TRAZOS

AÑO I - VOL II

DICIEMBRE 2017

ISSN 2591-3050

CAMBIOS DE PARADIGMA:

MACEDONIO

LA

FERNÁNDEZ O

C O N F L U E N C I A

ENTRE FILOSOFÍA Y

LITERATURA

17

Diego Hernán Rosain

 

 

 

Resumen: : Macedonio Fernández (1874-1952) ha sido uno de los nombres más influyentes para los escritores y pensadores del siglo XX en Argentina. Su obra está integrada por cuentos, novelas, relatos, ensayos, poemas y tesis que parti- cipan, a su vez, de corrientes pertenecientes al ámbito de la literatura, así como de la filosofía. Su poética, lejos de ser un todo orgánico, presenta pro- fundas tensiones que producen la confluencia de una lúcida escritura ontoló- gica que convive con recursos y formas provenientes de la ficción. En el siguiente trabajo, analizaremos qué cuestiones determinaron la preeminencia de una lectura literaria de sus textos antes que una igualmente viable desde la perspectiva de la filosofía. Para ello, analizaremos no sólo el contexto de apari- ción de su escritura, sino también su trayectoria como escritor y las repercu- siones que produjeron el abordaje de sus escritos.

Palabras clave: MACEDONIO FERNÁNDEZ – LITERATURA – FILOSOFÍA

Facultad de Filosofía y

Letras, Universidad de

Buenos Aires.

Contacto:

dhernan_rosain@live.com.ar

TRAZOS

AÑO I - VOL II

DICIEMBRE 2017

ISSN 2591-3050

El problema de la recepción y de las posibles interpretaciones que puede gene-

rar un público lector acerca de determinada obra es una cuestión que ha intere-

sado a los teóricos desde hace un par de décadas. Sin ir más lejos, la estética de

la recepción se funda en la posibilidad de rastrear, comprender y comprobar los

hechos culturales y sociales que determinan que un grupo de lectores, entendi-

do como un colectivo histórico, elabore ciertas lecturas por encima de otras (Broitman, 2015). A lo largo de la historia, se han hallado casos de textos que sobrevivieron a sus autores con objetivos muy disímiles a los que ellos se habían planteado a la hora de escribirlos. Esto se debe a que los sentidos que

una obra nos puede brindar no se encuentran en la intención del autor o en lo que éste se propuso a la hora de escribirla, sino en la enigmática y compleja relación que entablan los lectores con los textos. El caso sobre el cual me gusta-

ría detenerme es el del escritor y metafísico argentino Macedonio Fernández,

quien ha sido catalogado de literato y filósofo a la vez.

Macedonio es uno de los nombres fuertes de las letras argentinas del siglo18 XX; su carrera de escritor está llena de idas y vueltas, obras publicadas en vida

y de manera póstuma, papeles que aún no han sido editados y otros tantos discursos orales irrecuperables. Para muchos críticos, es la piedra angular de la literatura posterior a las vanguardias; sin embargo, su carrera como filósofo no ha corrido con esa misma suerte. A lo largo de su vida, ha sido víctima de halagos y detracciones, y la fuente de todos ellos es la misma: su escritura. ¿Es un genio o un ignorante? ¿Una eminencia o un charlatán? ¿Un erudito o un farsante? ¿Un gran orador o un otario? La pregunta central es, ¿dónde reside el genio macedoniano para generar tanta controversia y ambigüedad a la hora de abordar sus textos? Lo cierto es que ninguna beta puede ser suprimida o discernirse de la otra; literatura y filosofía se imbrican dentro de la escritura macedoniana de tal manera que podemos leer supuestos metafísicos en sus relatos así como también procedimientos narrativos y poéticos en sus ensa- yos. Lo que resulta interesante en esta polémica es, como afirma Diego Vec- chio, la resistencia a la clasificación que suscitan estos escritos (2007, 382). Esto se debe a que los textos de Macedonio Fernández contienen y avalan dicha resistencia; están confeccionados de tal manera que impiden sostener una única lectura. Ahora bien, ¿por qué fue que encontraron mejor acogida en

TRAZOS

AÑO I - VOL II

DICIEMBRE 2017

ISSN 2591-3050

el campo literario antes que en el de la filosofía? La respuesta se halla en cier- tos hechos histórico-culturales que condicionaron los modos de leer la obra del autor a lo largo de las décadas y se fueron modificando con el transcurso del tiempo.

Macedonio Fernández nace y se forma como escritor a comienzos de una etapa de estabilidad social, política y territorial, a saber, los años que van de 1880 a 1910. Esas tres décadas fueron de crucial relevancia para configurar la Argentina que vendría, pero también marcó un vertiginoso período de cambios y reformas. Por un lado, la finalización de las batallas contra los pueblos origi- narios emprendida asiduamente por el ejército para incorporar las tierras correspondientes al sur del país y la delimitación de un perímetro nacional seguro concedió una aparente paz para llevar a cabo otras empresas menos belicosas y más progresistas a nivel nacional. Por otro lado, dicho período está marcado a su vez por dos grandes corrientes: primero, la preeminencia del positivismo como método y herramienta de pensamiento que dejó atrás pero

convivió con la vieja escuela espiritualista, también conocida como romanti-19 cismo; segundo, la especificidad y profesionalización de las distintas esferas

que conforman la vida social.

La vertiente metafísica a la cual se vuelca Macedonio Fernández rehúye casi completamente de la postura metódica y cientificista a la cual se abocan los defensores del positivismo. Su lazo más visible con esta corriente fue Théodu- le-Armand Ribot, quien no sólo analizó a los individuos desde los aspectos biológicos o psicológicos, sino que también tomó en cuenta lo afectivo y la voluntad como factores a analizar. Ribot será la bisagra que conectará a Mace- donio con Arthur Schopenhauer, el cual lo habilitará “para el ingreso de un planteo metafísico y la valoración de la experiencia interior, frente a la pre- ponderancia de un saber científico que reduce los objetos a hechos” (Muñoz, 2007, 340). Los textos de Macedonio Fernández colocan a Immanuel Kant como el gran enemigo a ser destronado de la metafísica. Si bien el autor no discute explícitamente con sus contemporáneos positivistas, sí lo hace con la fuente de su pensamiento. Kant es el tirano que dirá sobre qué corresponde investi- gar y qué escapa a las capacidades cognoscitivas del hombre; es quien discri- mina lo que sirve y es útil de aquello que resulta irrelevante e incomprobable al saber; es el fundador del método científico moderno porque configura un

TRAZOS

AÑO I - VOL II

DICIEMBRE 2017

ISSN 2591-3050

sistema de pensamiento funcional a la ciencia y que las demás ramas del pen- samiento adoptan. Schopenhauer, en cambio, busca desmontar el artificio kantiano evocando todos aquellos aspectos de la vida que escapan a su com- prensión y análisis. Macedonio, en lugar de acoplarse a dicho escepticismo de Schopenhauer, elogia el lugar predominante que ocupa lo afectivo dentro de la hermenéutica del filósofo alemán.

Con las celebraciones del centenario, el positivismo muestra sus últimos intentos por mantenerse a flote y comienza a ser reemplazado por el neoidea- lismo. Esta lucha tuvo lugar en la Universidad de Buenos Aires, en el ámbito de la filosofía académica. Aquí comienza la segunda tendencia: la profesionaliza- ción de las esferas sociales. Siguiendo la teoría de Adorno, en una sociedad moderna existen múltiples y heterogéneas actividades sociales. Cada activi- dad, además, se ejerce en lugares y contextos propios, a los que suele denomi- narse esferas. Estas esferas, que en una instancia previa se superponían unas a otras, posibilitando un intercambio fluido y elástico, en la sociedad moderna

están bien distinguidas y se rigen bajo sus propias reglas e instituciones. La20 esfera del arte no es una excepción y es gracias a esta autonomía que logra

oponerse a las demás esferas sociales. La vanguardia es la expresión misma del arte: un discurso que se juzga puro, sin ninguna utilidad ni función aparen- te, sin metas ni fines mediatos o inmediatos, libre de toda influencia histórica y social. En este sentido, la vanguardia es una crítica a las formas y condicio- nes de producción de la modernidad, del objeto artístico como mercancía y del artista como productor de mercancías. Si en un principio el arte era utiliza- do como una herramienta estética por las demás prácticas sociales, a partir de la modernidad, y gracias a esta autonomía, el arte puede prescindir o em- plearlas, invirtiendo las jerarquías.

Las tensiones y abordajes entre arte y sociedad se vuelven visibles en la modernidad. Pero aún hay más; al separarse las esferas sociales y de produc- ción, también se disocia el hombre, el cual debe escoger en qué ramas y disci- plinas capacitarse. Así, la modernidad configura hombres escindidos, a dife- rencia del hombre del siglo XX que todavía podía ser considerado un hombre pleno. Como afirma Adorno, el artista como lugarteniente es consciente de su condición y de la coerción que la sociedad aplica sobre él y su producción. La obra del artista entra en tensión con las nuevas formas de producción y la

TRAZOS

AÑO I - VOL II

DICIEMBRE 2017

ISSN 2591-3050

división social del trabajo, generando así una obra polémica que aspira retor- nar a un momento en que el hombre era plenamente consciente de sus capa- cidades y hacía uso de ellas. Macedonio puede ser también considerado un hombre pleno en los términos de Adorno, quien ocupa varias esferas sociales (la del arte y la de la filosofía) y a su vez se resiste a caer en las normas de pro- ducción y a respetar sus reglas, como veremos.

Hasta aquí hemos querido demostrar cómo es que la metafísica macedo- niana dialoga con las corrientes filosóficas y las transformaciones sociales de su tiempo; sin embargo aún queda por resolver cuál es el espacio que Mace- donio Fernández ocupa dentro de la historiografía filosófica argentina. Como vimos, comienza su producción metafísica a fines del 1900 y comienzos de 1910; pero, a pesar de su prolífica producción, sus ideas no formarán parte de programas de carreras universitarias de Filosofía ni serán estudiadas en cursos y seminarios hasta las décadas del 60 y del 70. ¿Cómo se explica esta gran brecha? Por un lado, se debe a que Macedonio jamás ejerció la filosofía

de cátedra ni tuvo un círculo de discípulos a los cuales transmitir su pensa-21 miento metafísico. A partir de la década de 1880 comienza a producirse en Argentina la profesionalización de los intelectuales dentro de las diferentes

esferas sociales. Esa es, por ejemplo, la década en que los escritores de la elite terrateniente (Cané, Cambaceres, Estrada, Wilde, Gutiérrez, Almafuerte, entre otros) empiezan a producir sus obras y a conformar el campo literario. Comienza a producirse una paulatina separación, estabilización y autonomía de las esferas del conocimiento y las prácticas sociales, de las cuales la litera- tura no está exenta. Sin embargo, esta tendencia no se percibe hasta las primeras décadas del siglo XX. Un ejemplo de ello es la creación de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires en 1896. Desde allí, las cátedras comien- zan a ser ocupadas por intelectuales que gozan de prestigio y ejercen, en cier- tos casos, funciones de magisterio, además de publicar sus investigaciones.

La profesionalización vino acompañada por una serie de reglas y criterios que debían ser cumplidos por aquellos que desearan formar parte de un campo determinado. Esta normalización delimitaba a aquellos capaces de seguir el ritmo y las exigencias del campo al cual pertenecían, de aquellos que permanecían por fuera. La Facultad de Filosofía y Letras funciona desde entonces como una institución que regula los saberes y las prácticas que

TRAZOS

AÑO I - VOL II

DICIEMBRE 2017

ISSN 2591-3050

intervienen dentro del campo filosófico para relacionarse con otras áreas. Lo particular de Macedonio Fernández es que construye toda su trayectoria por fuera y a contramano del ámbito universitario. Sus lecturas no están al día con la filosofía europea; es más, sus comentarios parecieran limitarse a una serie de autores que van siendo cada vez más anacrónicos a la realidad histórica que le toca vivir. No se preocupa por sostener una publicación periódica, aunque las haga esporádicamente en revistas no especializadas. No muestra una escritura sistematizada, acorde a las pautas académicas; más aún, las rompe constantemente por medio de digresiones, humor y pseudoficciones. No asiste ni expone en encuentros académicos acordes a sus intereses filosó- ficos. No es miembro de sociedades filosóficas ni ocupa cátedras universita- rias. Escribe sobre filosofía en un período en que la escritura por placer se ha abandonado para abrir paso a una escritura ligada al deber y al trabajo acadé- mico, que es a la vez metódica y reglamentada. Al momento en que comienza a producir textos filosóficos, Macedonio vive un verdadero cambio de paradig-

ma con respecto al rol y las obligaciones del intelectual, las cuales no desco-22 noce, pero tampoco decide respetar. La escritura macedoniana debe ser leída

no sólo como una defensa al placer por la escritura, sino también como una crítica y una resistencia a la institucionalización de los intelectuales y de los saberes simbólicos. Su marginalidad es una postura política y polémica frente a las nuevas formas sociales. Para Macedonio, la escritura académica agota el interés y el fluir constante del pensamiento. La reglamentación de la escritura no es sólo una pérdida de tiempo, sino también una extenuación tanto para el autor como para el lector. La escritura, a fin de cuentas, debe estar supeditada al pensamiento y no a las estructuras academicistas.

Vemos entonces por qué, por un lado, nuestro pensador es desacreditado por sus contemporáneos como filósofo por no adecuarse a los parámetros institucionales de trabajo y escritura; pero, por el otro, también comprende- mos por qué halló mayor afinidad con el campo literario y las vanguardias que azotaban a la época. Macedonio corta todo tipo de relación con la tradición inmediatamente anterior a él, así como también discute con las corrientes presentes en ese momento. Su obra metafísica puede ser leída como un inten- to por conciliar distintos campos epistemológicos en un período de divergen- cia y autonomización. Su actitud o pose -en parte naif, en parte hedonista- lo

TRAZOS

AÑO I - VOL II

DICIEMBRE 2017

ISSN 2591-3050

acercan mucho a la imagen del bohemio escritor vanguardista, cuya obra pura se pretende desentendida y por fuera de la realidad social en la que transita, libre de toda influencia y finalidad. Sin menospreciar o desestimar las teorías y conclusiones que convergen dentro de su obra, Macedonio es un metafísico que escribe utilizando recursos artísticos, no académicos. La liberación o autonomización del arte le permiten dar rienda suelta a sus reflexiones. No contó con la temprana bendición de la Academia y fue relegado al sector de los filósofos marginales del cual sólo podría salir esporádicamente. Aun así, continúa formando parte del campo filosófico del cual no puede salir por ser parte de una cultura. Que un individuo produzca filosofía por fuera de las instituciones y organismos que la regulan no implica que su obra no posea ningún valor. Tarde o temprano, por formar parte de una cultura, dicha obra será absorbida aunque se resista a ser interpretada.

Vecchio crea la categoría de filosofía bruta para catalogar la obra metafísica de Macedonio Fernández. El filósofo bruto ronda por los límites de la filosofía,

por una zona que lo habilita a salirse y a volver a entrar todo el tiempo. No23 puede permanecer completamente enajenado de la producción filosófica,

pero tampoco puede ser absolutamente parte de ella por no asimilar las normas de escritura. Macedonio no trabaja directamente o en un primer plano con la filosofía vigente en su época; él escoge el canon filosófico, el cual ya ha sido superado, comentado y criticado, en fin, agotado tiempo atrás. Él peca de impertinente, pero no por eso crea un conocimiento ajeno a la esfera filosófica ni a su contexto histórico. Reutiliza lo que ya hay dentro del campo para hablar de una actualidad con la cual está disconforme y traza su propio camino hacia el presente: “Si estos restos y deshechos pueden ser considerados escritos atípicos, es porque en principio son escritos atópicos. Esto es: escritos que no se acomodan en ningún lugar. Pero que aspiran a ocupar un lugar” (Vecchio, 2007, 385). Ese lugar al cual aspira pero que no escogió fue, para su suerte o su desgracia, el de la literatura.

Los textos metafísicos de Macedonio cuentan con cierta metodología retóri- ca: buscan convencer, definir conceptos, refutar otros. Tanto No toda es vigilia como muchos de los artículos que la preceden y la continúan pretenden ser una protesta argumentada contra la Crítica de la razón pura (1781). El libro de Macedonio se acerca al discurso filosófico en tanto que se propone trazar una

TRAZOS

AÑO I - VOL II

DICIEMBRE 2017

ISSN 2591-3050

buena argumentación encadenada lógicamente por medio de una serie de proposiciones; sin embargo, en esta protesta contra Kant hay “una serie de desajustes, disonancias y cortocircuitos entre los diferentes juicios” (2007, 385). Los modos en los que la literatura se emplea en No toda es vigilia desba- ratan el mecanismo argumentativo colocándolo en tela de juicio, cuando no invalidándolo. Pero, si lo que se propone el libro es realizar una crítica (valga la redundancia) a la Crítica de la razón pura, lo que alega es la creación de una razón impura o de una razón otra -la de la ficción-, que linda por momentos con el absurdo, en la cual no todo es blanco o negro, en la cual ya no es posi- ble pensar en términos de verdad o falsedad, sino que predominan los mati- ces.

Hasta fines del siglo XIX, la ficción se mantiene a merced de otras tipologías, como el discurso científico, y géneros no literarios, como el periodismo; pero, a partir del siglo XX, el panorama es otro y la ficción configura su propio espa- cio, el cual no puede (o no debe) mezclarse con los demás. He aquí el precio a

pagar por la autonomización de las esferas sociales, en general, y del conoci-24 miento, en particular. Macedonio es el primero en enfrentarse con la cruda

realidad; su obra carga con el estigma de la modernidad. Al no adecuarse a los parámetros establecidos, no es tenida en cuenta por sus colegas como la obra de un filósofo. Sí, en cambio, es aplaudida y bien recibida por los vanguardis- tas y he aquí que se produce un giro importante dentro de la ficción argentina: el escritor demuestra a sus contemporáneos literatos que la ficción es capaz de adueñarse de otros discursos, tópicos, tipologías y saberes extraliterarios y emplearlos con medios y fines estéticos. Esto no significa que la obra de Mace- donio Fernández persiga sólo propósitos literarios, sino que lo literario en ella es indisociable de los demás aspectos porque ayuda a comprenderlos desde otra perspectiva: la ficción. Al independizarse la ficción de los demás campos de la vida social, se crea un espacio con reglas propias que dialoga y pone en crisis al resto. Lo que es lapidario en el campo de la filosofía, está avalado en el de la ficción. Macedonio es el síntoma de las fisuras del positivismo y del ascenso o desplazamiento a otro tipo de discursos ligados a lo epistemológico y a una única esfera social. Al no existir ya las jerarquías, cualquier esfera puede abordar los problemas de su época desde su propio punto de vista.

En el siglo XX, no es hasta la llegada de las vanguardias que la ficción

TRAZOS

AÑO I - VOL II

DICIEMBRE 2017

ISSN 2591-3050

comienza a tener un lugar explícitamente preponderante en la creación litera- ria. Nuestro pensador percibe un componente ficcional dentro de los sistemas de creencia y argumentación metafísica; configura (o prevé) así el ya conocido tópico borgeano de la metafísica como rama de la literatura fantástica:

“Es gran espectáculo de tortura, de instinto humano en fiebre angustiosa y embriagadora, la busca de una posición mental ante el Fenómeno, que nos exhibe la literatura metafísica. Su situación hoy y siempre es la de todas las buscas humanas y necesidades morales: todo balbuceado, nada dicho” (Fernán- dez, 1967, 19).

Macedonio reconoce que detrás de todo sistema de pensamiento hay un dejo de ficción; todo intento por explicar y representar la realidad se sostiene en la invención. Que la metafísica incurra en “coqueterías literarias” (ibíd., 1967, 20) y las oculte tras un velo de objetividad y reglamentación metódica, no

vuelve su discurso más válido o verdadero que el que él mismo propone. El25 andamiaje de los textos macedonianos es la ficción porque, al ser escindida

del resto de los discursos, retorna con mayor fuerza. Sus ensayos sólo hacen visible el armazón creativo por medio del cual se construyen, a diferencia de otros textos que los ocultan y buscan pasar por discursos objetivos. Su ficción sin duda no es más verdadera que la de Kant, pero sí se presenta como más sencilla. Y dicha sencillez no denuncia una falta de compromiso ni una pobre- za epistémica con aquello que persigue; por el contrario, traza una vía de escape del lenguaje academicista, hermético, cerebral, complejo, abstracto y rebuscado, hacia nuevas formas de enunciación que posibilitaron las vanguar- dias. Su escritura, así como su propuesta fundamentada en la Altruística, es en sí misma conciliatoria, pues vuelve a anudar los campos de la filosofía y la literatura en una época en que se encuentran más desligados que nunca. Si el objetivo de toda metafísica es devolver al hombre su condición originaria, su conexión y comprensión primaria del mundo, el arte es el camino correcto para alcanzar dicha meta. Sus ficciones especulativas son el puntapié inicial, instauran las bases para una tipología textual propagada, sobre todo, por Borges, Bioy Casares y Cortázar en la primera mitad del siglo, y más tarde reto- mada y reformulada por escritores como Saer, Piglia y Libertella bajo el

TRAZOS

AÑO I - VOL II

DICIEMBRE 2017

ISSN 2591-3050

nombre de ficción teórica.

La poética instaurada por Macedonio Fernández a comienzos del siglo XX posibilitó la aparición de una serie de ficciones que, sin perder su carácter literario, permitieron abordar temas, teorías y dispositivos filosóficos a las letras argentinas. No sólo ha logrado converger dos campos que, por siglos, se han repelido e imbricado mutuamente hasta el cansancio, sino que ideó una tipología textual tan fructífera para el pensamiento y la reflexión como com- pleja en cuanto a sus mecanismos. Son textos que especulan, desde diferen- tes modos de enunciación, acerca de la capacidad del hombre de representar- se a sí mismo y al mundo que lo rodea, de las herramientas epistemológicas que confecciona y a la vez emplea para ello, de los límites del lenguaje desa- rrollado y adaptado a través de los años, de los sistemas de ideas con los que se maneja y de los límites, alcances y posibilidades de comprender el Ser. Estas ficciones especulativas logran adentrarse en los misterios que desvelan a la filosofía para demarcar las grietas y falencias de las creencias, juicios y

tendencias del presente, así como discutir con las normas y reglas de las insti-26 tuciones vigentes que los legitiman, para sacar a flote su carácter de ficciones

y desligar a los hombres de una única y autoritaria corriente de pensamiento.

TRAZOS

AÑO I - VOL II

DICIEMBRE 2017

ISSN 2591-3050

Bibliografía

Adorno, T. W. (1986). Sociedad. En Teoría estética. Madrid: Taurus, pp. 295-339.

____________ (2003). El artista como lugarteniente. En Notas sobre literatura.

Madrid: Akal, pp. 111-122.

____________ & Horkheimer, M. (1998). Dialéctica de la Ilustración. Valladolid:

Trotta.

Broitman, A. I. (2015). La Estética de la Recepción. Bases teóricas para el análisis de las prácticas lectoras y otros consumos culturales. En Casanovas, I., Gómez, M. G. & Rico, E. J. (Eds.), III Jornadas de Investigación en Edición, Cultura y Comunica-

ción. En el centenario del nacimiento de Boris Spivacow (1915-2015). Buenos

Aires: Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, pp. 43-52. Fernández, M. (1967). No toda es vigilia la de los ojos abiertos y otros escritos. Buenos Aires. Centro Editor de América Latina.

Flammersfeld, W. (1993). Pensamiento y pensar de Macedonio Fernández. En Fernández, M., Museo de la Novela de la Eterna. España: Archivos, CSIC, pp.

395-430.

Gasparini, S. (2012). Espectros de la ciencia. Fantasías científicas de la Argentina del siglo XIX. Buenos Aires: Santiago Arcos.

Kolakowski, L. (1982). Características generales del positivismo. En La filosofía positivista. Madrid: Cátedra, pp.13-23.

Koselleck, R. (1993). Historia magistra vitae. En Futuro pasado. Barcelona: Paidós, pp. 41-66.

27

TRAZOS

AÑO I - VOL II

DICIEMBRE 2017

ISSN 2591-3050

Rosanvallon, P. (2005). Por una historia conceptual de lo político. Buenos Aires:

FCE.

Sánchez, J. J. (1998). Introducción. Sentido y alcance de Dialéctica de la Ilustra- ción. En Adorno, T. & Horkheimer, M., Dialéctica de la Ilustración. Valladolid: Trotta, pp. 9-46.

Vecchio, D. (2007). ‘Yo no existo’. Macedonio Fernández y la Filosofía. En Jitrik, N.

&Ferro, R. (Dirs.), Historia crítica de la literatura argentina. Volumen VIII. Mace- donio. Buenos Aires: Emecé Editores, pp. 381-410.

28