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TRAMAS SOCIALES | Nº 01 | Año 01 | ISSN 2683-8095
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Donoso Ríos - Escribá García - Guzmán - Tejada
1. Estudiantes avanzados de las carreras Licenciatura y
Profesorado en Sociología, Facultad de Ciencias Sociales,
UNSJ. Correo electrónico de contacto: marceladonosorios@
gmail.com
MEDICALIZACIÓN Y FARMACOLOGIZACIÓN DE LA SALUD MENTAL
EN LA CIUDAD DE SAN JUAN.
Donoso Ríos, Marcela
Escribá García, Karina Gisela
Guzmán, María Florencia
Tejada, Diego Guillermo
1
Resumen
El presente artículo indaga sobre los fenómenos de
Medicalización y Farmacologización de la Salud Mental
con el objetivo de conocer cómo se maniestan los
mismos en la ciudad de San Juan. El análisis se realizó
desde el campo de la Sociología de la Salud, basado
en autores con un enfoque marxista que habilitan la
comprensión de dichos fenómenos desde su carácter
de mercancía en una lógica de mercado dentro del
sistema capitalista. Los resultados obtenidos recorren
diversas categorías de análisis entre las que se destacan:
los criterios de diagnóstico por los profesionales de
Recepción: 23/07/2018 | Aceptación: 17/09/2018
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la salud, las expectativas de efectos del fármaco por
consumidores/as, la permanencia del Modelo Médico
Hegemónico y el surgimiento de modelos alternativos,
la permanencia de la relación médico-paciente de ese
Modelo, las prácticas de los profesionales y los usuarios,
las formas de obtención y la legalidad del mercado de
venta de los psicofármacos.
La reexión sociológica permite problematizar y
visibilizar el avance que la medicalización genera en
el control de los cuerpos, en tanto se construyen y
denen como “médicos”, problemas de orden social
o personales que pueden adjudicarse como propios
de la vorágine diaria. Los alcances de estas prácticas
generan como contraparte paradójica que no sólo los
profesionales de la salud promuevan estas prácticas,
sino que los propios usuarios del sistema médico,
demandan una creciente farmacologización de sus
procesos de salud- enfermedad.
Palabras clave:
Modelo Médico Hegemónico, salud mental,
medicalización y farmacologización.
Medicalization and pharmacology of
mental health in the city of San Juan.
Abstract
This article investigates the phenomena of the
Medicalization and Pharmacology of Mental Health
with the aim of knowing how they manifest themselves
in the city of San Juan. The analysis was conducted from
the eld of Sociology of Health, based on authors with
a Marxist approach that enables the understanding of
the facts of its character of a market logic within the
capitalist system. The results obtained register several
categories of analysis for which stand out: the diagnostic
criteria of the alternative consumers, the permanence
of the Hegemonic Medical Model and the emergence
of alternative models, the permanence of the doctor-
patient relationship of that Model, the practices of
professionals and users, the ways of obtaining and the
legality of the market for the sale of psychotropic drugs.
The sociological reection allows to problematize
and to visualize the advance that the medicalization
generates in the control of the bodies in as much
they are constructed and they dene as “doctors”
social or personal problems that can be adjudged as
own of the daily vortex. The scope of these practices
generate, as a paradoxical counterpart, that not only
health professionals promote these practices, but the
users of the medical system demand an increasing
pharmacology of health and disease processes.
Keywords:
Medical Model Hegemonic, mental health,
medicalization, pharmacologytation.
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Introducción
Desde un enfoque sociológico se puede considerar
a la salud como una construcción social, sobre la
cual inuyen factores socio-históricos, culturales y
económicos que condicionan la concepción que una
sociedad determinada tiene acerca de la misma. El
paradigma biologista dominó la ciencia médica hasta
el siglo XX. En la actualidad, se concibe a la salud como
algo más que la ausencia de enfermedad, sobre la que
intervienen diferentes factores que, en su mayoría, no
han podido ser del todo comprendidos y explicados por
el paradigma biologista en el cual se inscribe el actual
Modelo Médico Hegemónico (MMH). Esto nos permite
pensar a la salud desde una mirada crítica hacia dicho
modelo, el cual
responde a la lógica capitalista basada
en la oferta y la demanda
.
Por eso mismo, la lógica economicista que invade
prácticamente a todo campo de juego, no hace la
excepción con el campo de la salud. Y es por ello que
los medios ofrecidos son mercancías provistas por
empresas, o dicho más concretamente para el caso
que nos ocupa, productos fabricados por laboratorios
químico-farmacéuticos y con alcance masivo en la
población. Tales productos adoptan la forma de jarabes,
comprimidos, pastillas, pomadas; pero, además, el
mercado farmacéutico ofrece otros productos que,
como mencionamos anteriormente, no están orientados
precisamente al combate de un agente patógeno o un
síntoma. Se pueden enumerar suplementos dietarios,
productos para la caída del cabello, estimulantes para la
performance sexual, entre otros.
El Ministerio de Salud Pública de la Argentina (MSP),
dene a la salud como el estado de completo bienestar
físico, mental y social, y no solamente la ausencia de
infecciones o enfermedades ligeras, fuertes o graves,
y en armonía con el medio ambiente, es un derecho
constitucional que cada uno de nosotros puede y debe
ejercer (MSP, 2017).
La Ley Nacional de Salud Mental 26.657 sancionada
el 2 de diciembre del año 2010, establece una serie de
garantías para las personas que padecen ese tipo enfer-
medades e instituye, como principio rector, la necesidad
de evitar la internación de los usuarios en institutos neu-
ropsiquiátricos. Además, promueve la internación en
hospitales generales, para garantizar un examen com-
pleto del estado de salud de quienes padecen este tipo
de patologías.
Se reconoce a la salud mental como un proceso deter-
minado por componentes históricos, socio-económicos,
culturales, biológicos y psicológicos, cuya preservación
y mejoramiento implica una dinámica de construcción
social vinculada a la concreción de los derechos huma-
nos y sociales de toda persona (Ministerio de Justicia y
Derechos Humanos. Citado en InfoLEG, 2010)
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS)
existen diversas formas de alteración de la salud mental,
las cuales se incluyen en lo que denomina “Trastornos
mentales”:
Se caracterizan por una combinación de alteraciones
del pensamiento, la percepción, las emociones, la
conducta y las relaciones con los demás. Entre ellos
se incluyen la depresión, el trastorno afectivo bipolar,
la esquizofrenia y otras psicosis, la demencia,
las discapacidades intelectuales y trastornos del
desarrollo, como el autismo (2017, p.1).
Diversos autores concuerdan en los límites de un
diagnóstico psiquiátrico basado en los síntomas del
sufrimiento psíquico. Sufrimiento para el que no
basta una mera lectura médica o psicológica, sino que
es preciso emplear la mayor cantidad de enfoques
disponibles, integrando otros índices de funcionamiento
de la persona, como así también considerar aquellos
factores socioeconómicos, culturales y ambientales.
¿Qué sostiene esta red de relaciones entre acción
social, consumo, enfermedad, y otros elementos? En el
análisis del supuesto sobre el incremento del consumo
de productos farmacéuticos, así como de la recurrencia
más frecuente y generalizada a efectores de salud,
nos encontramos con dos fenómenos que atañen
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directamente al campo de estudio de la sociología de
la salud: la medicalización y la farmacologización. Al
vincular estos temas con el área de nuestro interés,
surge la pregunta principal de este trabajo nal de la
cátedra de Sociología de la Salud: ¿Cómo se maniestan
estos fenómenos en el ámbito de la salud mental en la
ciudad de San Juan? Se consideró importante abordar
estos temas desde ésta sociología especializada en
el proceso salud-enfermedad-cuidado, por el aporte
de autores que, con un enfoque marxista, habilitan la
reexión y el abordaje de la temática desde una crítica a
la lógica de mercado y del carácter de mercancía que la
salud adquiere dentro del sistema capitalista.
Se propone como objetivo general, explorar los
fenómenos de la medicalización y farmacologización
sobre la salud mental en la ciudad de San Juan. En este
marco, como objetivos especícos, indagar el vínculo
existente entre medicalización y farmacologización
en relación al consumo de psicofármacos para el
tratamiento de la salud mental; conocer las percepciones
de los agentes de la salud mental desde la rama médica
de la psiquiatría y psicología; interpretar las prácticas
de los agentes intervinientes en estos fenómeno, en la
relación médico-paciente; detectar factores/trastornos
relacionados al consumo de psicofármacos; y por último
indagar sobre la existencia de modelos o prácticas
alternativas al modelo médico hegemónico.
Se opta por un estudio exploratorio y descriptivo desde
de la mirada de profesionales de la salud en psicología,
psiquiatría y farmacéutica, como también desde los
mismos usuarios.
Marco Teórico.
La medicalización de la vida.
Se entiende por medicalización “la forma en que el
ámbito de la medicina moderna se ha expandido en
los últimos años recientes y abarca diversos problemas
que antes no eran considerados como entidades
médicas” (Rodríguez Zoya, 2010, p.4). Una de sus
manifestaciones es la creación de nuevas enfermedades,
particularmente psíquicas, el establecimiento de nuevos
patrones de “normalidad” y enfermedad, una mayor
dependencia a la atención médica y un mayor consumo
de medicamentos. Esto nos conduce a establecer una
relación entre la medicalización y la farmacologización
que, si bien son dos conceptos diferentes que tienden
a confundirse, son interdependientes y se vinculan
orgánicamente.
Entonces, ¿qué entendemos por farmacologización?
Según Williams et al. (2011) y sus cooperadores:
Es necesario también pensar en la “farmacologiza-
ción” como las condiciones de traducción o transfor-
mación de condiciones, capacidades y potencialida-
des humanas en oportunidades para intervenciones
farmacológicas. Aunque con grandes similitudes
con la medicalización, la farmacologización se dis-
tinguiría por no estar necesariamente relacionada a
algún tipo de diagnóstico médico, como se muestra
en el fenómeno del uso cada vez más presente de
fármacos sin indicación terapéutica (Williams, 2011.
Citado en De Camargo, 2013, p.33).
El abordaje de los fenómenos de farmacologización y
medicalización, desde una perspectiva de la sociología
de la salud, con enfoque marxista, implica indagar
sobre aquellos procesos propios del capitalismo actual,
teniendo en cuenta que la salud no escapa a la lógica del
mercado, es decir constituye una mercancía más entre
otras tantas. En este sentido, Rodríguez Zoya destaca
que la medicina estuvo siempre ligada al poder, al control
de los cuerpos, por lo tanto, lo que debería preocupar es
la forma imperialista que adoptan las prácticas médicas.
“La categoría de vida es central para la tecnología de
poder biopolítico que busca regular los cuerpos en su
carácter colectivo de especie y población”. (Rodríguez
Zoya, 2010, p.11-12).
Para comprender la relación intrínseca entre ambos
fenómenos, es necesario desentrañar las relaciones
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entre la industria farmacológica y los diferentes actores
sociales como producto de un sistema económico, que
busca la acumulación de capital a cualquier precio,
incluso a través del control del cuerpo. Es así que, en el
sistema capitalista donde todo es objeto de cosicación
y mercantilización, la medicina en general, la salud y
los cuerpos en particular, no escapan a esta realidad.
En términos de Foucault (1990), la medicina es una
estrategia biopolítica que forma parte de un sistema
histórico relacionado con un sistema económico y de
poder, en el que la patología se convierte en una forma
de regulación de la sociedad que ha ido penetrando y
transgurando diversos ámbitos de la vida cotidiana.
Históricamente el discurso médico-cientíco coadyuvó
a la normalización social, colocando las diversidades y
anomalías bajo la categorización de enfermedades o
buena parte de las conductas atípicas que se incluyeron
como “enfermedades mentales”.
Esto conlleva a que los usuarios emprendan el
tratamiento de su “enfermedad” comenzando por una
transición hacia la mejoría pero que luego se convierten,
en consumidores dependientes de psicofármacos sin
tratamiento psicológico. El criterio médico-hegemónico
fuerza a los usuarios a volverse cautivos del consumo de
un cóctel de drogas que mantiene su humor “estable”
desde el control químico de su cerebro. Su problema
es efectivamente controlado y su comportamiento
se vuelve socialmente normado, pero los factores
existenciales de trasfondo siguen sin ser resueltos:
las funciones de control y normalización “operarían
construyendo un sujeto pasivo, burocratizado,
“paciente”, que reproduce criterios médicos más allá
de su ecacia terapéutica, a partir de una relación de
subordinación con la autoridad médica” (Menéndez,
1983, 1984, 1990. Citado en Cannellotto y Luchtenberg,
2008, p.3).
Según Laplacette y Vignau (2008), para que el proceso
de medicalización se produzca, deben congurarse una
serie de condiciones: el comportamiento anormal debe
ser socialmente denido y congurar un problema; las
formas previas de control del citado comportamiento
deben haberse mostrado insucientes; la institución
médica debe estar de alguna manera preparada para
hacerse cargo; la fuente del problema debe remitir a
algún dato orgánico y, por último, el profesional médico
debe aceptar que el comportamiento anormal es de su
incumbencia.
La clave de la medicalización es su denición, “de tal
forma que un problema de índole no médica se dene
como problema médico, es descrito en lenguaje médico
y se entiende a través de la adopción de un marco
médico” (Engelhardt, 1995. Citado en Natella, 2008,
p.12). Es decir que, para analizar y comprender la
problemática de la farmacologización y medicalización,
es inevitable hablar del Modelo Médico Hegemónico
(MMH).
Por MMH se entiende a aquellas prácticas, saberes y
teorías en el desarrollo de la teoría cientíca a partir del
siglo XVIII hasta lograr identicarse dicha teoría como
la única forma posible de entender la enfermedad,
legitimada tanto por criterios cientícos como por el
Estado de un país o nación. Dichas prácticas reeren
a una extensión cada vez más acentuada de sus
funciones curativas y preventivas a funciones de
control y normatización (Menéndez, 1988). Uno de sus
principales rasgos estructurales, es la tendencia a la
expansión sobre nuevas áreas problemáticas a las que
“medicaliza”, produciendo una normatización de la
salud/enfermedad, lo que contribuye al control social e
ideológico y que induce al consumismo médico.
Según Menéndez, el Sistema Médico Hegemónico
se va desarrollando a partir de una serie de rasgos
o características de tipo estructural, el efecto de la
estructura es lo que da capacidad explicativa al modelo
y al análisis de cada rasgo particular. Las características
señaladas por el autor son biologismo, ahistoricidad,
burocratización, la primera se constituye como el rasgo
estructural dominante. Las mismas conguran una
forma hegemónica de atención e implican concebir la
enfermedad sin basamentos socio-históricos, es decir,
con evolución propia. Además se invisibiliza la relación
social que supone el acto médico, se lo desidiologiza.
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Por último, la burocratización que caracteriza el MMH,
es según Menéndez (1988) “Expresión del crecimiento
de la organización y división técnica del trabajo, del
desarrollo del principio de organización y control,
generando en su desarrollo una autonomía que tiende
a crear sus propias condiciones de racionalidad social”
(p.3).
El MMH tiene además una serie de funciones. A saber:
Ecacia pragmática se orienta a la curación, prevención
y mantenimiento; es asimétrico y autoritario,
participación subordinada y pasiva del paciente. Excluye
además al consumidor/paciente del conocimiento;
carácter de mercancía: visto el proceso de salud-
enfermedad y atención como mercancía. Se integra
con las funciones de normalización, medicalización y
legitimación. Marcha a través de una profesionalización
formalizada (Menéndez, 1988, p. 3-4).
En la década del 60´ se evidenciaron limitaciones o fracasos
de la intervención médica y psicológico-psiquiátrica
respecto de los principales problemas de salud mental y
alcanzó su máxima crítica en los 70´. Debido a los altos
costos de las enfermedades, un constante aumento
del consumo de fármacos, incremento y expansión de
la industria farmacéutica, de la intervención médica
en los comportamientos sociales, la normalización
de determinadas prácticas y la “construcción de
nuevos padecimientos como la hiperquinesia infantil
expresan el incremento de las funciones de control,
normalización y económico ocupacionales” (Menéndez,
1988, p.7). Como consecuencia, este modelo comenzó
a ser duramente criticado y discutido. A pesar de los
diversos cuestionamientos que sobre él recaen, aún
continúa teniendo vigencia y dominio en la mayoría de
las sociedades occidentales.
Farmacologización: la salud como mercancía.
En un sistema capitalista, en el que la lógica del mercado
invade las relaciones y ámbitos de nuestras vidas, la
salud fue convertida en una rama productiva de alta
rentabilidad para las industrias químico-farmacéuticas.
Producto de los procesos de mercantilización de la
salud, estas industrias cumplen un doble rol:
Tanto en la producción y comercialización de productos
y servicios, interviniendo en la organización de la
atención de la salud y en el grado de accesibilidad de
la población a sus prestaciones; como también en la
construcción de patrones de legitimación del consumo
de medicamentos (Laplacette y Vignau, 2008. Citado en
Rodríguez Zoya, 2010, p.4).
El mercado de medicamentos prescriptivos tiene como
característica que sus consumidores no deciden por su
propia voluntad el producto a consumir, sino que éste
es prescripto y autorizado por orden médica. Mediante
este requerimiento, los laboratorios despliegan
sus estrategias de marketing y publicidades para
comercializar sus propios medicamentos. Dentro de esta
estructura productiva, la cadena de comercialización
de la industria químico-farmacéutica se divide en dos
ramas:
Por un lado, las industrias químico-farmacéuticas
o laboratorios venden sus productos a las
droguerías (mayoristas), y éstas a las farmacias
que son minoristas de ventas directa al público.
Por otro lado, los laboratorios cuentan con los
agentes de propaganda médica (APM) que son los
representantes de los laboratorios ante el médico,
llevando el mensaje de las marcas-productos
a través de la propaganda y la promoción. Los
médicos prescriben medicamentos a sus usuarios,
quienes se presentarán como consumidores en las
farmacias (Rodríguez Zoya, 2010, p.14).
Este mecanismo de medicalización opera por medio de
una redenición de las percepciones, donde los estados
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físico-emocionales son tratados como un problema
de salud o factores de riesgo sobre los que se requiere
intervención médica. Es aquí donde los laboratorios
y droguerías, para acrecentar sus ventas y maximizar
sus ganancias, recurren a la invención de nuevas
enfermedades y nuevas necesidades: el envejecimiento,
estrés, insomnio, la calvicie, las pecas, la resaca y hasta
el embarazo son tratadas como problemáticas que
atentan contra la salud. Así, la farmacologización crea
identidades en torno al uso de ciertos fármacos, lo que
lleva a la expansión del mercado farmacéutico más
allá de las áreas tradicionales, incluyendo el uso por
individuos sanos, al debilitamiento del predominio de
la profesión médica creando relaciones directas de la
industria con los “consumidores”y la colonización de la
vida humana por los productos farmacéuticos.
Para algunos autores, la industria farmacéutica
promueve enfermedades para las cuales tiene ya su
droga preventiva y/o curativa. Por ende, en el proceso
de mercantilización de la salud, los medicamentos se
constituyen en un área central en la puja por el poder
económico de las empresas que desarrollan diversas
estrategias, por medio de un discurso persuasivo, para
aumentar sus ganancias y mantener la hegemonía. Las
empresas químico-farmacéuticas son actores poderosos
en el fenómeno de la medicalización de la salud, ya
que juegan un rol activo no sólo en la producción de
sustancias sino también en la construcción de patrones
de legitimación del consumo de medicamentos
(Laplacette y Vignau, 2008). Esto nos demuestra que “la
medicalización se sustenta en circuitos de dependencia
y no en una cultura de derechos ciudadanos” (Natella,
2008, p.8).
El consumo de psicofármacos como “solución in-
mediata
En el ámbito de la salud mental es notable el incremento
del consumo de fármacos para el tratamiento de
diagnósticos como así también para suprimir cualquier
displacer o aumentar el rendimiento, como respuesta
a la demanda creciente de adaptación e integración
social.
Es necesario denir qué se entiende por psicofármacos.
La Administración Nacional de Medicamentos,
Alimentos y Tecnología médica (ANMAT) dene a los
psicotrópicos como: “Cualquier sustancia natural o
sintética, capaz de inuenciar las funciones psíquicas
por su acción sobre el Sistema Nervioso Central y a
los psicofármacos como todo producto farmacéutico
compuesto por sustancias psicotrópicas, utilizado como
objeto del tratamiento de padecimiento psíquicos o
neurológicos” (ANMAT, 2010: p.34).
Actualmente, es preocupante la forma con la que los
usuarios del sistema de salud son diagnosticados por
parte de los efectores de salud que, en vez de situarse
en las causas de determinado malestar, la atención
va dirigida a los síntomas. De modo que el consumo
abusivo de ansiolíticos puede signicar el deseo del
médico de silenciar a paciente (Barros, 2005. Citado
en Natella, 2008). En estas circunstancias, la tristeza
es tratada como depresión, la timidez como fobia y la
ansiedad como síndrome de hiperactividad, entre otros
diagnósticos, los cuales son sometidos a tratamientos
especícos mediante el consumo de determinados
psicofármacos.
Cuando estos psicotrópicos son utilizados para
el tratamiento de condiciones neurológicas o
psiquiátricas se los denomina psicofármacos. Son
medicamentos destinados a (mejorar, atenuar,
mitigar) los síntomas de las llamadas enfermedades
mentales. Los psicofármacos son sustancias que se
utilizan fundamentalmente para tratar tres tipos
de alteraciones: la esquizofrenia y otras psicosis,
la depresión y la manía (es decir, alteraciones del
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estado de ánimo) y los cuadros producidos por
angustia o ansiedad excesivas (Kierbel y Ciccia,
2012, p.7).
Los medicamentos, junto a las sustancias psicoactivas,
encarnan un ideal de la sociedad actual, ya que
eliminan “rápidamente y sin esfuerzo” cualquier estado
de displacer, ayudan a mantener los estándares de
rendimiento y éxito dictados por la época. Es decir,
la dependencia a dichos fármacos “no está basada
en la idea de curación, sino más bien con la idea de
performance social, es decir que la dualidad que se pone
en juego no es enfermedad-cura sino insuciencias
personales-vida confortable” (Álvarez et. al., 2007.
Citado en Caviglia, 2011, p.7).
Estudios en base a dicho aumento, demuestran
que en la última década del siglo XX y primera del
XXI el uso/consumo de los fármacos se generalizó
elevando los índices de personas con problemas
de farmacodependencia. Según la OMS, la
farmacodependencia (consumo de drogas) es:
El estado psíquico y a veces físico causado por
la interacción entre un organismo vivo y un
fármaco, caracterizado por modicaciones del
comportamiento y por reacciones que comprenden
siempre un impulso irreprimible a tomar el fármaco
en forma continua o periódica, a n de experimentar
sus efectos psíquicos y a veces para evitar una
sensación de malestar que surge al dejar de
consumirlo (OMS, 1969. Citado en ANMAT, 2014,
p.34)
Asimismo, esta situación maniesta lo que Natella (2008)
concibe como la paradoja de la salud contemporánea,
por un lado, con la restricción del acceso a fármacos
esenciales para grupos poblacionales con escasos
recursos económicos, y por otro, un uso banal, excesivo
y abusivo de medicamentos. El 90% de la producción
mundial de medicamentos es consumida por el 10% de
la población.
En el marco de una sociedad en pleno proceso de pérdida
y degradación de la incidencia de las instituciones
colectivas para regular la vida social, es sobre el sujeto
que recae el malestar social llevando al plano personal
las consecuencias de las crisis (originadas en el plano
de lo social) y ejerciendo sobre él nuevas demandas
de autocontrol e iniciativa individual. Es decir, colocan
al sujeto en situaciones de inhibición, vulnerabilidad,
ansiedad, frustración o depresión, que tienden a
ser resueltas químicamente a través de productos
tranquilizantes y estimulantes, esto puede interpretarse
como medicamentos que cumplen la función de luchar
contra los síntomas más invalidantes en la sociedad
actual.
En este contexto, los psicofármacos se integran como
herramienta en esa búsqueda de control de sí mismo,
en pos de una vida más socializada. El concepto de
Lifestyle Medicines (Caviglia, 2011) como conjunto de
valores y signicados asociados al estilo de vida, tiende
a una individualización y autonomía que facilitan la
aceptación de los fármacos como solución inmediata
para poder continuar así con el ritmo que la vida
cotidiana impone.
La regulación del consumo y venta de psicofár-
macos.
Según la OMS (2005), diversos factores inuyen en el uso
de psicofármacos, entre ellos: la falta de conocimiento
suciente acerca de su prescripción y utilización,
factores económicos y culturales, creencias arraigadas
en las comunidades, comunicación deciente entre
las personas que prescriben y los usuarios, y escaso
cumplimiento de la correcta prescripción terapéutica.
Ante esto, el Estado es o debiera ser el órgano encargado
de regular el uso y expendio de psicofármacos para evitar
su autoconsumo y la venta ilegal. En Argentina, tanto los
psicotrópicos como los estupefacientes, denominados
“sustancias controladas”, son scalizadas por el Estado
a través de leyes nacionales 19.303 (psicotrópicos),
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17.818 y 23.737 (estupefacientes). La Administración
Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología
Médica (ANMAT) es el organismo responsable de la
aplicación de las mismas, a n de ejercer los procesos de
scalización y control. En cuanto a la comercialización
de psicofármacos, determina que se debe ejercer bajo
receta archivada cuya duración es de dos años.
Si bien la dispensación al público se encuentra regulada
por una serie de normas que la autoridad sanitaria
ha previsto, queda en cada uno de los profesionales
la obligación de conocer conscientemente toda la
normativa existente. Es evidente que, en la dispensa de
una sustancia psicotrópica o estupefaciente, se debe
poner énfasis sobre una herramienta fundamental para
el despacho al público de un producto farmacéutico:
la receta médica. El farmacéutico también es el
responsable de la adquisición de productos de
proveedores legítimos, de su correcta conservación y
almacenamiento, control de los vencimientos y exacto
registro en los libros previamente rubricados por la
autoridad sanitaria correspondiente.
Desde la Organización Panamericana de la Salud se
publicó un informe en el año 1998 que considera el rol
que tiene el farmacéutico en el Sistema de Atención
de la Salud. En él se destaca que, frente a la actual
realidad sanitaria caracterizada en grandes rasgos por
un aumento de la expectativa de vida, de enfermedades
crónicas y el desarrollo tecnológico en farmacología; el
papel del farmacéutico es fundamental en la atención
de la salud individual y de la comunidad en general.
La atención farmacéutica es denida como:
El compendio de las actitudes, los comportamientos,
los compromisos, las inquietudes, los valores
éticos, las funciones, los conocimientos, las
responsabilidades y las destrezas del farmacéutico
en la prestación de la farmacoterapia, con objeto de
lograr resultados terapéuticos denidos en la salud
y la calidad de vida del paciente (OMS, 1993: p. 5).
Respecto a la venta y consumo de psicofármacos,
es importante que dichos valores éticos realmente
se cumplan ya que son un medio para contribuir a
un tratamiento integral del usuario y un modo de
contención, además de la que debería encontrar el
usuario recurriendo a un médico.
En el informe también se acordó reconocer al
farmacéutico como “dispensador de atención sanitaria
que puede participar activamente en la prevención de
la enfermedad y la promoción de la salud, junto con
otros miembros del equipo de atención de la salud”
(OMS, 1993: p.6). Una farmacoterapia apropiada y
el uso racional de medicamentos permiten obtener
una atención sanitaria segura y económica, ya que el
uso inadecuado de los fármacos tiene importantes
consecuencias tanto para los usuarios como para la
sociedad en general.
Por otra parte, la OMS señala que es necesario
mejorar el uso de los psicofármacos. En esta tarea
están involucrados diversos actores como los médicos
quienes recetan el medicamento, farmacéuticos,
quienes los dispensan y por último los usuarios quienes
los consumen.
Cifras alarmantes: Las ventas y el consumo de
psicofármacos en Argentina se incrementaron en
la última década. Una investigación realizada por el
Observatorio Argentino de Drogas (OAD) en el año 2012,
a nes de construir un perl de la población afectada,
detecta que son las mujeres quienes muestran mayores
índices de consumo que la población masculina en todos
los segmentos etarios, “siendo particularmente el grupo
comprendido entre los 35 a 65 años el que evidencia
mayor consumo” (Kierbel y Ciccia, 2013, p.88).
En San Juan, según un relevamiento realizado por diario
Tiempo de San Juan en el año 2014 en el que incluyó
ocho farmacias de Capital e información dada a conocer
por la Cámara de Propietarios de Farmacia local, el
consumo de psicofármacos en la provincia creció un
20% comparado con el año anterior. Los grupos etarios
en los que más se notó el aumento es en personas de
30 a 40 años y que los medicamentos más vendidos son
el Clonazepam, Alplax, y en algunos casos el Neuryl. En
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cuanto a los diagnósticos, el estrés es la principal causa
de consumo. Asimismo, nos resultó relevante un dato
aportado por una farmacéutica entrevistada en dicha
investigación ya que, según ella, “generalmente las
prescripciones las realizaban psiquiatras mientras que
actualmente hay cardiólogos y clínicos que prescriben
esta clase de medicamentos”.
En busca de soluciones: ¿hay alternativas al
MMH?
La medicalización y la farmacologización como
herramienta y requisito funcional del MMH, vislumbran
un panorama cada vez más desolador y agobiante en
donde el control social y la salud como mercancía no
escapan a la lógica del mercado. Las consecuencias
y el costo a pagar son altos. La hegemonía de dicho
modelo subordina otros saberes e intenta la exclusión
ideológica y jurídica de otros modelos alternativos. Tal
como plantea Menéndez, la expansión del MMH “se
genera conictivamente lo que supone, en la mayoría
de los casos, soluciones de complementariedad y no la
emergencia de modelos contradictorios” (Menéndez,
1981, p.214).
Conforme con esto, en los últimos años, son más las
personas que recurren a las prácticas y saberes de
medicinas complementarias, ya sean usuarios como así
también los profesionales de la salud. Por tal motivo, han
pasado a ser reconocidas y apoyadas por la OMS quien
las dene como: “Medicina Tradicional, es la suma total
de los conocimientos, capacidades y prácticas basados
en las teorías, creencias y experiencias propias de
diferentes culturas, bien sean explicables o no, utilizadas
para mantener la salud y prevenir, diagnosticar, mejorar
o tratar enfermedades físicas y mentales. Medicina
Complementaria:
Los términos “medicina complementaria” “medicina
alternativa” aluden a un amplio conjunto de
prácticas de atención de salud que no forman
parte de la tradición ni de la medicina convencional
de un país dado ni están totalmente integradas
en el sistema de salud predominante. Medicina
Tradicional Complementaria (MTC): fusiona los
términos “medicina tradicional” y “medicina
complementaria” y abarca productos, prácticas y
profesionales (OMS, 2014, p.15).
Dichas medicinas se caracterizan por una visión
totalizadora del ser humano, por una concepción
holística que busca la armonía entre cuerpo y mente,
considerando la enfermedad como un desequilibrio del
organismo. Apuntan fundamentalmente a la prevención
de enfermedades y utilizan métodos naturales como los
alimentos, hierbas, minerales, masajes, relajación, yoga,
etc. Para nombrar sólo algunas, podemos mencionar
la ayurveda, homeopatía, osteopatía, reexología,
acupuntura, reiki y masoterapia.
Buscar alternativas que hagan frente al modelo médico
vigente y contemplen la complejidad de los procesos
de salud-enfermedad evitando así el reduccionismo
biológico, nos conduce a considerar la importancia de
la noción de nexos biopsiquícos (Laurell, 2008). Según
Laurell:
Es una dimensión particular de la totalidad social en
cuanto representa la expresión en la corporeidad y
psiquismo humanos de los procesos sociales. Esto
quiere decir que es un concepto que no contrapone
lo social con lo biológico y psíquico, sino que
permite aprehender la constitución de lo biológico
y psíquico humano como proceso social a través de
su articulación en otros procesos sociales. A pesar
de que el objeto de conocimiento está construido
a partir de las colectividades humanas, no plantea
una contraposición entre lo colectivo y lo individual,
sino que recurre a lo colectivo para poder estudiar
lo social del nexo biopsíquico humano, dado que es
en la colectividad donde resulta aprehensible (2008,
p.8).
Está claro que el mercado, en una economía capitalista,
no deja de proteger e incrementar sus intereses
económicos, y estos intereses vienen de la mano de la
investigación cientíca. Así, lejos de una concepción
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biologista impuesta por el MMH en el que se centra
en la causalidad de la enfermedad sin tener en cuenta
las relaciones sociales que determinan lo fenoménico
de la enfermedad, es necesario poner en práctica la
transdisciplinariedad de las ciencias biológico-médicas
con las ciencias sociales. De este modo, se podrá
tener en cuenta la complejidad de los fenómenos y
facilitar la elección de elementos idóneos para tratar
las enfermedades y malestares de la sociedad (Laurell,
2008).
Estrategia Metodológica
En relación al aspecto metodológico del trabajo,
se recurrió a informantes clave a los que se accedió
por medio de una muestra intencional, utilizando
entrevistas semi-estructuradas en el marco de una
metodología cualitativa; la misma: “Implica desentrañar
las estructuras conceptuales complejas en las que
se basan las prácticas, las ideas y las creencias de las
personas en estudio, que conguran las signicaciones
habituales con las que transitan su vida” (Sandín, 2003,
p.153).
Se trata de un estudio exploratorio-descriptivo que
constituye una aproximación inicial teniendo en cuenta
aquellos antecedentes sociohistóricos y culturales
difundidos acerca de la salud mental, especicando
propiedades, características y rasgos importantes del
fenómeno con la intención de visibilizar el fenómeno
desde una perspectiva sociológica.
Fuentes de información:
- Primarias: se realizaron entrevistas a dos
profesionales de la salud, dos farmacéuticos y dos
personas que consumieron algún psicofármaco.
La muestra intencional de profesionales de la salud
es seleccionada por el criterio de diferentes áreas de
desempeño: Un médico psiquiatra y a una psicóloga,
con el objeto de conocer ambas perspectivas respecto
al abordaje de la salud mental y farmacéuticos.
Respecto a los Farmacéuticos, se los abordó con el n
de rescatar aquellos datos necesarios para conocer la
venta y consumo de psicofármacos en la provincia y
su percepción sobre esta problemática en particular,
teniendo en cuenta el rol que ocupan y juegan, en tanto
dispensador de atención sanitaria, con el propósito de
comprender cómo se lleva adelante la comercialización
de psicofármacos, qué factores intervienen en ese
proceso y cómo es la relación que establecen con el
cliente/consumidor.
En cuanto a las personas que consumieron alguna
vez algún tipo de psicofármacos, se intentó conocer
su experiencia respecto a las causas que condujeron
al consumo, cómo accedieron a éstos y qué efectos
producen, ya que éstos constituyen el último eslabón en
la cadena de producción-comercialización-consumo de
psicofármacos.
Las entrevistas se realizaron en la ciudad de San Juan
durante los meses de junio y julio del año 2017. En el
caso de los profesionales de la salud, en sus respectivos
lugares de trabajo, y a las personas consumidoras, en
su domicilio particular. Se decide el carácter anónimo
de las entrevistas para preservar su identidad. Así,
han sido codicadas como: P.1 (médico psiquiatra),
P.2 (psicóloga), F.1 (farmacéutica y propietaria de la
farmacia) y F.2 (farmacéutico-bioquímico), C.1 (mujer
de 27 años) y C.2 (mujer de 64 años).
- Secundarias: leyes nacionales, diarios nacionales
y provinciales, libros, informes, investigaciones y
revistas cientícas, referidas a nuestro objetivo de
investigación.
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Percepciones del uso de psicofármacos de dis-
tintos actores involucrados/as.
En base a los datos obtenidos de las entrevistas
realizadas y a los objetivos propuestos, se identicaron
las siguientes categorías que son analizadas desde las
perspectivas teóricas mencionadas anteriormente:
Enfermedad Mental.
Conceptualización.
En cuanto a la concepción de enfermedad mental se
establecen algunas diferencias entre la psiquiatría
y la psicología. Por un lado, el psiquiatra alude al
término “patología”: “es una patología que se origina
en la psiquis, pero afecta la relación del paciente
consigo mismo y con el entorno” (P.1). Por otra
parte, la psicóloga utiliza los términos “síntomas”
y “signos”: “Conjunto de síntomas y signos que una
persona en alguna situación especíca maniesta o
presenta, teniendo por supuesto sexo, edad, grupo
familiar...”(P.2).
La primer noción destacada puede remitirse a la
comparación establecida por Durkheim (2003)
entre “lo normal” y “lo patológico”, dejando
entrever una noción biologista al describir lo que se
considera enfermedad mental. Sin embargo, ambos
profesionales arman que la enfermedad mental
implica dar cuenta de la existencia de un entorno
social como condicionante de la misma.
Enfermedades consideradas mentales.
1.1.1.1.Aquellas con origen en causas estructurales:
como la psicosis, la esquizofrenia.
Patologías mentales puras y derivadas: Se considera
desde la psiquiatría que es fundamental que haya
un saber y un criterio médico capaz de discernir
entre las patologías mentales puras y aquellas
“derivadas de una enfermedad médica” (P.1). Por
eso, la psiquiatría, para diagnosticar correctamente,
no puede desprenderse del criterio que se utiliza en
la medicina clínica.
Se observa una paridad entre las expresiones
“enfermedades con causas estructurales” del
profesional P.2 con “patologías mentales puras”
descriptas en P.1, ambas hacen referencia a un
criterio propio del diagnóstico médico.
Diagnóstico.
Entre los criterios particulares de cada profesional para
diagnosticar una enfermedad mental, encontramos los
siguientes:
Capacidad de adaptación del paciente a la realidad:
Que un paciente esté enfermo mentalmente o
no, dependerá de su capacidad para adaptarse a
la realidad: “Si consideramos a la salud mental
como algo que engloba a una serie de trastornos,
patologías y enfermedades, los criterios tienen que
ver con la capacidad de adaptación […] Se toma en
cuenta lo conductual, lo afectivo, en el interjuego
que se establece en lo vincular” (P.2)
Criterio interdisciplinario y preventivo: Se sostiene
que el abordaje de la salud mental no debe estar a
cargo sólo del psiquiatra en la atención, diagnóstico
y tratamiento en consultorio. Debe incluir además
la visión de distintos profesionales de la salud para
poder lograr un abordaje integral con el objetivo de
que el paciente transite los efectores en los distintos
niveles de atención y los profesionales que necesite
para llegar a un diagnóstico certero, y que no
necesariamente requiera un diagnóstico psiquiátrico
inmediato y medicalizado. Así se evitaría el sub-
diagnóstico o el sobre-diagnóstico.
Desajustes entre problema y diagnóstico: Se
considera que la comunidad de profesionales en
psiquiatría suele incurrir en el sobre-diagnóstico de
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usuarios, los cuales resultan muchas veces rotulados
de forma desproporcionada o desatinada respecto a
su problemática o patología.
Incurrencia en diagnóstico apresurado: Se sostiene
que los psiquiatras se ven impulsados a recetar de
forma frecuente recetas farmacológicas, sin conocer
con precisión si el diagnóstico que están medicando
es aquel que realmente se corresponde con el
paciente y sus síntomas. Esto podría originarse
porque los médicos, tienen un número excesivo
de usuarios o simplemente por la necesidad de
inmediatez para dar un diagnóstico a éstos.
Desencadenantes del consumo de psicofárma-
cos.
Con información recabada de las entrevistas y en
base a la bibliografía seleccionada, se nombró a esta
categoría como “desencadenantes”, porque se puede
inferir a partir de los datos, que el consumo se debe
principalmente a malestares que la persona atraviesa
en un determinado momento más que a una patología
mental.
En las entrevistas realizadas se observa el estrés como
el principal factor desencadenante que forma parte de
una conguración de la sociedad actual, relacionado
con las actividades vinculadas al trabajo conjugadas con
las relaciones familiares cotidianas. Según la mirada
de los farmacéuticos: “Para por el estrés, es muy
sensible el nivel de estrés”(F.2.). “[...] a veces la gente
recurre a eso como una forma de tratar su estrés o su
ansiedad de la vorágine diaria” (F.1.) A su vez, quienes
consumieron psicofármacos también comentan que lo
hicieron por angustia o estrés: “en ese momento tenía
muchos problemas que me tenían muy angustiada y lo
único que quería era dormirme rápido para no pensar
en nada “(C.1.). “[...] estaba muy estresada, era una
situación muy complicada por la que pasaba [...] estaba
angustiada y buscaba algo que me permitiera seguir
haciendo mis actividades diarias” (C.2.).
Expectativas de efectos del fármaco por consu-
midores/as.
1.1.1.Solución inmediata: “lo único que quería era
dormirme rápido para no pensar en nada [...] me lo
tomaba y al ratito empezaba a darme mucho sueño
y me dormía al toque. Sin eso daba mil vueltas y
tardaba hasta más de una hora en dormir, en cambio
con eso era inmediato” (C.1). La farmacéutica (F.1)
también coincide en que “buscan la solución rápida,
al margen de que la vida también te impone esos
tiempos [...] les resulta más fácil ir y comprar algo
que los relaje o duerma rápido y listo”.
1.1.2-Apoyo transicional: “Yo sabía que este
medicamento (Tranquinal) lo iba a tomar por un
tiempo limitado porque sé que hacen mal y generan
adicción, siempre supe que era una situación
particular en la que me encontraba y la iba superar
[...] También siempre supe que no lo iba a hacer
costumbre (antidepresivo) porque sé que hace
mal, esas pastillas me dan miedo, me daba miedo
no poder dejarlas después [...] además de siempre
saber que si tomaba algo era circunstancial, creo que
eso me ayudó mucho, a tener en claro que fueron
momentos en los que necesité de algo más, estaba
muy vulnerable, pero sabía que iba a pasar” (C2).
Consumo y Obtención de Psicofármacos.
Por prescripción médica: a través de una receta de
archivo que se utiliza para el control de las ventas de
psicofármacos por parte de Salud Pública. Deberían
ser prescritos por psiquiatras sin embargo en base a lo
indicado por los farmacéuticos F1 y F2 y el profesional P1
se ha generalizado la prescripción hacia otros médicos/
as especialmente clínicos, por lo que se puede inducir
que pueden ser causantes del mal uso de psicofármacos.
Automedicación: Sobre la cual podemos emplear los
patrones de consumo propuestos por Álvarez y sus
colaboradores (2007), en los cuales es posible distinguir:
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El/la autodidacta: “van al médico y les piden que les
den algo, les dicen “deme algo” abiertamente” (F.1)
El/la farmacéutico/a “amigo/a”: La farmacéutica
F.1 manifestó que, “en una época vendía algunos
psicofármacos sin receta que los compraba en
determinados lugares o al laboratorio directamente,
pero tenía una farmacéutica que me avala en eso,
me cubría. Pero no se lo vendía a cualquiera [...] son
personas que no la consumen todos los días, no lo
hacen siempre y son responsables, con ellas tengo
conanza, son sólo 6 o 7 clientes que me llaman a
personalmente”.
También la consumidora C.1 comenta obtenerlo por
el mismo medio: “un muy amigo de él tenía un amigo
farmacéutico que le vendía las cajas de Tranquinal sin la
receta, se conocían y tenían la conanza, sabía que no
era para hacer abuso de eso”.
Por recomendación: “alguien se los recomendó,
es muy común que la gente se preste este tipo de
medicamentos ya que “si a mí no me hace nada, a
vos qué te puede hacer”, comentó F.1. También C.1
accedió por recomendación, “me lo dio quien era en
ese momento mi novio”.
Sin receta: F1 y F2 maniestan que cierto sector del
público recurre a las farmacias intentando comprar
psicofármacos sin receta médica, en una forma de
“probar suerte”.
Recetas Apócrifas y Mercado Ilegal: Los farmacéuticos
F1 y F2 manifestaron preocupación por el incremento de
las recetas apócrifas para la obtención de psicofármacos.
El Mercado ilegal: en torno a la presencia de recetas
apócrifas, podemos dilucidar que la búsqueda por la
obtención de psicofármacos por medio de este medio
es, en muchos casos no sólo para consumo, sino que
tiene otros nes, como adicción o para la reventa. Se
pueden considerar que tales motivos pueden inuir
en el aumento de la venta ilegal de psicofármacos.
Una publicación del portal de noticias San Juan8.com
en junio del 2017, señala que la División de Farmacia
de la provincia en los controles detallados de recetas
encontró en el año 2015 unas 27 farmacias que tenían
alrededor de 450 recetas apócrifas.
En nuestra provincia, la División de Farmacia
perteneciente al Ministerio de Salud Pública, es el
ente encargado de controlar la comercialización
de todo tipo de medicamento, droga y elemento
destinado a la prevención, diagnóstico y tratamiento
de enfermedades. Los psicofármacos entran en la
categoría de “sustancias controladas”, por lo que
se requiere para su compra y consumo la indicación
por un médico en una receta archivada, la que luego
será registrada y supervisada por Salud Pública
cuando lo requiera.
Psicofármacos que más se venden/consumen: Por la
información disponible, se observa que los ansiolíticos
o tranquilizantes menores son los psicofármacos que
mayormente se consumen/venden, principalmente los
benzodiacepínicos de acción prolongada como es el
caso del Diazepam y Clonazepam; como los de acción
corta como el Alprazolam. A su vez en las entrevistas a
consumidores se destaca el consumo de Tranquinal y
antidepresivos.
Género que más consume y franja etaria: Un informe
presentado por la OAD (2012), señala a como mayores
consumidoras psicofármacos a las mujeres siendo
evidente un mayor aumento de su ingesta a partir de
los 50 años de edad. Los farmacéuticos entrevistados
F1 y F2 señalan la misma franja etaria y género como
mayores consumidores.
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Tratamiento en base a la prescripción de psico-
fármacos.
Relación médico-paciente: Las entrevistas revelaron
que, dentro de la relación médico-paciente en torno
al tratamiento de la enfermedad, se establece una
jerarquía de roles. En cuanto a la concepción del rol del
médico, se deja entrever la permanencia del MMH ya
que, como plantea Galende (2008), la consideración del
trastorno como enfermedad prescinde del sujeto, ignora
el conicto que expresa el síntoma, ya que éste sería
sólo signo de un trastorno en sus equilibrios cerebrales,
y se propone por consiguiente suprimirlo por un medio
articial, el medicamento. Galende coincide con Barrios
(2005, en Natela, 2008), al armar que el consumo
abusivo de ansiolíticos puede signicar el deseo del
médico de silenciar a paciente, lo que también reeja
el farmacéutico F.1 cuando comenta que los médicos
prescriben para complacer y mantener contento al
paciente.
Por su parte, Forcades (2012) dene “desocialización de
la enfermedad” teniendo en cuenta el rol de la ciencia
médica, como extensión del MMH, y su concepción
biologista que aísla al individuo de su entorno para
comprender su enfermedad.
Entonces, es en base al MMH que podemos
comprender la relación médico-paciente que aquí se
vislumbra. De acuerdo al planteamiento de Parsons
expuesta en su obra “El sistema social” (1986), la
enfermedad es un estado de perturbación en el
funcionamiento “normal” del individuo humano,
comprendiendo el estado del organismo como
sistema “biológico” y el estado de su ajustamiento
“persona” y “social”. De este modo, la enfermedad
se dene en parte biológicamente, y en parte
socialmente. Para superar esta disfuncionalidad
causada por la enfermedad, el autor le da
importancia a la práctica médica, la cual está
organizada en la aplicación del conocimiento
cientíco a los problemas de la enfermedad y la
salud, es decir, a controlar la enfermedad.
Aplicación de consentimiento informado: Con respecto
al consentimiento informado, Tealdi lo dene como:
“Una declaración de voluntad efectuada por un paciente,
por la cual, luego de brindar suciente información
referida al procedimiento o intervención quirúrgica
que se le propone como médicamente aconsejable,
éste decide prestar su conformidad y someterse a tal
procedimiento o intervención” (Tealdi, 2008, p.219).
En este sentido, el profesional P.2 no compartiría la
postura del MMH, ya que se toma en cuenta el punto
de vista del paciente y se garantiza su conocimiento y
acuerdo con el tratamiento a seguir. Por otra parte, el
P.1 posee un criterio más cercano al MMH, puesto que
establecer un consentimiento con el paciente es, en
cierto modo, una forma de participación subordinada y
pasiva del paciente, puesto que se establece una relación
transparente, creando así cierta asimetría sostenida por
un autoritarismo médico.
Demanda de farmacologización: Se pudo constatar
que en la relación médico-paciente está presente la
demanda de farmacologización, la cual hace referencia
a la acción del paciente orientada a obtener recetas
médicas para continuar consumiendo la medicación que
éste considera pertinente, dejando en un segundo plano
la atención médica, por lo tanto también al criterio
médico que resuelve la conveniencia y los benecios
que acarrea consumir o no determinada medicación.
Percepción del tratamiento por parte de usuarios: En los
dos casos entrevistados a consumidoras, esta categoría
emerge caracterizando de una manera peyorativa la
percepción del tratamiento y del rol del médico, siendo
éste ineciente para solucionar su problema: “El error
fue mío por no leer las indicaciones, lo tomé a la mañana,
antes de ir a trabajar, porque yo suponía que por todo lo
que le dije me iba a dar algo para levantarme el ánimo
en el día, yo le dije que dormía perfectamente, el tema
era enfrentar toda mi situación, pero Tranquinal estaba
indicado para la noche” (C2).
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Iatrogenia.
Las diferentes intervenciones médicas pueden tener
efectos negativos sobre las personas que se sometan
a ellas, especialmente si los tratamientos propuestos
son de tipo farmacológico. “Los efectos negativos de
las intervenciones médicas constituyen la iatrogenia o
némesis clínica” (Forcades, 2012, p.805).
Como consecuencia del consumo de psicofármacos,
ya sea indicado por el médico o por automedicación,
producen en la salud graves efectos negativos y
perjudiciales lo que es una clara demostración de los
límites e insuciencias que el propio modelo médico
presenta.
El uso indebido y excesivo de psicofármacos por parte
de usuarios, podría ser una consecuencia de que los
mismos fueran recetados por un médico que no es
especialista en psiquiatría y, por ende, puede ocasionar
efectos adversos. En este sentido el relato de C.2
expuesto en el ítem anterior, en relación a la percepción
del tratamiento, es un reejo de esto. También C.1
deja entrever lo perjudicial del consumo en torno a sus
efectos adversos: “Dormía plácidamente toda la noche,
pero lo único más feo era que al otro día me sentía como
cansada, como que todo me costaba incluso hasta
hablar, era como que seguía en estado de relajación
total (...) por un lado me dormía al toque y sin esfuerzos,
pero al otro día andaba como zombie y drogada” (C.1).
Rol del farmacéutico en la venta de psicofárma-
cos.
El rol del farmacéutico como dispensador de la
atención sanitaria es planteado desde un fundamento
ético centrado en el compromiso, la responsabilidad,
conocimiento y asesoramiento de los usuarios según la
OMS (1993). Sin embargo, observamos la existencia de
una contradicción entre fundar dichos valores éticos en su
práctica profesional con el sostenimiento de su negocio
como fuente laboral ya que ambos entrevistados son
propietarios de su farmacia. Pese a esto, maniestan
priorizar la contención y asesoramiento en el uso
racional de fármacos en conjunto con su economía,
buscando alternativas más saludables.
Alternativas al modelo médico hegemónico.
Perspectiva de profesionales de la salud: Tanto la
psicóloga como el psiquiatra entrevistados conciben que
existen actividades o prácticas alternativas a aquellas
especícamente en relación con sus profesiones, y que
pueden ser beneciosas para la salud del paciente. Sin
embargo, ninguno de ellos las menciona como una
forma de tratamiento llevada a cabo desde su práctica
profesional.
Perspectiva del farmacéutico: Los relatos de las
entrevistas realizadas a farmacéuticos destacan los
benecios de prácticas naturales en oposición al
consumo de fármacos y la mercantilización del campo
de la salud. Así mismo, la farmacia cuenta con productos
naturales para aliviar los síntomas del estrés o inducir el
sueño.
Perspectiva de consumidores/as de psicofármacos:
Actividad física: Ambas entrevistadas manifestaron
los benecios que provocó el haber comenzado a
hacer alguna actividad física, tanto físico como
psíquico: “empecé a entrenar con un grupo de
running en el parque y eso me re ayudó porque
iba a divertirme y eso me ayudó a despejar la
mente”, relata C.1. “Desde ese entonces hago
yoga y me solucionó varios problemas físicos y me
tranquilizaba, me relaja, esa hora es la desconexión
de mis problemas de todos los días”, comenta C.2.
Relaciones vinculares-afectivas: Ambas entrevis-
tadas coinciden en la importancia que tuvieron los
vínculos afectivos y el apoyo de sus familiares en el
mejoramiento de sus malestares.
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Las soluciones transmitidas por las entrevistadas
dan cuenta de que la mejoría de su estado estuvo
intrínsecamente relacionada con sus afectos y cambios
en el estilo de vida más saludables. Esto denota una clara
diferencia con la concepción biologista característica
del MMH y la medicalización que de aquél se deriva.
Reflexiones finales.
A partir de los resultados obtenidos en este estudio
es posible bosquejar una serie de reexiones sin
poder realizar conclusiones taxativas. Se recupera, sin
embargo, que esta instancia de exploración de estas
temáticas, permite problematizar y visibilizar el avance
que la medicalización y la farmacologización generan
en el control de los cuerpos, en tanto se construyen y
denen como médicos problemas de orden social o
personales que pueden adjudicarse como propios de la
vorágine diaria.
En base a las entrevistas y la recopilación documental,
se puede interpretar que se concibe como solución
óptima para cualquier enfermedad la ingesta de
medicamentos que brindan una solución rápida. Esto
fetichiza a los medicamentos y enmascara el proceso
mediante el cual la industria farmacéutica cumple con
su objetivo principal que es el de vender productos a
cualquier costo. Es así que, entre las manifestaciones
de esta búsqueda de soluciones inmediatas, puede
considerarse la automedicación, que como se señaló
en este estudio trae graves problemas de dependencia,
además de distintos efectos adversos: producción
de nuevas y diversas enfermedades, especialmente
psíquicas, junto a la construcción y legitimación de
nuevos patrones de “normalidad” y enfermedad; como
también una mayor dependencia a la atención médica
y aumento del mercado ilegal de psicofármacos. Un
ejemplo claro de esto, puede palparse en las constantes
pautas publicitarias que promocionan gran variedad y
diversidad de medicamentos para estar “saludable”.
Es notable que, actualmente, los problemas de salud
como también la medicalización de la vida cotidiana
parecen devenir en una cultura de lo inmediato
e instantáneo. En otras palabras, el consumo de
fármacos como solución inmediata al estrés, cansancio,
angustia y frustraciones para poder continuar con el
ritmo acelerado que la vida cotidiana demanda. Esto
denota, además, el silenciamiento de los síntomas, de
los malestares y emociones, y el enajenamiento por sí
mismo de su propia conciencia.
De acuerdo con esto, no se puede desconocer que
en la relación médico-paciente que se establece
en el tratamiento, hay una prevalencia del MMH
y la concepción parsoniana del proceso de salud-
enfermedad. El rol del médico también juega con el
veloz ritmo del tiempo que la sociedad impone, junto
con la mercantilización de la salud y, en vez de analizar
detenidamente al paciente como una totalidad bio-
psico-social, opta por la medicalización del malestar.
Sin embargo, se hace cada vez más visible la búsqueda
de terapias alternativas al actual modelo hegemónico en
el tratamiento de la salud mental. En ellas, se reconoce
la importancia de sus benecios para contrarrestar
el incremento en el consumo de psicofármacos y los
efectos negativos que esto ocasiona, reemplazándolos
por otros métodos naturales como también la necesidad
de hacer algún tipo de ejercicio físico.
En síntesis, se puede argüir que la “medicalización de la
vida cotidiana” hace referencia a convertir un conicto
personal en un problema médico que necesita ser
abordado por profesionales de la salud. Son los mismos
usuarios, además, quienes al momento de realizar una
consulta con un médico especialista, propone de manera
inmediata que les prescriban medicación. Según los
agentes de la salud, si no recetan algún fármaco en la
primer consulta realizada, el usuario se va disconforme
y muchas veces no regresa para seguir adelante con
el tratamiento, el cual debe tener un seguimiento y
duración en el tiempo, según expresó el psiquiatra
entrevistado. Por tal, el aumento del consumo de
psicofármacos, en base a nuestro estudio, no se debe
a un incremento de trastornos de la salud mental, sino
que forma parte de la patologización y silenciamiento
de los síntomas que provocan los malestares, angustias,
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frustraciones, cansancio, propios de la alienación del
sujeto en su vida diaria. Problemática que logra ser
comprendida en su complejidad en el marco de la
lógica del mercado, en donde el sujeto deviene sujeto
de consumo. Tal es así, que actualmente, pese a sus
limitaciones, críticas y las profundas ineciencias que
presenta, continúa en vigencia el MMH y una concepción
biologista de los procesos de salud-enfermedad, ya que
los agentes del campo de la salud y del sistema sanitario
en general no escapan a esta lógica mercantilista.
Rescatar las perspectivas desde diferentes enfoques y
actores permite una aproximación para la comprensión
y vislumbramiento sobre la problemática de la
medicalización y del vertiginoso incremento del
consumo de psicofármacos, lo que abre el camino a
estudios más profundos que contribuyan a formular
herramientas para aminorar o solucionar una realidad
compleja con graves consecuencias para amplios
sectores sociales.
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