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ARTÍCULOS LIBRES
Vargas | Ciudadanas, militantes y representantes.
TRAMAS SOCIALES • N° 04 | ISSN: 2683-8095
“agenda pública”, generando empatía no sólo desde las
bases militantes, sino también un amplio consenso en la
ciudadanía.
La agenda política es aquella construida por actores po-
líticos con poder representativo, quienes introducen sus
preferencias de cambio. Este tipo de agenda se construye
“desde arriba”, desde una lectura y priorización de pro-
blemáticas realizada tanto por el gobierno como por el
parlamento, quienes impulsan reformas institucionales
mediante proyectos de ley. La agenda pública surge en
un sentido inverso, se construye desde abajo, desde las
bases o territorialidad, releja los problemas inherentes
a la comunidad y apunta a conquistar la atención de ac-
tores con poder representativo para la introducción de
esas preocupaciones en la agenda política. Las políticas
públicas se construyen en un diálogo permanente, entre
la agenda pública y la agenda política, no exento de ten-
siones y desafíos (Aguilar Villanueva, 1993).
En los años 90, el diseño de medidas de acción positiva
ingresó a la agenda política gubernamental como una
problemática apremiante cuyo tratamiento no podía
continuar prolongándose. Esto implicaba fortalecer la
participación del colectivo de mujeres en cargos públicos
electivos y en espacios de poder al interior de los parti-
dos políticos. Ese requerimiento contribuyó a instalar la
idea de que la ausencia deliberada de mujeres en ámbitos
de decisión política, constituía una regresión para la de-
mocracia porque ponía de manifiesto una amplia brecha
entre la “igualdad formal” contemplada en instrumentos
normativos y la “igualdad real” prácticamente inexisten-
te en el contexto histórico político.
En los años 90, el concepto de discriminación positiva
tomaba fuerza en el escenario político; legisladoras de
diversos espacios trabajaron en el diseño de la norma. En
noviembre de 1989 ingresó a la Cámara Alta el Proyecto
de Ley (Expediente N° 518/S/89) de la senadora radical
Margarita Malharro de Torres, mientras que en la Cá-
mara Baja se presentó una iniciativa similar (Expediente
N° 2526/D/89) firmada por diputadas pertenecientes a
un amplio espectro político: Florentina Gómez Miranda,
Norma Allegrone de Fonte y Blanca Macedo de Gómez
(UCR), Inés Botella (PJ), Matilde Fernández de Quarra-
cino (partido demócrata cristiano) y Norma Monjardín
(Partido Federal). Las legisladoras compartían no sólo
una misma inquietud sino también idéntica estrategia:
modificar el Código Electoral Nacional para garantizar la
presencia de mujeres en el ámbito legislativo. Aunque en
la redacción de los textos que presentaron se observaban
algunas diferencias, éstas no eran sustantivas (Barran-
cos, 2002, 2010; Vázquez, 2002; D’Andrea, 2016).
La campaña nacional por las cuotas fue liderada por mu-
jeres multipartidarias. Los discursos construidos por las
dirigentes en defensa de ley fueron ganando adeptos en
el campo político y en el ámbito de la sociedad civil. El
lobby con los principales dirigentes, la movilización de
militantes de base y la presencia activa de mujeres en los
medios de comunicación, fueron cruciales para sensi-
bilizar sobre la legislación rupturista en discusión (Ca-
minotti, 2014). Las parlamentarias lograron el apoyo de
mujeres organizadas. Además de la Red de Feministas
Políticas y de la Multisectorial de la Mujer, se sumaron
adhesiones desde espacios de relexión y debate como
el 5° Encuentro de Mujeres (Marx, Caminotti y Borner,
2008). Esa base sólida que lograron construir motivó el
respaldo del Presidente Menem quien en una primera
instancia se expresaría a favor de las cuotas en general
y no específicamente del proyecto en discusión que era
el de la senadora Malharro, iniciativa que lograría la
media sanción en el Senado de forma unánime en sep-
tiembre de 1990 (Caminotti, 2014) en el marco de la 20ª
sesión ordinaria con la presencia de 32 senadores en el
recinto. Previamente, la propuesta se había considerado
en dos Comisiones: Asuntos Constitucionales y Legisla-
ción General, obteniendo dos dictámenes: el de mayoría
solicitaba que la opinión de los partidos políticos pro-
vinciales sea remitida a comisiones y el de minoría que
recomendaba su aprobación. Ambos dictámenes fueron
tratados el día de la sesión (D’Andrea, 2016; Cano y Cano,
2017). En esa oportunidad, el Senado estaba compuesto
por 46 miembros: 25 provenían del Justicialismo (PJ), 14
de la Unión Cívica Radical (UCR) y 7 de diferentes par-
tidos provinciales; había sólo cuatro mujeres legislado-
ras: Margarita Malharro de Torres de la UCR y Olijela del
Valle Rivas, Liliana Gudulich de Torres y Alicia Saadi de
Dentone del PJ (D’Andrea, 2016).
Los argumentos exhibidos en la sesión fueron variados,
algunos resaltaron la lucha de las mujeres a lo largo de
la historia, destacando principalmente la sanción de
la ley de voto femenino y la figura de Eva Perón (D’An-
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