
La hipótesis pigliana, entonces, sobre la existencia de una tradición narrativa
“utopista”, “anti-realista”, no parte de rastrear en la escritura “cómo la realidad
aparece en la ficción” (como la sociedad es representada), sino más bien,
“…Cómo la ficción opera en la construcción de esa realidad” (Piglia, 1986, 116).
Existe entonces una tensión permanente entre hegemonía y utopía, según la
tematización de ambos conceptos en la lectura de Piglia. La problematización
en torno a las dos líneas centrales de la escritura argentina mencionadas, recae
finalmente, en el complejo, enrevesado y no pocas veces ambiguo vínculo entre
política y ficción, o ficción y política.
La novela mantiene relaciones cifradas con las maquinaciones del poder, las
reproduce, usa sus formas, construye su contrafigura utópica. (…) La utopía del
Estado futuro se funda ahora en la ficción y no contra ella. Muchos de nosotros
vemos ahí nuestra verdadera tradición. Pensamos también que en esos textos se
abre una manera distinta de ver las relaciones entre política y literatura (Piglia,
1986, 118).
Veremos ahora, como la propuesta de lectura y reconstrucción de la línea
narrativa utopista, se articularía a su vez, posteriormente en Piglia, con su tesis
sobre la persistencia de un “relato conspirativo” en la literatura nacional: aquel
que trabaja la política y la historia política como “complot”, resultado de cierta
“práctica conspirativa”, efecto de ciertos grupos aislados de la esfera pública y
la visibilidad social, en contra de la concepción político-liberal clásica, sosteni-
da en las nociones de consenso democrático, de “… una visibilidad extrema de
la cosa pública y toda una serie de reglamentos y regímenes de representativi-
dad” (Piglia, 2001, 8).
Retomando alguna de las ficciones piglianas, podríamos mencionar cómo en
La ciudad ausente (1992), se compara el mundo de la redacción del periódico
con la cárcel. La comparación implica que sea uno de los prisioneros (Junior)
quien haga la investigación de la máquina, y que sea la cárcel (el periódico) la
que provea de relatos al gran público. Más adelante, en el monologo final de la
máquina, se dice que “la narración (…) es un arte de vigilantes” puesto que ellos
incitan a la gente a contar sus secretos, a que hable de los otros, “la policía y la
denominada justicia…” insiste con ironía, “… han hecho más por el avance del
arte del relato que todos los escritores a lo largo de la historia”. Luego, invirtien-
do los términos, sentencia que “todo relato es policial (…) Solo los asesinos
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TRAZOS
AÑO II - VOL II
DICIEMBRE 2018
ISSN 2591-3050