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ARTÍCULOS LIBRES
Lizama - González | El impacto del trabajo reproductivo sobre la salud de mujeres con bromialgia
TRAMAS SOCIALES • N° 04 | ISSN: 2683-8095
La vinculación del trabajo reproductivo, específicamente
el doméstico y del cuidado, con la problemática de la sa-
lud, viene dada por la escasa reciprocidad en términos de
satisfacción o reconocimiento por su realización, en tan-
to que las mujeres se ocupan mayoritariamente de otros
y no de ellas mismas, dejando de lado, por tanto, su bien-
estar. Este aspecto cobra especial relevancia si se consi-
dera que estas labores son aprendidas a través de una so-
cialización temprana, por lo que son experiencias, roles
y estereotipos que comienzan a ser internalizados desde
la infancia en forma de mandatos de género, que actúan
y se perpetúan durante el ciclo vital de las mujeres, pro-
duciendo malestares físicos, psicológicos y emocionales,
impactando en su bienestar, induciendo la enfermedad,
pues “De forma sintética, el supuesto del conjunto de las
teorías contextuales es que la persona vive y enferma se-
gún la impronta que le causan la cultura y las situaciones
sociales” (Velasco, 2009, p.33).
El principal hallazgo del que es pertinente dar cuenta es
la relevancia que adquiere la dimensión subjetiva a la hora
de analizar el impacto de la división sexual del trabajo
como organización sexista de la sociedad, en la salud de
las mujeres (Pujal i Llombart & Mora, 2014; Mora, Pujal i
Llombart & Albertin, 2017).
Primero, es de considerar el aspecto metodológico de
que tanto el estado de salud como la presencia sintomá-
tica se han medido desde un relevamiento de índole de-
clarativo, por tanto, la realidad medida está impregnada
de la subjetividad de las mujeres participantes; esto es,
la autopercepción de su estado de salud y la cantidad de
síntomas declarados son una manifestación objetiva-
da y llanamente reducida y simplificada de sus propios
malestares. Por consiguiente, es acertado reconocer la
limitación a la hora de aproximarse a dichos malestares.
En segundo lugar, la subjetividad expresada en la mane-
ra de cómo está presente el mandato del trabajo domés-
tico y de cuidados en la vida de las mujeres, en cuanto
feminidad dominante internalizada. Este mandato
constituye a cada mujer y tanto su cumplimiento como
su incumplimiento comporta conlictos dentro y fuera
de cada una. Para Lagarde (2005), el conlicto se produce
en la disidencia de la feminidad dominante, la negación
de realizarla así sin más al dejar de cumplir el mandato
social de ser mujer, abandonar sus deberes, descuidar a
los otros, negar la feminidad que les toca experimentar,
porque lejos de ocuparse de ellas mismas y constituirse
en una nueva feminidad, creada, construida desde la au-
tenticidad y el libre albedrío, en palabras de la autora, su-
cumben. “En diferentes grados, las mujeres se enferman
y se narcotizan química e ideológicamente para evadir
los hechos o los conlictos que les genera la feminidad”
(p.818), y diríamos, no sólo para evadir sino también por
evadir las tensiones que produce la feminidad.
El malestar de las mujeres adultas, patologizadas me-
diante el diagnóstico de fibromialgia (Pujal i Llombart,
Albertin & Mora, 2015), está relacionado con la tensión
que produce en ellas el ejercicio de roles tradicionales
–labores domésticas y de cuidado- y transicionales (Ve-
lasco, 2009), como el trabajo remunerado y el ejercicio
de la jefatura de hogar que, siguiendo a Lagarde (2005),
podrían definirse como maneras de evadir la fuerza de
las cosas, es decir, las obligaciones de la feminidad do-
minante, resistiéndose a la expectativa del mundo pa-
triarcal de ser de-y-para-los-otros. Dicha tensión se ma-
nifiesta en la carga por la imposibilidad de desvincularse
física, mental y emocionalmente de la responsabilidad
de lo doméstico y el cuidado durante la jornada laboral,
lo cual impacta en la autopercepción de salud y la canti-
dad de síntomas percibidos, situación que se confirma
con los resultados de nuestra investigación.
En definitiva, el modelo de género que en el siglo XX sacó
a las mujeres del espacio privado de subordinación y las
llevó hacia la esfera pública de la educación y el trabajo,
no las libera del cautiverio (Lagarde, 2005), al no permitir
la creatividad hacia una nueva feminidad y el cuidado de
sí mismas; no ofrece un camino para salir de la opresión
hacia la fundación de nuevos mundos, sino que más bien
construye atractivas e ilusionantes prisiones que enfer-
man a las mujeres. La feminidad sigue en conlicto y éste
se manifiesta en los cuerpos, en este caso, en los cuerpos
de las mujeres con fibromialgia. Velasco (2009) señala
una “feminidad en carne viva” (p.170).
La autora afirma que la autonomía e independencia que
comporta el modelo de género en transición a lo largo del
siglo XX constituye un factor protector para la salud de
las mujeres al propiciar vías hacia la realización que has-
ta entonces estaban vedadas: el trabajo, el saber, el en-
cuentro con los otros, la participación en la vida pública.
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