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TRAZOS - AÑO IV – VOL.I – JULIO 2020 - ISSN 2591-3050
de violencia, segregación y racismo hacia las minorías propias. No todo se trata de un virus…
En vista a estos acontecimientos, pareciera que hay algo que no podemos dejar de lado: el
rol de las tecnologías, la virtualización, simulación en la dimensión política. Estamos atravesan-
do un proceso de tecnificación digital a nivel global. Las representaciones y la comunicación se
dan a través de la virtualización en redes sociales, punto de encuentro par excellence. Es un hito
sin precedentes que continua en aumento, y tiene de fondo una economía tecnológica que
probablemente se convertirá en la historia hegemónica para ser rumiada por roedores de
anaqueles de bibliotecas. La educación se da por internet; la militancia política, la vigilancia
policial, el arte y otros, también.
Occidente ha expandido sus categorías e instituciones. Personas de países que parecían no
tener nada en común ahora consumen la misma comida enlatada mientras chatean por redes
sociales. La historia oficial ha pasado por muchos relatos que le han dado sentido a nuestras
vidas. Hoy se han convertido en instituciones zombies que enmascaran el vacío de sentido. La
economía y el capital parecen permear la cotidianeidad, desde ser tu propia empresa vendiendo
tus perceptos para que algunx chongx te consuma, hasta el envío de semillas modificadas a
zonas rurales. La pandemia cerró las fronteras jurídicas, pero no las simbólicas (¿Se pueden
dividir como tal? ¿Acaso no se producen la una a la otra?) La política, entendida como lo hace
Schmitt, donde hay distinción entre amigo-enemigo, entre estados, no es aplicable en este
nuevo contexto que podríamos llamar neo-globlalización. ¿Y si ponemos de un lado a la humani-
dad y del otro al Coronavirus? ¿Y si les ubicamos en el mismo bando? ¿Cuál es la guerra que esta-
mos jugando? El virus, la nueva excusa bélica…
La cercanía que promete internet reconfigura los límites entre lo público y lo privado como así
también la distinción entre una experiencia estética de una epistémica. La idea de pueblo implo-
sionó junto a los estallidos, pues las identidades lejos están de ser, sino que acontecen-pare-
cen-simulan: hay mitos sobre la familia y la comida tradicional, nos juntamos a comer asado los
domingos. ¡Y sin embargo no estamos allí! Estamos en nuestros celulares simulando una vida
normal. Nos sacamos selfies con hashtags para encuadrar nuestra cotidianidad: #familia,
#asado, #domingo. Actuamos como cyborgs, tenemos extensiones de cables y dispositivos
tecnológicos, no podemos vivir sin energía eléctrica.
Entonces se nos antepone el evento estético: lo espectacular, lo morboso y el gore (como el
que se expone en el video en el que se observa en primer plano el momento en el que Floyd es
asesinado). Y las escenas espectaculares son innumerables. Apareció el #floydchallenge: “sacate
fotos con tus amigus, unx tiene que depositar su rodilla en la nuca de lx otrx que debe estar
tiradx en el piso. La policía en Tucumán ya se sumó al reto, ¿qué esperas?”. Hordas de disconfor-
mes promocionaron lo contrario. Revelarse vende, sé diferente, cambia el orden, muestra tu
evidencia, ponle un precio.
Escenario 2019: "Mira mamá, un recuerdo de mi primera revolución". Escenario 2020: "Dale,
metete a la casa que inocentes pagan por injustos, tu revolución trajo un castigo de dios en
forma de peste". Hacen una ley anticapuchas y después nos exigen usar barbijo si salimos a la