TRAZOS
AÑO II - VOL II
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Resumen: El presente trabajo no tiene como objetivo difundir contenidos de
verdad rastreados en la obra marxiana, sino que se aboca a escudriñar en las
nociones de verdad e ideología presentes en la desperdigada y, hasta cierto
punto, caótica producción marxiana. La primera parte alude a los significados
de verdad. La segunda y tercera, siguiendo parcialmente los planteamientos de
Néstor Kohan, menciona algunas vías de abordaje de la verdad propuestas por
autores relevantes y explicita las nociones de verdad presentes en la obra
marxiana, respectivamente. La cuarta parte expone las concepciones de
ideología recogidas por la tradición marxista y, en este punto, admito que no
he llegado a una conclusión, pero tiendo a creer que si apreciamos
globalmente la obra marxiana, la ideología, en rigor, es falsa conciencia,
ocultamiento de las contradicciones sociales derivadas del capitalismo, y tiene
su contraparte en la conciencia de clase, en el des-ocultamiento de las
contradicciones.
Palabras clave: MARX – VERDAD - CONCIENCIA INVERTIDA - IDEOLOGÍA
TRAZA PRIMERA EN TORNO A
LAS NOCIONES DE
EN LA OBRA
MARXIANA
Alfredo Carrera Arenas
Facultad de Humanidades,
Universidad de Valparaíso.
Contacto:
alfredo7777777@gmail.com
El presente trabajo no tiene como objetivo difundir contenidos de verdad
expuestos en la obra marxiana. Veamos, a modo de ejemplo, las siguientes
aseveraciones:
a) En el modo capitalista de producción existe una tendencia a la
concentración de la riqueza.
a) El Producto Interno Bruto (PIB) es una ficción económica.
b) La conciencia de clase no es la suma de las conciencias individuales ni
la conciencia promedio de una clase.
A esto, justamente, no se aboca esta reflexión, pues el propósito no es
escarbar en los contenidos de verdad. En esta exposición sí se intentará
escudriñar en las nociones de verdad e ideología presentes en la desperdigada
obra marxiana, para lo que deberemos desbrozar el camino y releer a Marx.
El texto tiene una estructura cuatripartita. En primer lugar, a modo
introductorio, escudriñaremos brevemente, pero con actitud filosófica, en el
vocablo verdad. En segundo lugar, examinaremos distintas vías de abordaje de
dicho concepto. En tercer lugar, nos aproximaremos a la noción de verdad
utilizada preferentemente por el padre del materialismo histórico. Finalmente,
contrastaremos las disímiles concepciones de ideología que han convivido
dificultosamente dentro de la tradición marxista, una tarea necesaria si
entendemos a la ideología, en principio, como una forma objetable de
ignorancia, una falsa opinión, un punto de vista inconsistente o una falsa
conciencia.
Hurgando en la verdad
Si nuestro afán es comprender, depurar y articular una tesis gnoseológica, es
menester dar cuenta de la naturaleza de la verdad. Para empezar nuestra
disquisición, debemos distinguir entre verdad y veracidad. ¿Qué es la verdad?
¿Qué es la veracidad? Usualmente se dice que la primera es la realidad de la
cosa, o la correspondencia de la cosa con el espíritu o intelecto, o la cualidad
de una proposición que concuerda con la realidad; la segunda, en cambio, sería
la correspondencia de lo enunciado con quien enuncia. Lo opuesto a la verdad
es el error; la contraparte de la veracidad es el engaño. Dejemos de lado,
entonces, la veracidad, que podría ser tema exclusivo de otro trabajo, para
enfocarnos en la verdad.
El vocablo verdad se utiliza en dos sentidos que no siempre se logran
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diferenciar con suficiente claridad: es una proposición (por tanto, puede ser
verdadera o falsa) y es una realidad (por tanto, puede ser verdadera o
aparente). En los presocráticos, al inquirir por el arjé, prevaleció el segundo
sentido, la verdad como realidad expresada en el binomio verdad/apariencia,
porque lo verdadero era real y lo real era permanente. La verdad, entonces, es
el descubrimiento de la esencia. Así, Heráclito, el filósofo del devenir, afirma
que todo fluye y que el origen de este eterno movimiento radica en la lucha de
los contrarios, simbolizada por el fuego eterno, principio elemental de la
naturaleza. La idea de los contrarios, que es interpretada por Heráclito como
una ley oculta de la naturaleza, consiste en que todas las cosas viven en pugna
o en oposición. Logos es una ley universal que regula todo el movimiento y
permite la armonía y la unificación de los elementos opuestos.
El sentido del vocablo evoluciona hacia la consideración de las propiedades
de los enunciados. Aristóteles sostiene que decir de lo que es que no es, o de
lo que no es que es, es lo falso, y decir de lo que es que es, y de lo que no es
que no es, es lo verdadero (Aristóteles, 1994, 198). No podemos olvidar las
aportaciones escolásticas, modernas y contemporáneas, unas más complejas
que otras.
Ya estamos en condiciones de examinar las vías de abordaje. Nos basaremos
en una clasificación propuesta por Néstor Kohan pero que he modificado en
varios aspectos.
Vías de abordaje
La primera vía de abordaje, expresada por Aristóteles, apunta a la concepción
semántica de la verdad, que contiene al enunciado y a la cosa, por lo que se
denomina verdad por correspondencia. En una revisión de la vía clásica, Alfred
Tarski sostiene que los objetos satisfacen funciones proposicionales. Las
definiciones de verdad tienen que ser dadas en un metalenguaje.
La segunda vía, expresada por Hegel, incumbe a la lógica dialéctica y puede
denominarse verdad como relación. Los significados de los términos se definen
por sus enlaces con otros términos. La verdad es entendida como la relación
misma.
La tercera vía, que remite al mismo autor, puede denominarse verdad como
totalidad. Hay unidad de sujeto y objeto, síntesis de lo formal y lo concreto,
máxima realización, unidad absoluta entre engendrador y engendrado.
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La cuarta vía es la verdad por consistencia, que incumbe a la lógica matemá-
tica y se enfoca en la coherencia de los sistemas axiomáticos.
La quinta vía remite a Wittgenstein y se puede denominar verdad como juego
lingüístico. Esto quiere decir que la verdad estaría definida por las reglas del
lenguaje; ergo, no hay verdades, o bien hay muchas.
La sexta vía deriva de la anterior y sostiene que la verdad reside en la utili-
dad, en el rendimiento.
La séptima, y última, vía recibe influjos de Nietzsche, Wittgenstein y Heide-
gger, y remite al posmodernismo y puede denominarse verdad negada. Se
puede resumir en la famosa sentencia de origen nietzscheano: “(…) no hay
hechos sino solo interpretaciones” (Vattimo, 1995, 38). Es una renuncia a toda
pretensión genuina de verdad. Ésta es pensada como un ejército de metáforas,
metonimias y antropomorfismos (Nietzsche, 1996, 25).
Así, pasamos de una verdad fuerte (Aristóteles) a una verdad débil, diluida, o
definitivamente negada (posmodernismo).
Nociones de verdad utilizadas por Marx
Este apartado es una reflexión en torno a las nociones marxianas de la verdad
planteadas en Nuestro Marx por Néstor Kohan. Los fragmentos extraídos de los
textos Tesis sobre Feuerbach, La ideología alemana y Contribución a la crítica
de la economía política forman parte de las obras escogidas publicadas por
Editorial Progreso de Moscú. Los fragmentos de El capital y Elementos funda-
mentales para la crítica de la economía política corresponden a la versión de
Editorial Siglo XXI.
Luego de una lectura más o menos superficial de parte de la obra marxiana
parece evidente que se recurre a la verdad por correspondencia. En El capital,
por ejemplo, el discurso de los economistas burgueses choca con un hecho
indesmentible: la explotación del obrero, ausente en la teoría económica. Por
eso dicha teoría es ideológica en su dimensión de falsa conciencia. Más ade-
lante ahondaremos en el problema de la ideología. Pero no es la única noción
de verdad presente en la obra marxiana. Si solamente se recurriera a la verdad
por correspondencia, entonces Marx debería rotularse como un realista inge-
nuo, al modo de Lenin en Materialismo y empiriocriticismo. En este punto, en
mi opinión, Kohan no recalca con suficiente fuerza que Marx es un crítico de
esta noción cuando se vuelve exclusiva y excluyente. De todos modos, mi
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reparo es de índole formal. En un fragmento de la primera nota de las Tesis
sobre Feuerbach se afirma:
El defecto fundamental de todo el materialismo anterior —incluido el de
Feuerbach— es que solo concibe las cosas, la realidad, la sensoriedad, bajo la
forma de objeto o de contemplación, pero no como actividad sensorial humana, no
como práctica, no de un modo subjetivo. De aquí que el lado activo fuese
desarrollado por el idealismo, por oposición al materialismo, pero solo de un
modo abstracto, ya que el idealismo, naturalmente, no conoce la actividad real,
sensorial, como tal. Feuerbach quiere objetos sensoriales, realmente distintos de
los objetos conceptuales; pero tampoco él concibe la propia actividad humana
como una actividad objetiva (...) (Marx, 1980, 2).
La verdad, por tanto, no es preexistente al sujeto. Profundicemos en el nivel
de lectura.
No tan obvia es la manifestación de una verdad como relación. En una nota
del capítulo XXV de El capital, se señala:
Un negro es un negro, solo bajo determinadas condiciones se convierte en esclavo.
Una máquina de hilar algodón es una máquina de hilar algodón. Solo bajo
determinadas condiciones se convierte en capital (...). El capital es una relación
social de producción. Es una relación histórica de producción (Marx, 1988, 957).
En las Tesis sobre Feuerbach ubicamos este otro fragmento (parte de la
segunda tesis):
El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad
objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica
donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío,
la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un
pensamiento que se aísla de la práctica, es un problema puramente escolástico
(Marx, 1980, 2).
La verdad, entonces, se inserta en relaciones prácticas. Si no se considera la
praxis, aparece la fosilización del pensamiento.
Quizás más difícil es el descubrimiento inmediato de una tercera noción, la
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verdad como totalidad. En El capital, tomo I, capítulo XXIV, titulado La llamada
acumulación originaria (en mi opinión, un apartado clave para intentar asimilar
el pensamiento marxiano) se explica que el capitalismo permite comprender
los modos de producción anteriores. Una síntesis metafórica de lo anterior se
encuentra en la introducción a Elementos fundamentales para la crítica de la
economía política, texto más conocido como Grundrisse, cuando se señala que
“la anatomía del hombre es una clave para la anatomía del mono” (Marx, 2007,
26) (Fragmento que, creo, Kohan cita erróneamente como parte del prólogo a la
Contribución a la crítica de la economía política). Esta noción es difícil de des-
cubrir justamente porque impregna todo El capital, adquiriendo sentido en el
mismo método de exposición.
A partir de la lectura de las obras más importantes de Marx, y coincidiendo
parcialmente con Kohan (pues éste, a pesar de detectar acertadamente las
nociones de verdad utilizadas por Marx, no recalca con suficiente fuerza que el
treviriano es un crítico de la noción de verdad por correspondencia cuando
deviene en convicción exclusiva y excluyente, tal como se aprecia en un frag-
mento de la primera nota de las Tesis sobre Feuerbach), estamos en condicio-
nes de afirmar que el padre del materialismo histórico utiliza principalmente
una verdad como relación, ya que remite a la dimensión praxiológica, sin per-
juicio del uso frecuente de la verdad por correspondencia (incorporando la
crítica de Marx) y de la verdad como totalidad. Se trata de una verdad histórica
y objetiva que se despliega a medida que el hombre construye intersubjetiva-
mente el mundo social. La asunción de una gnoseología marxista conlleva con-
secuencias metodológicas importantes.
Concepciones de ‘ideología’ que han polemizado en la tradición marxista
Marx no era infalible. Comprometerse con una visión científica del marxismo
supone examinarlo críticamente. El uso ambiguo de ciertos conceptos por
parte del filósofo de la praxis ha llevado a desavenencias y malentendidos
(por ejemplo, podemos constatar la confusión althusseriana respecto a la
ideología). En Los conceptos elementales del materialismo histórico, basán-
dose siempre en Louis Althusser, se señala: “Las ideologías contienen ele-
mentos de conocimiento de la realidad, pero éstos se encuentran siempre
integrados por un sistema global de representaciones que, por principio, es
un sistema deformado y falseado de la realidad” (Harnecker, 1984, 80). La sorpresa es
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mayúscula porque más adelante se afirma:
(...) aun en las sociedades sin clases, seguirá existiendo la ideología. Las formas
particulares de la ideología pueden variar mucho, desde los mitos de las
sociedades primitivas hasta las distintas formas de ideología de la sociedad
moderna (ideología moral, religiosa, estética, jurídica, política, etc.), pero en toda
sociedad, existan o no clases, la ideología subsiste como un conocimiento
necesariamente deformado y falseado. Este efecto de deformación puede ser más
o menos grande, y subsiste inevitablemente mientras exista su causa: la naturaleza
estructural, opaca, de la sociedad que produce la ideología como uno de sus
efectos orgánicos (Harnecker, 1984, 82).
¿Qué significa esto? En esa nueva sociedad no desaparecería la explotación
del hombre por el hombre. ¿Qué sentido tiene, entonces, el proyecto marxista?
Es una gran contradicción. Hay que reconocer, eso sí, que Althusser es
consecuente con su estructuralismo: disuelve ontológicamente al sujeto para
reemplazarlo por la estructura.
¿Qué dice Marx respecto a la ideología? Fijémonos en las fechas. En La
ideología alemana, que data de 1846, se señala:
Y si en toda la ideología, los hombres y sus relaciones aparecen invertidos como
en la cámara oscura, este fenómeno proviene igualmente de su proceso histórico
de vida, como la inversión de los objetos al proyectarse sobre la retina proviene de
su proceso de vida directamente físico (Marx y Engels, 1980, 9).
La ideología aparece, pues, como opacidad, falsa conciencia. Veintisiete años
después, en el postfacio a la segunda edición de El capital, tomo I, que data de
1873, puede rastrearse el mismo significado. Sin embargo, en el prólogo a la
Contribución a la crítica de la economía política, que data de 1859, se sostiene:
Cuando se estudian esas revoluciones, hay que distinguir siempre entre los
cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que
pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas
jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra, las formas
ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan
por resolverlo (Marx, 1980, 270).
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Estos párrafos plantean un problema muy serio y que sobrepasa una disputa
puramente semántica, pues apunta a un concepto nuclear en el marxismo. Al
parecer, Marx en este último caso le asigna otro significado al vocablo ideología.
¿Cuál prevalece? ¿Falsa conciencia o concepción del mundo? En este punto
difiero completamente de Kohan, que utiliza ambos sentidos, sin jerarquizar.
¿Se equivocó el artífice del primer Estado proletario al afirmar: “(…) el problema
se plantea solamente así: ideología burguesa o ideología socialista”? (Lenin,
2010, 63) Admito que no he llegado a una conclusión madura, pero tiendo a
creer que si apreciamos globalmente la obra marxiana, la ideología, en rigor, es
falsa conciencia, conciencia invertida, ocultamiento de las contradicciones
sociales derivadas del capitalismo, y tiene su contraparte en la conciencia de
clase, en el des-ocultamiento de las contradicciones, por lo que en este punto
específico estoy en desacuerdo con las concepciones de ‘ideología’ planteadas
por Lenin (en quien conviven aciertos políticos y desaciertos filosóficos),
Althusser, Harnecker, Kohan y muchos otros autores. El caso de Kohan en Nues-
tro Marx es curioso, porque si bien es capaz de detectar acertadamente las
nociones marxianas de la verdad (con el reparo formal que expuse en la sec-
ción anterior), al mismo tiempo no aquilata en toda su magnitud el corpus teó-
rico de la alienación y la ideología, subordinándolo a la teoría del fetichismo
(en este caso, mi discrepancia con el autor trasandino es radical).
La tradición marxista ha incorporado ambos sentidos (concepción del mundo
y falsa conciencia); es un hecho, pero considero que es menester rescatar el
esfuerzo teórico marxiano y reconocer el significado genuino de la ideología,
que es predominantemente crítico: la realidad subterránea, que corresponde al
plano de la producción, está torcida, invertida; la realidad superficial, que
corresponde al plano de la circulación, en consecuencia, también está torcida,
invertida, presentándose como una apariencia invertida, que a su vez es oculta-
da por la ideología.
A modo de reflexión final. Es indesmentible que el devenir del marxismo se
ha caracterizado por ciclos de auges y crisis (de la Garza, 2012, 236). ¿Por qué
retornar a ese surtidor de pensamiento y acción? La respuesta, justamente,
radica en la pregunta. El marxismo tiene vocación científica y provee un método
de construcción de teoría, otro hecho reconocido por el autor recién aludido.
No se trata de una razón especulativa que discurre acerca del éter. El marxismo
es, sobre todo, despliegue de una praxis o actividad consciente, real, ideal,
objetiva y subjetiva, que transforma al mundo, humanizándolo. En este sentido,
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y otros varios, contrasta con el pensamiento posmoderno o débil, cuyo discurso
es hueco y diluye la verdad; así se constata, por ejemplo, en Vattimo, quien
reconoce la vocación nihilista de la hermenéutica. Un crítico y teórico literario
estadounidense, lúcidamente, advierte:
Toda esta cultura posmoderna, que podríamos llamar estadounidense, es la
expresión interna y superestructural de toda una nueva ola de dominación militar
y económica norteamericana de dimensiones mundiales: en este sentido, como en
toda la historia de las clases sociales, el trasfondo de la cultura lo constituyen la
sangre, la tortura, la muerte y el horror (Jameson, 1995, 18-19).
El posmodernismo es, en última instancia, una expresión cultural del
capitalismo avanzado; no es rebeldía, sino un puntal de la lógica cultural de la
clase dominante. Marx, en cambio, ofreció una teoría crítica que, ajustándose al
movimiento de lo real, por lo menos aspira a la verdad. De esta forma, el sujeto
social puede (¡y debe!) cambiar la realidad explosivamente injusta y
contradictoria. El marxismo es conciencia revolucionaria y filosofía militante
que promueve una práctica de resistencia y emancipación, que rompe con
violencia las cadenas mercantiles que cosifican las relaciones sociales e
impiden el desarrollo de las potencialidades creadoras del ser humano.
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Bibliografía
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