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Resumen: Todos los colombianos queremos la paz y estamos trabajando para
conseguirla. En Colombia nos hemos mantenido en guerra desde tiempos
históricos hasta nuestros días. La idea de paz demanda no un cese al fuego, o
mantener los hostigamientos controlados por un período de tiempo, sino que
va más allá. En el momento en que se diga, Paz en Colombia, será gracias al
tratado de paz que el Estado y sus enemigos hayan firmado. Será éste el mo-
mento de una nueva historia en Colombia. En Kant entendemos que todo
tratado de paz para que no sea tenido en cuenta es cuando en éste se haya
manifestado la reserva mental de ciertos motivos, capaz de provocar el porve-
nir de otra guerra, y un verdadero tratado de paz no solo daría fin a todo con-
flicto existente sino que podrá aun impedir hostigamientos y guerras futuras.
Por ende, éste sería la salida del conflicto.
Palabras clave: KANT - DERECHO PÚBLICO - TRATADO DE PAZ.
1Ponencia presentada en el “XVI Foro de Filosofía: La cultura como discurso en la filosofía: género, diversidad y contemporaneidad crítica”
los días 12, 13 y 14 de noviembre de 2014. Barranquilla, Colombia.
LA FILOSOFIA MORAL
KANTIANA Y LA PAZ EN
COLOMBIA1
Numar González Alvarado
Facultad de Ciencias
Humanas,
Universidad del Atlántico.
Contacto:
numasgonzalez@gmail.com
“En efecto, mientras uno mantenga su derecho de
hacer cuanto le agrade, los hombres se encuentran en
situación de guerra”.
(Tomas Hobbes)
Basta recordar el objetivo con el cual los Estados fueron constituidos. Estos
entes se instituyeron con la intención de garantizar la seguridad de los hom-
bres ya que éstos viviendo en un Estado natural eran incapaces de habitar
juntos en paz y armonía. Con la aparición del Estado como ente aparecen con
él los contratos sociales, constituciones en las cuales quedan estipulados los
derechos y deberes que tienen los hombres para que se garantice la paz entre
ellos y sus derechos públicos.
En el Estado colombiano, por ejemplo, aún pareciera que los hombres habi-
taran en un Estado de Naturaleza puesto que los coterráneos aún viven devo-
rándonos como lobos, como fieras salvajes. La guerra de guerrillas activa en
Colombia hace más de cincuenta años, ha bañado de sangre a todo el país,
sepultando el futuro y la esperanza de todos los colombianos. Por causas de la
guerra entre el Estado colombiano y las guerrillas liberales, en el país latinoa-
mericano se han desarrollado toda una serie de crímenes que no solo arreba-
tan las vidas de los hombres involucrados de una forma activa en el conflicto
armado, sino también, muchas han sido las veces que el conflicto armado ha
cobrado cuantiosas vidas inocentes de hombres que de una u otra razón se han
mantenido neutrales con respecto al fenómeno armado.
Debido a que este conflicto armado posee más de cincuenta años activo, el
Estado colombiano, como es sabido, a manos del Gobierno del Presidente Juan
Manuel Santos manifestó la intención de abordar con los enemigos: Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacio-
nal (ELN) unos tratados o acuerdos de paz con los cuales se pretende terminar
el fenómeno. Con este proceso, ambas partes tienen la facultad y la oportuni-
dad de exponer sus demandas sobre las mesas negociadoras como órganos
garantes del proceso que busca evaluar la posibilidad más conveniente para
ambos sectores y así alcanzar no solo un acuerdo de paz entre el Estado y las
guerrillas sino alcanzar el fin de toda hostilidad que provoquen guerras en el
futuro.
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Con respeto a lo anterior, es, en el pensamiento o la filosofía kantiana donde
hallamos ciertas aprensiones que nos ilustran en la medida que un tratado de
paz no sea tenido en cuenta debido a que en éste solo se haya manifestado la
reserva mental de ciertos motivos capaces de provocar el porvenir de otra
guerra. Concerniente a esto, Kant argumenta: “En efecto: semejante tratado sería
un simple armisticio, una interrupción de las hostilidades, nunca una verdadera
paz, la cual significa el término de toda hostilidad” (Kant, 1998, 217).
Los acuerdos de paz entre el Gobierno colombiano y la guerrilla liberal: Fuer-
zas Armadas Revolucionarias de Colombia Ejército del Pueblo (FARC-EP), las
primeras negociaciones realizadas el 18 de agosto del 2012 en Oslo (Noruega) y
las continuadas en el 2013 en La Habana (Cuba), más los diálogos actuales que
se llevan a cabo en Ecuador con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), son la
muestra del interés por parte de los principales actores protagonista del conflic-
to armado de reivindicarse, de solventar las diferencias y contradicciones
dialécticas que han existido desde un principio en los ideales de las partes beli-
gerantes. Con la realización estos tratados de paz que el Estado colombiano a
manos del Gobierno, de las FARC-EP, y del ELN han implementado, la historia
política y armada del país podría tomar una nueva historia. Con relación a lo
anterior Kant sostiene:
El tratado de paz aniquila y borra por completo las causas existentes de futuras
guerras posibles, aun cuando los que negocian la paz no las vislumbren ni sospe-
chen en el momento de las negociaciones; aniquila incluso aquellas que puedan
luego descubrirse por medio de hábiles y penetrante inquisiciones en los docu-
mentos archivados. (Kant, 1998, 217)
Los tratados de paz que el Gobierno colombiano realizó anteriormente con
insurgencias tales como: el Movimiento del diecinueve de Abril (M-19), entre
otras, similares a las anteriormente mencionadas, mostraron progreso en la rea-
lización de la búsqueda de la paz. Lo mismo se espera con estos grupos insur-
gentes con los cuales hoy se están trabajando.
Es notorio el peligro que acarrea en una nación cuando se libra una guerra,
pues ésta es producto de los grandes desdenes y prejuicios que manipulando al
hombre lo convierte en un ser irracional y perjudicial para su mismo género. Es
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por ello que en el país latino, por ejemplo, incumbiría superar tales ideales
completamente dañinos quehan caracterizado al sujeto colombiano convirtién-
dolo en un simple medio y no en un fin en sí, culminar esos ideales que le han
empañado por muchas décadas sería el principal objetivo para alcanzar una
estable paz.
Hasta el momento, el obstáculo fundamental que ha vencido toda intención
de llegar a una paz estable y duradera es la fuerza con la que se ha infundido la
guerra en Colombia, esa fuerza prestada al conflicto por parte de las organiza-
ciones involucradas en él es esa matriz que no ha permitido un verdadero trata-
do de la paz. Por ello, Kant cree que “esta facilidad parece hacer la guerra, unida
a la inclinación que hacia ella sienten los que tienen la fuerza, inclinación que
parece ingénita a la Naturaleza humana, es pues, el más poderoso obstáculo
para la paz” (Kant, 1998, 218). De acuerdo a esto, y lo planteado por Kant, la única
paz perpetua que se daría en Colombia sería la paz emanada de los sepulcros.
Por lo tanto, si el Estado colombiano y los grupos sentados en los diálogos de
paz y negociaciones, en este caso las FARC-EP y el ELN, si realmente quieren
alcanzar la paz deben olvidar esa matriz ideológica para combatir.
Si la guerra fue una condición del hombre, ésta solo le fue indispensable en
el Estado natural. Fue allí, en tal condición, donde el sujeto la empleaba con tal
de ser reconocido ante los otros. Solo hasta aquel período la guerra fue necesa-
ria, justificadamente, reinaba la irracionalidad donde no había tribunales
dispuestos a aplicar tanto el derecho civil como el derecho público. Si vivimos
en un Estado Social de Derecho debería ser menos plausible que existieran beli-
gerancias amenazantes. Es en el aniquilamiento del hombre, en los sepulcros,
donde habría una paz infinita, una paz perpetua, y no en un Estado de hombres
vivos. El exterminio de toda guerra se lograría con un tratado de paz, y en Colom-
bia es lo que se intenta, terminar con un conflicto de más de cinco décadas hos-
tigando al sujeto colombiano.
Las constituciones políticas instauradas por los Estados están organizadas
por leyes que ayudan a que dicho Estado funcione como una organización
social y humana, sin problemas que atenten contra su honra y la dignidad de los
hombres activos en él. En sí, estas normas tienen la intención de preservar la
vida y hacer de ésta un verdadero valor. Por ello, Kant entiende que en su “efecto,
las leyes en general contienen el fundamento de la necesidad practica objetiva
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de ciertas acciones” (Kant, 1998, 220) obvias, por tal motivo, un tratado de paz
debe regular como un proyecto de ley que permita la disposición de una paz
estable.
De acuerdo con todo lo ocurrido en la historia colombiana parece que el país
más que un Estado civilizado, sus semejanzas se conectan al de un Estado natu-
ral hobbesiano. Esto se manifiesta debido a las observaciones del contexto en
el que se ha encontrado la situación colombiana en estos últimos años. Pues en
un Estado concretado como civilizado la paz entre los hombres debe ser perma-
nente e inquebrantable. Al respecto, Kant argumenta:
La paz entre los hombres que viven juntos no es un estado de Naturaleza –status
naturalis-; el estado de Naturaleza es más bien guerra, es decir, un estado donde,
aunque las hostilidades no hayan sido rotas, existe la constante amenaza de
romperlas. Por lo tanto, la paz es algo que debe ser instaurado; pues abstenerse a
romper las hostilidades no basta para asegurar la paz, y si los que viven juntos no
se han dado –cosa que solo en el estado civil puede acontecer-, cabrá que cada uno
de ellos, habiendo previamente requerido al otro, lo considere y trate, si se niega,
como a un enemigo. (Kant, 1998, 221)
Si tomamos en cuenta lo expuesto anteriormente por Kant, ¿sería licito seña-
lar como Estado natural al Estado colombiano? Bueno, con los desacuerdos
políticos y sociales que han imperado entre las organizaciones armadas belige-
rantes y el Estado, como agentes responsables del conflicto armado más exten-
so del mundo, el cual, ha cobrado millones de víctimas a su paso por todo el
territorio nacional colombiano bastaría para hacer tal señalamiento. Tanto el
Gobierno como sus enemigos deberían acatarse a los estatutos que establece la
Constitución Política, siendo ésta el sistema de control que establece un Estado
Social de derecho a Colombia donde todos poseen los mismos derechos sean
éstos políticos o sociales. Todos (hombres, organizaciones, e instituciones)
deben regirse bajo el estricto cumplimiento que demanda la Constitución políti-
ca de Colombia, y la Constitución política como norma de normas debe ir enca-
bezada en la búsqueda y la consolidación de un fin último: la Paz. Con relación
a lo dicho, Kant argumenta:
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Si la forma de gobierno ha de ser, por lo tanto, adecuada al concepto de derecho,
deberá fundarse en el sistema representativo único capaz de hacer posible una
forma republicana de gobierno; de otro modo, sea cual fuere la constitución del
Estado, el gobierno será siempre despótico y arbitrario. (Kant, 1998, 224)
Cuando un Estado se declara a sí mismo como Estado Social de Derecho y
reconoce el derecho público que tiene el otro, será difícil que los súbditos se
revelen contra éste. Si en el país se fundamentara la idea del respeto, que el
respeto al derecho ajeno es la paz, las provocaciones que alteran el orden no
producirían los conflictos y guerras que han imperado hasta hoy, todo por la
estigmatización de unos y la supremacía de otros.
En Colombia para hacer valer los derechos de unos u otros ha sido por medio
de la guerra. La sola idea de buscar la paz por medio de la guerra hasta el mo-
mento ha resultado inútil, fuera de serie, quienes han consentido tal idea no
poseen un caris completamente racional. Buscar la paz por medio de la guerra
es algo no recomendable, pues, la guerra sólo trae consigo terror. Si el Estado
anhela hacer la paz con sus contrarios tiene que optar por otra solución que no
sea tan peligrosa y que no atente contra la vida de más colombianos subversi-
vos o civiles. Por ello, Kant sostiene:
La manera que tienen los Estados de procurar su derecho no puede ser nunca un
proceso o pleito, como los que se plantean ante los tribunales; ha de ser la guerra.
Pero la guerra victoriosa no decide el derecho, y el tratado de paz, si bien pone
término a las actuales hostilidades, no acaba con el estado de guerra latente, pues
cabe siempre, para reanudar la lucha, pretextos y motivos que no pueden conside-
rarse sin más ni más como injustos, puesto que en esas situación cada uno es juez
único de su propia causa. (Kant, 1998, 225)
El gobierno de un Estado puede fácilmente entrar en una guerra interna
cuando una minoría atenta contra él. He aquí el caso del Gobierno de Colombia
contra la insurgencia. Viéndose sometido el Gobierno colombiano tiene la facul-
tad de defenderse a sí mismo y a la Constitución que provee. La guerra existente
entre el Estado colombiano y la minoría insurgente que lo persuade ha sido una
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amenaza latente, pues ésta, queriendo someter al Gobierno y al Estado a sus
demandas como suele ser el caso, es decir, el anhelo de tener una constitución
política común y más amplia y no una constitución que señorea al Estado
colombiano solamente es sin duda uno de los tantos males autores del conflic-
to armado.
Los diálogos que mantuvieron el Gobierno nacional con las FARC-EP, en La
Habana (Cuba), es la iniciativa que busca con acabar la guerra interna en Colom-
bia. La salida del conflicto armado no sólo se lograría con un simple diálogo de
paz, se requiere de la buena voluntad de ambas partes que solventen la función
de aniquilar los hostigamientos existentes. Lo realmente bueno para Colombia
no solo sería un tratado de paz, sino una federación de paz que acabaría con
toda guerra posible que pueda desatarse después que se haya superado el con-
flicto GOBIERNO-FARC-ELN.
Si las insurgencias colombianas no quieren someterse al Estado por ciertas
razones entonces éstas deberían hacerlo ante un tratado que cobije la paz. Des-
pués que las FARC-EP, el ELN, entre otras, hayan declarado paz entre ellas y el
Estado a éste ya no le convendría considerarlas como organizaciones peligrosas,
antes bien, se les debe dar un estatus civil y político. El Estado es el ente
responsable para que la paz funcione, debe garantizar que la paz sea la garantía
absoluta de los derechos políticos y civiles.
En su obra La Paz Perpetua (1998), Kant ve de forma injusta que alguien piense
en buscar la paz por medio de la guerra, entonces para Kant, la paz, si se quiere
de este modo solo se hallaría en los sepulcros, en el seno de la tierra. Tendría-
mos lo que el filósofo alemán llama: la paz perpetua.
Es cierto que el conflicto armado en Colombia se le ha analizado desde dife-
rentes ángulos, se le ha estudiado desde diferentes áreas o disciplinas y podría-
mos coincidir en la mayoría de los casos que la mecha que ha encendido este
barril de pólvora ha sido las injusticias, las constantes violaciones de los Dere-
chos Humanos, entre otros casos similares. Puede que ello sea tan cierto con las
teorías de la filosofía de Kant donde encontramos planteamientos a favor del
derecho, del humanismo, de la justicia y de la paz.
En la filosofía de este pensador se revelan máximas que consideran al
hombre no una cosa la cual se utilice simplemente como un medio, pues para
el mismo Kant “el hombre […] existe como fin en sí mismo, no solo como medio
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para usos cualesquiera de esta o aquella voluntad” (Kant, 2003, 48) tal como ha
ocurrido en Colombia en los últimos años.
El conflicto actual en Colombia es heredado de una guerra bipartidista que
consideró y usó al hombre como un simple objeto sin valor. Hoy, por ejemplo, el
caso no es tan distante, aunque las reglas del juego han variado con la época,
las circunstancias siguen siendo las mismas: guerra de Partidos Políticos, enfre-
namientos armados, y guerra de Guerrillas con el Estado.
Según el pensamiento moral kantiano la paz está en las manos de todo sujeto
racional, en la libertad de la buena voluntad de éstos, sean miembros de un
Estado o sean jefes. Está en el pensamiento de todo ser perteneciente al reino
de los fines. Si las guerrillas liberales colombianas, por ejemplo, y por ende el
Estado, se sometieran a un juicio moral sobre mismos, si sometieran sus
acciones a una inspección moral entenderían todos que “en el reino de los fines
todo tiene un precio o una dignidad” (Kant, 2003, 53). ¿Qué quiere decir esto?
Pues simplemente que lo que no admite valor tiene dignidad y como seres
humanos capaces de pensar, de asimilar, todos en la condición de hombres no
tienen valor sino dignidad por el simple hecho de ser seres humanos, sean gue-
rrilleros o agentes de las fuerzas armadas del Estado.
Hasta ahora, se ha logrado entender el cómo y el porqué del conflicto armado
en Colombia, y a través de la filosofía moral, especialmente en Kant, nosotros
hemos alcanzado la madurez y la destreza de entenderlo. Concluyendo, hemos
podido concebir que la buena voluntad a la que se halla sujeta la paz y los valo-
res humanos, entre otros agentes categóricos, deben ser primordiales, reinar
como fines, ello con el propósito que reine la paz en todo lugar donde sean
puestos por obra. Este conflicto armado tiene su final en el postulado que todos
son iguales en derechos, es por ello que el sujeto colombiano como ser racional
debe abordar este imperativo categórico establecido en la Constitución Política
de Colombia.
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Bibliografía
Hobbes, T. (1994) El Leviatán, México D.F: Editorial Fondo de Cultura Económica.
Kant, E. (1998) La Paz Perpetua, México D.F: Editorial Porrúa.
Kant., E. (2003) Fundamentación de la Metafísica de las costumbres, México D.F:
Editorial Porrúa.
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