
TRAZOS - AÑO VIII – VOL.I – JUNIO 2024 - e-ISSN 2591-3050
72
demanda de toda la población mundial.
De la misma forma, la pobreza o desigualdad económica es también evidente
y vigente en el mundo. En el informe que se publica en la página web de la ONU,
titulado Acabar con la Pobreza (2023), se menciona que más de 700 millones de
personas viven en la extrema pobreza, porque tienen ingresos menores a 2.15 dó-
lares diarios. Este mismo informe indica que debido a las guerras y a la pandemia
de Covid-19 no se podrá erradicar la pobreza extrema hasta 2023, que era uno de
los desafíos de esta organización. Así mismo, menciona que se necesitarán entre
200 y 300 años para que todos los países cambien sus leyes discriminatorias y se
acabe con el maltrato infantil y la discriminación de género.
Por ende, ¿esto implica que hay millones de personas que no tienen los in-
gresos económicos sucientes? La respuesta corta sería que sí, pero, ¿por qué
se produce este fenómeno? La respuesta concreta sería porque existe desigual-
dad económica en el mundo. De esta forma se muestra que desigualdad econó-
mica y pobreza no son términos equivalentes, sino que la desigualdad económica
no solamente implica la falta de recursos económicos, también la mala e injusta
distribución de la riqueza. Siguiendo a White, podemos establecer que la pobreza
y la desigualdad económica, implican narrativas históricas diferentes. La primera
nos acerca un concepto plenamente entendido por todos y que se ajusta a presu-
puestos bien establecidos y hasta discriminatorios. La segunda, busca librarse de
esa carga de presupuestos y de conictos éticos. Es decir, aunque tienen el mis-
mo argumento, el relato y, sobre todo, la trama es lo que cambia en el desarrollo
de cada concepto.
Ahora, ¿qué implica la pobreza como narrativa? Prácticamente desde su em-
pleo, a nes del siglo XVII, la palabra pobreza no solamente se utilizó para carac-
terizar a las personas (y no así circunstancia de las personas) de forma negativa o
peyorativa. Véase que los primeros usos del término fueron en adjetivo, y casi un
siglo después se empezó a usar como sustantivo. Un ejemplo claro es que el dic-
cionario Cambridge (2024), uno de los primero en denir el término pobre, señala
que pobre es tener pocas cualidades o sustancia.
Sabiendo que las tramas sirven como elemento relacional y que cada narra-
dor da sentido narrativo a los argumentos, podemos distinguir que la pobreza,
al principio de la economía, solía representar al ojo, al inmoral, al inadecuado,
incluso hasta al enemigo. Esto se maniesta en las Leyes de pobres en el Reino
Unido, que datan de nales del siglo XVI, así como en los comentarios de David
Ricardo (2003), uno de los primeros economistas, que criticaba ferozmente estas
leyes de pobres porque para él, los pobres solamente aumentaban el gasto de la
corona y su creciente número ponía en peligro a la gente noble.
La primera etapa de la economía contemporánea también tiene su propia
concepción de la pobreza, ya que para ella el pobre representaba el error o el des-
ajuste, pero de una forma secundaria, ya que preferían lidiar con números y rela-
ciones económicas. Esto es algo que podemos leer en Keynes (1965), el padre de
la economía moderna, que postula que la pobreza es un desequilibrio del ingreso