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TRAZOS - AÑO VIII – VOL.I – JUNIO 2024 - e-ISSN 2591-3050
La Desigualdad
Económica Como
Narrativa Histórica
Economic Inequality As A
Historical Narrative
Pablo Andrés Rada Chavarría
Universidad Mayor de San Andrés. La Paz, Bolivia.
pablorada.ch@gmail.com
Recibido: 22 de mayo de 2024
Aceptado:28 de junio de 2024
TRAZOS - REVISTA DE ESTUDIANTES DE FILOSOFÍA - AÑO VIII - VOL. I. - JUNIO 2024
páginas 67-75 - E-ISSN 2591-3050
http://www.ojs.unsj.edu.ar/index.php/trazos/
INSTITUTO DE FILOSOFÍA - FACULTAD DE FILOSOFÍA, HUMANIDADES Y ARTES - UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN JUAN
TRAZOS - AÑO VIII – VOL.I – JUNIO 2024 - e-ISSN 2591-3050
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Resumen: La desigualdad económica estudiada como una narrativa histórica,
partiendo del análisis de las estructuras de las narrativas históricas de Hayden
White permiten elaborar un análisis sobre los conceptos de pobreza y desigual-
dad económica partiendo del estudio de algunos autores y del uso diario que le
damos a estas palabras. El análisis reveló que la concepción de la pobreza como
algo peyorativo, no solamente estuvo presente siempre en su uso narrativo, sino
que tiene un importante rol ontológico en la armación de sí desde lo otro.
Palabras clave: POBREZA - NARRATIVA - DESIGUALDAD ECONÓMICA
Abstract: Economic inequality studied as a historical narrative, starting from the
analysis of the structures of historical narratives by Hayden White, allows for an
analysis of the concepts of poverty and economic inequality based on the study of
some authors and the everyday use of these words. The analysis revealed that the
conception of poverty as something pejorative has not only always been present
in its narrative use but also has an important ontological role in the armation of
the self from the other.
Keywords: POVERTY - NARRATIVE - ECONOMIC INEQUALITY
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Probablemente ningún tema político de agenda actual sea tan controverti-
do y eternizado como problema político y social que el de la desigualdad econó-
mica. Tanto desde las discusiones teóricas políticas, como económicas y hasta
ccionales como el cine o la literatura, la desigualdad económica aparece como
un claro tópico o característica del futuro. Y no es para menos, ya que, viviendo en
una de las sociedades históricamente más productiva, la desigualdad social no
hace más que crecer y hasta profundizarse.
Generalmente, la desigualdad económica se concibe como pobreza y el
término pobreza nos hace referencia a la gente pobre, es decir, a gente de esca-
sos recursos económicos que vive precariamente. Esto implica, dentro de este
imaginario social común, que la pobreza se relacione con falta de alimentos, de
salud, de vivienda y hasta vestimenta.
Si nos jamos en películas de Hollywood, la pobreza se representa siem-
pre como la gente del tercer mundo, y las representaciones grácas que se hace
de ella suele contener los conceptos descritos en el párrafo anterior. De manera
similar, cuando uno lee uno de los informes de la ONU sobre pobreza, como el
Informe de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2022 o un libro de economía,
como Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (1965) el panorama
que plasman de la pobreza es el de la extrema pobreza, es decir, el de lugares
donde no existen caminos asfaltados, donde no hay acceso al agua, donde se
come escasamente y no de manera periódica, y, sobre todo, donde se vive ame-
nazado por enfermedades que no son comunes en el primer mundo.
A esta clásica visión de la pobreza, con la que se estará muy familiarizado,
se contraponen diferentes estudios modernos y multidisciplinares como los de-
sarrollados por Amartya Sen o Joseph Stiglitz, pero que no tienen, por lo menos
hasta ahora, la repercusión necesaria. Esto se debe, en parte, a que esta visión
de la desigualdad económica entendida como simple pobreza se encuentra muy
instaurada en nosotros, tanto académicamente como socialmente por los medios
de comunicación.
Esta narrativa actual de la desigualdad económica es la que se analizará,
tanto descriptivamente como críticamente. Para lograrlo, utilizaremos parte de la
teoría de La Ficción de la Narrativa de Hayden White (2011).
El narrativismo de White nos permitirá realizar un análisis de las narrativas
actuales en política de la desigualdad económica, así como de las narrativas que
existen sobre esta problemática en clave futurista. Aunque la vasta obra de White
permite diferentes elementos y niveles de análisis, nos centraremos en las estruc-
turas de las narrativas históricas, ya que nos permitirán distinguir tres niveles de
comprensión.
Repaso de las estructuras de las narrativas históricas de White
Dentro de la teoría de la cción de la narrativa, que se aboca sobre todo al
análisis histórico y de la historiografía, White (2011) menciona que ésta debe en-
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tenderse como una narrativa histórica, es decir, que la historiografía, es un modo
más de realizar narrativas. La implicación principal de lo mencionado es que toda
historia es una construcción narrativa con una trama y no una mera acumulación
de hechos. Para ejemplicar, dependiendo de la fuente a la que acudamos, la -
gura de Napoleón podrá ser entendida como el cúlmine de una época o desarrollo
histórico, en otra fuente Napoleón podrá aparecer como una gura casi psicótica;
pero también, como el cúlmine de la ilustración o como el fracaso del imperialis-
mo tardío.
Pero, ¿qué separa los hechos por solos de esta narrativa con un sentido?
White (2011) nos responde que la primera o mayor distinción se encuentra en la
voz que relata los hechos. La historia tiende a contarse desde un narrador ausen-
te, pero que cumple el rol de ser un conocedor de los hechos, es decir, que más allá
del sentido narrativo, este presenta hechos que deberán ser comprobables o ve-
ricables por otros. Pero, al mismo tiempo, este narrador no solo expone hechos
uno tras otro como una mera acumulación, como ya se vio, sino que los inserta
en un relato. Es así que el narrador genera un efecto explicativo de los hechos y
estos efectos explicativos se deben entender, siguiendo a White (2011), como el
relato, el argumento y la trama. El relato permite al lector distinguir las partes de
la narrativa para preguntarse por qué sucedió tal hecho o qué pasó después de
tal otro; lo que permite ordenar los hechos por motivo o intención. Por su parte, el
argumento son los hechos en sí, pero que dentro de una narrativa histórica tienen
un efecto similar al de la causalidad en las teorías, pero que se distinguen por la
trama. Sobre la trama, White (2011) menciona que:
Mientras las teorías a las que se recurre en un argumento histórico para explicar
la evidencia lo hacen subsumiendo a esta bajo algo que parece una ley causal,
las tramas explican la evidencia organizada como un relato identicando ese
relato como perteneciente a cierta clase de relatos. (p. 243)
De esta manera la trama sirve como un elemento relacional que permite en-
tender y estudiar a la historia como construcción o estructura, sin jarse en los
acontecimientos. De lo anterior, White nos dice que se pueden distinguir tres
niveles de comprensión: los elementos lexicales, que son los acontecimientos
atómicos; un ordenamiento por motivos o continuidades; y un nivel sintáctico, en
que los motivos y/o temas son argumentos de relatos tradicionales. El elemento
tradicional es justamente la capacidad de mostrar argumentos reconocibles o dis-
tinguibles.
Sobre la desigualdad económica
La concepción clásica de la pobreza, por lo menos desde Adam Smith o Da-
vid Ricardo y desde el siglo XVIII, es la de la falta de ingresos o recursos económi-
cos. Expuesto así puede pensarse en un reduccionismo, pero es la premisa prin-
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cipal de la economía clásica y en muchos de los representantes de la economía
moderna.
Smith (1996) nos habla del acceso a las cosas necesarias y agradables, en
relación con lo que se pueda conseguir a través del fruto del trabajo, lo que pode-
mos entender como ingreso monetario. Para Ricardo (2003), la pobreza podía
entenderse como la preocupación por el sustento vital, lo que marcaba una serie
de carencias éticas y estéticas, lo que justicaba que los pobres realizarán las
tareas más bajas de la sociedad.
Ya en la economía moderna, es decir entre nales del siglo XIX y la mayor par-
te del siglo XX autores como Keynes o Friedman se preocuparon por desarrollar
teorías económicas con un sustento matemático, que terminaron por teorizar a
la pobreza como un desajuste de las fuerzas económicas. En Keynes (1965) se
puede leer que la pobreza sería un desajuste macroeconómico por la necesidad
de la gente de consumir en el presente y no en el futuro teniendo escasos recur-
sos.
En la actualidad existen varias corrientes económicas, algunas guiadas más
por la multidisciplinariedad y otras más por corrientes políticas, como es la cos-
tumbre. Conceptos como el libre mercado, la autorregulación, la mínima inter-
vención del estado, etc., siguen estando presentes en muchos economistas de la
actualidad, pero debe reconocerse que tales concepciones responden al campo
de la disputa política, más que al de la economía. Al mismo tiempo, esta inuen-
cia política en la economía se hace vigente en diferentes herramientas de análisis
económico actuales, como las que intentan medir la felicidad o el desarrollo per-
sonal basándose solamente en premisas económicas, como el ingreso, la tasa de
empleo, el ahorro o la adquisición de bienes.
Por otra parte, la economía multidisciplinaria, que usualmente recibe el nom-
bre de economía del bienestar, propone un enfoque diferente (por lo menos en
parte) de estudiar y comprender la pobreza. De esta nueva vertiente es que se
deriva el término “desigualdad económica” para alejarse del de “pobreza”. Una
de las principales diferencias con los otros tipos de estudios económicos es la
metodología usada para comprender fenómenos económicos, donde el estudio
de casos desde la comprensión de las necesidades de los sujetos, su forma de
relacionarse económicamente, su administración y razonamiento económico es
fundamental para entender y desarrollar teorías económicas y hasta políticas eco-
nómicas.
Las narrativas de la desigualdad económica
Es evidente que desde hace más de un siglo vivimos en un tipo de sistema
económico que propicia la producción en busca de la acumulación de riqueza.
Lo que al mismo tiempo nos ha llevado a estar en el único, o prácticamente úni-
co, momento histórico donde se produce riqueza económica, bienes materiales
esenciales y alimentación no solamente para poder cubrir, sino que sobrepasa la
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demanda de toda la población mundial.
De la misma forma, la pobreza o desigualdad económica es también evidente
y vigente en el mundo. En el informe que se publica en la página web de la ONU,
titulado Acabar con la Pobreza (2023), se menciona que más de 700 millones de
personas viven en la extrema pobreza, porque tienen ingresos menores a 2.15 dó-
lares diarios. Este mismo informe indica que debido a las guerras y a la pandemia
de Covid-19 no se podrá erradicar la pobreza extrema hasta 2023, que era uno de
los desafíos de esta organización. Así mismo, menciona que se necesitarán entre
200 y 300 años para que todos los países cambien sus leyes discriminatorias y se
acabe con el maltrato infantil y la discriminación de género.
Por ende, ¿esto implica que hay millones de personas que no tienen los in-
gresos económicos sucientes? La respuesta corta sería que sí, pero, ¿por qué
se produce este fenómeno? La respuesta concreta sería porque existe desigual-
dad económica en el mundo. De esta forma se muestra que desigualdad econó-
mica y pobreza no son términos equivalentes, sino que la desigualdad económica
no solamente implica la falta de recursos económicos, también la mala e injusta
distribución de la riqueza. Siguiendo a White, podemos establecer que la pobreza
y la desigualdad económica, implican narrativas históricas diferentes. La primera
nos acerca un concepto plenamente entendido por todos y que se ajusta a presu-
puestos bien establecidos y hasta discriminatorios. La segunda, busca librarse de
esa carga de presupuestos y de conictos éticos. Es decir, aunque tienen el mis-
mo argumento, el relato y, sobre todo, la trama es lo que cambia en el desarrollo
de cada concepto.
Ahora, ¿qué implica la pobreza como narrativa? Prácticamente desde su em-
pleo, a nes del siglo XVII, la palabra pobreza no solamente se utilizó para carac-
terizar a las personas (y no así circunstancia de las personas) de forma negativa o
peyorativa. Véase que los primeros usos del término fueron en adjetivo, y casi un
siglo después se empezó a usar como sustantivo. Un ejemplo claro es que el dic-
cionario Cambridge (2024), uno de los primero en denir el término pobre, señala
que pobre es tener pocas cualidades o sustancia.
Sabiendo que las tramas sirven como elemento relacional y que cada narra-
dor da sentido narrativo a los argumentos, podemos distinguir que la pobreza,
al principio de la economía, solía representar al ojo, al inmoral, al inadecuado,
incluso hasta al enemigo. Esto se maniesta en las Leyes de pobres en el Reino
Unido, que datan de nales del siglo XVI, así como en los comentarios de David
Ricardo (2003), uno de los primeros economistas, que criticaba ferozmente estas
leyes de pobres porque para él, los pobres solamente aumentaban el gasto de la
corona y su creciente número ponía en peligro a la gente noble.
La primera etapa de la economía contemporánea también tiene su propia
concepción de la pobreza, ya que para ella el pobre representaba el error o el des-
ajuste, pero de una forma secundaria, ya que preferían lidiar con números y rela-
ciones económicas. Esto es algo que podemos leer en Keynes (1965), el padre de
la economía moderna, que postula que la pobreza es un desequilibrio del ingreso
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generado por la improvisación humana y su falta de planicación hacia el futuro.
En las teorías económicas modernas, como la economía del bienestar, el po-
bre y la desigualdad económica representan la injusticia, la necesidad, el nece-
sitado, el débil, el marginado. Se evidencia que las tramas, por lo tanto, fueron
cambiando en el tiempo, pero la argumentación muy poco. Un ejemplo es el estu-
dio de Banerjee y Duo (2014) que encuentra que la gente pobre, incluso la de la
extrema pobreza no se identica a mismo como pobre. Para la gente pobre, el
pobre siempre es aquella persona que atraviesa una situación peor que la de uno.
También encuentra que la gente pobre sigue manteniendo preocupaciones y
necesidades similares a la de las personas que no son pobres, como la de esta-
bilidad emocional, relaciones sentimentales, sueños y deseos, etc. Esto parece
muy evidente al momento de enunciarlo, pero se debe recordar que, desde la teo-
ría económica y la historia económica, siempre se caracterizó al pobre como un
sujeto que, racionalmente, debe hacer y pensar en todo lo posible para poder salir
de su pobreza. Banerjee y Duo (2014) nos ilustran al respecto cuando mencio-
nan que:
En su best-seller de 2005, El n de la pobreza, Sachs argumenta que, si los
países ricos aportasen 195.000 millones de dólares al año en cooperación
entre los años 2005 y 2025, al nal de este periodo la pobreza podría haber
desaparecido completamente.
Sin embargo, otras voces también inuyentes creen que todas las respuestas
de Sachs son erróneas. William Easterly, enfrentado a Sachs desde el otro ex-
tremo de Manhattan, en la Universidad de Nueva York, se ha convertido en una
de las guras públicas más destacadas en la oposición a la ayuda internacio-
nal, a raíz de la publicación de dos libros, En busca del crecimiento y The White
Man’s Burden [5]. Y otra voz que se ha unido recientemente a la de Easterly es
la de Dambisa Moyo, autora del libro Dead Aid y economista que había trabaja-
do anteriormente en Goldman Sachs y en el Banco Mundial. Estos dos autores
sostienen que la ayuda hace más mal que bien, al disuadir a la gente de buscar
soluciones propias, al corromper y socavar las instituciones locales y al crear
un lobby formado por las ONG que tiende a perpetuarse. La mejor opción para
los países pobres es apoyarse en la idea básica de que cuando los mercados
son libres y los incentivos adecuados, la gente puede encontrar la solución
a sus problemas sin necesidad de limosnas del extranjero ni de sus propios
gobiernos. De ese modo, los pesimistas de la ayuda se consideran bastante
optimistas respecto a cómo funciona el mundo. Para Easterly no existen las
denominadas trampas de la pobreza. (p. 30)
El hallazgo de Banerjee y Duo (2014) nos permite decir que los pobres no
elaboran una narrativa propia a partir de su pobreza, sino que la pobreza es solo
un elemento más de sus propias narrativas. Es decir, la singularidad de la narrati-
va de una persona pobre es igual que la de una persona no pobre.
La falta de asunción de la pobreza por parte de los mismos sujetos, aún en
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una situación de pobreza extrema nos permite establecer que la pobreza, como
narrativa de la economía, de la política y hasta de las sociedades parece tener un
fuerte elemento ontológico sobre la concepción del otro.
Si partimos de asumir que la armación de sí depende de la negación del otro
o de lo otro como elemento identitario, la “pobreza” y “el pobre” juegan un papel
importante dentro de la narrativa del imaginario colectivo sobre lo que se debe ser
y sobre lo que no se debe ser. Lo que implica que parta de esa armación implica
no ser pobre.
Especulaciones sobre el futuro de la narrativa de la desigualdad económica
Evidenciamos que los argumentos sobre la pobreza cambiaron poco, o re-
cién están cambiando en los últimos quince años. Los relatos se acomodan a las
explicaciones económicas y las tramas, que son las que más cambian, respon-
den a nuevas teorizaciones, en pocos casos, y sobre todo a inuencias políticas y
sociales de momento.
La trama de la pobreza, como elemento de análisis sintáctico, casi no ha su-
frido cambios a nivel narrativo social, pues sigue representando, con diferentes
cualidades, la falta o escasez. Este elemento es fundamental al momento de en-
tender la mayor parte de postulados a futuro. Desde instituciones internacionales
como la ONU (2023) en su informe sobre Acabar con la Pobreza, se plantea que
tardaremos casi 200 años en reducir la brecha de la desigualdad económica.
Por otra parte, casi todas las novelas y películas futuristas proponen desigual-
dades económicas, ya sea con características actuales, anteriores o hasta histó-
ricas. Es entendible si aceptamos que la pobreza nos ayuda a armarnos, siendo
que se presenta como un gran presupuesto ontológico de la identidad individual
y de las sociedades. Tendría que darse un cambio en la estructura misma de la
repartición de la riqueza para que este presupuesto pueda cambiar drásticamente
o incluso perderse.
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Referencias bibliográcas
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Repensar la pobreza: un giro radical en la lucha
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AcrVEc
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Cómo citar este artículo:
Rada Chavarría, P. (2024). La desigualdad económica como narrativa histórica.
Tra-
zos-Revista de estudiantes de Filosofía
, 1(8), 67-75