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TRAZOS - AÑO VII – VOL.II – DICIEMBRE 2023 - e-ISSN 2591-3050
bero (capítulo 1 -15:02 hs.- y 4 -00:03 hs.-, respectivamente). Dos seres/dei-
dades/monstruos ambivalentes, dadores de oportunidades, pero también de
muerte. Sin dudas, muchas veces tenemos dicultades para distinguirlos si no
es a partir de ciertos rasgos descriptivos, pero lo concreto es que tanto el Pom-
bero como el Yací-Yateré serían una especie de deidad protectora del monte y
que habitan en los lindes de lo urbano.
Más allá de sus apariencias físicas peculiares que varían según los con-
textos de enunciación, de los objetos que portan (varas y sombreros), de las
ofrendas que perciben (caña y cigarros), de los poderes que se les atribuyen,
de las acciones que realizan (espiar, rapto a través de un juego de seducción y
engaño, embarazar) o de los cronotopos que ocupan -la siesta/el monte- sus
campos semánticos y narrativos son similares. Queriel, de hecho, describe al
Pombero como una suerte de reescritura del Yaci-Yateré (Zamboni, 2005, p. 25).
Algunas de estas características podrían mantenerse más allá de las épocas,
pero dado que su naturaleza es fundamentalmente transgresora siempre están
dispuestos a cambiar su forma y sobrecargarse de otros sentidos a partir de
los que se los reescribe o reinterpreta. Si bien el Pombero domina la escena
del terror en los productos audiovisuales del NEA (Arévalos, 2022, p. 171) la mi-
niserie ha decidido tomarlos por separado, diferenciándolos.
Ahora bien, en “Yací-Yateré” el horror viene dado por traspasar un umbral
protegido (el monte) en un horario determinado (la siesta). En “Pombero”, en
cambio, el horror tiene que ver más con la repetición: el personaje principal
queda atrapado en una especie de loop que no puede desandar. En ambos re-
latos la aparición del monstruo transformará sustancialmente el mundo de los
protagonistas. La estructura narrativa del Yací-Yateré es más bien clásica, y en
el monte, el uso de la cámara subjetiva otorga verosimilitud al mito reejando
la expresión de espanto de los otros personajes (Arévalos, 2022, p. 172). El con-
icto surge a partir de un objeto que tiene Ana, la hija de Juan, y que el loco Da
Rosa y el propio Yací-Yateré desean.
Ante la supuesta desaparición de Ana se despliega una especie de cacería
por el monte en busca del loco Da Rosa a quien se lo vio merodear la zona y de
quien se cree es el raptor de la niña. La cacería es liderada por Juan, padre de
la niña, y dos ociales de policía. Como es de prever, esa cacería terminará muy
mal y el Yací-Yateré desmembrará los cuerpos de aquellos que osaron traspa-
sar el umbral (un ocial, Rosendo -el jardinero- y Juan).
El Yací-Yateré no tocará ni a la niña ni al loco Da Rosa, como si un aura de
inocencia los protegiera. Finalmente, el loco Da Rosa morirá a manos de uno
de los ociales de policía. Desde luego que no se pregunta, no se indaga, se
arresta o se investiga, sino que se da por descontado que éste es el culpable
del rapto y de las ulteriores muertes. Entonces el ocial lo asesina a sangre fría.
Misteriosamente la niña aparece luego en la casa.
El accionar del monstruo se equipara al accionar policial ya que ambos ac-
túan por normas y estructuras. Ambos son ciegos en sus arrestos de violencia
⁵ “Considero que, en lo que concerniente al abordaje de la naturaleza, en estos films predomina una postura ambivalente del hombre
ante el espacio, que va de la fascinación al horror, principalmente en las regiones en donde el bosque (Patagonia) o la selva (NEA)
ocupan un lugar central del paisaje cotidiano” (Arévalos, 2022, p. 166).