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TRAZOS - AÑO VII – VOL.I – JUNIO 2023 - e-ISSN 2591-3050
den como aquellas prácticas que pretenden “corregir” la orientación sexual,
identidad o expresión de género de una persona. Siguiendo el esquema plan-
teado por la matriz heterosexual y cisnormativa, todo aquel cuerpo que no
siga esa relación causal sexo-género-deseo-prácticas sexuales, requeriría de
un tratamiento. Así, las personas dentro de la comunidad LGBTIQ+, son pensa-
das como cuerpos ilegítimos, no humanos, que no son capaces de leerse en
términos de la ontología de género de la matriz, de tal modo que, si pretenden
alcanzar la “humanidad”, deben someterse a la “curación”. Ahora bien, la matriz
heterosexual no actúa sola. Como dispositivo de poder, entendiendo por dis-
positivo a “un conjunto heterogéneo conformado por discursos, instituciones,
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rias, medidas administrativas, disposiciones arquitectónicas, enunciados cien-
(Hellemeyer, 2012, p. 145), trabaja en conjunto con otras instituciones que posi-
bilitan su perpetuación. Históricamente, estas han sido la ciencia y la religión.
Por la intervención de la primera, se consiguió una patologización de las disi-
dencias sexo-genéricas y por la segunda, su demonización.
La patologización-
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tos del desarrollo, abuso sexual, crianza disfuncional, entre muchos otros”
(Mendos, 2020, p. 23). La demonización, en cambio, surge sistemáticamente a
principios de la década del ´70 en una red de organizaciones que operaban
como “ministerios religiosos” en Estados Unidos, que luego se expande por el
resto del mundo. Algunas de las organizaciones más importantes resultaron,
en primer lugar, Love in Action [Amor en Acción] y posteriormente, Exodus In-
ternational [Éxodo Internacional]. Esta última, “ofrecía un enfoque terapéutico
teológico híbrido para «liberarse de la homosexualidad a través del poder de
que “el problema más importante […] no es sexual, sino espiritual: [estas per-
sonas] están espiritualmente muertas y necesitan vida, necesitan un cambio
de orientación espiritual en lugar de un cambio de orientación sexual” (p. 40).
Ambas instancias proponen un diagnóstico que, desde sus categorías y
cosmovisiones particulares, perpetúan las imposiciones de la matriz hetero-
sexual, y plantean distintos procedimientos para encontrar una cura que los
lleve a su sanación, sea esta médica o espiritual. Esta interpretación de la ne-
cesidad de una cura surge de los análisis de la teoría crip que explica que: al
sistema de opresión moderno, del hombre blanco, burgués, heteronormado y
generonormado, se le suma la división binaria entre productivo, capaz e impro-
ductivo, incapaz. Este término funcionaría como un nuevo límite para alcanzar
incapaces, decientes
curación y la hace esencial” (p. 51). Se considera que la experiencia de vida de
las personas “incapaces” es trágica y que por eso es necesario liberarlas del