TRAZOS

AÑO I - VOL I

AGOSTO 2017

ISSN 2591-3050

INTERPELANDO LA

PATRIA. PENSANDO

EN UNA MATRIA

Carelí Duperut

Quisiera recordar a una mujer, protagonista de una época de nuestra historia, pero que ha sido olvidada. Tal vez, quienes hayan visto la película de María Luisa Bemberg, Camila, la recordarán.

Puedo construir esta memoria gracias al tesoro, más que libro, de Dora

Barrancos Mujeres en la sociedad argentina, una historia de cinco siglos.

La mujer a la que me refiero es Anita Perichón de Vandeuil. Apodada despec- tivamente como “la Perichona”, probablemente, en alusión a Micaela Villegas,

a quien llamaban “la Perricholi”. Esta última, nacida en 1748 en el Virreinato del87 Perú, tuvo un romance de 14 años con el virrey Manuel Amat y Junyent. Tal

romance termina cuando en 1776 cesan a Amat como virrey y regresa a España, dejando a Micaela sola con su hijo, con una buena pensión y propiedades, pero expuesta a los ataques de los enemigos del virrey. Se supone que su apodo tiene varios orígenes, pudiendo ser desde un insulto que le profirió Amat (“perra chola”) o un modo cariñoso de llamarla (“peti-xol” que en catalán significa “pequeña joya”). De cualquier manera, el apodo “la Perichona”, con que se la nombraba a Anita, no pretendió ser más que despectivo.

Anita nació en Francia en 1775. Se casó con Tomás O’Gorman, un militar irlan- dés, a la edad de 17 años. En 1797 llegó, junto con su familia, al Virreinato del Río de la Plata. En1806, a causa del fracaso de las invasiones inglesas, su marido huye a Brasil y no lo ve nunca más. Fruto de ese matrimonio son sus hijos Tomás y Adolfo O’Gorman.

A los 21 años, en 1806, conoce a Santiago de Liniers con quien comienza una relación amorosa. La llevó a vivir junto con él y se cuenta que le otorgaba toda

Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo.

Contacto:

careliduperut@gmail.com

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clase de obsequios y atenciones. Si bien el romance era conocido por todas y todos, nunca fue afirmado públicamente.

Cuenta Barrancos (2007) que quienes más criticaban la conducta de Ana eran las mujeres de élite, ya que la consideraban una libertina, seductora y atea. Pero su comportamiento, además, no se acomodaba a las restricciones de sumisión que eran demandadas a las mujeres de aquella época: usaba trajes militares, abría su casa para las tertulias (cosa común en el siglo XIX) y dialogaba con figu- ras políticas tales como Castelli o Pueyrredón. Tenía ideas propias que no dudaba en decir. Consciente del clima de la época, se estima que fue estimula- dora de los levantamientos de criollos contra el Virreinato. Esto produjo que fuese sospechada de conspirar contra el régimen y el mismo Liniers tuviese que desterrarla.

Se dirigió a Río de Janeiro, donde hizo amistades con hombres influyentes y abrió las puertas de su hogar a aquellos hombres, también expatriados, que

preparaban la Revolución.88 Claramente, Anita Perichón fue una política y estratega. Capaz de convencer y

extraer información, de hacerse de amistades influyentes y de movilizar, supo posicionarse en el mapa de la política de América. Cito a Barrancos: “La belleza y seducción de Anita la hacían un eficaz agente político, capaz de obtener infor- mación con artes inocuas, valiéndose de que los varones han confundido casi siempre belleza con estupidez” (2007, 59).

Tal era la libertad y fiereza de Ana, que la princesa Carlota, emperatriz honora- ria de Brasil, tanto la despreciaba, que pidió que la repatriaran a Buenos Aires. No lo logró y tuvo que esperar al triunfo de la Revolución (que la misma Anita había arengado) para volver.

La Primera Junta de Gobierno le dio la espalda y la “conminó a vivir con circunspección y retiro en una finca de las afueras de Buenos Aires” (60). Una especie de exilio interno para quien había abierto las puertas a esos mismos que la estaban expulsando.

Anita acató la orden y vivió hasta su muerte en tal finca. Criando a sus hijos que luego la tratarían de loca.

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Dora Barrancos (2007) deja abierta la posibilidad de que tal vez tuvo otras ocupaciones más allá de la crianza de los hijos. Pero, obviamente, no hay regis- tro de ello.

Anita Perichón es la abuela de Camila O’Gorman. Si recordamos la película argentina basada en el romance y posterior fusilamiento de esta última con el sacerdote Ladislao Gutiérrez, encontraremos que en algunas escenas aparece Anita en una finca retirada, sola, exiliada, agredida por su hijo, tratada de loca, y enamorada todavía. Probablemente este haya podido ser el desenlace de su vida.

Pido como favor, buscar información sobre Anita Perichón para que puedan ver cómo es relegada su participación en la historia a una simple amante de Liniers. Parece que el mito de esta mujer continúa, parece que las habladurías del siglo XIX siguen resonando hasta el siglo XXI, donde identificamos a una política y estratega solo como la amante de un hombre, y nada más. Entre los

informes que podemos encontrar sobre ella hallamos que dicen cosas como89 que tuvo una agitada vida erótica (?!),que fue espía, que fue protectora de con- trabandistas y que generó negocios turbios. Su marido, Tomás O’Gorman en su

último período en el Virreinato se dedicó al contrabando y los negocios clandes- tinos, pero eso no la convierte a ella en encubridora de contrabandistas ni gene- radora de negocios ilegales. Es más, se la acusó, increíblemente, de haber tramado la muerte de Mariano Moreno, cosa extremadamente poco probable (60).

A la vista está que las mujeres que actúan como hombres en un mundo de hombres, parafraseando a Virginie Despentes (2007), fueron (y son) siempre insultadas y exiliadas. Sin importancia del momento histórico. A la vista está, repito.

Claramente, las mujeres fuimos y somos invisibilizadas en la historia. Más allá de la importancia que tuvo Anita, su presencia fue borrada de la organización de la Revolución, en la que nos enseñan que solo los hombres formaron parte.

Lo mismo con Mariquita Sánchez de Thompson, quien es, en los libros escola- res, la dueña de la casa en la que por primera vez se cantó el Himno Nacional

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Argentino y nada más. Cuando en realidad fue una persona de un carácter sagaz y atractivo, influyó a los románticos, discutió firmemente con los intelectuales de la época, puso su casa como espacio para la resistencia contra Rosas y fue una de las organizadoras de la Sociedad de Beneficencia creada por Rivadavia.

Y así con tantas mujeres: políticas, teóricas, guerreras, comandantes, generalas,

soldadas, analistas políticas, etc., entre ellas: María Josefa Ezcurra (consejera de Rosas); María Remedios del Valle (sargenta mayor de caballería); Mama Carmen (sargenta primera); Magdalena “Macacha” Güemes de Tejada (consejera de Güemes y guerrera); Juana Azurduy de Padilla (ascendida a Generala por la Presi- denta de mandato cumplido Cristina Fernández; siempre estuvo acompañada por un grupo de mujeres guerreras); Juana Manso (maestra, funcionaria de Sar- miento y escritora); y un largo etcétera.

El libro de Barrancos nos despliega la cantidad de mujeres que intervinieron en el devenir de nuestro país. La autora cepilló la historia a contrapelo, como

pedía Benjamin (2008, 309), para encontrar a todas las heroínas y partícipes invi-90 sibilizadas por la historia oficial que siempre es relatada en clave patriarcal.

Por eso, con estas historias en mi mano, pienso en el nombre que le damos al

25 de mayo, por ejemplo: Día de la Patria. Es el día en el que una nación comienza a autonomizarse gracias al trabajo tanto de mujeres como de hombres. No voy a hacer apreciaciones históricas acerca de los reveses de esta autonomía, sino que solo quiero puntualizar que la misma no fue tarea sólo de hombres, como tam- poco lo es la continuación de la construcción de esta Nación. En este sentido es que la Patria es también una Matria. Quedarnos meramente en una Patriame resulta una injusticia histórica con todas aquellas mujeres que creían y creen en este proyecto de Nación y que pusieron su vida en riesgo por él, pero fueron olvi- dadas.

Planteo una interpelación a nuestros actuales modos de institución, de hacer conocimiento, de hacer historia, de construir independencia y Nación. Pregunto ¿seguimos invisibilizando a las mujeres? Cuando pensamos la historia, ¿inclui- mos a las mujeres? ¿las recordamos? La Argentina ha tenido dos presidentas mu- jeres. Sin embargo, aún hoy se continúa luchando por la paridad de género en las

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género en las listas electorales y el Congreso. ¿Qué hacemos para poner nuestra voz en los procesos políticos? Me pregunto si dentro de cada partido y cada agrupación nos hacemos escuchar. ¿Siguen siendo marcadas las jerarquías? ¿Nos siguen usando y descartando? ¿Estamos logrando que la Patria, no sea patriarcal sino que también se convierta en Matria? Y esta pregunta no es retóri- ca, sino que busca agitar la reflexión de quien lee para que observe si esto es así y si esto es posible. La Matria comienza a gestarse desde cada resistencia institucional a un orden patriarcal jerarquizado. Si la resistencia se vuelve insos- layable, la Matria se vuelve posible.

¿Qué hacemos: nos imponemos o seguimos pidiendo permiso?

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Bibliografía

Barrancos, D. (2007) Mujeres en la sociedad argentina. Una historia de cinco siglos. Buenos Aires: Sudamericana

Benjamin, W. (2008) Obras completas. Libro I, Volumen 2. Madrid: Abada

Despentes, V. (2007) Teoría King-Kong. España: Melusina

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