Una memoria impura

Dilemas y potencias del testimonio de las hijas e hijos de represores

en la posdictadura argentina

 

An Impure Memory

Dilemmas and Potentialities of Perpetrators’ Descendants Testimony

in Argentine Post-dictatorship

 

Mariela Peller | ORCID: orcid.org/0000-0001-5393-0306

marielapeller@gmail.com

CONICET

 

Argentina

 

Recibido: 8/8/2022

Aceptado: 13/9/2022

 

Resumen

En 2017, en el contexto de las políticas regresivas del gobierno de Mauricio Macri, surgió en la escena pública argentina el colectivo Historias desobedientes, conformado por hijas e hijos de represores, que cuestionan el accionar criminal de sus padres durante la dictadura militar. En este artículo, considero las formas en que estas nuevas voces de la memoria social despliegan una posición subjetiva y colectiva compleja, implicada (Rothberg, 2019) e impura (Lugones, 1999), que conlleva dilemas y potencialidades políticas, al tensionar las dicotomías clásicas que organizan los discursos sobre la memoria del pasado reciente. A través del análisis de testimonios de hijas e hijos desobedientes, que forman parte del Archivo Oral de Memoria Abierta, rastreo las narrativas personales sobre los procesos mediante los cuales esto sujetos lograron despegarse del sistema de valores presente en sus familias de origen para reconocerse implicados y hacerse responsables colectiva y públicamente. El objetivo es contribuir la comprensión de este nuevo actor que interviene en los debates sobre la memoria del pasado reciente argentino y sus efectos en el presente posdictatorial.

 

Palabras clave: Memoria, Dictadura, Segunda generación, Testimonio, Perpetradores.

 

Abstract

In 2017, in the context of Mauricio Macri’s government regressive policies, the collective Historias desobedientes emerged on the Argentine public scene, made up of daughters and sons of repressors, who question the criminal actions of their parents during the military dictatorship. In this article, I consider the ways in which these new social memory voices display a complex, «implicated» (Rothberg, 2019) and «impure» (Lugones, 1999) subjective and collective position, which entails dilemmas and political potentialities, by questioning the classical dichotomies that organize memory discourses about the recent past. Through the analysis of testimonies of disobedient daughters and sons, that make up de Oral Archive of Memoria Abierta, I examine personal narratives about the processes of detachment from the origin family values system to the recognition about their implication and their collective and public responsibility. The objective is to contribute to the understanding of this new social actor who intervenes in the contemporary memory debates about Argentine recent past and its effects on the post-dictatorial present.

 

 

Keywords: Memory, Dictatorship, Second Generation, Testimony, Perpetrators

 

La desobediencia puede ser el camino

del descubrimiento, de la invención

antes que de la repetición

de lo que ya está adquirido.

Jean-Luc Nancy, ¿Por qué desobedecemos?

 

 

 

 

Introducción

 

 

 

Cinco años atrás, en 2017, surgió en la escena pública argentina, un nuevo actor social en el campo de las memorias sobre la última dictadura militar (1976-1983). En el contexto del gobierno de Mauricio Macri, algunas hijas e hijos de integrantes de las fuerzas armadas y policiales que participaron del proceso represivo, aparecieron en diversos medios de comunicación repudiando a sus padres. Este pequeño boom mediático de testimonios y notas periodísticas comenzó a tejerse con las declaraciones que hiciera Mariana Dopazo, ex hija del represor Miguel Etchecolatz, tras su participación en la amplia movilización social contra el fallo que permitía la condonación de los años de prisión a los agentes implicados en la última dictadura, sanción conocida como 2x1. Marché contra mi padre genocida, fue el título de la crónica en Anfibia (Mannarino, 2017).1

La circulación en las redes sociales de la entrevista a Dopazo hizo que varias hijas, como Analía Kalinec2 y Liliana Furió3, entre otras, quienes estaban experimentando procesos similares de repudio y cuestionamiento a sus progenitores militares o policías participantes durante la dictadura, empezaran a contactarse entre sí. Rápidamente, formaron el colectivo Historias Desobedientes, un grupo de activismo político a favor de los derechos humanos, la memoria y la justicia, que participó por primera vez con una bandera en la movilización Ni Una Menos, contra los feminicidios y la violencia patriarcal, el 3 de junio de ese mismo año4.

Para sorpresa de las propias hijas desobedientes, varios medios de comunicación nacionales e internacionales se hicieron eco de su aparición pública como colectivo y las convocaron para dar entrevistas y declaraciones5. Principalmente, eran medios de comunicación cercanos a las políticas de la memoria que se habían llevado adelante en los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, en retroceso durante el mandato de Mauricio Macri. En ese contexto, estas nuevas voces de la memoria social llamaron la atención de la opinión pública y de la sociedad en su conjunto porque -a diferencia de los discursos de las familias de militares y policías escuchados hasta ese momento, que los justificaban apelando a discursos negacionistas, revisionistas y reconciliatorios- levantaban lemas del movimiento de derechos humanos, uno sobre todo con importancia significativa en ese momento: no olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos6.

Las organizaciones de derechos humanos fueron cautelosas al comienzo, desconfiaban de las intenciones de este nuevo actor social. Recordemos que, en 2016, un primer relato de Analía Kalinec se había publicado junto con el de otros hijos de militares y de desaparecidos en Hijos de los setenta. Historias de la generación que heredó la tragedia argentina de editorial Sudamericana (Arenes y Pikielny, 2016). El libro, con tono reconciliatorio, apelaba a la noción de tragedia para referirse a los años de la dictadura, fórmula que conllevaba lecturas en clave de la teoría de los dos demonios, que las políticas de la memoria de las agrupaciones de derechos humanos intentan discutir hace años7.

Más allá de estas primeras sospechas, el colectivo fue progresivamente reconocido por personalidades y agrupaciones vinculadas al campo de la memoria y los derechos humanos. En 2018, Historias Desobedientes publicó su primer libro colectivo bajo el sello de la Editorial Marea, que posee un catálogo compuesto por autores y temas referidos al pasado reciente, la memoria, la justicia y los derechos humanos (Bartalini, C. et al., 2018)8.

Las voces de estas hijas e hijos, que rompen con los legados de violencia y los mandatos de silencio de sus padres vinculados al terrorismo de Estado, permiten conocer memorias y relatos inéditos, que permanecían ocluidos o conformados como memorias subterráneas (Pollak, 2006)9. Hasta hace poco tiempo, existía un predominio de las voces testimoniales de las víctimas y sus familiares en sociedades pos-conflicto y pos-dictatoriales, por eso los debates sobre la denominada segunda generación dentro de los estudios de memoria latinoamericanos venían enfocándose casi exclusivamente en las experiencias de hijos e hijas de víctimas de la violencia estatal, desde perspectivas vinculadas a la noción de posmemoria (Hirsch, 2012). Recién hace pocos años han comenzado a realizarse investigaciones referidas al universo de los perpetradores y sus descendencias, lo que dio lugar al denominado giro hacia el perpetrador (Crownshaw, 2011; Feld y Salvi, 2019; Ferrer y Sánchez-Biosca, (2019); Moral, Bayer y Canet, 2020; Zylberman, 2020).

En este marco general de emergencia de nuevos focos de estudio sobre las memorias de pasados violentos, en este trabajo, me interesa analizar cómo las voces de las hijas e hijos desobedientes despliegan una posición subjetiva y colectiva compleja, implicada (Rothberg, 2019) e impura (Lugones, 1999), que conlleva dilemas y potencialidades políticas, en tanto tensiona las dicotomías clásicas que organizan numerosos discursos sobre la memoria, por ejemplo, aquellos que construyen polaridades intocables entre el bien y el mal, las víctimas directas y los perpetradores, los familiares y los no familiares, para exponer, en cambio, zonas grises y tensionadas del pasado reciente y el presente posdictatorial (Dubatti, 2015)10.

Para indagar en estas hipótesis analizo una serie de testimonios de hijas e hijos desobedientes, que forman parte de una colección reciente y todavía en proceso de elaboración, perteneciente al Archivo Oral de Memoria Abierta11. En los testimonios -que no solo nos aportan relatos sobre los hechos, sino que les permiten a los sujetos reconstruir su propia identidad (Pollak, 2006)- rastreo las narrativas personales sobre los procesos mediante los cuales estos sujetos lograron despegarse del sistema de valores presente en sus familias militares y policiales para reconocerse implicados y hacerse responsables colectiva y públicamente. El objetivo es contribuir al conocimiento y la comprensión de este nuevo actor que interviene en los debates acerca de la memoria del pasado reciente argentino y sus efectos en la actualidad12.

 

 

 

Reconocer la implicación

 

 

 

Michael Rothberg (2019) habla de sujeto implicado para referirse a quienes participaron de forma indirecta o heredaron historias sobre eventos sociales opresivos y de violencias traumáticas, sin haber sido ellos mismos agentes activos en dichos sucesos13. En muchos casos los sujetos implicados pueden negar la implicación porque han salido beneficiados de la misma (ayudan así a reproducir los legados de la violencia histórica y sostienen estructuras de desigualdad), pero en otros -como está sucediendo en la Argentina con las hijas e hijos desobedientes- reconocer la propia implicación puede dar lugar a una posición política de compromiso y responsabilidad que intenta evidenciar la implicación para revertirla o al menos no evadirla. En estos casos se puede hablar de transmisión intergeneracional de la implicación, una idea cercana a la posmemoria de Marianne Hirsch, pero referida a la descendencia de los perpetradores14. Estos sujetos muestran las zonas grises entre víctimas y victimarios, muestran posicionamientos que tampoco pueden ser entendidos desde las figuras del testigo o el espectador, son sujetos ubicados en zonas complejas de las memorias sobre el pasado, que hasta ahora estaban fuera del relato público.

En este apartado recupero, a través de las historias que las hijas y los hijos narran en sus testimonios, algunos de los procesos subjetivos y sociales que colaboraron en el reconocimiento de su propia implicación y las maneras en que respondieron ante dicho reconocimiento. Por cuestiones de espacio, no voy a detenerme en la descripción de la vida cotidiana durante las infancias y adolescencias de estas hijas e hijos, pero sí es necesario decir que las familias eran espacios ultra endogámicos y cerrados, en los cuales los contactos con el exterior estaban disminuidos y todo ocurría al interior de los barrios y círculos de las fuerzas armadas y policiales. Dentro de esta escena familiar no debe llamar la atención que en variadas ocasiones la chispa para el reconocimiento de la implicación haya llegado para las hijas e hijos desde el mundo exterior, ya sea desde la voz de algún amigo o amiga, novio o novia, o en ámbitos de socialización como la escuela, la facultad o el trabajo. Alguna persona perteneciente a familias con sistemas de valores e ideologías políticas diferentes producía un diálogo, nombrada a los desaparecidos, hablada de los crímenes cometidos durante la dictadura y activaba en las hijas e hijos la evocación de alguna escena vivida en el propio hogar o solo hacía recordar la propia pertenencia del padre a las fuerzas militares o policiales durante la dictadura. Luego de esos encuentros, las hijas e hijos desobedientes ya no eran los mismos.

Héctor Topo Bejarano15 empieza a sospechar que el trabajo de su padre estaba vinculado con el aparato represivo a los 13 o 14 años, cuando atraviesa grupalidades (como dice él) que lo llevan a enterarse de las cosas, amigos que vivían en familias donde se hablaba, aunque fuese un poco, sobre la dictadura. También colaboró su propio sentimiento de miedo e incomodidad en la calle, recuerda sentir temor de ser levantado por la policía. Luego a los 16 años, en 1980, en un encuentro escolar se hace amigo de una muchacha que le cuenta que tiene a los hermanos desaparecidos. Y en ese instante, dice: se abrió la ventana del todo, de una vez y de golpe. Así, las diferentes grupalidades y posicionamientos políticos lo fueron llevando a integrar grupos cercanos a la izquierda con la llegada de la democracia. A sus 18 años participó en una actividad -tocando la flauta- organizada por Sara Mrad, referente de Madres de Plaza de Mayo en Tucumán. Unos años más tarde, en 1985, también se enteró que una compañera de la secundaria tenía al hermano desaparecido, durante un acto homenaje a un poeta tucumano desaparecido. Recuerda haber sentido vergüenza en ese momento al pensar que su padre estaba del otro lado, pero no dijo nada. Por muchos años formó parte de grupos a favor de los derechos humanos en Tucumán, pero siempre guardando para sí que su padre había sido gendarme durante la dictadura, un padre con el que por cierto casi no tenía relación. Recién con su participación pública en Historias Desobedientes, sus compañeros y conocidos supieron de esa filiación.

En el caso de Bibiana Reibaldi16, los vínculos de su padre con el terrorismo de Estado se evidenciaron en un espacio laboral. Cuenta que todo el saber lo pudo ir concientizando muy poco a poco, más que por la información que podía tener, por la información que podía tolerar conocer. Si bien desde el 1974 ya observaba movimientos raros por parte de su padre, que estaba nervioso, que manejaba diferentes autos, o que le había contado que había sido espía en Trelew -aunque en ese entonces Bibiana desconocía los hechos de la Masacre-, fue en 1977, cuando comienza a trabajar a la Obra Social de ENCOTEL, que Bibiana entiende los vínculos de su padre con la dictadura y las desapariciones de personas. Allí se hace amiga de Isabel, una compañera de trabajo, quien le cuenta que su marido, Rubén Salinas, médico del Hospital Güemes, había sido secuestrado en la madrugada del 7 de enero. Bibiana decide preguntarle a su padre por el destino de Rubén. Una semana más tarde, el padre le responde que le diga a la compañera, que no busque más al marido porque estaba muerto. Narra Bibiana en su testimonio:

 

Me agarró un ataque, me violenté mucho con mi papá, le grité mucho, lo insulté a él, a todos los hijos de puta que estaban en el poder, a todos los dictadores de mierda. ¿Cómo puede ser que esté muerto? Son unos asesinos, están asesinando personas. Me dice: “Esto es una guerra”. Ahí fue la primera vez que escucho ese versito. ‘Y las guerras son siempre sucias. Y en las guerras siempre mueren inocentes’. Intolerable para mí fue esa respuesta de mi padre. Intolerable, avergonzante, siniestra. Algo espantoso. Eso inconscientemente a mí me dio la certeza acerca de qué iba el trabajo de mi padre. Pero no lo podía hacer consciente porque me hubiese muerto, no estaría ahora hablando. Y bueno, por lo que opté fue por acompañar a Isabel. Y si me tenía que parar de una vereda, me paraba del lado de Isabel. Yo estaba de ese lado, sin lugar a dudas.

 

Ni el padre de Héctor, ni el de Bibiana fueron acusados. En cambio, cuando los padres fueron llevados a juicio, ese momento representó para la descendencia un choque con la realidad y de apertura al reconocimiento de la implicación. Varias hijas narran que las lecturas de las querellas, en las que figuraban las acusaciones de los crímenes paternos, fueron muy disruptivas y desestabilizantes. Son los casos, por ejemplo, de las historias narradas por Analía Kalinec y Liliana Furió, cuyos padres fueron condenados a cadena perpetua por sus participaciones en crímenes de lesa humanidad. Liliana recuerda que fue recién a finales de 2008, cuando se llevan a su padre a las preliminares del juicio -estaba implicado en 14 acusas- cuando comienza a poder buscar información sobre su accionar criminal en Mendoza, donde había sido uno de los mayores responsables, en tanto ejerció como jefe del Departamento de Inteligencia del Comando de la Brigada. En el caso de Analía, el padre es llevado preso en 2005. Ella primero cree que con él se habían equivocado y negaba la situación, pero en 2008 cuando elevan la causa a juicio oral ya no puede seguir sosteniendo la idea de la equivocación. Interpela al padre en la cárcel, quien le habla de “subversivos” y de “guerra”, un lenguaje hasta ese momento desconocido para ella. Ese fue el punto de quiebre, cuando pudo empezar a reconocer la implicación, a ubicar a su padre en el mapa de la dictadura.

Stella Duacastella17 relata una trama similar, su padre fue enjuiciado, pero no fue condenado por desestimarse las causas por su estado de salud. Fue en 2007, cuando su padre fue llevado a juicio, que Stella tomó conciencia de la implicación del padre en la dictadura, hasta ese momento dice: “tenía ráfagas de concientización respecto de lo que hacía mi padre, que inmediatamente desaparecían”. Pero después de leer la querella que le inició Abuelas de Plaza de Mayo por su participación en crímenes vinculados al robo de bebés en el Hospital Militar de Campo de Mayo no hubo vuelta atrás. Ese fue el punto de la desobediencia. Dice Stella:

Me parece que hay un punto de inflexión, a todas nos pasó, a las que nos llamamos desobedientes, que por más sospechas o conciencia que puedas tener, hay un punto en que se te abre completamente y ya no hay vuelta atrás. Hasta ese momento todavía puede haber dudas, racionalizaciones, elaboraciones, pero hay un punto de inflexión en que ya no hay vuelta atrás, que es el verdadero punto de desobediencia, que para mí fue leer la querella.

 

Con la querella impresa, que refería a la participación de su padre en 24 partos en situaciones de extremo horror y de sustracción de bebés, Stella lo interpeló. Quería saber si lo que decía la querella era verdad, si él había tenido algo que ver: Me contestó esa famosa frase: “no fueron tantas”. Y ese fue el final. Eso fue en 2007 y no lo volví a ver nunca más hasta que se murió en 2017. Y es, justamente, luego de la muerte de su padre cuando Stella se contacta con Historias desobedientes -que se estaba iniciando como grupo- y comienza a hacer público su posicionamiento.

Los testimonios de Analía, Liliana y Stella dan cuenta de cómo los juicios, que implican un reconocimiento por parte del Estado de los crímenes cometidos por sus padres, aparecen como una inscripción del hecho en la realidad, que les permitió reconocer la participación de sus progenitores en la dictadura y los modos en que esa implicación fue -y es- parte de sus propias vidas. El avance en las políticas de derechos humanos y la contundencia de los juicios por crímenes de lesa humanidad funcionaron como una inscripción de la ley en las vidas de estas hijas que, en muchos casos, les confirmó sospechas que ya tenían, les sacó la venda de los ojos o les permitió empezar a nombrar un saber-no sabido (Violi, 2020). En los casos en que los padres no atravesaron procesos judiciales, como los de Héctor y Bibiana, la apertura hacia la comprensión de la implicación vino por el lado de la salida de la endogamia familiar. Amigas o compañeras de trabajo les acercaron el saber sobre las desapariciones de personas, lo que les permitió atar cabos y ubicar a sus padres como agentes de la represión dictatorial.

También son significativos los episodios en los cuales las hijas han podido interpelar directamente a sus padres. Luego de esos momentos de choque pueden reconocer y hacer consciente que sus padres son perpetradores, para comenzar a separarse. Es muy llamativo que todas recuerdan el diálogo en detalle, recuerdan las palabras exactas que dijeron sus padres. Esas palabras que les hicieron entender que ellas estaban en la otra vereda, como decía Bibiana.

Como vemos, las historias que estas hijas e hijos comparten en sus testimonios muestran que reconocer, explorar y cuestionar la implicación pone en primer plano las responsabilidades de los descendientes, que están situados de maneras más complejas e impuras -que las víctimas o los perpetradores- en relación con los hechos del pasado. Estas voces ayudan a tensionar lecturas binarias sobre la responsabilidad colectiva en los episodios de violencia en el pasado reciente. Muestran que, a pesar de estar ubicados en zonas emocionales y morales ambiguas, han encontrado las maneras de posicionarse del lado de la justicia y la responsabilidad colectiva.

 

 

 

Desobedientes: una nueva identidad

 

 

 

Otro paso importante que dieron las hijas e hijos desobedientes vino después de reconocer la implicación, cuando pudieron compartir hacia afuera, públicamente, su posición de sujeto implicado. Ese proceso de pasar a lo público ya fue menos solitario porque fue un paso que dieron en grupo. Fue un proceso colectivo. Durante ese transcurso tuvieron que ir tomando decisiones, buscando interlocutores, encontrando argumentos y gestos que legitimaran su lugar y sus acciones en el espacio público, elaborar un lugar propio dentro del universo de las agrupaciones que defienden los derechos humanos y sostienen políticas de la memoria. De esa manera, Historias desobedientes se tornó no solo un espacio de identidad colectiva para sus integrantes, sino también un nuevo actor en el campo de los emprendedores de la memoria, de los que habla Elizabeth Jelin (2002). Para ello no solo debieron animarse a hablar, sino que tuvieron que articular un discurso que fuera escuchable en el espacio público. Como afirma Pollak (2006) para que haya testimonio se debe dar el encuentro entre la disposición a hablar y las posibilidades de ser escuchado.

 

 

 

Encontrarse con otros iguales

 

 

En las narrativas personales presentes en los relatos testimoniales podemos escuchar cómo en los inicios del reconocimiento de la implicación, las hijas y los hijos han experimentado sentimientos de soledad porque si bien se iban posicionando desde unos valores diferentes a los familiares, en ese alejarse sentían que estaban solos, que sus historias eran atípicas, incomprensibles por otros, que quedaban por fuera del núcleo familiar y sin encontrar otro lugar de pertenencia. Bibiana Reibaldi recuerda que se sentía una extraña dentro de la familia y que no tenía sentido de pertenencia en ningún lugar. Eso cambia cuando empiezan a integrarse a Historias desobedientes. Así, recuerda Viviana Cao18 los primeros encuentros con el grupo, en los que sentía que por fin tenía interlocutores que habían experimentado las mismas cosas que ella.

 

Fue sanador porque estás con gente que tiene una historia bastante parecida a vos en un montón de cosas. […] Te dicen “cuántos pares son tres botines” y todos los hijos de milicos saben ese dicho, no sé ni qué significa, pero saben ese dicho. Entonces, yo con vos [le dice al entrevistador] esto lo hablo y vos podés tratar de entenderme, pero no lo viviste, no tenés esas vivencias, entonces es diferente. Y con ellos es como que uno puede hablar lo mismo que hablo con vos, pero va a tener otro significado.

 

A Héctor Bejarano le pasó algo similar. El 24 de marzo de 2018 recuerda haber tenido muchas ganas de ir a la marcha porque sentía que era un momento de significación social importante para demostrar la defensa de los derechos humanos en pleno macrismo, pero no encontró su “parte” desde la que ubicarse para poder participar. Luego llegaría Historia desobedientes:

 

Me sentía parte de esa marcha, pero después cuando quería ir a la marcha no era parte de ninguna de las partes. Era parte de ese todo, pero de ninguna de esas partes. Cuando me entero que existe Historias desobedientes, digo ese es mi lugar. Este lugar es el mío.

 

En los testimonios encontramos que Historias desobedientes representa un antes y un después, un quiebre, un momento y un espacio bisagra en la vida de estos hijos e hijas. Una bocanada de aire fresco, un sentido de pertenencia, dice Bibiana Reibaldi. Ese punto de inflexión es consecuencia del encuentro con pares que les habilita un espacio de pertenencia grupal, pero también del reconocimiento social y público del colectivo, que les otorga un lugar de enunciación reconocido y aceptado, que antes les estaba vedado19.

 

 

 

Ni perpetradores ni víctimas

 

 

Para lograr el reconocimiento de las personas y grupos que integran espacios vinculados a la defensa de los derechos humanos, la memoria del pasado reciente y la justicia, el colectivo Historias desobedientes tuvo que organizar sus argumentos de modo que pudieran ser escuchados y reconocidos. Hubo allí un trabajo fino y cuidadoso en la elaboración de sus gestos y discursos, que se fue afinando a medida que avanzaban. Principalmente, hay dos figuras con las que deben lidiar y reflexionar en sus argumentos para presentarse en sociedad: las familias y las víctimas.

Por un lado, estas voces complejizan el denominado familismo (Jelin, 2017) de los actores vinculados a la defensa de derechos humanos en la Argentina, esa primacía de la figura de la familia como fundamento legitimador de las demandas de justicia20. Estas nuevas voces sostienen y a la vez perturban ese familismo porque si, por un lado, se legitiman sobre los lazos de sangre para emerger como colectivo, por otro, su existencia misma desestima lo sanguíneo como aquello que ata a un sujeto a una comunidad. Cuestionan así a la genética como fundamento de la identidad propia y de lealtades familiares para, en cambio, abrirse hacia la posibilidad de construirse otra identidad a partir de la asunción de responsabilidades éticas y sociales.

Pero el familismo persiste en tanto parece ser reclamado y festejado, en clave de heroísmo, por la sociedad, que encuentra un plus en que sean los propios descendientes quienes repudian a los agentes de la dictadura. Que el repudio provenga desde el seno familiar parece dotarlo de una fortaleza mayor, más verdadera, podríamos decir. Ese reconocimiento social por ser un familiar que se anima a repudiar al propio padre criminal, las y los desobedientes lo viven con incomodidad y sentimientos encontrados durante las marchas, cuando la gente mira su bandera, los aplaude y les dice gracias. Las marchas son momentos muy fuertes, porque antes de formar parte del grupo de Historias desobedientes, muchas de estas hijas e hijos, cuando participaban del 24 de marzo o de otros eventos vinculados a la defensa de los derechos humanos, se sentían espías, pensaban si el resto supiera o tenían vergüenza de ser descubiertos. Algunos hasta tuvieron temor de que les pegaran cuando marcharon con la bandera el 3 de junio de 2017. Así, recuerda Viviana Cao la primera vez que participó en una marcha:

 

La primera vez que fui a una marcha fue muy fuerte, es muy fuerte que la gente se te acerque y te abrace y te diga gracias. Y vos decís no, a mí no me tenés que decir gracias, yo te tengo que decir gracias a vos o te tengo que pedir perdón de última, porque vos perdiste a alguien por alguno de nosotros, bueno, no de nosotros, pero por alguno de nuestros familiares. Entonces es muy fuerte. O que te aplaudan y pensar yo tengo que aplaudirte a vos, no vos a mí. Tengo esos sentimientos.

 

Por otro lado, las voces de las hijas e hijos desobedientes, por medio del reconocimiento de su posición de implicación exhiben la existencia de otros modos de la afectación que no son los de la víctima “pura” ni quieren ocupar su lugar pero que permiten seguir activando la memoria sobre el pasado reciente, la conciencia sobre los crímenes cometidos y las formas en que el terrorismo de Estado sigue afectando a nuestra sociedad en la actualidad. Exhiben también que la responsabilidad por la memoria no es solamente de las víctimas, que han sido directamente afectadas. Pablo Verna21 recuerda que al comienzo fue Pablo Llonto, abogado especialista en derechos humanos, querellante en causas de lesa humanidad, quien colaboró en que su voz fuese “bien” escuchada por las agrupaciones de derechos humanos, cuando en 2013, denunció en la Secretaría de Derechos Humanos la participación de su padre en los denominados vuelos de la muerte. Asimismo, Héctor Bejarano relata de un modo reflexivo su posicionamiento sobre la cuestión del lugar de enunciación del colectivo:

 

No es que nosotros no seamos víctimas, porque la dictadura está destinada a todo el país. Todo el país ha sido víctima de la dictadura más allá de que yo no vengo de familia que sea víctima física de los crímenes de lesa humanidad, vivo en un país que es víctima de los crímenes de lesa humanidad. Así que -y que esto no se mal entienda- obviamente que la víctima física o que se tuvo que exiliar, que también es víctima física, no es que uno quiera ocupar ese espacio o que quiera competir ese espacio ni mucho menos, que es una cosa sagrada que hay que sostener esa diferencia, pero es el punto de partida. Desde donde arranco yo y desde donde arrancás vos para buscar esto que es lo mismo, que es básicamente, podemos decir, Nunca más, utilizo una frase que sigue sintetizando de manera bien perfecta a lo que aspiramos. [El resaltado me pertenece]

¿Acaso, las voces desobedientes vienen a competir con las memorias de las víctimas o de sus familiares? ¿Si su voz es escuchada públicamente significa que la voz de las víctimas directas o de sus familiares no lo será? Más bien, por el contrario, creo que las voces de estas hijas e hijos mantienen viva la llama de la lucha por los derechos humanos. Muestran la dispersión de los efectos de la dictadura en otras poblaciones y la actualidad de esos efectos. Como ha señalado Rothberg (2015), muchos discursos sociales y académicos sobre las memorias de hechos traumáticos suelen organizarse sobre una narrativa de suma cero, que supone una competencia entre memorias que se desplazan la una a la otra, entonces, si la memoria de un hecho traumático cobra importancia en el espacio público borra la consideración sobre la memoria de otro evento. En cambio, para el autor las memorias son multidireccionales, lo que supone que operan de manera productiva, potenciándose unas a otras, así, el resultado de los conflictos entre memorias no es menos memoria sino más. En el caso de la dictadura en la Argentina, esta competencia entre memorias se ha producido, por momentos, al interior del propio campo de la memoria en relación con quiénes pueden hablar y recordar ese pasado, es decir, con quiénes tienen las voces legítimas (Jelin, 2017; Vecchioli, 2005). Por eso, las hijas e hijos desobedientes han sido muy cuidadosos remarcando desde qué posición venían a tomar la palabra y cuál era su intención al dar su testimonio. Es desde su lugar inédito de implicación que intentan que su voz intervenga en el campo de las luchas por la memoria, la verdad y la justicia.

 

 

 

Intervenir en el presente: testimoniar

 

 

Las hijas e hijos desobedientes se proponen intervenir en el espacio público a través de la acción política, fundamentalmente, a través de dar su testimonio en diferentes espacios para que esa voz permita crear conciencia, entre otras cuestiones, sobre la impunidad que pervive en la sociedad. Como sostiene Bibiana Reibaldi: Historias desobedientes es una agrupación de acción política, que les habla a los familiares de genocidas y al resto de la humanidad, pero fundamentalmente a los familiares de los genocidas que tenemos como más responsabilidad para promover estas interpelaciones. Así, desde su lugar específico de implicación es que Historias desobedientes intenta aportar al proceso de Memoria, verdad y justicia, sin desconocer las luchas previas, por el contrario, reconociendo que, sin ellas, su voz hoy no sería posible. Dice Stella Duacastella:

 

Les grandes héroes de esta historia son las Madres y las Abuelas sin duda, creo que nosotros somos un poco la formación reactiva de los militares, somos la demostración de que la verdad triunfa, pero somos un resultado de la tarea de otres. Creo que nosotros somos gracias a ellos. Creo que hacen falta muchos más desobedientes y sí creo que es un colectivo inédito, que tuvo que decir, tuvo su mensaje, lo dijo en su momento y generó un impacto importante. Creo que el trabajo de cada desobediente es fundamental para ni rozar el lugar de víctima ni de protagonista, nosotros no podemos protagonizar. Me parece a mí. Ni lamentarnos de nuestros dolores más que para que le sirva a otro. Si le sirve a otro que yo te cuente [mi historia], te la cuento, pero ¿para qué? Creo que no hay que perder de vista eso.

 

Testimoniar es una acción primordial en la política del grupo, que, de esa manera, recupera una de las funciones centrales de las memorias y los testimonios en las transiciones democráticas en el Cono Sur, el rol social de crear conciencia, de trasmitir a las nuevas generaciones valores y experiencias de lucha, y de conectarse con los desafíos del presente (Memoria Abierta, 2021:401). Los testimonios de las y los desobedientes se dirigen hacia una variedad de interlocutores. Por un lado, intentan difuminar la desobediencia, colaborar en que otros descendientes y familiares de perpetradores se hagan preguntas y adopten una posición de implicación, no solo en la Argentina sino también en otros países de la región y el mundo, se trata de un llamado a la desobediencia. En esa línea, una de las políticas del colectivo es la de generar vínculos transnacionales, que permitan ligar a descendientes de criminales y colaboradores de diferentes países e invitarlos a desobedecer los mandatos de silencio. A través de esta política de difundir y convocar a la desobediencia han surgido personas y grupos de familiares de perpetradores en Chile, Brasil, Uruguay, Paraguay y España. En tanto, que también mantienen relaciones con agrupaciones y familiares de nazis, que repudian los crímenes del Holocausto (Page, 2021)22.

Por otro lado, además de esta función social y política del testimonio, las hijas e hijos desobedientes han presentado un pedido de modificación de la ley para que su testimonio -en los casos en los cuales tienen algún saber, que son pocos, pero existen- pueda aportar a la justicia en los procesos de condena por Crímenes de Lesa Humanidad. Según el estado actual de la ley argentina, los hijos no pueden denunciar ni declarar en juicios contra de sus progenitores. Pablo Verna, quien, como ya mencioné, tiene información sobre la participación de su padre en el proceso represivo, es el propulsor del pedido de modificación de la ley, que fue presentado en el Congreso en 2018 (Desobediencia debida, 2017). En efecto, en 2021, Pablo Verna pudo dar su testimonio en la causa Contraofensiva Montonera porque su padre no estaba imputado en ella.

 

 

 

A modo de cierre: sobre manchas e impurezas

 

 

 

A lo largo de este trabajo presenté algunos dilemas y potencias presentes en los testimonios de las hijas e hijos de represores que repudian a sus padres en el contexto de la posdictadura argentina. Señalé cómo, en el contexto de su aparición, estas nuevas voces se propusieron discutir con los discursos negacionistas, reconciliatorios y dialoguistas de las nuevas derechas. Algo de su potencia radica en la apropiación contradictoria que realizan de la figura de la familia, en tanto la recuperan, pero para para cuestionarla en sus fundamentos más tradicionales y ponerla a trabajar en otros sentidos críticos.

Asimismo, señalé los modos en que estas hijas e hijos fueron reconociendo su implicación intergeneracional en las violencias del pasado reciente. Particularmente, describí cómo el contacto con grupos ajenos a los ámbitos familiares -ya sean amigos o compañeros de trabajo- y los juicios a sus progenitores por parte del Estado significaron la posibilidad de concientizar saberes que permanecían no-sabidos. Asimismo, describí las potencias políticas de la conformación del colectivo Historias desobedientes, que supuso para sus integrantes la posibilidad de hallar un espacio de pertenencia y la aparición de una voz novedosa en el campo de los emprendedores de la memoria. Una voz que, por fuera de las posiciones binarias y puras de la víctima y el victimario -y que también tensiona el familismo-, expone modos complejos de la afectación, que permiten incrementar las memorias sobre el pasado.

Como sugerí al comienzo, creo que la idea de impureza, que retomo de las conceptualizaciones de María Lugones (1999), permite acercarse al funcionamiento de estas memorias y voces desobedientes. Para Lugones, las políticas de la pureza conducen hacia políticas de separación, que suponen control y dominación sobre ciertos cuerpos y sujetos. En cambio, lo impuro se muestra como ambiguo en relación con la clasificación convencional de las cosas. Y en esa ambigüedad, mezcla, desvío o suciedad, Lugones ve la posibilidad de resistencia, o al menos la puesta en duda de una lógica identitaria de la división entre lo puro y lo impuro, que favorece la dominación23. Algo de estas políticas de separación de las que habla Lugones resuenan en el contexto de las luchas por la memoria del pasado reciente argentino, particularmente, cuando se trata de señalar qué voces (puras) pueden ser escuchadas y cuáles (impuras) no.

Varios de los relatos testimoniales de las hijas desobedientes refieren al sentirse manchadas o sucias y a cómo el reconocimiento social les ha permitido eliminar esa sensación, integrándose en la sociedad. Así, lo experimentó Bibiana Reibaldi el día en que le firmó uno de los ejemplares del libro del colectivo al hijo de un importante dirigente sindical:

 

No lo podés creer, estar ahí después de tanta vergüenza, de tanto silencio, de tanta soledad, de tanto horror, estar ahí, firmando un libro para el hijo de Agustín Tosco, para mí era un sueño, era tocar el cielo con las manos. Poder integrarme. Porque eso es lo que venían a hacer los otros, todos los demás nos integraban. Y digo nos, porque tenemos este denominador común de vergüenza, de silencio, de culpa, de sentirnos de algún modo sucias, sin derecho a estar. En algunos espacios no tenemos derecho a estar porque estamos manchadas. Entonces era cómo que todos venían a permitirnos encontrar una identidad, que no éramos esa mugre que repudiábamos. [El resaltado me pertenece]

 

Como entrevistadora de la colección de testimonios para el Archivo Oral de Memoria Abierta fui testigo de la gratitud y el alivio experimentado por las y los testimoniantes cuando nos narraban sus historias. Nuestra escucha era algo impensado previamente, era la evidencia del valor social, político, ideológico y moral de su palabra. Pero nuestra escucha no debería significar la posibilidad la eliminación de la impureza. Por el contrario, creo que es, justamente, en la impureza de estas memorias y experiencias donde reside su potencia política, dado que permiten descomponer supuestos sobre posiciones dicotómicas para, en cambio, mostrar zonas ambiguas, sucias y complejas sobre el pasado reciente y el presente posdictatorial, en el cual el pasado todavía pervive.

 

 

 

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Testimonios citados

 

 

Memoria Abierta. Testimonio de Analía Kalinec. Buenos Aires. 2021.

Memoria Abierta. Testimonio de Bibiana Reibaldi. Buenos Aires. 2022.

Memoria Abierta. Testimonio de Héctor Bejarano. Buenos Aires. 2022.

Memoria Abierta. Testimonio de Liliana Furió. Buenos Aires. 2022.

Memoria Abierta. Testimonio de Pablo Verna. Buenos Aires. 2022.

Memoria Abierta. Testimonio de Stella Duacastella. Buenos Aires. 2022.

Memoria Abierta. Testimonio de Viviana Cao. Buenos Aires. 2022.

 

1 Mariana Dopazo es psicoanalista. Es la ex hija del represor Miguel Etchecolatz, en 2014 presentó un pedido a la justicia de sustracción de su apellido paterno y sustitución por el materno, que le fue aprobado. Etchecolatz fue director de Investigaciones de la Policía de la Provincia de Buenos Aires entre marzo de 1976 y fines de 1977. Coordinó los Grupos de Tareas y los 21 centros clandestinos de detención pertene­cientes al denominado Circuito Camps.

2 Analía Kalinec nació en Córdoba en 1979, pero reside desde muy pequeña en Buenos Aires. Es psicóloga, docente y delegada sindical. Es hija de Eduardo Emilio Kalinec, ex oficial de la Policía Federal Argentina, quien ha sido juzgado por su participación en el circuito de centros clandestinos de detención ABO (Atlético-Banco-Olimpo) de Buenos Aires y condenado a la pena de prisión perpetua e inhabilitación absoluta y perpetua, por considerarse los hechos como delitos de lesa humanidad.

3 Liliana Furió nació en Mendoza en 1963 y vive en Buenos Aires hace más de 40 años. Es directora y productora de cine documental. Militante lesbiana y feminista. Su padre, Paulino Furió fue jefe de la División Inteligencia (G2) de la VIII Brigada de Infantería de Mendoza. Murió condenado a prisión perpetua por Delitos de Lesa Humanidad, aunque gozó del beneficio de la prisión domiciliaria.

4 Que la primera participación como colectivo en el espacio público haya sido en una movilización feminista exhibe no solo las intenciones de crítica al patriarcado y a la violencia machista del grupo -que está liderado por mujeres y tiene mayor participación femenina-, sino también que el movimiento feminista fue un espacio de acogida para estas nuevas voces. En efecto, el documento leído durante el Paro Internacional de Mujeres del 8 de marzo de 2018, reivindicaba los actos de las ex hijas de genocidas que se desafiliaron de sus progenitores (LatFem, 2018).

5 Al otro día de la marcha, el 4 de junio de 2017, fueron tapa del diario Tiempo Argentino (Corbelli, 2017) y el 5 de junio se publicó una nota en Página/12 (Curia, 2017). En cambio, diarios vinculados al espectro político de la derecha no se hicieron eco del colectivo en ese momento. El diario Clarín recién publicó una entrevista a Analía Kalinec en 2022, por la edición de su libro Llevaré su nombre y La Nación jamás ha publicado una noticia referida a Historias desobedientes o a alguna de sus integrantes.

6 Entre los grupos de familiares y descendientes de perpetradores que defienden a sus progenitores, voces que aparecieron en el espacio público con anterioridad a lxs desobedientes, se encuentran Hijos y Nietos de Presos Políticos y Puentes para la Legalidad (Goldentul, 2018; Salvi, 2019). Como muestra Luciana Bertoia (2016) la cuestión de la reconciliación, que está presente en el discurso de los militares desde 1983 (Salvi, 2012), fue un punto central en la agenda pública durante el macrismo, vinculado, principalmente, a los sectores militares y sus familiares que abogan por una memoria completa.

7 No debe llamarnos la atención que un anticipo del libro Hijos de los setenta haya sido publicado en La Nación con el título Diario íntimo de padres e hijos. Memorias de un país (Arenes y Pikielny, 2016). Por otra parte, hay que señalar que las sospechas de los organismos de derechos humanos estaban justificadas en tanto los militares han utilizado la inteligencia y la infiltración como una de las formas privilegiadas de destrucción del “enemigo”.

8 Otros acontecimientos muestran que Historias desobe­dientes adquirió reconocimiento público y legitimidad social son sus participaciones en Jornadas en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti y la realización del Primer Encuentro Internacional de Historias Desobedientes, en 2018, en la Facultad de Ciencias Sociales de Universidad de Buenos Aires, auspiciado por variedad de organizaciones y personalidades vinculadas a los derechos humanos. En esa ocasión, por ejemplo, Nora Cortiñas, fundadora de Madres de Plaza de Mayo, participó del evento y, posteriormente, su presentación forma parte del libro resultado del encuentro (Kalinec et al., 2020).

9 Ya existen algunos trabajos académicos que se ocupan de analizar este nuevo actor social: desde los estudios culturales y la memoria (Arfuch, 2017), desde el psicoanálisis (Rousseaux, 2018), desde la literatura (Basile, 2020) y desde la antropología (Guglielmucci, 2020). También se ha estudiado el modo en que el género, el feminismo y las emociones -principalmente, la vergüenza- modulan algunas características de estas voces y sus formas de intervención en el espacio público (Peller, 2021; Peller, 2022).

10 Para hablar de posdictadura sigo a Ricardo Dubatti (2015), quien utiliza el término para referirse no solo a un momento posterior al proceso dictatorial sino también como forma de subrayar la pregunta por las consecuencias de la dictadura en el presente.

11 Se trata de una colección de testimonios orales que estamos realizando en acuerdo entre Memoria Abierta y el proyecto PICT 2018-02045 Nuevas voces de la memoria social: hijas de represores en Argentina, del cual soy investigadora responsable. Memoria Abierta es una organización sin fines de lucro que reúne, preserva y difunde el acervo documental de organizaciones de derechos humanos, archivos personales e institucionales vinculados al terrorismo de Estado en Argentina. Produce testimonios referidos al pasado reciente, los cuales dan cuenta de las experiencias personales de los sujetos en paralelo con hechos históricos significativos. Se puede consultar su sitio web en: http://memoriaabierta.org.ar/.

12 Considerando que estamos ante un campo de estudio en reciente formación son variados los temas que podrían analizarse a partir de esta colección de testimonios, pero que no serán abordados aquí por cuestiones de espacio. No obstante, quiero dejar planteadas algunas de esas líneas de investigación. Los testimonios aportan información sobre el universo de la vida cotidiana de los perpetradores y sus familias, describen y narran anécdotas significativas sobre la infancia en familias y barrios militares, sobre el sistema de valores y las características autoritarias, patriarcales y endogámicas de ese mundo. Hablan sobre las trayectorias militares de los padres, mostrando heterogeneidades según los cargos, rangos y compromisos de los agentes y los lugares de residencia. Asimismo, refieren a los posicionamientos de los represores ante las interpelaciones de sus hijas e hijos. Por otra parte, muestran ciertas zonas de humanidad de los perpetradores que permiten tensionar las lecturas en claves de monstruosidad u oscuridad.

13 Existe una traducción al español de la introducción del libro de Michael Rothberg en la Revista Transas (2022). Recuperado de http://www.revistatransas.com/2022/06/23/el-sujeto-implicado-mas-alla-de-victimas-y-perpetradores/.

14 Resta indagar si, al igual que sucede con los usos vernáculos de la noción de posmemoria, es posible hablar, como hace Rothberg, de una transmisión diacrónica de la implicación (2019), en tanto muchas hijas e hijos de agentes de la dictadura no llegaron después a los sucesos de violencia -como en el caso del Holocausto- sino que fueron contemporáneos, a pesar de no haber tenido participación directa en los hechos criminales.

15 Héctor Bejarano nació en Tucumán en 1964. Produce y enseña música popular. Su padre, Timoteo Bejarano, no está mencionado en juicios ni está asociado particularmente con crímenes de lesa humanidad, pero fue suboficial de Gendarmería en el Arsenal Azcuénaga de Tucumán, donde a partir de 1975 funcionó un centro clandestino de detención, que dependía del Regimiento 19º a cargo de Antonio Bussi. Timoteo Bejarano falleció hace unos pocos años sin haber sido interpelado por su hijo sobre su participación en la dictadura, puesto que siempre le tuvo mucho miedo. Héctor es el único tucumano que integra Historias Desobedientes.

16 Bibiana Reibaldi nació en 1956 en Buenos Aires, pero vivió los primeros años de su vida en Corrientes. Es psicopedagoga y actualmente está estudiando psicología. Su padre, Julio Reibaldi, fue personal civil del Batallón 601 de Inteligencia de Ejército durante los años de la dictadura. El padre no figura en ninguna causa y murió impune en 2002 porque todavía no se habían restaurado los juicios.

17 Stella Duacastella nació en Formosa en 1956, pero vive en Buenos Aires desde niña. Es psicóloga y hace años que utiliza el apellido de su marido. Es la hija del teniente coronel Omar Ramón Capecce, médico del Hospital Militar de Campo de Mayo, que estuvo involucrado en el funcionamiento de la maternidad clandestina y en el destino de los bebés nacidos allí, que fueron posteriormente apropiados. Capecce estuvo preso y falleció sin ser condenado, luego de que las causas en su contra fueran suspendidas por su estado de salud mental. En 2021, Stella Duacastella decidió dejar de militar en el colectivo Historias desobedientes, por considerar que ya había cumplido un ciclo.

18 Viviana Cao nació en Catamarca en 1958, vivió en Mendoza hasta 1965 y luego se trasladaron a Buenos Aires, donde reside actualmente. Trabaja en el Ministerio de Trabajo con proyectos vinculados a empresas recuperadas por parte de sus trabajadores. Entre 1973 y 1975 fue militante del PRT-ERP. Sus hermanos también participan de Historias desobedientes. El padre, Oscar Horacio Cao, fue aviador, andinista, paracaidista y antártico. Se retiró como militar antes de la dictadura y en el 1976 ingresó como personal civil a la Secre­taría de Formación Pública, que dependía de Presidencia, luego entre 1978 y 1979 fue personal civil de inteligencia en el Batallón 601º. Murió en 2015 sin haber sido vinculado a ningún crimen concreto ni ser acusado. Viviana y sus hermanos siguen buscando porque están seguros sobre su participación en el proceso represivo.

19 La contracara de esta nueva pertenencia es el alejamiento del núcleo familiar que comienza a considerar traidores a lxs desobedientes. Un ejemplo es el juicio por indignidad que le están realizando el padre y las hermanas a Analía Kalinec para desheredarla de la madre (Peller, 2020).

20 Si en un primer momento, las denuncias y reclamos de los organismos debieron ser realizados en términos de parentesco, actualmente, la centralidad del familismo imposibilita la ampliación de la legitimidad del reclamo hacia la comunidad política en su conjunto, generando formas de memoria excluyentes (Jelin, 2017).

21 Pablo Verna es abogado, nació en 1973 y vive en la Ciudad de Buenos Aires. Es hijo del médico y ex Capitán del Ejército Julio Verna, que entre 1979 y 1980 ejerció funciones en el Hospital de Campo de Mayo. Julio Verna está vivo y nunca ha sido juzgado ni figura en ninguna causa. En 2013 Pablo grabó a escondidas la confesión del padre y la presentó como prueba en una denuncia que realizó en Secretaría de Derechos Humanos. La grabación está agregada en la Causa de Instrucción de la Megacausa de Campo de Mayo.

22 En julio de 2022, se realizó en Berlín, Alemania, un encuentro contra el negacionismo del que participaron integrantes del colectivo Historias desobedientes junto a familiares de víctimas y de genocidas del Holocausto. Resta indagar con mayor detalle los usos de la memoria del Holocausto en los discursos y acciones del colectivo, pero es necesario señalar que la Argentina tiene ya una larga historia de apelación a esta memoria como forma de comprensión de la propia experiencia en relación con el terrorismo de Estado (Kahan y Lvovich, 2016).

23 María Lugones, feminista descolonial, filósofa argentina que residió muchísimos años en Estado Unidos, trabaja la cuestión de la impureza, principalmente, a través de la figura del mestizaje, como una metáfora de la resistencia (1999).