, abortos acompañados, escrito por Edith Galarza y Mary Coller (2019), y Estamos cerca: relatos de aborto en cuarentena, editado por Ruth Zurbriggen (2020). Entendemos que estos tres textos forman parte de una apuesta programática de las activistas socorristas por promover el testimonio en torno a experiencias de aborto, desde un enfoque atento a la potencialidad política de esta práctica, pero también a su dimensión estética. Esta doble perspectiva, a la vez estética y política, caracteriza en términos generales las modalidades de acción colectiva del feminismo socorrista, que siguiendo a Burton comprenden una fuerte vinculación con el arte (2020:94)2.

Nuestro estudio pretende contribuir a la siste­matización de un corpus aún disperso y poco explorado por la crítica académica. A la vez, nos proponemos aportar a la indagación sobre el testimonio sobre aborto voluntario en contextos de criminalización, en tanto que objeto significativo per se: como acto enunciativo y modalidad narrativa particular, y no solo como medio de la indagación sociológica o histórica acerca del aborto considerado como experiencia social. En tal sentido, nuestro análisis del corpus concederá atención a las formas que adopta el relato testimonial al ser (re)elaborado literariamente, a partir de modalidades discursivas e inflexiones genéricas diversas. Estas abarcan, como veremos, desde el modelo clásico de la representación pretendidamente fiel del material testimonial crudo hasta los cruces con la ficción y con la poesía. La diversidad de formas que adopta así el testimonio sobre aborto permitirá extender y multiplicar el alcance de la discusión social que estos textos se proponen instalar.

 

 

 

Sentidos del testimonio en torno al aborto voluntario clandestino

 

 

 

Testigo y testimonio son, como se sabe, términos polisémicos. Existe, por un lado, un matiz semántico entre la figura del testigo que presencia o vive cierto acontecimiento y la del que, a posteriori, testimonia sobre aquello que ha visto o experienciado3. Las reflexiones sobre el papel del testimonio en los procesos de memoria social nos indican que no hay relación directa entre lo uno y lo otro: la posibilidad de que un sujeto que ha atravesado cierta experiencia tome la palabra sobre ella depende de condiciones subjetivas y sociales (Pollak y Heinich, 2006:60; Jelin, 2012:110). Por otro lado, existen también distintas posiciones que un testigo puede ocupar ante cierto acontecimiento: se puede ser testigo-partícipe o testigo-observador, según la implicación más o menos inmediata del sujeto en los sucesos de que se trate (Jelin, 2012:110).

La distinción entre ambas posiciones no es tajante. Jelin observa, de hecho, que en la figura del sobreviviente ambas se solapan: quien ha transitado una experiencia social que ocasionó la muerte de muchos puede testimoniar sobre lo que vio y oyó, es decir, sobre lo que les ha sucedido a otros, y también sobre lo que vivió, sobre acontecimientos en los que tomó participación personal. En su testimonio -nos recuerda Jelin-, habrá sin embargo lagunas irreparables, porque quienes podrían dar cuenta de experiencias de este tipo en su integralidad son quienes ya no pueden hablar, porque desde el interior de la muerte no se puede testimoniar (2012:111).

Las narraciones sobre experiencias de aborto voluntario clandestino, que en el contexto argentino cobraron relevancia en las últimas dos décadas, participan bajo su propia forma de estas modulaciones semánticas del testigo, modulaciones indicativas de que, bajo la fórmula aparentemente homogénea del yo estuve allí (Calveiro, 2006:77), pueden surgir sentidos múltiples de lo testimonial.

En primer lugar, nos referimos a testimonios históricamente situados, emergidos en una etapa específica de las disputas por el derecho al aborto voluntario, y por las significaciones asignadas a esta práctica social. Se trata de la etapa que antecede a la legalización y que, a la vez, se despliega junto al protagonismo creciente que las luchas feministas adquieren en el siglo XXI, con la demanda del aborto legal como una de sus fuerzas motrices (Barrancos, 2020:2013). En este marco, los abortos voluntarios se efectúan pese a y hasta contra la criminalización; de allí que el acto mismo de abortar pueda entenderse como una práctica resistente ante los dispositivos normalizadores del cuerpo y la sexualidad, que penalizan el aborto en la misma medida en que sacralizan la maternidad como destino único de las mujeres (Chaneton y Vacarezza, 2011:34). Los testimonios sobre aborto clandestino potencian el gesto disruptivo contenido en la decisión de interrumpir un embarazo: desestabilizan la discreción requerida por los poderes (Chaneton y Vacarezza, 2011:7) en relación con esta práctica, cuestionan los modos hegemónicos de referirse a ella e inscriben la vivencia individual, transitada a menudo en el aislamiento al que empuja la clandestinidad, en una experiencia social y colectiva (Pecheny 2006:14; Burton, 2020:129).

En segundo lugar, los testimonios sobre aborto voluntario clandestino producidos en la Argentina reciente se insertan, en general, en condiciones de solicitación social específicas (Pollak y Heinich, 2006:61). No surgen espontáneamente, por iniciativa de mujeres y personas gestantes que han atravesado estas experiencias, sino que responden al requerimiento de otros y, más a menudo, de otras con capacidad de interrogar y expresar curiosidad [...] compasión y empatía (Jelin, 2012:115) por los sentidos y sentires asociados a las prácticas de aborto. Son varios los ámbitos de la vida social de los que emerge la interpelación para hablar de aborto en primera persona en la Argentina contemporánea. Las historias feministas registran, en este sentido, escenas relevantes no solo en el activismo organizado4. Si, a priori, se trata de circuitos diferenciados de la vida social y discursiva, que conferirían rasgos peculiares al testimonio sobre el aborto5, las acciones colectivas feministas han procurado, sin embargo, acortar las distancias entre tales esferas. De hecho, la construcción de redes y alianzas con actores del campo cultural: periodistas, escritores y artistas, constituye una estrategia clave de intervención de la militancia feminista por el derecho al aborto, y una de las condiciones que dieron lugar a los testimonios de nuestro corpus, como veremos en el próximo apartado6.

En tercer lugar, las narraciones testimoniales sobre abortos voluntarios construyen figuras de testigo diversas en torno a la experiencia de abortar, con distancias y aproximaciones entre el lugar de la observación y el de la participación, atravesadas por la diferencia sexo-genérica. En este sentido, Chaneton y Vacarezza introducen la constatación básica de que el embarazo y, por lo tanto, la práctica abortiva se efectúa en el cuerpo de una mujer (2011:26). En tales condiciones, sólo las mujeres y las personas con capacidad de gestar oficiarán de partícipes al testimoniar sobre experiencias de aborto: la materia del testimonio será así lo que vivieron en sus cuerpos sexuados, en carne propia. Ahora bien, las narrativas testimoniales sobre aborto voluntario no excluyen la voz de los testigos observadores, los otros involucrados de distintos modos en la realización de la práctica del aborto, dificultosa en el marco de la clandestinidad. Si, por una parte, las posibilidades de contar [...] con solidaridades prácticas de diverso orden se ven restringidas por la penalización (Chaneton y Vacarezza 2011:115), por la otra, los testimonios exhiben momentos de resquebrajamiento de esta imposición de aislamiento. En este punto, no deja de incidir la diferencia sexogenérica, pues mientras los varones se posicionarán ante una experiencia que resulta ajena y hasta intransferible (Chaneton y Vacarezza 2011:143), las mujeres podrán entenderse como parte de un colectivo que pudo o podrá transitar la experiencia de un aborto en algún momento de su vida (Vacarezza, 2022:365). Lo veremos con particular intensidad en los testimonios de abortos acompañados por organizaciones feministas.

En cuarto lugar, y en relación con lo anterior, surgen las inflexiones de la figura de la sobreviviente cuando se trata de experiencias de aborto clandestino. En el marco de la criminalización, las protagonistas de estas experiencias pueden pensarse como sobrevivientes -como lo sugiere Vacarezza (2022:380)-, en tanto han afrontado la práctica en condiciones de vulnerabilidad, que implican riesgos concretos para la salud y que, en efecto, conducen a la muerte a muchas mujeres. En este punto, resulta insoslayable el papel del Estado como agente (re)productor de las condiciones punitivas que empujan a las mujeres y personas gestantes a realizarse abortos en circunstancias inseguras -especialmente, aquellas que no pueden afrontar los costos económicos fijados por el mercado del aborto ilegal-. Ahora bien, si quienes dan testimonio sobre aborto voluntario pueden entenderse como sobrevivientes, ¿qué tipo de laguna, retomando a Jelin, contienen estos relatos? No se trata sólo aquí de lo inenarrable de la muerte en su sentido corporal, es decir, del lugar de las muertas por aborto inseguro como aquello que falta en el testimonio de quienes han atravesado la experiencia y sobrevivido a ella. Se trata, además, de otra muerte, de tipo subjetivo o existencial, que ocasionan ciertas experiencias sociales. Jelin se refiere a ello a partir de una evocación de la figura del musulmán, presente en los testimonios sobre Auschwitz: el prisionero que, sin haber muerto corporalmente todavía, ha perdido la esperanza y la voluntad de vivir (2012:111; cfr. además Agamben, 2002). En los testimonios sobre aborto voluntario clandestino, esta dimensión existencial o subjetiva de la vida y de la muerte resulta crucial. Pues, si, como lo señalan Chaneton y Vacarezza, el embarazo no querido se percibe como una amenaza para la continuidad de la propia existencia como un todo (2011:24), entonces la necesidad de abortar aparece como una cuestión de vida o muerte. Y, sin embargo, hay mujeres que, frente a un embarazo no deseado, lo continúan no obstante hasta el parto. Las autoras antes citadas llaman la atención sobre esta situación, como una laguna significativa que deja huellas en el corpus de testimonios sobre abortos voluntarios:

 

Podemos suponer, y se sabe que sucede, la circunstancia de que una mujer continúe un embarazo hasta el parto y que lo haga contra su voluntad. Aunque [el estudio] no incluye testimonios a partir de los cuales podamos conocer y comprender ese tipo de experiencias, sin embargo, nuestro corpus registra huellas de esos silencios. Ante un embarazo inesperado, ella sigue adelante, pero íntimamente no desea tener un hijo en ese momento, y de un modo más o menos consciente guarda para sí que su vida se verá afectada, en el sentido de implicar costos psíquicos y emocionales con los que no podrá convivir sin padecerlos. (Chaneton y Vacarezza, 2011:72-73)

 

Resulta significativa la apelación a cierta forma de ficción en la reflexión de las autoras sobre la mujer que lleva adelante un embarazo pese a no desearlo, con lo costoso que ello resultará en su vida -nuevamente, en el sentido existencial del término-. En efecto, cuando la ficción irrumpe en el discurso testimonial es a menudo en sus zonas lacunares, las que procura reparar simbólicamente y a la vez delata (García, 2018). Los testimonios sobre abortos voluntarios no son la excepción en este sentido. Lo veremos a continuación, al considerar las distintas modalidades discursivas y genéricas con los que dialoga el testimonio en el corpus sobre abortos voluntarios acompañados.

 

 

 

Narrativa testimonial sobre abortos voluntarios acompañados por socorristas

 

 

 

Como señalamos más arriba, la serie testimonial que nos interesa analizar está compuesta por tres volúmenes de relatos sobre experiencias de aborto voluntario publicados por iniciativa de colectivas feministas que, en el contexto de la criminalización, impulsaron estrategias de acompañamiento a mujeres y personas gestantes que decidieran interrumpir su embarazo:

 

 

Estos volúmenes tienen una serie de rasgos en común. En primer lugar, se trata de textos concebidos al calor del crecimiento y la irrupción pública del movimiento feminista local, que comienzan en torno a 2015, con la emergencia de las resistencias colectivas ante los femicidios y la violencia de género, sintetizadas en el lema Ni una menos, y se prolongan en las luchas por el aborto legal que culminarán con el triunfo parlamentario en 2020. En este sentido, son textos que responden a la criminalización y, a la vez, participan de un contexto de creciente despenalización social del aborto7.

En cuanto a las características textuales, se trata en todos los casos de volúmenes que recogen testimonios múltiples de aborto voluntario y, en ese sentido, recuperan diversas experiencias en torno a esta práctica. La IVE se configura, así, como una vivencia que transitan mujeres y personas gestantes en condiciones disímiles, desde el punto de vista socioeconómico, etario, cultural, ideológico, religioso, sexoafectivo y familiar (cfr. Burton, 2020:145). A propósito de Código Rosa, Corneli Colombatto y Satta señalan: el plural encuentra lo común de la experiencia en la diversidad de las vidas y circunstancias que atraviesan las mujeres (2022:346) al practicar abortos voluntarios. La afirmación resulta válida asimismo para los otros dos textos de nuestra serie, pues en ella la variedad de trayectorias sociales y biográficas en las que se inscribe la práctica del aborto se conjuga con elementos comunes de las historias personales narradas en los testimonios, ligados al género y a la experiencia social asociada a él en dentro de un orden social patriarcal.

Ello resulta particularmente notorio en cuanto a la secuencia narrativa contenida en los relatos, que en los tres volúmenes se configura, casi invariablemente, a partir de una serie de episodios que formula sintéticamente Lucila Szwarc: 1) noticia del embarazo; 2) toma de la decisión de abortar; 3) búsqueda de información y establecimiento de vínculos; 4) obtención de la medicación; 5) toma de la medicación; y 6) expulsión y verificación del aborto (2018:91) (cfr. también Chaneton y Vacarezza, 2011). Puesto que se trata aquí de experiencias de aborto acompañadas por feministas, a partir del tercer momento de la secuencia, las historias de aborto narradas en estos volúmenes están atravesadas por la irrupción de la figura de la socorrista. Su intervención se orienta inicialmente a transmitir calma y seguridad acerca de la decisión tomada y del proceso a realizar (Burton, 2020:125), en clave de pedagogía política sobre el aborto voluntario, y deriva muchas veces en la construcción de un vínculo de confianza y afecto con la persona que ha buscado ayuda, que puede trascender incluso el momento de concreción final y verificación de la interrupción del embarazo.

Otra similitud entre estos textos es la apelación a distintas formas de la anonimia y la seudonimia, como estrategias de resguardo de la identidad de las personas que abortaron en la clandestinidad. Los nombres de pila aparecen recurrentemente como señales elípticas de identificación de las protagonistas de estas experiencias, ambiguas entre lo factual y lo ficcional, pues no es posible determinar si se trata de nombres reales8; entre la pertenencia a un colectivo configurado en torno a una identidad de género y la singularidad que detenta cada una dentro de dicho colectivo9, y entre el compromiso enunciativo con un testimonio (Dulong, 1998) y la difuminación de las marcas de la identidad real, que permite eludir la penalización.

Como señalaba Jameson, el testimonio del subalterno construye una modalidad particular de anonimato, que implica no la pérdida de un nombre, sino, paradojalmente, la multiplicación de los nombres propios (2002:141). En este sentido, los nombres de pila de las testimoniantes se inscriben en una cadena de denominaciones en la que figuran, además, los nombres de autoras (Foucault, 1969) de las escritoras encargadas de editar, organizar y elaborar literariamente el material testimonial. Estos nombres no solo constituyen marcas de legitimación cultural, asociadas a ciertas biografías intelectuales y literarias (que se incorporan al paratexto de los volúmenes). Además, ofrecen la garantía última de la responsabilidad enunciativa que se asume sobre los testimonios, como relatos de experiencias reales, pese a las omisiones y los artificios a los que se apela para preservar las identidades de quienes abortaron10.

Más aun, existe otra modalidad del nombre como marca de autoría que se introduce en estos relatos, esto es, el de las colectivas feministas de las que surgen las experiencias de abortos acompañados, y que impulsan la publicación en cada caso: La Revuelta en Código Rosa y Hoy elijo contarlo, y Socorristas en Red en Estamos Cerca. La inscripción de estos nombres en el paratexto editorial y/o autorial de los libros es relevante como seña de autoría colectiva que pone en tensión la individualidad como carácter propio de la figura autorial (Chartier, 1999).

Ahora bien, como sugerimos más arriba, se trata de textos que, aun cuando responden a una misma apuesta programática por promover el testimonio del aborto voluntario, lo hacen apelando a métodos y exploraciones narrativas diferentes en cada caso. En ese sentido, nos detendremos a continuación en el análisis de cada uno de los volúmenes. Como veremos, la experiencia social del aborto voluntario se aborda en ellos a partir de estrategias que abarcan desde la representación pretendidamente fiel del material testimonial “crudo” hasta los entrecruzamientos con la poesía y con el discurso ficcional.

 

 

 

Código Rosa. Relatos sobre abortos (2015)

 

 

Código Rosa surge de una iniciativa de integrantes de la colectiva feminista La Revuelta, quienes entre 2012 y 2013 realizaron entrevistas a mujeres a las que habían acompañado en experiencias de aborto voluntario y, a fines de aquel año, le propusieron a Dahiana Belfiori -escritora y ella misma activista socorrista- elaborar relatos ficcionados teniendo como base dichas entrevistas, tal como lo señala la autora en la introducción del libro (2015:15). En ese mismo prefacio, Belfiori introduce una serie de dilemas que se le presentaron al asumir la tarea de la escritura:

 

¿Qué hacer con mis propias dudas en relación al “uso” de esas voces? ¿Era “literatura” lo que pretendía escribir? ¿Por qué no simplemente imaginar estas historias en lugar de partir de la realidad, no pocas veces cruda, que me ofrecían las entrevistas? ¿Y si se publicaban las entrevistas directamente?. (2015:15)

 

Los interrogantes no son ajenos a los que la crítica literaria se ha planteado en torno al género testimonial: la preocupación por la reproducción de relaciones de poder en la reapropiación de las voces de las protagonistas, la pertinencia del concepto de literatura para caracterizar estas escrituras, la ventajas y desventajas de la “ficción pura” y del “testimonio puro” en la representación de ciertas experiencias sociales11. Frente a estos dilemas, la forma que adopta el libro no constituye una respuesta unívoca. Más bien, se trata de un texto polifónico, heterogéneo, fragmentario y abierto, que adopta estrategias diversas para reelaborar narrativamente el material crudo de los testimonios surgidos de las entrevistas. En el libro se conjugan, así, testimonio y ficción, pero también discurso escrito e imagen, pues los relatos se acompañan de ilustraciones a lo largo de todo el volumen, y biografía y autobiografía, ya que las historias de las mujeres que abortaron acompañadas por La Revuelta se complementan con la propia historia de Belfiori, quien en distintos pasajes intercalados en el libro narra su experiencia de aborto años atrás.

El carácter polifónico y heterogéneo de Código Rosa es uno de los rasgos que más ha llamado la atención de la crítica (Grasselli, 2019; Aczel, 2020; Colombatti y Satta, 2022). Se trata de un rasgo que, hasta cierto punto, puede atribuirse a todo discurso testimonial: el testimonio posee una marcada cualidad polifónica, expresa performativamente la experiencia singular (subjetiva) pero también su raíz colectiva, afirma Bacci (2015:528; cfr. también Jelin, 2012:119). Código Rosa potencia esta característica a partir de una exploración narrativa que reconfigura la materia prima del testimonio recurriendo a diversas técnicas literarias. Así, a través de los diecisiete relatos que componen el libro, el yo “original” del testimonio, asociado al haber estado allí, resulta desplazado y multiplicado en distintas instancias enunciativas. Los relatos alternan entre la narración heterodiegética centrada en la experiencia de las mujeres que abortaron, la narración homodiegética a cargo de estas mujeres y la narración asimismo homodiegética a cargo de la autora, que tematiza la elaboración del relato. La heterogeneidad discursiva resultante de esta alternancia se señala con una variación tipográfica entre redondas y cursivas, pero no hay relación lineal entre las voces encargadas de la narración y las modalidades tipográficas (Corneli Colombatto y Satta, 2022). El texto resulta, así, como ya sugerimos, abierto, polisémico y fragmentario.

La polifonía y la heterogeneidad discursiva de Código Rosa no son arbitrarias, sino que responden a la diversidad de las experiencias de aborto que se pretende recuperar. A la vez, la condición abierta del libro, esquiva al sentido unívoco, puede asociarse a la dimensión de lo no dicho que emerge como contraparte de lo enunciado en el testimonio cuando se trata de experiencias clandestinas, consideradas jurídicamente ilegales y silenciadas por los regímenes patriarcales de la discursividad social (Grasselli, 2019:153). El aprovechamiento de los blancos de página como espacios significativos de la materialidad del libro, en contraste y tensión productiva con el discurso escrito, puede entenderse, asimismo, como irrupción de esos silencios. Se trata, además, de una inscripción del discurso poético en el discurso narrativo, que se encuentra en consonancia con la poeticidad de una lengua fragmentaria, metafórica y elíptica que se forja a lo largo de todo el libro.

Del mismo modo, la incorporación de inflexiones ficcionales en el discurso testimonial hace al carácter heterogéneo de Código Rosa. Este aspecto no ha sido considerado en profundidad en las lecturas críticas del libro12, por lo que nos interesará examinarlo en detalle. Señalemos, en primer lugar, que la figura de Rosa, que se introduce en el título y protagoniza varios de los relatos, surge a partir de la recreación ficcional de una experiencia efectivamente desarrollada por las socorristas: la línea telefónica Socorro Rosa, inau­gurada en 2010 para atender consultas de mujeres que quisieran interrumpir sus embarazos (Burton, 2020:120). Como lo señala Belfiori en la introducción, Rosa es una de las integrantes de la Colectiva Feminista La Revuelta, cualquiera de ellas, en tanto es ella y todas las Rosas que a lo largo y ancho del país atienden sus Teléfonos Rosas (2015:13). Así, su figura se encuentra en el intersticio entre lo ficcional y lo factual: es a la vez todas las socorristas y ninguna de ellas en especial, un personaje que no alude referencialmente a ninguna persona pero que, en términos simbólicos, condensa la experiencia de muchas. De ese modo, la experiencia se presenta como colectiva, y no meramente individual. Rosa es la encarnación de la empatía (Recuerda el miedo que sintió durante la noche que Anabela tomó las pastillas), la hospitalidad (Rosa pone la pava sobre la hornalla para esperarla), la capacidad de escucha (Rosa charla con Camila, la escucha) y la habilitación de condiciones para que otras hablen sobre aborto voluntario (Rosa enciende el grabador y estimula a Mariela a que cuente lo que quiera). Se trata de rasgos que caracterizan las modalidades de acción colectiva del feminismo socorrista en torno al aborto (Burton, 2020), realzados a través de un procedimiento literario de singularización, que condensa bajo la figura particular de un personaje una experiencia irreductiblemente colectiva y social13.

Más allá de la figura de Rosa, la ficción emerge en otras zonas del libro de Belfiori. Algunos recursos de ficcionalización resultan especialmente significativos en cuanto a la configuración de la experiencia del aborto transitada en la clandestinidad. En este sentido, la narración se atribuye por momentos la potestad de penetrar en la interioridad de las protagonistas, para recrear, a través del monólogo interior, el proceso subjetivo complejo que conlleva abortar en el marco de la criminalización (Chaneton y Vacarezza, 2021). Emergen, así, los sentimientos de culpa que pueden presentarse ante la contingencia de la concepción indeseada (¿Cómo me va a pasar dos veces? Soy una boluda, eso soy); las justificaciones racionales de la necesidad de abortar, muchas veces basadas en las condiciones materiales con las que se cuenta para sostener una crianza (Tengo tres hijos. Tengo veintiséis años. Nada para darles. ¿Qué les doy? ¿Una casilla de chapa y sin baño?); la insistencia de la decisión más allá de sus justificaciones (Ahora no quiero ser madre. No otra vez. [...] No quería ese embarazo. No lo quería, no lo quiero. No ahora. No.); las inquietudes y hasta la desesperación que surgen frente a la maternidad forzada por la criminalización, y, finalmente, la calma que adviene frente a la posibilidad de abortar, aun clandestinamente (¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué te obligan? ¡¿Por qué?! [...] ¿Qué es lo peor que me puede llegar a pasar? Morirme. Bueno eso no va a pasar. Voy a usar pastillas. Tengo la solución). Como acota la narradora en el relato Por el inodoro, se trata de una sucesión de sensaciones: Desesperación, alivio, confusión, pánico, alivio otra vez, que involucran Decidir en el medio del caos. Y actuar (Belfiori, 2015:39).

Por otro lado, llama la atención la recreación ficcionalizada de diálogos que dan cuenta del carácter social de la experiencia del aborto voluntario, así como de las dificultades y las solidaridades con las que se encuentran quienes deciden afrontarla en la ilegalidad. Los testigos observadores de los que hablábamos más arriba cobran relevancia aquí: varones copartícipes de la concepción, amigos y amigas, profesionales de la salud que rodean de manera más o menos empática a las mujeres que atraviesan el proceso, así como activistas feministas dedicadas a fortalecer las solidaridades y salvar los obstáculos que impone la penalización. Citamos a continuación algunos ejemplos, tomados de los relatos Acompañadas y ¿A favor de qué vida estás?:

-A vos no se te mueve un pelo. Estás tan tranquilo, claro, si [...] vos no te quedás embarazado. [...]

-Sos injusta Mechi. Dale, hagamos el test. Vení, abrazame. (Belfiori, 2015:29).

 

-Yo no sé si vos estás a favor o en contra, si estás a favor buenísimo, si no hasta acá llega nuestra relación [...]

-Bueno sí, yo te voy a acompañar pero no me escribas en estos…

-¡No! ¿Qué te dije? O me acompañás o no me acompañás (Belfiori, 2015:84).

 

-Vos sabés lo que yo pienso, si te quedaste embarazada, ahora hacéte cargo.

-A ver, vos sos mi amiga o qué [...] Te estoy pidiendo ayuda [...] Y no, no lo voy a tener porque la sociedad me esté obligando a tenerlo. ¡Voy a hacer lo que quiera! (Belfiori, 2015:83).

 

-Ese es tu bebé, va a ser bailarín, ¡mirá como se mueve! -le dice el ecografista [...]

-No por favor, no te quiero escuchar más. ¡Calláte! (Belfiori, 2015:31).

 

-Es lindo, ¿no?

-No, no es lindo. O sea, es lindo pero no es lindo, porque yo no lo quiero tener.

-Ah, entiendo. Bueno, no te hagas problema. Yo te voy a acompañar. Te recomiendo que vayas a ver a las chicas de Socorro Rosa... (Belfiori, 2015:30).

 

Así, los diálogos recrean los encuentros y desen­cuentros intersubjetivos que se producen al llevar adelante un aborto voluntario en la clandestinidad. Se trata escenas de la vida microsocial, transpuestas de la oralidad a la escritura, en las que se revelan estereotipos y desigualdades estructurales de género que median en las tomas de posición personales ante esta práctica.

Si, tanto aquí como en las escenas de monólogo interior consideradas más arriba, la ficcionalización parece surgir como recurso que permite realzar ciertas zonas del material testimonial, volviendo más vívida la experiencia reconstruida en los relatos14, en otros casos la ficción emerge más bien en los intersticios de lo no dicho en el testimonio, de manera tal que la ficción dice lo que de otro modo no se puede decir, como sugiere Altalef (2020). El relato Salir adelante, protagonizado por una mujer migrante llamada Camila, es particularmente significativo en esta línea. La narradora interviene aquí abiertamente para señalar la perplejidad que suscitan ante ella los silencios de la protagonista, constitutivos de su forma de hablar: silencio, ante cada pregunta y luego palabras, limitadas casi a un sí o a un no, pero aun así Camila habla (Belfiori, 2015:48-49). En ese contexto, el monólogo que aparece a continuación, atribuido a la misma Camila, se presenta explícitamente como una reconstrucción de la narradora-autora: es un artilugio que me permito para comprender el silencio, pero sobre todo para comprender la decisión de romperlo (Belfiori, 2015:52). Aquí, la ficcionalización no parece residir tanto en el contenido -es decir, en los episodios de la historia personal de aborto de la protagonista- sino en la forma: en el hecho de que Camila, por lo que la propia narradora cuenta, nunca dio testimonio en el modo narrativo compacto e ininterrumpido que se le adjudica en el texto. La reconstrucción ficcional aparece como una herramienta para la comprensión del testimonio del otro, no solo por parte de quien lo reescribe sino de quienes en su momento serán sus lectores y lectoras. Sin embargo, cierta perplejidad persiste, como lo indica la narradora en el cierre del relato: No sé qué decir. Urge aprender a escuchar (Belfiori, 2015:52).

Para terminar nuestro análisis de Código Rosa, quisiéramos subrayar que, pese al carácter deliberadamente fragmentario y heterogéneo del libro, la voz de la narradora/autora, intercalada a través de los relatos, introduce un itinerario posible para recorrerlos. Sus intervenciones narrativas toman la forma de una crónica de viaje a Neuquén, que se realiza con el fin de registrar impresiones para la escritura de este libro (Belfiori, 2015:19, cursivas en el original), mediante la observación de la cotidianeidad del activismo socorrista, y que termina reavivando en ella la memoria de su propio proceso de aborto, dos décadas atrás. Las distancias geográficas, sociales e históricas que la narradora reconoce en relación con algunas de las experiencias de aborto abordadas en el volumen15 resultan acortadas por el hecho de que, en definitiva, también para ella Código Rosa constituye una oportunidad para testimoniar sobre aborto16. La conclusión que propone para la serie de relatos cuenta, así, no solo para las historias que recoge, sino para su propia trayectoria biográfica:

 

Lo que dicen una y otra vez las mujeres protagonistas de estos relatos es que si un cuerpo tiene la potencialidad de parir, tiene también la libertad de decidir no hacerlo frente a un embarazo no buscado [...] Aun en contextos hostiles, creo que este conjunto de historias dan cuenta de ese ejercicio de libertad. (Belfiori, 2015:135, cursivas en el original).

 

 

 

Hoy elijo contarlo: abortos feministas,

abortos acompañados (2019)

 

 

Hoy elijo contarlo surge de relatos de experiencias de aborto que tuvieron lugar en el marco de encuentros organizados por La Revuelta en 2018. En esta oportunidad, la convocatoria de la colectiva feminista se dirigió no solo a mujeres y personas gestantes a las que habían acompañado como socorristas sino, más ampliamente, a cualquiera que hubiese atravesado un aborto voluntario y quisiera dar testimonio sobre su experiencia. En 2019, Las Revueltas convocaron a dos poetas residentes en Neuquén, Mary Coller y Edith Galarza, para que reescribieran el material testimonial surgido de aquellos encuentros. El libro se publicó a fines de ese año, tanto en formato impreso como digital.

Con la intervención de Coller y Galarza, los relatos emergidos de la conversación oral se transponen a la escritura bajo la forma de una serie de cuarenta y cinco poemas narrativos, centrados en distintos momentos y aspectos de la experiencia del aborto. Así, la exploración del testimonio en clave poética, que ya aparecía insinuada en Código Rosa, se despliega aquí de manera deliberada17. Los poemas funcionan como relatos parciales de la experiencia de abortar, en dos sentidos distintos: porque ninguno de ellos recoge la secuencia narrativa completa de las historias de aborto, y porque todos ellos se asumen como indisociables de un yo que estuvo allí y que transitó una experiencia particular de aborto18. No hay en el libro, sin embargo, rastros de identidad que permitan vincular las diversas piezas de experiencia narrada en los poemas a las personas que las han vivido. Los múltiples yoes anónimos de la serie de poemas se con-funden, así, en un coro de voces que, en última instancia, remite al colectivo de mujeres que han abortado alguna vez en la clandestinidad, y que contaron o podrían haber contado con el acompañamiento de una socorrista. El poema 14 inscribe ese plural en el cuerpo del texto: Cuántas llegamos a sus puertas,/ [...] tapadas de impaciencia / del tiempo que nos quema. / Cuántas19. Por su parte, Verónica Gago enfatiza, en el prólogo que escribe para el libro, que el colectivo configurado en los poemas es un nosotras que adquiere, como tal, una significación política: En estos poemas andamos conversando todas las que alguna vez abortamos [...] Abortar es confrontar de lleno contra un orden político.

Hoy elijo contarlo construye, así, su propia polifonía, con las voces poetizadas surgidas de los testimonios recogidos por las socorristas. En este sentido, la lengua que se teje en los poemas no deja de exponer su anclaje en la oralidad, pero no pretende remitir a ella de manera directa. Más bien, potencia ciertos rasgos poéticos presentes en la lengua coloquial para dotar de intensidad a las experiencias subjetivas vertidas en los textos. En esta línea, un momento crucial recurrente en los poemas es el de la noticia del embarazo no deseado, que como lo señalan Chaneton y Vacarezza suele aparecer como una catástrofe en los relatos de las protagonistas (2011:37). En estos momentos, los poemas refuerzan la carga metafórica de las expresiones elegidas para la narración, que parten de locuciones cristalizadas figurativas -me quedé helada / yo no puedo quedar embarazada (19), fue / un balde de agua fría / la noticia (31)- y se despliegan en formulaciones singulares, resultantes de una evidente intervención de las poetas sobre los testimonios orales:

 

Un embarazo puede desesperarte

no traer un pan bajo el brazo,

y sí, un intento de fuga,

pueden caer vidrios de los techos

y no bastar con que corras,

un puñado de arena que te estalla en la cara. (14)

 

No puedo creer estar embarazada,

[debe haber un error

siento el chasquido de una rama seca,

desciende un calor sobre mis pechos

y no hay paz que aparezca en mi cuerpo [...] Yo no voy a levantar una casa materna, que esté hueca por dentro. (24)

 

También las repeticiones resultan productivas en la representación de los modos de sentir que suscita un embarazo no planeado, especialmente cuando su interrupción voluntaria se encuentra penalizada. Las repeticiones se despliegan a lo largo de distintos poemas, y dejan ver los sentimientos de angustia y hasta desesperación que puede surgir ante la noticia, y también después, porque el tiempo corre en contra (Chaneton y Vacarezza, 2011:104), porque el sistema de salud no garantiza el acceso al aborto y el entorno social puede reproducir miradas estigmatizantes en torno a él:

 

Me ataron en el quirófano

por si fuera una bestia.

Me dijo

¿qué hiciste, qué te metiste adentro? [...]

¿Qué hiciste? (6)

 

yo no quiero tener un hijo le digo

me puse mal y empecé a llorar

a llorar

a llorar

a llorar

no podía parar de llorar [...] lloraba y lloraba

y no podía parar de llorar (7)

 

salí de la clínica [...]

había dejado el auto a dos cuadras

dos cuadras llorando llorando llorando [...]

iba con [...] la cara así

llorando llorando y llorando

[...] no lo podía creer

[...] no lo podía creer (13)

 

Qué dirán mis amigas (...) Qué dirán. (20)

 

Frente a estos sentimientos de preocupación, miedo y angustia, la secuencia narrativa dispersa a lo largo de los poemas da cuenta, a la vez, de otro tipo de sensaciones, ligadas a la calma y alivio, que también tienen lugar en las experiencias de aborto. Estas irrumpen, primero, ante la firmeza de la decisión tomada (Chaneton y Vacarezza, 2011:79); después, en el encuentro con otros solidarios que facilitan su consecución, aun en la clandestinidad -especialmente, las socorristas-, y, por último, con la concreción del aborto voluntario. Otras metáforas y repeticiones de los poemas son significativas en este punto:

 

ese día me sirvió para eso

para agarrar la hoja en blanco

y empezar a reconstruir

lo que pensé

lo que estaba tirando por la borda

por un momento. (3)

 

El relato y la calma

van subiendo despacio,

por pensar con la brisa

que repara mi boca [...]

Hondo suena y tan claro

que no quiero ser madre. (20)

 

conseguí el número de las chicas de

[la revuelta [...]

quedate tranquila que te vamos a ayudar / y yo le dije ¡ay dios, sí! / (...) después del aborto vuelvo a vivir. (21).

 

dejáme abortar tranquila / dejáme abortar a mí, carajo. / (...) Ay, alivio, alivio, alivio / Pude volver a mí, / como un talismán brillante / que se perdió en mi pecho. (34).

 

Queremos detenernos en particular en la idea del volver a vivir después del aborto, contenida en el poema 21, porque recupera, a partir de una metáfora cristalizada en la lengua coloquial, todo lo que está en juego en la interrupción voluntaria de un embarazo cuando este no es deseado. Aquí cobra dimensión lo que señalábamos más arriba sobre la cuestión de vida o muerte que representa el aborto en estas situaciones. La mujer que vuelve a vivir luego de haber interrumpido su gestación tiene como contrapunto, en ese sentido, a aquella otra que, pese a no desear su embarazo, ha continuado con él hasta el parto y, de esa forma, ha atravesado, en alguna parte de sí y en alguna medida, una cierta forma de muerte, metafórica y no literal -existencial o subjetiva, pero no física-. Dos poemas de Hoy elijo contarlo son cruciales en esta línea: el 25 y el 28, que recuperan las voces de mujeres jóvenes cuyas experiencias de aborto adquieren significación en contraste con las vivencias de maternidad no deseada de sus propias madres:

 

tuve una charla con ella

y me contó

que nos ama a todos

pero que muchos de nosotros

no fuimos deseados

somos nueve [...]

más allá de que no le conté

y decidí no contarle

mi vieja me estaba apoyando

me dolió mucho saber

que ella postergó toda su vida

por nosotros. (25)

 

Mi mamá tuvo ocho hijos

sin pensar en sí misma

[...] ¿Qué habrá sentido cada vez?

Para que ahora me diga

No dudes,

No tengas hijos si no querés [...]

Mi mamá no abortó y anduvo llorando su vida,

sin poder consolarse. (28)

 

Si bien las voces de quienes prosiguieron sus embarazos no deseados sigue siendo una laguna en el testimonio, pues no se las oye directamente, sino a partir de la voz de otras mujeres -a su vez, mediada por una reelaboración poética-, es significativo que sean las propias hijas las que den cuenta de esa experiencia, reconsiderada a la luz de su decisión de abortar. Se trata de una ruptura intergeneracional del mandato de la maternidad forzada, que interroga la existencia de quienes hablan en los poemas, pero no tanto en un sentido físico como -de nuevo- subjetivo, pues está en juego si una mujer postergará toda su vida por una maternidad no deseada.

Las voces de estas otras mujeres son parte de la polifonía que se construye en Hoy elijo contarlo, compuesta de diversos modos de pensar, sentir y decir en relación con el aborto. En esta dirección, quisiéramos observar, para cerrar este apartado, que la configuración polifónica del poemario incorpora los ecos de la discusión social en torno a la legalización, avivada durante el proceso de composición del libro por el primer debate parlamentario que se desarrolló en 2018, y que culminó con el rechazo del proyecto de ley en el Senado. Los otros que cobran relevancia aquí son los sectores que se oponen a la legalización como demanda del movimiento feminista: Trepada al alambrado con el pañuelo verde. / Sacale eso a la nena, / un año y medio tiene / y ya es como vos, como esas locas / que andan gritando por la calle, se lee en el poema 12, mientras que en el 38 la voz poética cuenta: El día que los senadores estaban votando / esa ley que no eligieron, / yo estaba abortando. Se reafirma, así, la dimensión política del acto de abortar, como confrontación con el orden patriarcal que se consagra en el rechazo de la ley, pero también del hecho de hablar sobre esta experiencia, en tanto el testimonio apuntala las disputas por la despenalización social, más urgentes e intensas luego de la apertura del debate legislativo. Este aspecto volverá a cobrar fuerza en Estamos cerca, publicado en el mismo año 2020 que culminaría con el triunfo parlamentario.

 

 

Estamos cerca:

relatos de aborto en cuarentena (2020)

 

 

Estamos cerca es, tal como se describe en el prólogo, una recopilación de relatos de personas que abortaron acompañadas por activistas socorristas durante los primeros 100 días de aislamiento dispuesto por el Gobierno argentino frente al avance de la pandemia de COVID-19 (Zurbriggen, 2020:6). El libro surge de una campaña lanzada en redes sociales por Socorristas en Red en julio de 2020, bajo la consigna Abortaste en cuarentena, contanos tu experiencia (p. 8). La propuesta partía de un reconocimiento de las dificultades y los desafíos que el confinamiento como política sanitaria de contención de la pandemia había planteado para el activismo feminista en general, y para los dispositivos socorristas en particular, en los que el encuentro y la conversación grupal presenciales cumplen un papel fundamental (Burton, 2020:122; Zurbriggen, 2020:7). Según se señala en el prólogo, los testimonios fueron recogidos por distintos medios virtuales, tanto orales como escritos: correo electrónico, redes sociales y hasta audios de WhatsApp. El material testimonial resultante de esta campaña, editado por Ruth Zurbriggen, se publicó primero por entregas semanales en los medios virtuales de Socorristas en Red, y luego fue compilado como libro digital.

De los tres volúmenes analizados aquí, Estamos cerca es el que más claramente reproduce el modelo del relato testimonial en su forma aparentemente “cruda”, apegada a la formulación original de las voces de las testimoniantes, ya orales o escritas. En este sentido, la cercanía que promovía la campaña impulsada por las socorristas, como principio de acción colectiva que buscaba contrarrestar el aislamiento físico en la cuarentena, parece inscribirse en la misma modalidad elegida para la edición del material testimonial: este privilegia la inmediatez de la comunicación cotidiana, tal como se despliega en el material enviado por quienes testimoniaron sobre sus experiencias de aborto, y ya no el distanciamiento introducido por la recreación literaria.

La cercanía, como escena de enunciación construida a lo largo de los relatos que componen el volumen -52 en total-, aparece, en primer lugar, en los múltiples rasgos coloquiales dispersos a través del discurso testimonial: ¡Buenas! Decidí contar mi historia de aborto en cuarentena (p. 17); Bueno, ahí está, esa fue mi experiencia, y nada, espero que les vaya bien (p. 66); ¡Hola! Mi nombre es Azul, tengo diecisiete años y realicé un aborto en cuarentena (p. 96). Se trata de un coloquialismo representado, en el que la fidelidad al testimonio original surge, al menos en parte, como efecto de la edición de los testimonios, como queda expuesto en las técnicas de representación de la oralidad a las que se apela para la transcripción de relatos contenidos en registros de audio: A las seis de la tarde me tomé las pastillas. Y bueno, emm... al ratito empecé con dolores, dolores, dolores...” (p. 20); Porque yo sentía que mis... que... que... sí... no en cuarentena, sí... aun sin cuarentena, era para mí, redifícil poder lograrlo (p. 31). La intervención editorial detectable en estos momentos del texto resulta más patente aun en el paratexto, especialmente en los títulos de los relatos, que, en muchos casos, se construyen a partir de citas, marcadas entre comillas, de fragmentos de los textos testimoniales: No lo sentía mío, Empecé a rezar, Las sentí cerca, No soy la misma, Retomé mi vida, etc.

La proximidad enunciativa desplegada en Estamos cerca se presenta en relación con una doble destinación de los relatos que se elabora a través del volumen, que incluye a las socorristas -agentes del proceso de acompañamiento y receptoras primeras del material testimonial-, pero también a un colectivo amplio de mujeres y personas gestantes que eventualmente serán lectoras del volumen, y frente a las cuales las experiencias de aborto narradas podrán resultar significativas. Las dos destinaciones se inscriben en los relatos bajo la forma directa -inmediata, cercana- de la segunda persona, vos o ustedes, con particular fuerza en los encabezamientos y los cierres, como en una modulación singular -contemporánea y virtual- del género epistolar. Hacia las socorristas, priman las expresiones de gratitud por el acompañamiento recibido: Con respecto a ustedes, bueno, a vos en todo caso, en el proceso me hiciste sentir súper acompañada. [...] De verdad, estoy infinitamente agradecida (pp. 28-29). Hacia el común de las mujeres, predomina la vocación pedagógica y política de transmitir experiencias de autonomía subjetiva construidas colectivamente, con apoyo de las activistas feministas: Voy a contar mi experiencia para poder ayudarte, así como a mí me ayudaron (p. 12), No tengan miedo de tomar su propia decisión sobre sus vidas (p. 26), no dudes en recurrir a ellas o alguien [...], no tengas un embarazo no deseado (p. 31). En los segmentos conclusivos de los relatos, la pedagogía política del aborto voluntario deviene demanda de legalización, en consonancia con el debate social que se ha expandido en el contexto de producción del libro, y que culminará, a posteriori de la publicación, con la sanción de la ley: Sé que van a seguir luchando y voy a estar también para luchar, para que el aborto sea legal, seguro y gratuito (p. 15), ¡Será ley y no estamos solas! (p. 19), Lo dije mil veces, pero hoy lo siento más que nunca. La maternidad será deseada o NO será (p. 82).

Si la doble destinación de los relatos de Estamos cerca se define en relación con dos roles diferentes en estos procesos de aborto voluntario: la que acompaña y la que es acompañada, no se trata, sin embargo, de papeles estancos, sino dinámicos e intercambiables. Así, la que recibió acompañamiento de las activistas feministas puede decidirse eventualmente a devenir ella misma parte de la red socorrista: si alguna compañera necesita de mi ayuda para abortar, yo voy a estar ahí incondicionalmente, así como ellas lo estuvieron para mí, dice Yakelin en Yo decido cuándo ser madre (pp. 103-104). La transformación subjetiva que tiene lugar a partir de la experiencia de aborto acompañado, y de su puesta en palabras en el testimonio (Burton, 2020:148), puede involucrar, asimismo, un cambio de posición en relación con la demanda feminista de la legalización: nunca estuve a favor del aborto, ¡y ahora que me pasó entendí por qué luchan las mujeres! (Zurbriggen, 2020:25). A la inversa, las mismas socorristas no dejan de necesitar ayuda cuando se encuentran frente a un embarazo no deseado, como ocurre en el relato Comí muchas aceitunas, firmado por Juana: Una compañera enorme y gran maestra del feminismo socorrista me dijo “yo te acompaño”, y mi alma descansó (p. 59).

En Estamos cerca, el apego al material testimonial “crudo” parece producir un efecto de autenticidad de los relatos en relación con las experiencias narradas. Esto no implica, sin embargo, que queden excluidos los silencios y las vacilaciones que emergen en el testimonio cuando se trata de hablar de aborto voluntario. Las dificultades de poner en palabras la experiencia se vinculan a la estigmatización social de la práctica. Así, por un lado, los silencios aparecen en el nivel de las historias narradas, como algo a vencer para afirmarse en la decisión de abortar y llevarla adelante: demoro días en tomar la decisión. No sé cómo iniciar la charla, qué decir (p. 72). Por otro lado, el nivel de los relatos, las dificultades de hablar surgen en relación con el momento mismo del aborto, para cuya narración no parecen encontrarse los términos adecuados: estaba muy nerviosa y fue bastante rápida mi experiencia. No sé cómo podría decirlo (p. 49); Fue muy doloroso, eso no lo voy a negar. Tenía una mezcla de sentimientos inexplicables, dolor, angustia, dolor físico, hasta dolor mental (una forma de decir) (p. 22). La invitación de las socorristas a testimoniar sobre la experiencia puede constituir, en este contexto, una oportunidad para quebrar el silencio y para cuestionar los prejuicios persistentes en torno a la práctica de abortar: quizá este mensaje lo necesitaba para descargarme un poco, ya que me cuesta hablarlo en voz alta, tal vez por el miedo a lo que la gente diga o quizá todavía no me sienta lista (p. 28).

Para terminar este apartado, queremos observar que la invitación de las socorristas a compartir historias sobre abortos por medios virtuales no dejó de conllevar márgenes de autonomía para las autoras de estos testimonios, desde el punto de vista de la forma que adoptaron los relatos en cada caso. En este sentido, si bien como dijimos tiende a predominar un estilo narrativo simple, ligado a la comunicación cotidiana, en algunos relatos las testimoniantes se permiten incursionar en exploraciones formales singulares. Nos detendremos en el último texto del volumen, Contame otro cuento, firmado por Gila, que desde su mismo título introduce un diálogo productivo entre el discurso testimonial y la ficción. El cuento del título adquiere múltiples sentidos a lo largo del texto. Es, en primer lugar, el relato testimonial de una mujer que abortó, y pudo haber no contado el cuento pero sobrevivió, en buena medida gracias a la intervención de las socorristas: Puedo contar este cuento porque me pasó en el 2020 [...], con una lucha a cuestas, con años de socorrismo que te anteceden (p. 110). Es, también, la construcción ideológica dominante en torno al aborto, sesgada por la sacralización de la maternidad -Un hijo, un bebé es siempre una bendición. “¿Siempre? Contame otro cuento” (p. 105)-, y que es necesario contrarrestar con relatos disidentes -Estamos hechos de historias para contar [...] Construyamos otros relatos… (p. 113)-. Es, a la vez, el relato sobre aborto voluntario que cuenta como testimonio en el marco de la criminalización, pero cuya enunciación se realiza, en parte, para cuestionarla, de modo tal que las historias de aborto clandestino aparezcan en un futuro como una memoria lejana, casi ficcional -Anhelo que alguna vez, no tan lejana, contar historias de cómo accediste a misoprostol se convierta en cuento (p. 111)-. Finalmente, el “cuento” al que alude el título cobra sentido en la forma misma del relato, que apela a recursos de la ficción -en particular, la narración simultánea centrada en la interioridad de la protagonista- para dar cuenta de la experiencia de aborto de quien testimonia. En este sentido, el relato parece aplicar el principio de que frente a un acontecimiento no existe un único destino (p. 112), que la narradora introduce evocando la serie literaria Elige tu propia aventura, no solo a su historia de vida, sino además a las opciones que asume para dar forma a su relato testimonial.

 

 

 

Consideraciones finales

 

 

 

Los tres volúmenes testimoniales que hemos considerado despliegan la estrategia feminista del Yo aborté en el plano de la producción narrativa, atenta tanto a la potencialidad política del testimonio sobre el aborto voluntario, como a su dimensión estética. Se trata de textos que tematizan el aborto como experiencia social, y que aportan a la construcción de condiciones de escucha en torno a las voces de mujeres y personas gestantes que son las protagonistas ineludibles de estas experiencias. El hecho de que los testimonios involucren abortos acompañados por socorristas, promovidos por las propias activistas feministas que llevaron adelante dicho acompañamiento, habla de que, en condiciones de criminalización, el aborto voluntario se concibe, en perspectiva feminista, como una experiencia no solo social, sino además colectiva. El acto disruptivo (político) de abortar y la ruptura del silencio impuesto en torno a esta práctica se retroalimentan, así, recíprocamente. Más aun, el testimonio sobre el aborto voluntario apuntala las luchas por la legalización, que cobran fuerza en la Argentina en los años en que se publican estos volúmenes. En este sentido, si como señala Burton, el dispositivo del socorrismo se configuró, en parte, como respuesta a un diagnóstico de estancamiento de la estrategia legislativa (2020:114), los testimonios recolectados y publicados por impulso de las mismas socorristas no dejan de intervenir en pos de la despenalización social que, a su vez, favorecerá la consagración legal del derecho a la interrupción voluntaria del embarazo. La forma que adopta en cada uno de los volúmenes el material testimonial no es ajena a ello. Parecería, de hecho, que a medida que se vuelve más amplia e intensa la discusión social sobre el derecho al aborto, a medida que se torna más palpable la posibilidad de la legalización -a partir de la apertura del debate parlamentario en 2018-, los testimonios devienen más urgentes, más inmediatamente vinculados a su contexto de producción y circulación. De allí los contrastes que hemos observado entre Código Rosa (2015), Hoy elijo contarlo (2019) y Estamos cerca (2020), que describen un desplazamiento paulatino del distanciamiento ficcional o poético a la inmediatez del testimonio “crudo”; de la polifonía potenciada por la recreación literaria a aquella que emerge per se de las voces testimoniales; de la morosidad del proceso de edición libresca a la eficacia rápida de la circulación digital. Los textos del corpus no dejan de reavivar, así, el impulso de la literatura urgente que consagró al testimonio como género literario en América Latina en los años 60-70 (Grasselli, 2012). Este impulso no impide, sin embargo, la exploración de formas discursivas diversas, que permiten dar cuenta de las variadas situaciones en que puede transcurrir la experiencia del aborto voluntario, así como ampliar la llegada de las voces en torno a ella, y atender a las circunstancias históricas en las que tiene lugar el testimonio en cada caso. En suma, los textos dejan ver el carácter múltiple de los actos enunciativos, las modalidades narrativas y las historias personales y colectivas que emergen al abrigo de lo testimonial.

 

 

 

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Schaeffer, J. M. (2002). ¿Por qué la ficción? España: Lengua de trapo.

Szwarc, L. y Fernández Vázquez, S. (2018). “‘Lo quería hacer rápido, lo quería hacer ya’: tiempos e intervalos durante el proceso de aborto”. Sexualidad, Salud y Sociedad, N° 28, pp. 90-115.

Vacarezza, N. (2022). “Duelos reverberantes. Afectos y política en la protesta por las muertes por abortos clandestinos en América Latina”. En Bacci, C. y A. Oberti (comp.) Testimonios, géneros y afectos. América Latina desde los territorios y las memorias al presente. Argentina: Eduvim.

Zurbriggen, R. (2020). Estamos cerca: relatos de aborto en cuarentena. Argentina: Edulp.

1 La referencia primera en las historias del movimiento femi­nista es el manifiesto de las trescientas cuarenta y tres sinvergüenzas, de 1971, en el que mujeres francesas, en su mayo­ría personalidades reconocidas, afirmaban haber abortado clandestinamente (Burton, 2020:130). Esta intervención inspiró diversas acciones colectivas por el derecho al aborto en América Latina (Bellucci, 2014:350).

2 La afirmación de Burton refiere en particular a la colectiva neuquina La Revuelta, que tuvo un papel protagónico en la publicación de los tres volúmenes que consideramos aquí, incluido Estamos cerca. Este, si bien surge de una campaña nacional de Socorristas en Red (Feministas que abortamos), fue editado por una integrante de La Revuelta, Ruth Zurbriggen (vid. infra, § 2.3). Sobre la relación entre la organización neuquina y la articulación nacional configurada por Soco­rristas en Red, remitimos al mismo trabajo de Burton (2020:118-119).

3 Las definiciones lexicográficas de la palabra testigo dan cuenta de esta ambigüedad. En el Diccionario de uso del español de María Moliner, las dos primeras acepciones del término son: Persona que ha presenciado una cosa y puede dar a otras seguridad de que ha ocurrido y noticias de cómo ha ocurrido y Persona que está presente mientras ocurre cierta cosa, con o sin intención de dar fe de ella (1991:1302).

4 En el activismo feminista, una intervención importante fue la campaña Yo aborté, impulsada en 2004 por la Red Informativa de Mujeres de la Argentina, (Bellucci, 2014:356). En el ámbito académico, el citado libro de Chaneton y Vacarezza (2011), pero además otras investigaciones cualitativas sobre aborto en las que el testimonio tiene un lugar importante (Oberti y Chaneton, 2003 [1997] y Szwarc, 2018). En los medios, Bellucci (2014) registra escenas significativas desde 1970, y con particular intensidad desde el final del siglo XX, entre las que se cuentan el reportaje de Tres puntos de diciembre de 1997, con testimonios de 20 mujeres bajo el lema Yo aborté, y la irrupción de la ex esposa del entonces presidente Menem en Página/12, en 1999, con la declaración Yo tuve un aborto (Bellucci, 351-353; Laudano, 2009). En el trabajo de Pérez, Ayma, Moragas y Kejner figuran irrupciones del testimonio sobre aborto en la prensa, en el contexto de los debates parlamentarios sobre la legalización del derecho al aborto en 2018 y 2020 (2021:166). En el ámbito artístico, destacamos el documental Yo aborto, tú abortas, todxs calla­mos, de Carolina Reynoso (2013), el relato Jellyfish. Diario de un aborto de Carlos Godoy (2019) -novela de base testimonial-, así como los volúmenes de relatos testimoniales que analizamos más abajo, que buscan conjugar activismo feminista y escritura literaria (vid. infra, § 2).

5 Sería de interés indagar en las características que adopta el testimonio sobre aborto voluntario según sus modalidades y ámbitos de solicitación social (Pollak y Heinich, 2006). Este aspecto se encuentra escasamente explorado en la bibliografía disponible, quizás con la salvedad del ámbito mediático, sobre el cual señalan Chaneton y Vacarezza que el asunto del aborto emerge cada tanto en los medios masivos bajo la forma del “caso” (judicializado y luego mediatizado) (2011:19). A propósito, cfr. también Laudano (2009).

6 Burton destaca este aspecto acerca del feminismo neuquino y, en particular, de la colectiva La Revuelta. Según la autora, una de las características de la acción colectiva desplegada por esta organización consiste en la generación de alianzas con otros sectores del entramado de conflictividad neuquino (2020:103), en especial, con sindicatos docentes, periodistas y medios de comunicación, y profesionales de la salud “amigables” (2020:104-105).

7 Código Rosa se reeditó a posteriori de la legalización, en 2021. Acerca de la reedición, que no consideraremos centralmente como parte de nuestro corpus, nos limitamos a señalar que la autora registra en un prefacio añadido la irrupción de las movilizaciones feministas como dimensión significativa de las condiciones en las que circuló el libro (Belfiori, 2021).

8 Grasselli introduce esta ambigüedad entre lo factual y lo ficcional a propósito del tratamiento de las identidades de las protagonistas en Código Rosa: la tensión entre documento y ficción resulta ineludible para la autora (las identidades de las entrevistadas deben ser preservadas) (2019:152-153).

9 En este sentido, la marca de feminización asociada al nombre de pila contrasta con las resonancias masculinas del apellido, como lo sugiere Batticuore (2005) en relación con el caso de Eduarda Mansilla. Hacia el final de su vida, la escritora adoptó el seudónimo Eduarda, consagrando de esta forma su único nombre de mujer y desprendiéndose del apellido, vinculado a las figuras masculinas del esposo y el padre (Batticuore, 2005:233).

10 También funcionan en este sentido las firmas de escritoras e intelectuales que colaboran en estos volúmenes con prefacios y posfacios alógrafos. Selva Almada y Nayla Vacarezza aportan, respectivamente, un prefacio y un posfacio para Código Rosa, mientras que Verónica Gago escribe el prólogo de Hoy elijo contarlo.

11 Hemos intervenido en estas discusiones en trabajos previos (García, 2012 y 2018). Para una revisión reciente, remitimos a Pérez Hernández (2021).

12 Salvo por consideraciones de índole general en los trabajos de Grasselli (2019), Altalef (2020) y Corneli Colombatto y Satta (2022).

13 El procedimiento es similar al que hemos observado en el primer texto testimonial de Alicia Kozameh, Pasos bajo el agua (1987), que condensa bajo el personaje protagónico de Sara la experiencia de distintas mujeres detenidas clandestinamente en el Pozo de Rosario (cfr. García, 2018).

14 Tanto el monólogo interior como el empleo recurrente de diálogos son formas típicas del discurso ficcional, que la no ficción y el testimonio pueden tomar prestados para potenciar la inmersión narrativa, como lo señala Schaeffer (2002).

15 A Lucrecia no le cuesta narrar el horror, […] las palabras están ahí. […] Aun así me cuesta imaginar la realidad que encarnan desde mi cómoda vida de clase media (Belfiori, 2015:69, cursivas en el original)

16 Yo aborté a los dieciocho años […] Lo hice [...] con las seguridades que me permitía mi clase social […] Recién pude darle palabras a mi decisión unos cuantos años después.

17 Este diálogo entre testimonio y poesía no es ajeno a la historia de la literatura testimonial en América Latina, pese a que la crítica del género ha tendido a concentrarse en la prosa narrativa no ficcional, como modalidad privilegiada de lo testimonial. A propósito, remitimos al trabajo de Nofal (2002) sobre la Cantata de Santa María de Iquique como expresión pionera de la poesía testimonial latinoamericana.

18 Como señala Calveiro: El testimonio realiza un relato preciso, el de la propia experiencia, y al hacerlo fija de manera explícita sus límites. Parte invariablemente de la identificación del sujeto que enuncia (2006:77).

19 El libro digital no incluye numeración de páginas, por lo que optamos por identificar las citas a partir de los números que dan título a los poemas. Del mismo modo, aquí y en lo que sigue todos los subrayados en cursivas de las citas son nuestros, salvo indicación contraria.