TRAZOS
AÑO II - VOL I
JULIO 2018
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“[La] condición del indígena puede mejorar de dos
maneras: o el corazón de los opresores se conduele al
extremo de reconocer el derecho de los oprimidos, o
el ánimo de los oprimidos adquiere la virilidad
suficiente para escarmentar a los opresores.
(Manuel González Prada)
Resumen: El presente trabajo busca, en primera instancia, exponer y contrastar
dos posicionamientos sobre la cuestión del indio, a saber, la cuestión sobre la
tierra prestándome, como auxilio, de los pensamientos del peruano José
Carlos Mariátegui y del boliviano Fausto Reinaga. El primero entiende que el
problema del indio trata de una cuestión sobre la tierra que debe resolverse
tras la entrega de éstas a aquellos; en tanto el segundo entiende que el pro-
blema del indio en tanto cuestión tierra no se resuelve tras la Reforma Agraria
de 1953 en Bolivia, por lo que Reinaga interpreta a esto que la cuestión del
indio se trata más bien de una cuestión de poder. Por otro lado, se busca abor-
dar sobre las cuestiones que atañen al progreso y etnocidio que, en efecto,
también salpican al indio; que en su conjunto se ven llevadas a cabo debido al
actual modelo económico practicado sino en toda Latinoamérica en la mayoría
de los países de la región a través del (neo) extractivismo y el agronegocio.
Palabras clave: INDIO - PROGRESO - ETNOCIDIO
APORTES A LA CUESTIÓN
INDÍGENA SUJETO AL
PROBLEMA TIERRA
Cristian Román Cruz
Facultad de Humanidades y
Ciencias Sociales,
Universidad Nacional de Jujuy
Contacto:
cristianromancruz@gmail.com
Mariátegui-Reinaga sobre “el problema indio es problema tierra”
José Carlos Mariátegui, en el Perú de 1928, da a conocer los Siete ensayos de
interpretación sobre la realidad peruana (2012) el cual, tras su publicación, pasa-
ría inadvertido por el colectivo intelectual peruano, mas no del latinoamericano;
en especial del de Buenos Aires. Ésta inadvertencia en su Perú natal ofuscaría al
escritor, pues, económicamente, perjudicaría su bienestar.
Poniendo el foco de atención sobre esta obra, en varios de sus ensayos,
pueden constatarse el particular énfasis prístino que el Amauta le otorga al
indio. Lo coloca, a él, como un problema sustantivo sobre lo que toca tratar.
Hecho singular que para la izquierda de su tiempo y, más aún, con la de nuestro
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tión central es el obrero y su consecuente lucha de clases confrontando a los
sectores de la burguesía que controlan los medios de producción y, donde el
indio no tiene cabida como equivalente o acompañante en esta lucha junto al
obrero. Muy bien interpretó esta realidad –en el Perú de su tiempo– Mariátegui

primero observaba que el problema que se suscitaba primordial en el indio
constaba, pues, sobre la propiedad de la tierra; que, en su defecto, le era ajeno.
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mar que éste es un “problema económico-social” (sic) dejando por sentado en
tanto no es éste un problema tal que recae sobre el criollo (el capitalista, el pro-
pietario) y, mucho menos se trata de un problema moral, étnico, eclesiástico,
jurídico, etc. En efecto, es un problema de tinte materialista que observa el
Amauta 
quien observa con antelación que el problema del indio es económico-social


Prada en Mariátegui, 2012, 51).
En el ensayo El problema de la tierra, Mariátegui con fervorosa pasión destaca que
“no nos contentamos [sólo] con reivindicar el derecho del indio a la educación, a la
cultura, al progreso, al amor y al cielo. Comenzamos por reivindicar, categóricamente,
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Amauta
el que era conocido José Carlos Mariátegui.
su derecho a la tierra” (ibíd., 63). Sobre esta cuestión, el peruano sostiene clara-
mente en Esquema de la evolución económica, el primero de los siete ensayos,
que éste problema por resolver –la tierra– eliminaría toda situación de feudalis-
mo sobre la realidad peruana –particularmente en las sierras– que, a su enten-
der, devenida la Revolución burguesa en su país sus principales dirigentes polí-
ticos, ya responsables de conducir el timón de la joven nación peruana, debie-
ron tomar empresa sobre esta cuestión; reforma agraria, aunque el Amauta no
lo diga categóricamente. En efecto, la solución al problema de la tierra, no pudo
suceder debido a que en el Perú, básicamente, aun no existía una burguesía
nacional consolidada que pudiera conducir las riendas para llevar a cabo tal
pretensión por un lado, y, por el otro, porque éstas clases sólo servían como
puros mediadores a los intereses de los capitales provenientes de la Gran Breta-
ña, primero, y luego de Estados Unidos, el cual aquellos sectores peruanos no
lograban ver las cosas más allá, sino con la retina de estos sectores imperialis-
tas. Beatriz Bruce sobre esto entiende que, en efecto, “Mariátegui es un conven-
cido que el problema del indio no se resolverá ni con fórmulas filantrópicas, ni
con una reintegración de formas pasadas. La solución será político-social y sus
realizadores deben ser los propios indios” (Bruce, 2015, 563).
Poco más de cuarenta años más tarde, en La Revolución India, sobre “la cues-
tión del indio es cuestión tierra”2, Fausto Reinaga –en tono beligerante y con
pocas ganas de polemizarno ve a esto más que con ojos de desconfianza,
puesto que los sectores no indígenas tomarán conciencia sobre una situación
que sólo debía llevarla a cabo no más que el propio indio; en tanto afirmaba
que “¡sólo el poder indio liberará al indio!”3 (Reinaga, 2014, 274) exaltaba que era
condición propia, pura y exclusivamente de él y nada más que de él el alcanzar
su propósito y ésto no era más que recuperar su propia tierra cuando otrora le
fuera arrebatada por el conquistador, primero, y luego por las sucesivas burgue-
sías terratenientes.
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2Fausto Reinaga refiere con tono crítico e irónico “La cuestión del indio es cuestión tierra” en clara referencia a la labor empleada por
Mariátegui en los Siete ensayos... Para el indianista, esto era una moda pasajera y literaria. Y agrega: “‘la cuestión del indio es cuestión tierra’
era una fórmula importada. Agitó conciencias ajenas a la conciencia del indio” (2014, p. 277). Sobre esta situación Reinaga visualiza en tono
duro en el capítulo “La Reforma Agraria” de La Revolución India. Véase, Reinaga (2014, pp. 269 y sgs.).
3Es menester resaltar sobre ésta sentencia el carácter de racismo indígena que posee la misma, pues, denota exclusión a todo sujeto quien
no posea estirpe indígena que, a la postre, no tendría posibilidad de liberar de la situación de opresión que vive o posee el propio indio. Es
por ello, que se debe resaltar que quienes escriben el presente ensayo no sostienen aquella tesis del indianista, pues éstos escribas
manifiestan una visión diametralmente opuesta en tanto “la liberación del indio” en conjunto con el propio indígena puede ser acompañada
por sujetos de otras etnias; sin necesidad de ser étnicamente indígena. Compárese, sólo por mencionar un solo ejemplo, el acompañamien-
to en la conseguida búsqueda de la liberación indígena por parte de un no indígena como fue el caso del Sub Comandante Marcos junto a
los indios zapatistas de Chiapas (México) que se sublevaron a la violencia simbólica y material perpetrada por el Estado mexicano en aquella
ciudad el 1 de enero de 1994. Esta sublevación, logró y permitió la autonomía zapatista para llevar a cabo sus propias políticas sin depender
de la “ayuda” del Estado de México.
Reinaga, empero, observaba en torno al problema sobre la tierra en el indio
que se suscitaba, particularmente, en Bolivia a partir del 9 de abril de 1952 tras
el derrocamiento del ejército en manos de los indios armados, que éstos debían
haber tomado el poder y no cederlo a Paz Estenssoro4. Pues, esta decisión de
regalar el poder al Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) fue lo que
determinó que el nuevo gobierno puesto por los indios dictara, un año después,
la Reforma Agraria en el país. Esta Reforma, en efecto, lo que iba a llevar a cabo
no era otra cosa más que la empresa de la propiedad privada. Reinaga al respec-
to sentenciaba enardecido:
El MNR a la Reforma Agraria, una conquista del indio, ha convertido en un garito
prostibulario. La “comunidad” al transformarse en “propiedad privada” se ha
convertido en una apacheta; que a la corta o a la larga resucitará, reconstruirá el
latifundio; acaso un latifundio con latifundistas indios y “pongos”, esclavos indios
(ibídem, 2014, 270).
Señalado esto quedaba evidenciada la visión que poseía Reinaga sobre el
problema de la tierra en el indio, aquí Reforma Agraria, entendiéndola como una
idea importada de Europa que viene al auxilio de la llamada propiedad privada
y en detrimento de la propiedad colectiva, visión ésta, que era (y es) sostenida
ancestralmente por los pueblos indígenas; por la comunidad. La tierra, enton-
ces, para el indio no puede ser vista como propiedad privada, sino “que para el
indio la tierra es la Pachamama, madre de todos los hombres: una comunidad”
(Ibíd., 269) y, por tanto, propiedad colectiva5.
Empero, la cuestión sustancial para Reinaga reside en que el problema del
indio no es el problema tierra como afirmaba en sus letras Mariátegui, sino que
no es más que una cuestión de poder. Esto observa el indianista en tanto que,
desde 1953, el indio es propietario de la tierra mas continúa viviendo en condi-
ciones no humanas, pues Reinaga entiende que, diecisiete años después, tras la
Reforma Agraria, aún no se han resuelto los problemas del indio, peor aún, el
indio todavía vive en condiciones de esclavitud. Tajante subraya:
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4Víctor Paz Estenssoro fue un abogado, político y presidente de Bolivia en cuatro oportunidades. La que se menciona es su primer mandato
de 1952 que, a interpretación de Reinaga, fue colocado en el poder por los propios indios que se levantaron en armas y derrocaron a Hugo
Balliván Rojas en la famosa Revolución del ´52. Paz Estenssoro, que representaba al Movimiento Nacionalista Revolucionario, culminó su
primer mandato en 1956.
5Silvia Rivera Cusicanqui en los últimos años hizo una diferenciación sobre indios que no necesariamente se sienten propiamente indios
aunque étnicamente lo sean. Esto sucede, debido a distintos intereses (económicos, por lo general) que suscitan en estos donde muchas
veces desconocen o traicionan epistemes ancestrales, por ejemplo, sobre el cuidado de su madre Tierra –la Pachamama–. A estos los ha
bautizado como “indio del banco central” e “indio permitido, donde en el primer caso el propio indio introduce a otros en la dinámica
global-capitalista como facilitadores de sus patrimonios culturales y deidades en tanto mercancía y, en el segundo caso, como simple
ornamentos en el Estado colocado en alguna institución estatal para facilitar el “turismo étnico” donde los propios indios sean ofrecidos
como objetos de contemplación y de goce visual en tanto exotismo. Todo ello visualiza la comprometida intelectual boliviana sobre distintas
tipologías de indios que no buscan favorecer propiamente los intereses de los mismos indios sino más bien representar intereses estatales,
individuales, o foráneos. Véase, Rivera Cusicanqui (2015).
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El indio hace 17 años –desde el 2 de agosto de 1953– que posee la tierra. ¿Por qué
no se ha resuelto “la cuestión del indio”? ¿Por qué día que pasa se agudiza el
problema del indio? ¿Por qué? Porque sencillamente “la cuestión del indio” no es
“cuestión tierra”. Es cuestión poder. Mientas el indio no tenga el poder en sus
manos se agudizará y cada vez más y más la “cuestión del indio” en Bolivia, el Perú
y el Ecuador (ibíd., 276).
En tanto el indianismo de Fausto Reinaga denota un activismo radical en
cuanto sólo el indio podría lograr su liberación mediante la toma y el ejercicio
del poder y no cediéndolo como hizo equivocadamente el indio, a interpreta-
ción de Reinaga, resulta, pues, provechoso e indispensable constatar que, a
estos tiempos, aún se avizora que el problema de la tierra en el indio no ha sido
todavía resuelto debido a la continuación y, más aun, a los avances del actual
modelo económico del agronegocio (soja y caña de azúcar, principalmente), el
(neo)extractivismo de los recursos naturales con prácticas muy cuestionadas
como la megaminería contaminante a cielo abierto y la práctica –también
extractiva– del fracking en la explotación petrolera que cunde sino en toda
nuestra región latinoamericana en la mayoría de sus países. Éstas prácticas sólo
conllevan a la expulsión de sus territorios a los pueblos campesinos e indígenas
no sin la ayuda del accionar de las fuerzas del orden que, como brazo armado
del Estado y, en consecuencia, salvaguardora de los intereses de los capitales
nacionales y transnacionales, obligan al abandono de tierras de aquellos secto-
res como ser de las comunidades indígenas mapuches debido a la gran canti-
dad de reservas de hidrocarburos encontradas apenas hace unos pocos años en
Vaca Muerta y de las comunidades QoPiWiNi (Qom, Pilagá, Wichí y Nivaclé) en el
Noreste argentino, sólo por mencionar éstos escasos ejemplos.
Progreso y Etnocidio
Sobre este intento del Estado-nación por promover los beneficios que vienen de la
mano de la idea del progreso, los líderes de los llamados Estados posneoliberales6
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6Refiere a los Estados también llamados progresistas que desembarcaron en la región latinoamericana a inicios del nuevo milenio por
intermedio de las presidencias de Hugo Chávez en Venezuela, Luiz Inácio “Lula” da Silva en Brasil, Néstor Kirchner en Argentina, Evo Morales
–Bolivia– y Rafael Correa en Ecuador, principalmente
y de los actuales gobiernos con giro a la derecha7 apostaron a la continuación
de lo que empezaron los gobiernos neoliberales de los ´90 del siglo pasado: la
llamada práctica del (neo)extractivismo. Al respecto, estos Estados –como
Argentina, Bolivia, Venezuela, Ecuador, y Brasil, por ejemplo–, aprovechando el
alza de la demanda de los principales consumidores y de los costos de las
materias primas y/o commodities afianzaron y consolidaron las prácticas
extractivistas y las del agronegocio. En efecto, ante la fuerte demanda de los
recursos naturales y materias primas de exportación por parte de la entonces
emergente potencia mundial China, los países que abrazan al progreso someten
a las poblaciones campesinas e indígenas a la continuación del etnocidio invisi-
ble ante y para el colectivo social. Sobre esta cuestión, el antropólogo brasilero
Darcy Ribeiro daba cuenta, ya desde el año 1984, como:
(...) una verdadera tendencia etnocida se observa algunas veces en liderazgos
descolonizadores y hasta revolucionarios que, en nombre del progreso, aceptan el
papel de nuevos agentes de la europeización; sus argumentos sobre las ventajas
innegables que ofrece el difundir el uso de una lengua “culta”, por ejemplo, mal
disfrazan la esperanza de que las lenguas tribales desaparezcan. Al programar el
“desarrollo” descubren, en los pueblos tribales, obstáculos intolerables para la
modernización que desean imponer “urgentemente” (Ribeiro, 1984, 30).
También, sobre este tema Edgardo Lander recientemente escribió y denunció
que en Venezuela se continuará con el etnocidio respecto a lo que se considera
la decisión más sustantiva que tomó Nicolás Maduro, presidente de la Nación
bolivariana, en materia económica en los últimos tiempos desde que está al
frente del poder, a saber: “el decreto de creación del Arco Minero del Orinoco.
Esto es, la apertura de 112.000 kilómetros cuadrados, 12% del territorio nacional,
a grandes corporaciones mineras transnacionales” (Lander; Arconada Rodríguez,
2017, 19). Esta medida, en efecto, condenaría a los pueblos indígenas situados en
aquella zona del Orinoco al etnocidio que viene llevándose a cabo en este país
hace más de cien años debido al extractivismo depredador y sin contar, además,
que se cercena, no sólo en este país sino en su amplia mayoría de la región, el
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7Tras la llegada a las presidencias de Mauricio Macri a la Argentina en 2015 y en 2016 de Michel Temer en Brasil tras la destitución de su cargo
a Dilma Rousseff por intermedio de, según el juez del Supremo Tribunal Federal Marco Aurelio Mello, un “golpe de Estado parlamentario” o
impeachment. Véase, Manz (2016).
derecho de Consulta Previa Libre e Informada (CPLI) (Svampa, 2017, 54) –figura
letrada en la totalidad de las constituciones de los Estados latinoamericanos
por intermedio del Convenio 169 de la OIT– sobre la posibilidad de autodetermi-
nación de los pueblos indígenas que habitan éstas tierras amerindias de
antaño.
Nuestros representantes políticos actuales –presidente y funcionarios de los
gobiernos nacional y provincial en la región latinoamericana–, en busca del
llamado desarrollo castigan y ven como un problema a todo aquel quien intente
poner freno y/o resistencia al avance del progreso como sinónimo de civiliza-
ción; que, actualmente, no es otra cosa más que el saqueo de nuestros recursos
naturales, la expulsión de los territorios de los pueblos indígenas por causa del
modelo económico del extractivismo con la consecuente contaminación que
conlleva sobre los sectores de pobladores –campesinos e indígenas, impacto y
deterioro ambiental, perjuicio de flora y fauna por la megaminería contaminan-
te a cielo abierto y del fracking en la extracción de hidrocarburos, utilización de
agrotóxicos para las semillas transgénicas, etc. Estos sectores, quienes oponen
resistencia al embate del capitalismo depredador, poniendo al frente cuerpo y
alma como escudo son, por un lado, los pueblos preexistentes al Estado Nación:
nuestros pueblos indígenas y, por otro lado, los pueblos o sectores campesinos.
Estos pueblos sobrevivientes de la Conquista, los indígenas, son aquellos acto-
res sociales a los que Ribeiro denominó como los pueblos testimonio, entendi-
do como “sobrevivientes de las civilizaciones originarias, cuyas poblaciones
experimentaron terribles hecatombes con la invasión europea” (Ribeiro, 1984,
32) y aun lo siguen haciendo, sólo que aquellos europeos que representaron a
los actores de la Conquista hoy se encuentran disfrazados en los capitales
transnacionales y en los representantes de gobiernos que son manejados por
éstos sectores imperialistas en el momento de defender sus intereses o en las
imposiciones de las leyes dictadas por el Parlamento para su beneficio.
El Estado
El Estado, como principal responsable, empobrece y fustiga los derechos más
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elementales a nuestros antepasados indígenas, pues, aquel no hace más que
castigar a estos sectores favoreciendo a los intereses de los capitales de las bur-
guesías nacionales y transnacionales que operan como actores sustanciales
sobre no pocas y estratégicas áreas de la producción. Aunados, el Estado junto
a los intereses de los mencionados capitales transnacionales, en Argentina en
los últimos años se vinieron sucediendo atropellos sobre los sectores indígenas
y campesinos. Se destacan los siguientes:
En Formosa, la comunidad Potae Napocna Navogoh (o “La Primavera”) desde
hace más de siete años reclama la devolución de siete mil hectáreas de
tierras las cuales fueron arrebatadas por el propio gobierno provincial (de
Gildo Insfrán).
Desde el descubrimiento de la formación petrolera Vaca Muerta en 2011 por
Repol-YPF se recrudecieron los conflictos con el pueblo mapuche por la
intención de explotar la zona por la entonces multinacional española. Desde
ese año, la comunidad Campo Maripe comenzó a verse hostigada intentando
provocar el abandono de sus tierras. Hoy, la petrolera nacionalizada en un
51%, avanza sobre las perforaciones lo cual en agosto se produjo la primera
desaparición física de Santiago Maldonado mediatizada por los grandes
medios masivos de comunicación. El progreso se cobró una víctima no indíge-
na que preocupó a la opinión pública argentina.
En San Juan, en septiembre de 2015 la transnacional Barrick Gold admitió
haber derramado sobre cinco ríos un millón de litros de solución cianurada.
Estas nefastas tragedias se dan con la complicidad del Estado nacional y pro-
vincial en alianza a las prácticas de “desarrollo” de la compañía minera.
Sobre esta manera de fustigación del Estado actual y contraponiendo el modo
en cómo funcionó el “Estado” de los Incas en pos de favorecer a sus habitantes,
es menester rescatar el aporte dado por Diego Abad de Santillán como mani-
fiesto de oposición sobre la función de estos dos Estados:
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El Estado, en otros tiempos, pudo llegar a organizar vastas comunidades en donde
el hambre no era conocida, y ningún ciudadano sufría privaciones, como en el
imperio de los Incas. Se podía lograr eso porque el súbdito de aquel imperio era
considerado como miembro de una gran familia, cuyo jefe, el emperador, disfrutaba
de una confianza general y obraba en consecuencia (Abad de Santillán, 1934, 3).
Surge, ante esto, la necesaria actividad de la reflexión sobre cómo nuestra
actual civilización educada –que no son más que los representantes de los inte-
reses antes mencionados, y hasta lobistas de los grandes medios– buscan con-
tinuar, sin bajarse, de las vías del progreso intentando superar todo tipo de
“atraso” a lo que sucede, como tal, en perseguir y estigmatizar a los sectores
indígenas-campesinos tildándolos de “atrasadospor mostrar resistencia a lo
que se denomina como progreso, idea con lo cual es entendida en la actualidad,
por Maristella Svampa, como sinónimo de “la expansión de megaproyectos
extractivos (megaminería, explotación petrolera, nuevo capitalismo agrario con
su combinación de transgénicos y agrotóxicos, megarrepresas, grandes empren-
dimientos inmobiliarios, entre otros)” (2017, 56).
Suena similar ésta denostación a lo que Domingo Faustino Sarmiento exalta-
ba como modo de deslegitimar a los sectores que se oponían al progreso, a la
cultura, sinónimo éstas de la Razón y Civilización. Particularmente, estos secto-
res que se oponían a estas ideas que abrazaban al progreso, propio del liberalis-
mo, eran los sectores indígenas, la campiña, el gauchaje y las provincias del
interior renuentes a las ideas provenientes del Centro; de Buenos Aires. En
verdad, provenientes de la vieja Europa. Para estos sectores que se oponían a la
Razón, a la Civilización no existía otro remedio más que el exterminio por inter-
medio de las armas. Esto no es otra cosa que proponer el expansionismo impe-
rial europeo. Estas ideas se observan con claridad en el Facundo de Sarmiento.
Sarmiento sigue aún vigente para nuestra actual civilización mencionada. Como
se señaló líneas arriba, se busca consciente o inconscientemente la desaparición
del poblado indígena. Empresa llevada a cabo por el propio Estado en algunas oca-
siones en solitario y en unión fuerte con los capitales transnacionales en otros
casos.
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Conclusiones
No se equivocaban los peruanos González Prada junto a Mariátegui al sostener
que el problema del indio es un problema económico-social al entender que
esto, en la actualidad, es una situación que acarrea al indio en las dinámicas
propias del capitalismo depredador que son concernientes al sometimiento y al
abandono de sus tierras a causa del modelo económico extractivista (minero e
hidrocarburífero), como así también, del agronegocio que cunden sino en el país
en toda la región latinoamericana. Los pueblos testimonio sufren distintos con-

por ejemplo, a través del descubrimiento de yacimientos petroleros en Vaca
Muerta) y a los capitales de las multinacionales en Argentina-Chile
mapuches), Bolivia (en la construcción de la megacarretera sobre el Territorio
Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure –TIPNIS–), Honduras (con el asesinato
en marzo de 2016 de la activista ecosocial indígena Berta Cáceres por oponerse

económico-social embarra al poblado indígena-campesino a largas luchas que
conllevan a la criminalización de sus protestas y, en el peor de los casos, termi-
nan en muerte de los activistas que se animan a enfrentar al poder.

Diversas comunidades indígenas se ven forzadas a dejar sus tierras, o por con-
taminación (debido a la megaminería contaminante), o por la práctica del des-
monte del agronegocio en la siembra de soja, sustancialmente. La cuestión
tierra ve en el indio actual su lucha, por otra parte, por la titularización de ellas
en distintas provincias argentinas que ven como principal foco de su enfrenta-

Se cercena, por otro lado, el derecho de la CPLI a las comunidades campesi-
nas e indígenas de elegir si aceptan o no las prácticas reivindicadas por el “pro-

         
través de la megaminería contaminante (en la provincia argentina de San Juan,
por mencionar un caso), el agronegocio (que expulsa comunidades indígenas en
la zona del noreste argentino).
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Se utiliza la acepción de pueblos testimonio esbozada por Ribeiro (1984) para designar a los pueblos indígenas que sobrevivieron a la
Conquista y en la actualidad, sobreviven pues, a la resistencia que llevan frente a la idea del “progreso” y “desarrollo” que representa el
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“La otra campaña: cómo es el plan contra los pueblos originarios, Bs. As., Lavaca    -

El progreso actual, por último, en su afán de generar mayores ingresos fiscales
al Estado nacional no sin la ayuda del modelo económico actual, evidencia la
continuidad del etnocidio de nuestra población indígena, de aquellos pueblos
testimonio que, como lógica del dinamismo capitalista como trastrocamiento a
los factores materiales de aquellos pueblos, muestran la resistencia y renuencia
sobre las cuestiones del progreso del Estado-nación. El problema del indio, en
estos tiempos, dista mucho de verse resuelto y más aún –como hemos visto– si
se trata de la cuestión sobre la tierra; el progreso si continúa con las prácticas
productivas actuales acrecentará el etnocidio en nuestra América en detrimento
de su erradicación.
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