
TRAZOS - AÑO VIII – VOL.I – JUNIO 2024 - e-ISSN 2591-3050
112
perreando
1
; un gesto que no cayó muy bien a los defensores de la familia. Les
reggaetoneres obtuvieron una especie de acusación socrática, por pervertir a la
juventud, alejarlos de Dios y de los buenos valores.
A partir de esta breve revisión histórica, nos preguntamos: ¿es el reggae-
tón por naturaleza un género musical misógino, a tal punto que debemos prohibir-
lo? ¿Hubo condiciones contextuales para atacar a tal género musical? La tarea
de la desnaturalización semiológica barthesiana nos permitirá un análisis donde
es posible pensar que “(…) en la naturalización, el lenguaje-estereotipo, el lengua-
je consolidado borra las marcas de la historia y de la cultura” (Simón, 2010, p. 38).
A primera vista, aunque con un enfoque que podría considerarse conser-
vador, el proyecto de González no parece demasiado fuera de lugar, pensando en
la misoginia de las letras de las canciones, y en cómo esto pudo inuir en les jóve-
nes, generando un sentido de naturalización de la violencia de género promovida
por sus referentes. Pero si alamos un poco la mirada, quizá encontremos otros
motivos. Velda González era representante del pueblo portorriqueño por el Parti-
do Popular Democrático; coalición que se mostró en contra de la independencia
de Puerto Rico, conformándose simplemente con la denominación de Estado Li-
bre Asociado. A n de cuentas, servir al imperio estadounidense es una de las
tareas principales de este partido.
El reggaetón en sus raíces fue una expresión de rebeldía de las clases ba-
jas y de los grupos racializados, que son constantemente ultrajados por el poder
de EE. UU. Además, este género poco a poco aumentó sus adhesiones y captó
audiencia a lo largo y ancho de Latinoamérica. No suena descabellado pensar
que los intentos de censura al reggaetón no hayan sido más que, por una parte,
estigmatización de clase disfrazado de preocupación por la violencia machista y,
por otra, un intento de desestabilizar una ola imparable de la música latina en el
mundo entero, que opacaría la industria musical estadounidense, que ha liderado
eternamente los rankings internacionales.
Es digno recordar que en la misma década del surgimiento de este híper
popular género centroamericano, Andrés Calamaro publicaba su disco Hones-
tidad Brutal, que cuenta con la famosísima canción “La parte de adelante”, que
dice: “Soy propietario de tu lado más caliente. Soy dirigente de tu lado más urgen-
te. Soy artesano de tu lado más humano. Y el comandante de tu parte de adelante”
(Calamaro, 1999, 0m16s). Por su parte, Ricardo Arjona en su álbum Animal noc-
turno de 1993, hizo popular la canción “Mujeres”, donde escuchamos: “Mujeres,
lo que nos piden podemos, si no podemos no existe, y si no existe lo inventamos
por ustedes” (Arjona, 1993, 1m07s)
2
. Aquí no es nuestra intención realizar una
operación de señalamiento punitivo sobre los artistas nombrados; buscamos,
solo a modo de ejemplo ilustrativo, y siempre recordando la pregunta que disparó
el interés por pensar estas cuestiones, autores que, sin recurrir al reggaetón como
herramienta compositiva, escribieron bajo lógicas heterocisexistas y patriarcales,
en la misma época en la que el reggaetón estaba en los inicios de su masicación.
1. Perrear hace referencia a un baile sensual, con movimiento pélvico. El perreo es una forma de bailar asociada únicamente con los
géneros urbanos
2. El mismo cancionista guatemalteco, en su canción “Señora de las cuatro décadas”, no solo es sexista, sino que también es gordofóbi-
co y gerontofóbico. Un patrón común en su obra es siempre la misoginia.