
(Génesis 11:4), razón por la cual a menudo se lo interpretó también como un
monumento a la desobediencia constante de la humanidad. Ante tal intención,
Dios decidió confundir la lengua de los hombres con el propósito de poner fin
a esta tarea monumental, de modo que ya no pudieran entenderse unos con
otros. Por tal motivo fue llamada “Babel”, porque allí, la ira de este Dios confun-
dió la lengua de todos los habitantes de la tierra obligándolos así a agruparse
de acuerdo a su lengua particular y a dispersarse por toda la superficie. Desde
una perspectiva religiosa, este relato ha aparecido como la base para la explica-
ción del origen de los diferentes idiomas del mundo.
Si sometemos La biblioteca de Babel a una exegesis metafísica en combina-
ción con una literaria, podría decirse que los libros, y con ellos su contenido –la
coma, el punto, el espacio y las veintidós letras del alfabeto que son, según el
protagonista de la historia, los veinticinco símbolos suficientes (Borges, 2009,
89)- serían, en un sentido alegórico, un intento por salvar ese hiato que se da
entre el hombre y lo divino. Para abordar dicha conjetura, será menester consi-
derar palabras claves del cuento borgeano, tales como: Babel, Biblioteca, Uni-
verso, Libro, Catálogo, Infinito, Divinidad y la figura del hombre -expresada en
el protagonista del relato, el eterno viajero de la biblioteca- para ponerlas a su
vez en interconexión, como piezas de un rompecabezas que al ubicarse nos
darán una imagen acabada del cuento. Como se verá, resulta una tarea harto
difícil -sino imposible- salir de esta especie de tendencia constante hacia una
totalidad acabada, cerrada, absoluta, como centro dador de sentido.
En principio, Babel, una de las cuatro palabras que constituye el nombre de
este cuento, es una palabra hebrea que significa “confusión” y deriva de una
raíz cuyo significado es “mezclar”. La posición del protagonista de esta historia
da cuenta a lo largo de su relato de la inefable búsqueda de un fundamento
último para todo lo que es, un principio que aúne en sí mismo esa diversidad y
pluralidad de lenguas y combinaciones presentes en todos los libros de la
biblioteca. Por su parte, el universo, -del latín universus (“entero”), de unus
(“uno”) y versus (“en dirección de”), y este del participio perfecto verto, -ere
(“girar”, “volver”)- según nos relata el protagonista, es también llamado por
algunos Biblioteca. Ahora bien, al atender al significado de dicha palabra, nos
encontramos con que es el conjunto de todo lo existente, y a su vez, es la ten-
dencia hacia lo uno, hacia lo absoluto, más específicamente: la tendencia hacia
lo divino, como instancia totalizadora. Lo cual nos permite conjeturar, un nuevo
intento por reconstruir esa unidad perdida desde Babel.
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TRAZOS
AÑO III - VOL I
OCTUBRE 2019
ISSN 2591-3050