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TRAZOS - AÑO VIII – VOL.I – JUNIO 2024 - e-ISSN 2591-3050
El Cuidado Como
Articulador De Las
Creencias Y Los Valores:
Aproximaciones A
Una Responsabilidad
Intencional Y Situada
Care As An Articulator Of
Beliefs And Values: Approaches
To Intentional And Situated
Responsibility
María de las Mercedes Melo
Universidad Nacional del Comahue. Neuquén, Argentina.
mercedes_melo@yahoo.com.ar
Recibido: 21 de Mayo de 2024
Aceptado:28 de junio de 2024
TRAZOS - REVISTA DE ESTUDIANTES DE FILOSOFÍA - AÑO VIII - VOL. I. - JUNIO 2024
páginas 57-66 - E-ISSN 2591-3050
http://www.ojs.unsj.edu.ar/index.php/trazos/
INSTITUTO DE FILOSOFÍA - FACULTAD DE FILOSOFÍA, HUMANIDADES Y ARTES - UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN JUAN
TRAZOS - AÑO VIII – VOL.I – JUNIO 2024 - e-ISSN 2591-3050
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Resumen: En este trabajo se presenta el problema de la relación entre las creen-
cias y los valores, así como la necesidad de una aproximación a las relaciones
con los otros, desde una ética de la responsabilidad y del cuidado. El conocimien-
to es el afecto más potente, en el sentido de que es el que presenta mayor capa-
cidad de afectar la vida del ser humano y, en general, la vida en nuestro mundo.
El conocimiento es necesario para instituir las políticas de reconocimiento: el co-
nocimiento de la alteridad posibilita el reconocimiento de sí mismo y del otro (Ri-
coeur, 2007, 2019). Adicionalmente, el conocimiento es necesario para valorar el
trabajo de cuidado y establecer políticas de cuidado: es un tipo de bien que sigue
la lógica de la cooperación, en lugar de la lógica de la escasez de los bienes mate-
riales (Lazzarato, 2018). Y, por último, el conocimiento es necesario para evaluar
las acciones éticas y dar cuenta de sí mismo: cuidar de sí mismo y del otro, y ser
responsable.
Palabras clave: Cuidado-Valores-Responsabilidad
Abstract: This paper presents the problem of the relationship between beliefs
and values, as well as the need for an approach to relationships with others, from
an ethics of responsibility and care. Knowledge is the most powerful aect, in the
sense that it is the one with the greatest capacity to aect the life of human beings
and, in general, life in our world. Knowledge is necessary to institute the politics of
recognition: the knowledge of otherness makes possible the recognition of one-
self and of the other (Ricoeur, 2007, 2019). Additionally, knowledge is necessary
to value care work and establish care policies: it is a type of good that follows the
logic of cooperation, rather than the logic of scarcity of material goods (Lazzarato,
2018). And, nally, knowledge is necessary to evaluate ethical actions and to ac-
count for oneself: to care for oneself and for the other, and to be responsible.
Keywords: Care-Values-Responsibility
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Apuntes preliminares
El problema que procuraré exponer es la relación entre las creencias y los
valores, con el objetivo de articular las nociones de responsabilidad y el cuidado
en una aproximación ética a la relación con los otros.
Por una parte, deslizaré la noción de creencia hacia la del conocimiento,
ya sea que la creencia sea considerada como un tipo de conocimiento, o que el
conocimiento sea observado como un tipo de creencia; es innegable que hay una
relación entre ambos conceptos. Según Lazzarato (2018), la creencia reeja “la
potencia intelectual y la facultad de juzgar de los sujetos” (p.141). El autor plantea
que hay tres modalidades de creencia, las cuales se encuentran en la denición
de la utilidad de un bien, a saber, «conanza y seguridad, información y verdad»
(p.155). Las tres, pero especialmente la información y la verdad, son formas de
conocimiento.
El conocimiento es el afecto más potente (íd.), en el sentido de que es el
que tiene mayor capacidad de afectar la vida del ser humano y, en general, la vida
en nuestro mundo. ¿Qué implica conocer? La teoría del conocimiento implica una
relación entre una entidad que tiene la facultad o la capacidad de conocer y otra
entidad o fenómeno que es plausible de ser conocido. Pero, nuevamente, ¿en
qué consiste la capacidad de conocer o la posibilidad de ser conocido?
En primer lugar, se le atribuye la capacidad de conocer a lo que denomi-
namos sujetos, y en general, estos sujetos son personas, o bien seres que com-
parten algunas cualidades con los seres humanos. Esta capacidad se vincula
con algún tipo de sensibilidad y de racionalidad que permiten obtener y procesar
información acerca de las cosas, los fenómenos y las situaciones que existen o
acontecen en el mundo. Además, ese procesamiento cognitivo es modulado por
las preferencias y los afectos —otros afectos—, de manera que el conocimiento
no es solo un producto cognitivo acerca de las propiedades de los objetos, sino
que incluye el modo particular en el que el sujeto procesa dicha información, es
decir, sus preferencias, lo que lo afecta, su bagaje experiencial, su historia, etc.
En segundo lugar, la posibilidad de que algo sea conocido no solo radica
en su materialidad o en sus propiedades, sino en un marco más amplio de con-
cepciones y creencias culturales que favorece que dicha entidad o fenómeno se
inscriba en un lenguaje asequible a los sujetos, aquel que congura su realidad
y su existencia en el mundo. En otras palabras, una teoría contemporánea del
conocimiento debería superar los dualismos, los racionalismos extremos, los ma-
terialismos reduccionistas y los construccionismos radicales.
En tercer lugar, este tipo de relación diádica o binaria —clásica, entre el su-
jeto y el objeto— se complejiza en el transcurso de la historia, lo que refocaliza en
el acento en la relación, más que en las facultades del sujeto o en las propiedades
del objeto. Esto es particularmente interesante en términos de caracterizar el tipo
de experiencia que resulta del acto de conocer y las analogías que se pueden es-
tablecer con otras relaciones, por ejemplo, la relación de cuidado y la posibilidad
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de reconocimiento del otro que habilita, así como la relación estética y la relación
ética.
Por otra parte, es importante precisar sobre la dicotomía axiológica que se
ubica en el centro del campo de la losofía moral (Ricoeur, 2010). En esta línea,
para proponer una ética responsable, situada e intencional, que considera el cui-
dado como un bien, es necesario poder atravesar la antinomia del valor. El valor
es una cualidad que atribuimos a las cosas, pero no lo atribuye a una preferen-
cia individual, puesto que el valor “es un juicio colectivo, una idea común [...] y
un deseo colectivo compartido por muchos, es decir, compartido por un público”
(Lazzarato, 2008, p.152). Es así como, paralelamente a la conrmación de la an-
tinomia del valor, Ricoeur (2010) plantea una mediación, un círculo viviente, la in-
cesante superación de la antinomia a partir de la reinterpretación del pasado que
promueve la encarnación de la emancipación en las adquisiciones culturales del
presente. Por una parte, el autor señala que “[l]a libertad sigue siendo un concep-
to vacío mientras se limite a rearmar el concepto idealista de una autorreexión
que la teoría del interés debería haber vuelto imposible.” (p.33); por otra parte,
indica que “la libertad es un concepto fanático hasta tanto permanezca simple-
mente como la negación de toda mediación” (íd.).
Si se entiende a la libertad como el valor que sostiene las capacidades,
entre ellas la capacidad de conocer, pero también la capacidad de reconocer, cui-
dar, decidir y actuar, no se puede desligarla del contexto sociohistórico, político y
económico en el que estamos viviendo. No es posible desplazarla del contenido
de su devenir histórico, ni tampoco reducirla a una única acepción o concepción.
Es la mediación del juicio colectivo la que permite transvalorar el valor. Ahora, qué
problemático es cuando dicha mediación desconoce las raíces más básicas de
conguración de los valores como la libertad. Al respecto, se sostiene que el pro-
blema de la antinomia del valor se transforma en el problema de la mediación, o
de la reinterpretación del valor.
En los siguientes apartados se desarrollará acerca de la relación entre las
nociones del conocimiento, el reconocimiento y los valores. Algunas de las pre-
guntas que se plantean responder son las siguientes: ¿Por qué interesa el conoci-
miento al reconocimiento? ¿Qué conocimiento implica el reconocimiento? ¿Qué
tipos de conocimiento? ¿Qué es lo que diferencia una relación de conocimiento
de una relación de cuidado? ¿Qué valores armamos para las políticas de reco-
nocimiento y las políticas de cuidado?
Conocimiento y Reconocimiento
El funcionamiento del don estaría en realidad no en la cosa donada sino en la
relación donante-donatario, a saber, un reconocimiento tácito simbólicamente
gurado por el don. (Ricoeur, 2007, p. 22
)
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Ricoeur (2007), en una conferencia realizado por la UNESCO en 2002, previa
a la publicación de su libro Caminos del reconocimiento, plantea que, así como
hay tratados acerca del conocimiento, bien podría escribirse un libro del recono-
cimiento. Hegel es quien hace ingresar el concepto de reconocimiento, difundido
en el público de habla francesa por Cojea. El planteo novedoso es el de la lucha
por el reconocimiento. Esta lucha se encuadra en el establecimiento de un contra-
to social entre “los hombres reunidos por el miedo y que cuentan con un soberano
que él mismo no pacta, ni participa como un contratante” (Ricoeur, 2007, p. 15),
para salir del estado de naturaleza hobbesiano. El autor intenta asistir a un camino
heurístico, cuyo horizonte se trace en la experiencia cotidiana del intercambio del
don: la experiencia de ser efectivamente reconocidos. Entonces, ¿qué conoci-
mientos implica el reconocimiento?, ¿qué tipos de conocimiento?
En los tres modelos de reconocimiento (afecto, jurídico y político) desarrolla-
dos por Honneth en fenomenología del menosprecio, se observa diferentes roles
del conocimiento y diferentes tipos de conocimiento. Siguiendo a Ricoeur (2007),
lo que más interesa es el afecto y lo político. El problema del contrato social se
vincula indirectamente con el problema de los valores. Nos centraremos sobre el
primer modelo, dejando el político para los siguientes apartados.
Como se indicó, lo fundamental de este trabajo se basa en la relación de co-
nocimiento, más que en el producto o en las facultades del agente. En ese sen-
tido, el reconocimiento implica un conocimiento de sí mismo y del otro que posi-
bilita una relación metacognitiva, una relación que involucra no solo contenidos
cognitivos —las creencias—, sino la afectividad, la comunicación y la biografía.
Con el n de claricar el modelo de reconocimiento ligado al afecto, se retoma
la noción de solicitud propuesta por Ricoeur (1996), como “un concepto englo-
bador […] basado fundamentalmente en el intercambio de dar y recibir” (p. 196).
En el espectro de la solicitud, el autor ubica, por un lado, la conminación; por otro
lado, el sufrimiento. La conminación implica un tipo de relación asimétrica —disi-
métrica, dice Ricoeur (1996)— entre un maestro de justicia, que instruye al otro de
forma que “prohíbe el asesinato y ordena la justica” (íd). Esta relación se vuelve
normativa respecto de un modo de reconocimiento, por lo que se comprende que
habilitaría la inscripción del reconocimiento en el modelo jurídico. El sufrimiento
es su inversa, su negativo, en tanto el otro, el ser sufriente, vive “la experiencia de
estar en poder de..., a la merced de..., entregado al otro [...] sentirse víctima de”
(Ricoeur, 2019, p. 97), y la relación gira en torno a la empatía, de aquel con autori-
dad, conocimiento o poder, con respecto al sufriente.
Sin embargo, el sufrimiento provee la vía de un conocimiento que no es nor-
mativo ni propositivo, sino que apertura el campo de la experiencia intersubjetiva,
la cual interpela al sí mismo y afecta la intencionalidad. La clínica del sufrimiento
puede ser entendida a partir de una fenomenología que se sustenta en un cono-
cimiento de tipo semiológico. Los signos del sufrir se inscriben en el psiquismo,
mientras que los signos del dolor, en el cuerpo. Estas distinciones un tanto dico-
tómicas, en realidad son útiles a los nes de discernir los tipos de afectos —y por
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ende los tipos de conocimientos— involucrados en la clínica fenomenológica del
sufrimiento. En tanto que el concepto de dolor se vincula a los afectos sentidos
en los cuerpos, Ricoeur (2019) reserva el término sufrimiento “para los afectos
abiertos a la reexividad, al lenguaje, a la relación con uno mismo, a la relación al
otro, a la relación con el sentido, al cuestionamiento” (p. 94)
Al respecto, se destaca que es función de la antropología o de la psicología
dar cuenta de los conocimientos vinculados al sufrir, por ejemplo, una psicología
económica que además estudia los intercambios de conocimientos. Tanto Ri-
coeur (2019) como Lazzarato (2018) realizan articulaciones con la teoría econó-
mica del don, o de la donación. El segundo autor retoma la psicología económica
para distinguir los bienes materiales y divisibles que satisfacen los deseos a partir
del consumo destructivo de los mismos; en contraposición de los bienes inma-
teriales, indivisibles y automultiplicadores. El conocimiento es un tipo de bien in-
material que se sustrae a la lógica de la escasez
1
, aquella que rige el intercambio
mercantilista de los bienes materiales. Los conocimientos son “productos de una
cooperación que es independiente y autónoma de la división del trabajo […] Len-
guaje, arte, ciencia, opinión pública, afectos, son bienes colectivos, indivisibles
e innitos […]” (p.143) y el principio que rige a la acción cooperativa es el “de la
creación y no de la reproducción” (íd.). El conocimiento requiere del encuentro de
“ujos cerebrales de creencia y deseo que corre sobre el cuerpo sin órganos del
cerebro social, es una invención, una relación acontecimental” (Lazzarato, 2018,
p. 165).
Así es que, para Ricoeur (2007), la metáfora del don remite al reconocimiento
y amplía el campo de experiencias intersubjetivas, mientras que para Lazzarato
(2018) lo limita en función de acoplarse a una lógica de circulación de los bie-
nes materiales. En términos generales, si la metáfora desplaza el sentido del don
como bien material a una relación interpersonal afectiva de reconocimiento —que
por denición es inmaterial—, no cabría la posibilidad de que la cooperación entre
los sujetos se reduzca a la vida tradicional o costumbrista.
Retomando acerca del sufrimiento, Ricoeur (2019) lo analiza en dos ejes: la
relación entre sí mismo-otro, y la relación entre el hacer y el padecer. En la rela-
ción del sí mismo con el otro, desempeña un rol preponderante la estima de sí,
que puede verse disminuida o afectada en la experiencia de sufrimiento. Para el
autor, la estima de es el “umbral ético del actuar humano” (p. 98). Es decir, me
estimo porque soy capaz de estimar —a las cosas, a los otros—, porque tengo
preferencias y puedo elaborar juicios y tomar decisiones sobre mis acciones y dar
cuenta de ellas. En esta línea, además, “lo que la solicitud añade es la dimensión
del valor que hace que cada persona sea irreemplazable en nuestro afecto y en
nuestra estima” (Ricoeur, 2019, p. 201). En consecuencia, el sentimiento de des-
valimiento, dependencia o fragilidad puede ltrarse en las relaciones de ayuda y
cuidado.
1. Frente al principio de escasez que rige la economía mercantil, se ubica un principio de multiplicidad cooperativa en el fundamento de
la acción económica. Es a partir del funcionamiento de dicho principio que se producen los deseos comunes, las ideas y las sensaciones
comunes (Lazzarato, 2018).
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Conocimiento y Cuidado: el valor del trabajo
[…] la teoría del conocimiento debe tomar en cuenta todas las expresiones de la
creencia, pues los conocimientos en sentido estricto, no son más que un género
de esta. (Lazzarato, 2018, p. 154)
La verdad es un conocimiento, pero también es un valor; el valor-verdad se
inscribe en una lógica de la cooperación que excede el tipo de intercambio de
bienes materiales (Lazzarato, 2018). Sin embargo, la verdad-conocimiento o el
valor-verdad afecta a los bienes materiales. Particularmente, si atendemos a que
la verdad no es una estrella ja en el rmamento, sino que podemos ver en ella la
condensación de formas de convivencia —un ethos—, creencias y valores.
En el ámbito del cuidado, de un tiempo a esta parte, los trabajos de antropólo-
gas, sociólogas, investigadoras feministas y otras contribuciones de las mujeres,
han ayudado a visibilizar el entramado de poder —o régimen de verdad— en que
se inscriben las acciones de cuidado. Esto ha jerarquizado un trabajo feminizado,
frecuentemente no reconocido y mayoritariamente no remunerado, que es el tra-
bajo de cuidado (Batthyány, 2021).
Si se piensa en el cuidado como conocimiento, es un tipo de bien indivisible,
intercambiable, pero que no generaría obligaciones de donación, ya que no se
adscribe a la lógica de la escasez y, por tanto, no produce reciprocidad; aunque el
don, en la interpretación ricoeuriana, permita relacionar el cuidado con el recono-
cimiento y con la lógica de la cooperación.
Sin embargo, si se evalúa la relación de amistad —que no se indica en el
apartado anterior—, análogamente, la relación de cooperación sí produce reci-
procidad. El problema es si la relación de amistad, que es horizontal y se carac-
teriza por la “reversibilidad, insustituibilidad, similitud” (Ricoeur, 1996, p. 201), es
un modelo de cuidado. De estas características solo se pueden atribuirle la in-
sustituibilidad al cuidado, ya que la relación entre un cuidador y la persona que
requiere el cuidado es necesariamente asimétrica y está fundada en la diferencia.
Si bien la reversibilidad atiende a las funciones encarnadas en la interlocución,
dada la asimetría de las funciones de cuidado, estas no serían reversibles. Algo
parecido sucede con la similitud: es una diferencia particular la que funda la rela-
ción de cuidado, la de unos conocimientos especícos y una forma de afectación
de la vida a partir del reconocimiento del otro y la empatía con el sufrimiento del
otro. Para Fuente (2022), la relación de cuidado, ya sea desde el punto de vista de
quien es cuidado, como desde las emociones generadas en quien cuida, provee
la oportunidad de una “mutua transformación” (p. 5). Esto no es más que la diná-
mica de la relación entre el sí mismo y el otro.
Collière señala que "cuidar es un acto individual que uno se da a sí mismo
cuando adquiere autonomía” y paralelamente “es un acto de reciprocidad que se
tiende a dar a cualquier persona que requiere, temporal o denitivamente, ayuda
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para asumir sus necesidades vitales" (como se cita en Fuente, 2022, p. 4). Esa
experiencia de cuidado es postulada como una experiencia estética, con el pro-
pósito de que se superen los modelos hegemónicos centrados en el cienticismo
y la biomedicina y, además, que pueda pensarse las actividades de cuidado como
tareas graticantes.
Nuevamente se problematiza acerca de si las tareas de cuidado son trabajos
reconocidos o no, y si las personas que requieren dichas tareas son reconocidas
como sujetos de derecho (del derecho a la salud o a la educación, por ejemplo). Al
respecto Ricoeur (2007) plantea que “no podemos comprendernos como porta-
dores de derechos si no tenemos al mismo tiempo conocimiento de las obligacio-
nes normativas a las cuales adherimos en el cuidado del otro” (p. 19) Conocer los
derechos del otro es reconocerme en los derechos del otro, conocer mis propios
derechos y sostenerlos, más allá de todo individualismo, es comprender que el
cuidado es un tipo de relación a la vez que un tipo de bien. Así como Lazzarato
(2018) reere que el bien libro tiene una dimensión material —hojas, tinta, edi-
ción— que ingresa en la lógica del mercado, además de una dimensión inmaterial
y afectiva —el conocimiento— que se sostiene a partir de la lógica de la coopera-
ción multiplicativa, se puede pensar que el cuidado tiene una dimensión material
que se inscribe en la división del trabajo y, a su vez, una dimensión afectiva que se
inscribe en el reconocimiento.
¿Cómo podemos pensar esta doble faceta del cuidado, entre los derechos y
los bienes, entre el trabajo y el reconocimiento?
Valores para una Responsabilidad intencional y situada
Nuestro sistema político es el primero que pretende basarse en la sobera-
nía popular y que, de este modo, se confía a la fragilidad de un querer-vivir juntos
en tales o cuales instituciones. Poder, fragilidad y responsabilidad crecen juntos.
(Ricoeur, 1997, p. 76)
La pregunta nal, que no es un cierre sino una apertura, es ¿qué valores para
las políticas de reconocimiento y las políticas de cuidado? Los valores se cons-
tituyen a partir de las “leyes de
la diferencia
y de
la repetición
: distinguirse de los
otros y a la vez asemejárseles” (Lazzarato, 2018, p.149). Es en la trama social, en
el tejido de las relaciones interpersonales, que ocurre en la red de sostenimiento
para las capacidades “de desear y de creer [...] y de elegir” (íd.), esto es, la dimen-
sión ética de la vida en comunidad. Esta es la “intencionalidad ética: pretender la
vida buena con y para otro en instituciones justas” (Ricoeur, 1996, p. 176).
En particular, hay algunos campos como el medio ambiente, las ciencias de
la vida y la comunicación, en donde la expansión del obrar humano genera a la vez
poder, fragilidad y responsabilidad (Ricoeur, 1997). El poder del conocimiento, la
fragilidad que produce el sufrimiento y la responsabilidad frente al otro conuyen
en las relaciones de cuidado. Pero, ¿cómo pasamos de las relaciones de cuidado
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a las políticas de cuidado? ¿Cómo pasamos del reconocimiento a las políticas de
reconocimiento?
Es en el ámbito de lo público, en el estado de derecho, que el reconocimien-
to y el cuidado se transforman en políticas de alcance universal. Es, por tanto,
necesario pensar que los principios que guían dichas políticas están cimentados
en valores que, como se indicó, se sostienen en los juicios, las preferencias y los
deseos colectivos.
Las políticas de reconocimiento se reeren a la superación del menosprecio
y al principio de igualdad, es decir, de reconocernos como pares, como congé-
neres. Los valores de la diferencia y la identidad modulan ese principio; además,
articulan el reconocimiento mutuo en la reciprocidad con los otros.
Las políticas de cuidado, verdaderamente pensadas a conciencia e imple-
mentadas con el n del bienestar de las personas, no pueden ir en contra de los
derechos del otro o el bienestar del otro. Si el otro es afectado negativamente por
dichas políticas, entonces no son verdaderas políticas del cuidado, sino másca-
ras vacías, carentes de la intencionalidad ética y del reconocimiento de la alteri-
dad. Por esta razón, el cuidado no puede implicar la explotación ni la alienación,
en ninguno de sus ámbitos, ni en la salud, ni en la educación, ni en la familia ni en
otras instituciones.
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Referencias bibliográcas
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Cómo citar este artículo:
Melo, M. (2024). El cuidado como articulador de creencias y los valores: aproximacio-
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Trazos-Revista de estudiantes de Fi-
losofía
, 1(8), 57-66