TRAZOS
AÑO II - VOL I
JULIO 2018
ISSN 2591-3050
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Resumen: 
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
Palabras clave
LA ESCRITURA Y LA LECTURA COMO
“TECNOLOGÍAS COGNITIVAS” Y EL
ESTUDIO DE LA LECTURA EN LAS
CIENCIAS COGNITIVAS: HACIA UNA
APROXIMACIÓN ALTERNATIVA A LA
RELACIÓN PENSAMIENTO-LENGUAJE1
María Fissore
Facultad de Filosofía y
Humanidades,
Universidad Nacional de Córdoba
Contacto:

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Introducción
Históricamente, la relación entre el lenguaje y el pensamiento ha sido un tema
de especial interés en el ámbito filosófico. Descartes consideró al lenguaje como
la expresión de la “razón” y, en este sentido, como un rasgo distintivo que dife-
rencia a los seres humanos de los animales y las máquinas. No obstante, des-
cartó la posibilidad de que el lenguaje sea constitutivo del pensamiento, pues,
de acuerdo con su concepción dualista, los signos lingüísticos formarían parte
de lo corpóreo y, por lo tanto, funcionarían sólo como instrumentos de comuni-
cación de los pensamientos (Ricken, 2002). En la misma línea - pero desde una
teoría más compleja- Fodor (1983) propuso un “lenguaje del pensamiento”
innato, que consiste en un medio representacional simbólico previo e indepen-
diente del lenguaje natural, y una arquitectura cognitiva modular, que considera
al lenguaje natural como un conjunto de módulos que no modifica ni influye en
la arquitectura del sistema (Gomila, 2012). Al igual que Descartes, este enfoque
modular de la mente le asigna un rol meramente comunicativo al lenguaje natu-
ral en relación con el contenido del pensamiento.
Otros pensadores, en cambio, han argumentado que el lenguaje desempeña
un papel esencial en la cognición. Humboldt, para quien “el lenguaje es el
órgano formador del pensamiento”, concibió al lenguaje y al pensamiento como
inseparables uno del otro. Desde la perspectiva humboldtiana, cada lengua crea
las representaciones con las que trabaja la mente, por lo que no puede haber
pensamiento sin lenguaje (Acero, 1998). Siguiendo esta misma línea, en defensa
del “relativismo lingüístico”, Whorf sostuvo que el lenguaje nos provee de un
sistema categorial que nos permite dar sentido a nuestras experiencias, organi-
zándolas antes que meramente rotulándolas. El lenguaje, desde este punto de
vista, no es sólo una herramienta comunicacional, sino también representacio-
nal y, en este sentido, es constitutivo del pensamiento.
Esta última concepción sobre la relación pensamiento-lenguaje ha sido deno-
minada “constitutivista”, mientras que, a la primera, en la cual, el rol del lengua-
je es sólo el de comunicar los pensamientos, la llamaron “comunicativista” (Go-
mila, 2012).
Dascal, advierte que el debate sobre la naturaleza de la relación entre el
lenguaje y el pensamiento se ha fundado en una polaridad de posiciones.
Frente a ello, sugiere que podría ser más útil concentrarse en cómo aspectos
específicos del lenguaje se utilizan en los procesos mentales. Para ello, propone
caracterizar el lenguaje como una “tecnología cognitiva” (TC): esto es, aquellos
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medios –materiales o mentales- que los humanos usan de manera significativa
y rutinaria para el desempeño de sus “objetivos cognitivos. Dascal afirma que,
si bien los lenguajes naturales no fueron creados con un propósito específico,
evolucionaron, genética y culturalmente, en vista de ciertas necesidades huma-
nas, y algunas de sus características pudieron ser apropiadas para satisfacer
necesidades distintas de aquellas por las que surgieron en primer lugar. Desde
esta perspectiva, se propone examinar cómo aspectos específicos del lenguaje
influyen en la cognición, ya sea como un “entorno, un “recurso” y/o una “herra-
mienta”. Además, distingue varios tipos de tecnologías cognitivas (TCs), en este
trabajo me centraré en el tipo de TCs llamadas “internas, las cuales se caracteri-
zan por ser parte integrante de los procesos mentales a nivel cognitivo (Dascal
2002).
Por otra parte, Dehaene se propone resolver, mediante su “hipótesis del reci-
claje neuronal, la cuestión de cómo una invención cultural como la escritura se
ajustó con nuestra arquitectura neuronal dando lugar al surgimiento de una
capacidad cognitiva novedosa no causada por la evolución: la lectura (Dehaene
2014).
En este trabajo defenderé que la noción de TC aplicada al estudio de la lectura
y la escritura podría resultar una vía de investigación fructífera y alternativa
para el problema de la naturaleza de la relación entre el pensamiento y el
lenguaje. Ya que esta noción no se compromete con posiciones antagónicas
sobre la relación pensamiento-lenguaje, y, por otra parte, se condice con los
estudios actuales en ciencias cognitivas y neurociencia sobre el fenómeno cog-
nitivo de la lectura.
Los lenguajes naturales como “tecnologías cognitivas”
Según Dascal (2002), las tecnologías cognitivas (TCs) son aquellas que han sido
diseñadas para usos cognitivos o bien han sido apropiadas para tales usos. Las
define como:
[…] todos los medios sistemáticos - materiales o mentales- creados por los seres
humanos que se usan de manera significativa y rutinaria para el desempeño de
objetivos cognitivos. Por «objetivos cognitivos» quiero decir, o bien estados menta-
les de una naturaleza cognitiva (p. ej., conocimiento, opinión, creencia, intención,
expectativa, decisión, plan de acción) o bien procesos cognitivos que conduzcan a
estados cognitivos o ayuden a alcanzarlos (p. ej., percepción, memorización, con-
ceptualización, clasificación, aprendizaje, anticipación, formulación de hipótesis,
demostración, deliberación, comprensión, evaluación, crítica, persuasión, descu-
brimiento) (Dascal, 2002, 36).
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Dascal distingue varios tipos de TCs. A los fines de este trabajo, me centraré
sólo en las TCs denominadas “internas. Éstas se definen como procesos menta-
les que contribuyen con mejorar nuestra actividad cognitiva, p.ej., técnicas mne-
mónicas, métodos formales de razonamiento, definiciones que fijan el significa-
do de los conceptos, etc. Lo que las caracteriza como “internas” es que son parte
integrante de los procesos mentales a nivel cognitivo. Esta noción será especial-
mente importante aquí porque, como se discutirá más adelante, los estudios
sobre la lectura en ciencias cognitivas proporcionan evidencia a favor de la apli-
cación de este término a ciertos aspectos de los lenguajes naturales.
Dascal señala que el rótulo "tecnología cognitiva" se aplica de modo más
directo a aquellos aspectos del lenguaje que fueron moldeados como “herra-
mientas cognitivas”, tanto por su función cognitiva específica como por compor-
tar un elemento de "diseño". Pero no se debe pasar por alto que tales herra-
mientas emergen de un “trasfondo” donde el potencial y el rol del lenguaje
como un medio y un recurso cognitivo, es incuestionable. Para Dascal, la rela-
ción entre estos tres niveles es dinámica y multidireccional:
Así como las propiedades "ambientales" del lenguaje (p. ej., el ordenamiento
secuencial) pueden dar lugar a recursos (p. ej., la estructura narrativa) y de ahí a
herramientas (p. ej., estrategias explicativas), también una herramienta (p. ej., una
metáfora exitosa creada para entender un nuevo concepto) puede convertirse en
un recurso (una metáfora congelada) y luego retroceder al trasfondo "ambiental"
(p. ej., al incorporarse al sistema semántico como una polisemia léxica) (Dascal,
2002, 44).
Por razones de extensión, sólo desarrollaré algunos ejemplos de cómo ciertos
aspectos del lenguaje influyen en la cognición como un “recurso” y una “herra-
mienta”:
El lenguaje, como un “recurso” de la cognición, refiere a aquellos aspectos del
lenguaje que son regularmente utilizados de forma consciente para fines cogni-
tivos. Son considerados tecnologías” en tanto que la elección de una caracte-
rística lingüística particular se encuentra en una relación de medio-fin con el
propósito cognitivo en vista. Un ejemplo de un recurso lingüístico ampliamente
empleado para un importante propósito cognitivo es el uso de palabras para
recoger, organizar, almacenar y recuperar información (Dascal, 2002, 48). Otra
característica significativa de los lenguajes naturales es la gran variedad de
medios sintácticos, semánticos y pragmáticos que brindan para expresar la
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indeterminación, término que Dascal utiliza para referirse a fenómenos como la
indefinición, la ambigüedad, la polisemia, la vaguedad, etc. Aunque considera-
dos un obstáculo desde el punto de vista de ciertas necesidades cognitivas
(como la de los lenguajes formales), tales medios lingüísticos son necesarios
para otras necesidades cognitivas. Por ejemplo, son un recurso, quizás indispen-
sable, para los procesos cognitivos que comienzan con una intuición nebulosa
inicial y buscan aclararse mediante el uso de algún recurso lingüístico, o vice-
versa, para aquellos procesos que buscan resumir la esencia de una teoría,
argumento o historia. También son esenciales para conceptualizar aquellas
situaciones en las que la mente vacila entre alternativas, ninguna de las cuales
parece caer claramente en categorías bien definidas; obligando a nuestra mente
a abandonar el pensamiento dicotómico y más bien a pensar en términos
graduales, continuos y en conceptos vagos (Dascal, 2002).
Por ejemplo, algunos recursos literarios pueden convertirse en “herramien-
taspara una tarea cognitiva específica: Tsur y Benari (2001) han demostrado
cómo un dispositivo poético específico - la "composición del lugar" - empleado
en la poesía meditativa, está diseñado para superar el carácter lineal y concep-
tual del lenguaje, para así transmitir "experiencias no conceptuales tales como
la meditación, el éxtasis y el insight místico", y con ello "expresar lo inefable"
(Dascal, 2002, 52).
La paradoja de la lectura y la hipótesis del “reciclaje neuronal
Los estudios en neurociencia muestran que el cerebro alfabetizado contiene
mecanismos corticales especializados para el reconocimiento de las palabras
escritas. Estos mecanismos están, en todos los seres humanos, alojados en
regiones cerebrales idénticas. Sin embargo, la escritura nació hace solamente
cinco mil cuatrocientos años, y el alfabeto en sí mismo tiene sólo tres mil ocho-
cientos años. En términos evolutivos, esta cantidad de tiempo resulta insignifi-
cante. La evolución no tuvo tiempo para desarrollar circuitos especializados de
lectura para el Homo Sapiens. Así, nos encontramos con la siguiente paradoja:
mientras que por un lado nuestro cerebro está construido sobre un mapa gené-
tico primitivo, aquel que le permitió sobrevivir a nuestros ancestros cazadores y
recolectores, por el otro, las investigaciones actuales muestran que el cerebro
adulto contiene circuitos fijos preparados para la lectura (Dehaene, 2014). De-
haene se refiere a este fenómeno como “la paradoja de la lectura”, y su intento
por resolverla consistirá en su hipótesis del “reciclaje neuronal”:
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Por reciclaje neuronal entiendo la invasión parcial o total de una invención cultural
sobre un territorio cortical que en primer lugar estaba consagrado a una función
distinta. La palabra “reciclaje” pretende hacer referencia a cambios de corto plazo
que ocurren en apenas unos pocos meses […] El reciclaje neuronal también es una
forma de reorientación o reentrenamiento: transforma una función antigua –una
que evolucionó para un ámbito específico de nuestro pasado evolutivo- en una
función más útil dentro del contexto cultural actual. La palabra “reciclaje” también
deja en claro que el tejido neurona, base del aprendizaje cultural, no es una tabula
rasa, sino que tiene propiedades que limitan su rango de aplicaciones (Dehaene,
2014, 182).
Desde esta perspectiva el área de la “caja de letras” del cerebro (surco témpo-
ro-occipital lateral izquierdo), que se encuentra universalmente en todos los
lectores, y que evolucionó inicialmente para reconocer imágenes naturales, se
reutilizó para el reconocimiento de las letras. La cuestión es si ésta es un área
multifuncional que procesa cualquier objeto visual, o si está especializada en la
lectura. Múltiples estudios evidenciaron que el cerebro divide el trabajo visual
en categorías, una porción del área visual prefiere la escritura antes que a una
amplia variedad de estímulos visuales (como caras u objetos): Aina Puce (1996),
fue la primera en utilizar la Resonancia magnética funcional para explorar este
mosaico visual. Les mostraba a los voluntarios rápidamente imágenes de caras
o cadenas de letras sin sentido, y les pedía que las examinaran cuidadosamen-
te. Las imágenes cerebrales revelaron que las presentaciones alternadas de
caras y cadenas de letras activan sectores distintos de la corteza visual ventral
izquierda (Dehaene, 2016, 99- 101). En el hemisferio izquierdo, 9 de los 12 sujetos
mostraban un patrón característico en el cual las caras activaban una región
discreta del giro lateral fusiforme, mientras que las letras activaban una región
cercana de la corteza dentro de los surcos occipitotemporal e inferior occipital
(Puce, Alison, Asgari, Gore y McCarthy, 1996).
No obstante, ¿qué asegura que la activación del área de la caja de letras refle-
ja una genuina especialización para las palabras y no sólo se activa en respues-
ta a las líneas y curvas que constituyen las letras? Y, seguido a ello, ¿qué pruebas
tenemos de que esta área realmente implementa operaciones que son únicas
para la lectura? Estas son algunas de las preguntas que se formula Dehaene. A
fin de responderlas, se centró en las investigaciones sobre una propiedad del
reconocimiento de las palabras llamada “invariabilidad de las formas de las
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letras” (o invariabilidad de los tipos de letra). Esta propiedad consiste en la
capacidad que tienen los lectores de reconocer que una “A” y una “a” son la
misma letra o entender que una MeZcLa De LeTrAs MaYúScUlAs Y mInÚsCuLaS
no altera el significado de las palabras (Dehaene, 2014, 115). Esta propiedad
provee evidencia robusta de que nuestro sistema visual está adaptado para la
lectura. Sólo algunas pocas letras se parecen en mayúscula y en minúscula - p.
ej., la “oy la “O”- pero otras, como la “ay la A, son convenciones que adopta-
mos cuando aprendemos a leer. Los estudios muestran que el cerebro codifica
este tipo de invariabilidad (Dehaene, 2014).
En lo que sigue, me centraré en mostrar por qué los estudios sobre la lectura
proporcionan evidencia a favor de la interpretación de la escritura y la lectura
como “tecnologías cognitivas internas”.
Aunque resulte obvio, es relevante marcar el hecho fundamental de que la
lectura es una capacidad cognitiva propiamente humana. Sin embargo, esta
capacidad emerge sobre la base de un sistema visual primitivo que también se
encuentran en los primates no humanos. Las investigaciones muestran que las
neuronas de la corteza temporal inferior de los monos responden preferente-
mente a formas que se parecen en gran medida a nuestras letras, símbolos, o a
los caracteres chinos elementales (Dehaene, 2014, 171). La hipótesis más proba-
ble es que estas formas, que Dehaene denomina “protoletras”, se seleccionaron
por su carácter esencial para decodificar las escenas visuales. La forma “T”, por
ejemplo, es muy frecuente en las escenas naturales; cuando un objeto se pone
delante de otro, sus contornos casi siempre forman una intersección con forma
de “T” (Dehaene, 2014). La hipótesis del “reciclaje neuronal” nos dice que nues-
tro sistema visual está constreñido genéticamente, pero que el hecho de cómo
responde cada neurona depende de los eventos visuales a los que nos expone-
mos. El aprendizaje juega un rol crucial, una cuota de plasticidad sináptica le
permite a nuestra corteza visual de primates adaptarse a las particularidades
del reconocimiento de las letras. Así, gracias a esta dosis de plasticidad que nos
permite aprender nuevas formas y a esta pre-adaptación de nuestro sistema
visual que nos permite implementar de forma espontánea operaciones afines
con el reconocimiento de las palabras, es que podemos aprender a leer (Dehae-
ne, 2014).
Según esta teoría, inventos culturales como el alfabeto sólo pueden adquirir-
se si se ajustan con nuestra arquitectura cerebral. Como nuestra corteza no evo-
lucionó específicamente para la lectura, porque no hubo tiempo ni presión evo-
lutiva suficiente para que tal cosa sucediera, la escritura tuvo que evolucionar
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para ajustarse con la corteza. Esto se puede observar en la historia de la evolu-
ción de la escritura, donde la convención y la simplificación son dos factores
esenciales: Los primeros rastros de un sistema alfabético (1.700 a.C., península
de Sinaí), llamado protosinaítico, adoptó un conjunto de imágenes convencio-
nales (algunas tomadas del sistema pictográfico egipcio), para representar las
consonantes del idioma semítico. Cuando los fenicios y los griegos las adopta-
ron estas formas se simplificaron aún más. Los griegos fueron quienes crearon
finalmente el alfabeto como lo conocemos. Ellos adoptaron los nombres de las
letras fenicias (aleph, beth, etc.) que en su momento ya no tenían significado,
pero que en un principio remitían a los nombres semíticos de cosas o animales.
Por ejemplo, “aleph” (buey), en las lenguas semíticas fue adoptado como el
nombre de la consonante con la que comenzaba “aleph” y se representaba con
la cabeza de un buey. Sin querer, los hablantes griegos pronunciaron incorrec-
tamente esta letra como aleph. Entonces la letra “A, que su forma fue estilizada
y rotada, se convirtió en letra alfa en el alfabeto griego (Dehaene, 2014). Para
entonces, la escritura había perdido sus orígenes pictóricos y silábicos. Los grie-
gos habían descubierto los fonemas e inventado una notación que podía trans-
cribirlos a todos. No obstante, estos símbolos mantuvieron patrones de fácil
acceso para nuestra corteza visual primitiva. Eran compatibles con nuestro cere-
bro, tanto porque el área de la caja de letras podía reconocerlos con facilidad
como porque establecían un nexo directo con los sonidos del habla que se codi-
fican en la corteza temporal superior (Dehaene, 2014, 226- 234).
Si volvemos a la caracterización del lenguaje como una “tecnología cognitiva,
se puede ver que la escritura y la lectura representan un caso evidente de ésta.
La escritura surge como un medio material (el registro en medios físicos como
tablas de arcilla, papiros, etc.) y mental (la lectura), utilizados por los humanos
de forma rutinaria para alcanzar ciertos objetivos cognitivos; como, por ejemplo,
llevar a cabo cálculos de una cosecha (Medio Oriente) o ciclos del tiempo en un
sistema de calendario (Sudamérica) (Dehaene, 2014). Además, la evolución de
los sistemas de escritura a lo largo del tiempo revela cómo las necesidades cog-
nitivas de los humanos fueron cambiando y haciéndose cada vez más comple-
jas, el paso de una escritura pictográfica puramente referencial a un alfabeto de
símbolos abstractos convencionalizados que representan los fonemas del habla
da cuenta de ello.
Otro ejemplo en el que la escritura y la lectura pueden interpretarse como TCs en
el sentido que propone Dascal, es el caso de palabras homófonas en lenguas como
el inglés o el francés. Sus palabras tienden a ser compactas y monosilábicas, por lo
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que los homófonos son muy frecuentes – esto es, palabras que suenan muy
parecido, como por ejemplo “right” y “write” o “eye” y “I”- (Dehaene, 2014, 52). En
estos casos, la ortografía de la escritura contribuye con un proceso cognitivo
esencial, permite que el lector comprenda rápidamente el significado y evita la
ambigüedad del lenguaje oral.
La escritura y la lectura pueden considerarse TCs “internas” no sólo en el sen-
tido de que potencias procesos cognitivos tales como la conceptualización,
clasificación, memorización, etc., tras la recuperación de información a través de
recursos lingüísticos como las palabras; sino que, además, los estudios sobre la
lectura muestran que inventos culturales como los sistemas de escritura forman
parte de nuestra arquitectura cognitiva y neuronal.
Una aproximación alternativa a la relación pensamiento-lenguaje
En lo que sigue expondré algunas razones de por qué (a) resultaría útil aplicar
la noción de TCs al estudio de la lectura y la escritura como un medio alternativo
de investigar la relación pensamiento-lenguaje, y (b) en qué medida la hipótesis
del “reciclaje neuronal” (RN) y la evidencia a favor de ésta contribuyen a la inter-
pretación de la lectura y la escritura como TCs «internas»:
En primer lugar, pensar el lenguaje como una “tecnología cognitiva”, elude
algunas cuestiones que han promovido la polaridad de posiciones en rela-
ción con el vínculo entre el lenguaje y el pensamiento. Como, por ejemplo,
la cuestión sobre la posesión de los contenidos mentales o la pregunta por
su individuación. El concepto de TC sólo contempla que estos medios mate-
riales o mentales - que en el caso de los lenguajes naturales no fueron crea-
dos con un propósito específico, sino que se adaptaron para satisfacer cier-
tas necesidades humanas- son utilizados por los humanos para formar
ciertos estados mentales o para el desempeño de procesos cognitivos que
conduzcan a alcanzarlos. Desde este enfoque, los lenguajes naturales son
un “entorno”, un “recurso” y/o una “herramienta” de la cual nuestra cogni-
ción se sirve para desplegarse. Tal noción, por lo tanto, no nos compromete
a suponer:
que el lenguaje sea independiente de nuestra cognición como
defienden los comunicativistas. Porque -como vimos en la sección
i- nuestra cognición se sirve del lenguaje como un medio para
estructurar e incluso alcanzar ciertos estados mentales. A esto se
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a)
suma el hecho de que -como vimos en la sección ii- algunas TCs
influyeron a tal punto en nuestra cognición que encontraron un
lugar en nuestra arquitectura cerebral primitiva. El caso de la escri-
tura y la lectura es un claro ejemplo de TCs internas, en el sentido
que emergieron culturalmente como medios materiales (sistemas
de escritura) y mentales (competencia lectora) que contribuyen
con alcanzar, e incluso constituyen, ciertos procesos cognitivos.
que el lenguaje es un medio necesario para adquirir el pensamien-
to como sostienen los constitutivistas. Ya que, aunque la noción de
TC admite que el lenguaje influye en nuestra cognición, no la
determina completamente. La noción de TC que propone Dascal
sólo implica que los seres humanos utilizamos el lenguaje como
un medio significativo y rutinario para alcanzar nuestros “objetivos
cognitivos. La idea del lenguaje como un “entorno”, un “recurso
y/o una “herramienta” del pensamiento no excluye la posibilidad
de que convivan en nuestra cognición estados mentales en los que
no intervenga el lenguaje. Dascal sólo argumenta que el lenguaje,
con su abrumadora presencia en nuestra mente y su uso cotidiano,
adquiere una posición privilegiada en nuestra práctica y concep-
tualización, lo que no es lo mismo que decir que la determina.
Además, por la misma razón que se presenta al comienzo, la
noción de TC no se compromete a explicar quiénes son o no porta-
dores de estos “objetivos cognitivos, lo que nos llevaría directa-
mente a la cuestión de la “dependencia” entre el lenguaje y el pen-
samiento que tanto le interesa al enfoque constitutivista. Por lo
contrario, Dascal, sólo se centra en cómo los seres humanos
usamos estos medios para alcanzar ciertos estados mentales.
En segundo lugar, la hipótesis del RN de Dehaene sobre el fenómeno de la
lectura –y la evidencia en torno a ella- resultan especialmente importantes
porque da cuenta de una explicación sobre un aspecto particular del
lenguaje y su vínculo con la cognición que:
no supone una influencia total del lenguaje sobre el pensamiento
(constitutivismo): ya que según esta teoría invenciones culturales
como el alfabeto sólo pueden adquirirse si se ajustan a nuestra
arquitectura cerebral previa.
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b)
tampoco supone un innatismo absoluto, en donde el lenguaje no
influye significativamente en la cognición (comunicativismo): ya
que si bien nuestros sistemas de escritura obedecen algunas
restricciones para que sean de fácil acceso a nuestro sistema
visual primitivo, la lectura y la escritura emergen debido al “reci-
clajede una función primitiva a otra más adecuada a las necesi-
dades cognitivas de nuestro contexto cultural.
De esta forma, estudiar la escritura y la lectura como “tecnologías cognitivas
internas”, podría representar un modo fructífero de explorar la relación pensa-
miento-lenguaje. Ya que, por un lado, la noción de TC representa una alternativa
a las posiciones antagónicas respecto al vínculo entre el lenguaje y el pensa-
miento. Y, por otro, el concepto de TCs «internaaplicado a la lectura y la escri-
tura se condice con la hipótesis del RN por su carácter de medio material y
mental emergido de un contexto cultural que forma parte de nuestros procesos
mentales a nivel cognitivo.
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