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Resumen: En este trabajo pretendo dar cuenta de la incompatibilidad que sus-
citan, en tanto que claves interpretativas para la sociedad contemporánea, la
noción de huelga general en la obra de Benjamin y Sorel, y la noción de indus-
tria cultural en la Dialéctica de la ilustración de Adorno y Horkheimer. Para
lograr dicho objetivo, I) analizaré las caracterizaciones que realizan los autores
en relación a sus respectivos conceptos. II) Contrastaré el carácter aformativo
de la huelga general frente al bucle productivo que implica la industria cultu-
ral. III) Finalmente, señalaré el carácter aporético que suscitan ambas nociones
frente a las diversas formas de comunicación y de difusión cultural en conflic-
tos políticos que ellas conllevan. De esta manera, pretendo poder señalar los
posibles alcances y/o vigencias de ambos modelos de interpretación para la
sociedad contemporánea.
Palabras clave: INDUSTRIA CULTURAL - HUELGA GENERAL - COMUNICACIÓN.
HUELGA GENERAL E
INDUSTRIA CULTURAL:
COMUNICACIÓN Y
PODER EN LA SOCIEDAD
CONTEMPORÁNEA1
Felipe Alejandro Álvarez Osorio
Facultad de Educación y
Ciencias Sociales,
Universidad Nacional Andrés Bello
Contacto:
f.lvarezosorio@gmail.com
1Ponencia presentada en el Primer Congreso Estudiantil de Filosofía de la Universidad de Chile, evento organizado por CEFUCh y realizado a
lo largo de los días 26, 27 y 28 de julio de 2017 en la ciudad de Santiago, Chile.
Introducción
A pesar de que el paso del tiempo sea evidente, las reflexiones de Benjamin y
Sorel en torno a la noción de huelga general y en torno a las movimientos socia-
les que éstas implican, ya sea en tanto en su dimensión política como su dimen-
sión revolucionaria, se encuentran, al día de hoy, lejos de perder su vigencia: en
efecto, la relación de violencia entre el poder opresor y los trabajadores oprimi-
dos como, a su vez, la problemática que suscita el criterio de legitimidad de los
movimientos obreros y las consecuencias directas de la praxis de éstos, consti-
tuyen una serie de problemáticas que siguen plenamente activas en el seno de
la sociedad contemporánea. Asimismo, por otra parte, la manera en que Adorno
y Horkheimer caracterizaron la noción de industria cultural en la Dialéctica de la
Ilustración se resiste al olvido pues, a pesar de las reformulaciones posteriores
del concepto, el planteamiento inicial de estos autores no parece simplemente
disiparse; podemos evidenciar que la producción masiva de productos cultura-
les aún responde a criterios de adecuación de contenido que sirven como
herramientas para la perpetuación del consumo de dichos productos.
Ahora bien, no obstante, a pesar de que ambas posturas siguen siendo aplica-
bles como claves de interpretación de la sociedad contemporánea, presentan, al
parecer, dificultades en su compatibilidad conceptual en lo que respecta a la
comunicación y los elementos implicados en ésta. Por este motivo, me propon-
go examinar en este trabajo la aparente incompatibilidad conceptual entre la
noción de huelga general y la noción de industria cultural. Para realizar esta
tarea, en primer lugar caracterizaré las nociones de huelga general e industria
cultural a partir de los planteamientos de los autores mencionados; en segundo
lugar, a partir de las caracterizaciones anteriores, contrastaré el carácter afor-
mativo de la huelga general frente al bucle productivo que implica la industria
cultural; para finalizar, señalaré el aparente carácter aporético que implica la
conjunción de ambas nociones como claves interpretativas de acuerdo a la con-
trariedad que se presenta en el ámbito de la comunicación y el uso de los men-
sajes. De esta manera, pretendo proponer, a partir de la interpretación de
Werner Hamacher acerca de la Huelga general, una posible reivindicación de la
compatibilidad entre ambas nociones para poder, a partir de los resultados
obtenidos, señalar los posibles alcances y/o vigencias de ambos modelos de
interpretación de la sociedad contemporánea.
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Las nociones de huelga general e industria cultural
Entonces, a partir de lo dicho, comenzaré señalando en qué consiste la noción
de huelga general. Para ello, realizaré una síntesis del pensamiento de Benja-
min y Sorel, haciendo hincapié en sus implicaciones políticas y filosóficas; luego,
señalaré en qué consiste la noción de industria cultural caracterizada por
Adorno y Horkheimer destacando con ello las consecuencias sociales derivadas
de ésta en relación a la cultura y al poder.
En su ensayo Para una crítica de la violencia, Benjamin identifica, a partir de
los análisis de Sorel en Reflexiones sobre la violencia, dos tipos de huelgas: una
de carácter político y la otra de carácter revolucionario. La primera refiere al
cese violento de la actividad productiva por un tiempo delimitado que busca,
como menciona Benjamin, “[...] una modificación exterior de las condiciones de
trabajo” (Benjamin, 2001, 36). En otras palabras, la huelga general política se
manifiesta en el descontento laboral de los movimientos obreros que elaboran,
como medida de presión, la suspensión meditada del trabajo para conseguir un
beneficio en sus condiciones laborales. Dicha forma de huelga y sus implicacio-
nes constituyen para Benjamin una actividad de carácter violento puesto que,
como destaca Pérez López en su libro La huelga general como problema filosófi-
co, el rol del Estado en ella constituye una arbitrariedad: “Las dos reacciones
posibles del Estado ante una huelga, que serían las de negociar o reprimir, son
éticamente condenables en la medida de que este se halla en un conflicto de
intereses como juez y parte(Pérez López, 2006, 86). De esta forma, los miembros
que componen la huelga general política, es decir, los obreros, se encuentran
atrapados en una situación paradójica debido a que sus demandas poseen la
posibilidad de ser escuchadas si, y sólo si, el Estado está dispuesto a ello; si
bien el Estado concede el derecho a huelga, si las demandas que plantea el mo-
vimiento son mayores a los beneficios que el Estado estima como conveniente
al responder las exigencias que se desprenden de ello, éste reaccionará por
medio de represión violenta del movimiento. En consecuencia, tanto el movimiento
como el Estado perpetúan, por medio de sus praxis respectivas, instancias de
violencia que responden a los intereses particulares de ambos: por una parte, el
movimiento en la huelga general política no pretende superar su codependencia
con el Estado, sino s bien adecuarla a sus intereses personales; por otra parte,
mutatis mutandis, el Estado pretende mantener su relación de control del movi-
miento, sea por la mediación de sus peticiones o por la represión efectiva de éstos.
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Ahora bien, el objetivo de Benjamin en su ensayo es encontrar una alternativa
en la que esta violencia pueda ser, en efecto, erradicada. Por este motivo, desta-
ca otra forma de huelga a partir de Sorel que, a diferencia de la huelga general
política, es capaz de superar la situación paradójica que suscita ésta: ésta es, en
efecto, la huelga general proletariada. La huelga general proletariada consiste
en un gesto anárquico, en la negación de la relación ‘trabajador-estado’ por
medio de la praxis del reemplazo, pues tal como señala Benjamin “[…] expresa
la decisión de reanudar un trabajo completamente modificado y no forzado por
el Estado. Se trata de una subversión que esta forma de huelga, más que exigir,
en realidad consuma” (Benjamin, 2001, 37). De esto se sigue, entonces, lo
siguiente: la huelga general proletariada en tanto que quiebre, no constituye
para Benjamin un medio violento. Para aclarar tal conclusión, Benjamin la carac-
teriza como un medio puro, pues la situación de violencia derivada de todo
derecho positivo se ve reprimida por medio del cese total de la relación trabaja-
dor-estado. A diferencia de la huelga general política en la que el trabajador se
encuentra aún dispuesto al veredicto del Estado para la solución de sus conflic-
tos obreros, en la huelga general proletariada el Estado pierde su estatuto de
juez y parte, siendo relegado de su poder de intervención sobre los movimien-
tos obreros.
Siguiendo lo dicho, atenderé a la noción de industria cultural expuesta por
Adorno y Horkheimer en la Dialéctica de la Ilustración. En el cuarto capítulo de
ésta, titulado “Industria cultural. Ilustración como engaño de masas, los autores
denuncian la intrusión de la racionalidad técnica en la producción de los pro-
ductos culturales, lo cual suscitó la depuración estos últimos a la forma de un
producto genérico que ya no responde a los requerimientos que hacían posible
su apreciación, sino más bien responde a criterios de consumo que radican toda
originalidad del producto cultural en cuestión: en efecto, como señalan Adorno
y Horkheimer, “[...] la técnica de la industria cultural ha llevado sólo a la estan-
darización y producción en serie y ha sacrificado aquello por lo cual la lógica de
la obra se diferenciaba de la lógica del sistema social” (Adorno y Horkheimer,
1998, 166). En otras palabras, el elemento de singularidad en cuanto a la autoría,
legitimidad y momento de apreciación de la cultura en sus diversas formas —sea
un cuadro, una pieza musical o una obra de teatro— se pierde en la medida en
que ésta deviene en un bien de consumo que responde a las exigencias del
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mercado, es decir, a la reproducción masiva de éste. En torno a esta idea,
Armand y Michele Matterlart señalan en Historia de las teorías de la comunica-
ción que “los productos culturales [...] manifiestan [...] el mismo esquema de
organización y planificación por parte del management que la fabricación de
coches o los proyectos de urbanismo” (Matterlart y Matterlart, 1997, 54). Sin
embargo, Adorno y Horkheimer indican que, en relación a los grandes poderes
industriales:
Los monopolios culturales son, comparados con ellos, débiles y dependientes.
Deben apresurarse a satisfacer a los verdaderos poderosos para que su esfera en la
sociedad de masas, [...] no sea sometida a una serie de acciones depuradoras
(Adorno y Horkheimer, 1998, 167).
Esto nos lleva, entonces, a lo siguiente: la industria cultural se encuentra
adherida, de modo parasitario, a aquellos que ostentan el poder. Esta adheren-
cia es de suma importancia debido a que, en tanto que medios de comunica-
ción masiva, los productos culturales transmiten una información que es ade-
cuada de antemano por los poderes a las que ésta se acopla y, a su vez, dicha
adecuación responde a los intereses de las grandes industrias en relación con
sus consumidores, lo que implica que la industria cultural no sólo constituye
meramente un problema en el ámbito de la estética y la cultura, sino más bien
corresponde a una consecuencia de orden político, pues es por medio de los
productos culturales que las grandes industrias adquieren, por medio del
manejo de los mensajes en la transmisión de información, instancias que le
permiten ejecutar el poder y, con ello, dominar a las masas.
Carácter ‘aformativo’ y bucle productivo
Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente, hablaré acerca de la lectura afor-
mativa de la huelga general proletariada por parte Hamacher y de la circulari-
dad de la industria cultural en relación con sus consumidores. De esta manera
podremos tener en cuenta un aspecto fundamental de ambas claves interpreta-
tivas que nos permitirá divisar luego la problemática conceptual que subyace al
analizar la compatibilidad entre ambas posturas.
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En su artículo de 1991 titulado “Afformative, strike, Werner Hamacher recono-
ce, a partir de la identificación de la huelga general proletariada con un medio
puro por medio del lenguaje, que la propuesta de Benjamin constituye una con-
dición de posibilidad latente; es, en efecto, una mediación previa a toda distin-
ción entre violencia y no violencia. Como señala Pérez López: “La huelga general
será aformativa en la medida en que es una posibilidad actual, incluso cuando
no circula en el imaginario social de quienes puedan llevarla a cabo. (Pérez
López, 2016,129). Dicha posibilidad de realización, independiente de su realiza-
ción efectiva, implica que, de acuerdo a la interpretación de Hamacher, el
lenguaje como medio puro constituye la condición de posibilidad de todo acto
comunicativo en la huelga general proletariada: “Quien sea que hable no postu-
la sin exponerse a mismo y sus postulados en la posibilidad de deposición en
la mediación del lenguaje; una deposición que no es determinada por la distin-
ción entre verdad y mentira.” (Hamacher, 1991,1144). En otras palabras, el lengua-
je en la huelga general proletariada, en tanto que medio puro, se muestra así
mismo como una estructura previa a la determinación de un valor epistémico o
de la elaboración del derecho positivo por lo que, a diferencia de la huelga
general política, en la huelga general proletariada el Estado, que ha quedado
fuera de juego, no posee el dominio sobre el lenguaje y de los mensajes, motivo
por el cual no puede hacer ejecución el poder y, por ende, la represión o violen-
cia.
En contraste al planteamiento del carácter aformativo, nos encontramos en la
industria cultural un bucle productivo que configura, fortalece y permite perpe-
tuar el control que ejerce el poder industrial sobre el contenido de los mensajes
que se encuentran en los productos culturales. Dicho bucle se compone tanto
del producto cultural como de quien lo produce y quien lo consume: en primer
lugar, quien produce el producto lo determina para adecuarse a las necesidades
inmediatas del consumidor; luego el consumidor, por medio de su insistencia
en el consumo del producto, lo refuerza y lo promueve, lo cual genera el creci-
miento de la industria tal cual como si ésta fuera una bola de nieve que rueda
cuesta abajo en la montaña; finalmente, “La industria se adapta a los deseos
por ella misma evocados.(Adorno y Horkheimer, 1998, 178), y el ciclo comienza
nuevamente pero el producto cultural, actualizado, posee una fuerza mayor.
Esta actualización es especialmente peligrosa, pues si el producto cultural
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sirve al poder como una herramienta para la alienación de los individuos,
entonces el perfeccionamiento de dicha herramienta solo implicaría una mayor
idiotización y conformismo, generando como consecuencia la incapacidad por
parte de los individuos para vislumbrar las dimensiones de sus circunstancias.
Teniendo esto en cuenta, Adorno y Horkheimer identifican la siguiente proble-
mática al respecto:
La violencia de la sociedad industrial actúa en los hombres de una vez por todas.
Los productos de la industria cultural pueden contar con ser consumidos alegre-
mente incluso en un estado de dispersión. Pero cada uno de ellos es un modelo de
la gigantesca maquinaria económica que mantiene a todos desde el principio en
vilo: en el trabajo y en el descanso que se le asemeja. (Adorno y Horkheimer,
1998,172)
En otras palabras, y como señala Otero Bello, los individuos se constituyen
como una “víctima pasiva y solitaria de una maquinaria [...] que domina todos
los rincones de su mente” (Otero Bello, 2006, 53), la cual les mantiene a gusto en
el consumo a cambio de su ignorancia.
El carácter aporético de la huelga general y la industria cultural en los medios
de comunicación
Como hemos visto hasta ahora, si bien la caracterización de la huelga general y
la industria cultural apuntan a aspectos distintos de la sociedad contemporá-
nea, éstos tienen su punto de encuentro en el uso de la comunicación. Es preci-
samente en el ámbito de los mensajes donde se presenta el problema de
incompatibilidad entre ambas reflexiones: por una parte, en la huelga general
proletaria el lenguaje constituye un medio puro que suspende la distinción
entre violencia y no violencia; mientras que, por otra, la industria cultural emplea
el lenguaje como una herramienta para perpetuar el dominio de los individuos
por medio de la violencia que implican los productos culturales mediados para
dicho fin. Con ello en mente, he aquí, entonces, el problema en cuestión: ¿cómo
es posible que la huelga general proletariada pueda, en efecto, constituir por
medio del lenguaje la suspensión de la distinción entre violencia y no
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violencia a pesar de que los mensajes sean mediados por el bucle productivo
de la industria cultural? ¿Es acaso la pretensión de la huelga general proletaria-
da mediada de antemano por la ideología soslayada de los mensajes de los
productos culturales? ¿Puede la huelga general proletaria ir más allá de estas
implicaciones o acaso dicho planteamiento no puede congeniar con la industria
cultural? Si es el caso que, como señalan Adorno y Horkheimer, en efecto, “la
industria cultural [...] fija positivamente, mediante sus prohibiciones, su propio
lenguaje, con su sintaxis y su vocabulario.” (Adorno y Horkheimer, 1998, 173),
entonces no parece posible sostener la vigencia de la clave interpretativa de
Benjamin y Sorel puesto que ésta constituye, en relación al lenguaje, una incom-
patibilidad conceptual con los postulados de la industria cultural, siendo el
bucle productivo de ésta una instancia que, luego de instaurarse, configura a
priori, por medio de sus productos, el distanciamiento de los individuos en
torno a las problemáticas sociales que a estos acontecen. En otras palabras, los
poderes industriales se encuentran en una posición de control y violencia unila-
teral que reprime la posibilidad de un movimiento revolucionario dado que
inhabilita la capacidad crítica de los miembros de la sociedad.
Ahora bien, tomando en cuenta lo dicho, considero que una vía alternativa
para congeniar la incompatibilidad conceptual entre las nociones de huelga
general e industria cultural consiste en señalar que, por una parte, la huelga
general proletariada posee un carácter aformativo mientras que, por otra parte,
la industria cultural, en su momento de instauración, posee un carácter perfor-
mativo. Siguiendo este camino de interpretación, podemos señalar que, como
indica Pérez López, “[...] el aformativo es la condición de todo performativo y
cualquiera sea el performativo que se analice dependerá siempre del aformati-
vo que le subyace” (Pérez López, 2016, 128). En consecuencia, la huelga general
proletariada, en tanto que condición aformativa de toda instancia política en la
que el lenguaje y el uso de los mensajes se encuentre operando, constituye, a
su vez, la condición de posibilidad de la industria cultural como un performati-
vo; a pesar de que señalamos que el bucle productivo constituye un a priori que
configura el pensamiento de los individuos en la sociedad de consumo, su cons-
titución apriorística supone un momento inicial en que la industria cultural y
sus mensajes se presenten como acto performativo —es decir, la puesta en
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marcha del primer producto cultural mediado por el poder industrial. Enton-
ces, en tanto que acto performativo que ejecuta una violencia, la industria
cultural depende del aformativo que condiciona la posibilidad de dicha violen-
cia y, por ende, se encuentra sujeta a la ruptura de ésta y de las relaciones por
las cuales se presenta, pues la realización efectiva de la huelga general proleta-
ria suscita una superación tanto de la relación trabajador-estado como de la
relación industria-consumidor. En otras palabras, el carácter aformativo consti-
tuye una estructura básica sobre la cual se posibilita tanto la apertura como el
cierre de la relación entre el poder industrial y los consumidores de sus produc-
tos; es la instancia en la cual la industria cultural y el primer movimiento de ésta
se construyen para luego ejercer su violencia y, como tal, esta violencia podría
ser, en efecto, erradicada por la realización efectiva de la huelga general proleta-
riada.
Conclusiones
Para finalizar, concluyo que, a partir de lo dicho la incompatibilidad conceptual
entre las nociones de huelga general e industria cultural es, en efecto, aparente,
pues ambos postulados, de acuerdo a la interpretación de Hamacher acerca del
carácter aformativo de la huelga general proletariada, se posicionan en distin-
tas dimensiones: por una parte, la primera refiere a una condición de toda inte-
racción mediática en las relaciones políticas; por otra parte, la segunda, si bien
se constituye como una estructura a priori, requiere al menos de un momento
inicial en que se ejecute para constituirse luego como tal, y por ende, su estatu-
to formal depende de la estructura aformativa que posibilita dicho primer mo-
mento.
Además de lo dicho, estimo que ambas posturas no deben ser desestimadas
como claves interpretativas de la sociedad contemporánea puesto que, si bien
cada una da cuenta de un problema específico, en su conjunto permiten
ampliar nuestras consideraciones acerca de la problemática que suscita la rela-
ción entre el poder industrial, lo trabajadores y los movimientos sociales que a
partir de ellos pueden surgir.
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Bibliografía
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Otero Bello, E. (2006). Comunicación social. Santiago de Chile: Universitaria.
Pérez López, C. (2016). La huelga general como problema filosófico: Walter Benja-
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