Introducción
En el presente trabajo se desarrollará la importancia que plantea el ensayo como
género literario presentando las temáticas que explican, caracterizan y critican la
herencia histórica colonial, invitándonos a comprender para poder constituir una
revolución epistémica, política, económica, jurídica y social; y con ello abrir nuevos
caminos para recorrer desde adentro nuestra propia historia. Es elemental decons-
truir y reconstituir la historia, para poder lograr discernir los discursos coloniales
impuestos de las propias huellas que hicieron, hacen y rehacen nuestros pueblos.
Sin embargo, se tomará los diversos movimientos que permitieron lograr la auto-
nomía cultural del siglo XVII, ya que el ensayo como género literario nos abre un
gran abanico de posibilidades a las contribuciones de numerosos autores, que
darán respuestas no sólo al surgimiento de nuevos pensamientos latinoamerica-
nos, sino también a las formaciones objetivas de nuestra cultura y posible identi-
dad, asimismo poder desenmascarar las ocultas raíces, motivadas por diversos
factores, que nos impusieron con la conquista la cultura eurocéntrica.
Es importante destacar autores contemporáneos como Dussel E., Quijano A., Mig-
nolio W., entre otros, quienes reivindican un giro descolonizador a través de una
nueva epistemología cambiando el punto del foco de ésta, en que se plantea una
filosofía más allá de la modernidad, del capitalismo global, invitándonos a una
reflexión continua en este desplazamiento decolonial, abriendo nuevos horizontes
1Trabajo avalado por la Dra. Andrea Benavidez
EL ENSAYO COMO PUNTO DE
PARTIDA PARA UNA NUEVA
PERSPECTIVA DE LA FILOSOFÍA
LATINOAMERICANA1
Gabriela Bazán
Facultad de Filosofía, Huma-
nidades y Artes, Universidad
Nacional de San Juan
Contacto:
gaebazan@gmail.com
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para América Latina. Asimismo es preciso destacar la contribución de Cervera V.,
El ensayo como género literario en la que busca a través de este género, poder
expresar la síntesis de la vida, su dinámica y sus posibilidades; como así tam-
bién, es significativo manifestar las contribuciones claves que han sublevado la
historiografía periódica tradicional que propone Roig A., para poder entender
nuestro presente y proyectar un compromiso social que nos facilite tomar posi-
ción en este desafiante giro decolonizador.
El ensayo y sus aportes
Cervera V. en El ensayo como género literario muestra la forma de la descompo-
sición de la unidad y de la reunificación hipotética de las partes. Dar forma al
movimiento, imaginar la dinámica de la vida, reunir según precisas y provisiona-
les estructuras aquello que está dividido, y distinguirlo de todo lo que se pre-
senta como supuesta unidad, esta es la intención del ensayo. Busca, por una
parte, expresar la síntesis de la vida, no la síntesis transcendental, sino la sínte-
sis buscada al interior de la dinámica efectiva de los elementos de la vida; por
otra parte, sabe bien sobre la imposibilidad de dar una forma a la vida, de resol-
ver su negativo en la dimensión afirmativa de una cultura, lo que le obliga a
interpretarse como representación provisional, como punto de partida de otras
formas, de otras posibilidades.
El ensayismo no oculta su dimensión errante. Como señala Adorno en su nota
“El ensayo como forma”, este errar es justamente lo que permite al pensamien-
to liberarse de la idea tradicional de verdad. El ensayo tiene que estructurarse
como si pudiera suspenderse en cualquier momento, anota Adorno. La disconti-
nuidad le es constitutiva y halla su unidad a través de las rupturas y suspensio-
nes. Su orden es el de un conflicto detenido, que vuelve a abrirse en el discurrir
de su escritura. En él se da la mano a la utopía del pensamiento con la concien-
cia de la propia posibilidad y provisionalidad. El ensayo se organiza así como
discurso de lo incompleto, de lo no resuelto; es una incesante emancipación de
lo particular frente a la totalidad.
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En cuanto a la conquista de un lenguaje propio -ajena a la tradición raciona-
lista europea que durante mucho tiempo habría desnaturalizado la identidad
latinoamericana-, la crítica literaria ha desempeñado un papel fundamental en
el descubrimiento de una tradición cultural propia y su consolidación gracias a
los aportes de destacados escritores latinoamericanos, como el argentino
Alejandro Korn (1860-1936) y el uruguayo Carlos V. Ferreira (1873-1958). Como así
también es importante destacar los aportes de los argentinos Julio Cortázar
(1914-1984) y Jorge L. Borges (1899- 1986) donde se destacan las novedades van-
guardistas que influyeron en la renovación literaria. O Ernesto Sábato que, con
su formación científica, refuerza el significado de su rechazo a la ciencia, incapaz
de garantizar un conocimiento que no sea provisional, alejada de la realidad del
hombre que sufre y muere.
Los géneros ensayísticos en general, y en particular el ensayo, corresponden
a las modalidades principales de la teoría y la crítica de la literatura, así como
de las artes, y por otro lado, de la estética, ya se presenten como ensayos tal
cual o a través de las modelizaciones empíricas del artículo o a través del marco
genérico pre-intencional que delimita la fórmula del prólogo. En efecto, el
ensayo es el género y el discurso más eminente de la crítica y de la interpreta-
ción, de la exegética y la hermenéutica
En razón de sus dimensiones, puede hablarse de dos tipos de ensayo, el
ensayo breve (a menudo presentado en forma de artículo, o como colección o
compilación de éstos) y el ensayo extenso o gran ensayo (con frecuencia pre-
sentado unitaria e individualmente en forma de libro). En lo que se refiere
plenamente a los géneros ensayísticos, siguiendo los criterios esbozados, pro-
cederé a discriminar un segmento compuesto por aquellas obras de tendencia
de aproximación científica, es decir, las desprovistas de prescripción temática (a
excepción del género utilitarista dieciochesco del proyecto y, muy secundaria-
mente, de la historiografía, dado su carácter ambivalente o deslizante, como
venía ya a apreciar Hegel), y aquél otro segmento compuesto por obras de ten-
dencia o aproximación artística.
La importancia que se destaca en estos párrafos es la dinámica y continua
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progresión de este género, su compromiso con la época de su creación, el contex-
to, su cultura y comunidad para la que surge contribuyendo a cambiar las formas
del pensamiento. Por lo cual, es necesario comprender su compleja trama histó-
rica para poder trascender los discursos impuestos. Los aportes de este género
nos permiten un continuo repensar nuestro pasado, una reflexión profunda y
constante de nuestro presente, para poder construir un futuro desde adentro con
una cultura que se edifica con la práctica del pueblo.
La historicidad y reconstitución de la experiencia propia
Roig A. (1922-2012), maestro, pedagogo, historiador y filósofo argentino, en su obra
El pensamiento latinoamericano y su aventura nos propone, para comprender la
historicidad de nuestros pueblos, un conjunto disgregado de acontecimientos y
discursos marginales a la historia oficial; una historia secreta, no historiada, que
a lo sumo ha quedado registrada en la forma de rupturas carentes de significado,
de momentos de irracionalidad que no encajan dentro del sentido justificador
del pasado. El sujeto de esta historia subalterna no es el que asegura la continui-
dad. Sin embargo, su emergencia discontinua no nos impide pensar la posibili-
dad de que esos valores episódicos acaben siendo periódicos, acaben trocando
sus interrupciones en una continuidad, aunque de diverso signo a la construída
por la Filosofía de la Historia tradicional.
En cuanto a su obra Destrucción de las Indias nos puso frente a la dolorosa
tarea de iniciar la construcción de nuestra propia identidad, tarea que no ha sido
de ningún modo ajena a los desencuentros y conflictos, dada la diversidad social,
ética y cultural de ese nosotros, los latinoamericanos.
Roig advierte sobre la necesidad de que los principios de identidad que pon-
gamos en marcha en el presente, surgen de nuestra propia realidad social y abre-
ven en nuestra historia creativamente asumida. Esto supone una decidida oposi-
ción a las falsas formas de cosmopolitismo, basadas en la negación de nuestra
particularidad y conducentes a un regreso acrítico al proyecto de una identidad
fundada en el desconocimiento y la negación de las diferencias.
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El trabajo con el cual se cierra provisoriamente esta aventura, es un erudito
estudio de las formas del utopismo en las tierras sudamericanas. El pensamiento
utópico producido en el continente dibuja un recorrido, muchas veces interrum-
pido, a través del cual América deja de ser el no-lugar de las utopías del hombre
europeo, para convertirse en el del ensayo de una alteridad proyectada por el
sujeto americano.
En la América del siglo XIX el ensayo de un ensayo social, radica en la grandeza
del pensamiento ensayístico, en su diversidad formal y genérica, ya que las ideas
surgen entre los términos de ensayo y emancipación. De todos los géneros litera-
rios el ensayo es el más joven y el que nace, como “el hijo caprichoso de una
cultura que ya no puede responder al orbe circular y cerrado de lo antiguo, sino
a la curva abierta, al proceso en marcha, al etcétera” (Reyes A. 2002,58).
El ensayo tiene como responsable de hecho a Francia y a América como pretex-
to histórico de base, donde América y su filiación francesa quienes diseminan sus
cualidades y valores más adelante, cuando los pueblos favorezcan el cultivo del
pensamiento independiente y la emancipación cultural de tradiciones añejas.
Sin embargo, es durante el siglo XIX el turno de los pueblos que, desde el Bravo
a Magallanes, como señaló Martí, necesitaban de un sustento de pilares ideológi-
cos lo suficientemente fuertes y asentados como para romper un yugo secular y
proclamar una autonomía en sus manifestaciones sociales y también en su
cultura. Esto explica la omnipresencia y ejemplaridad del ensayo en nuestra
América, y también hace más comprensible el hecho de que sea contemporáneo
el ensayo escrito a los ensayos de sociedad que proponen los pueblos america-
nos en ese siglo convulso y transformador que les llevó a un proceso de epifanía
interna, donde la libertad del yo (personal y también plural, en tanto yo de un
pueblo o nación) era condición inapelable para cualquier proyecto.
La soltura y liviandad del yo de Montaigne, que escribe literatura para asomar-
se a los más diversos rincones y así, conocerse conociendo, se extrapola a las
letras de América, que también están articulando un yo que ha de conocerse,
denigrando cuanto les reprime y veda el crecimiento, y alabando la posibilidad
de acometer, aún confusa y a veces erróneamente, el vuelo (Cervera, 2005, 25-28).
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El género propiamente dicho del ensayo es el gran prototipo moderno, la gran
creación literaria de la modernidad, con todas las genealogías y antecedentes
que se quiera, en el que es necesario determinar, pero específicamente es aquel
que señala sobre todo una perspectiva histórico-intelectual de nuestro mundo,
de Occidente y su cultura de la reflexión especulativa y la reflexión crítica. Por
ello, el ensayo es asunto fundamental en lo referente a la creación del pensa-
miento moderno, a su forma compleja, a la puesta en crisis del sistema y la
forma en que se fundamenta la filosofía clásica, que tiene como base a uno de
los pensadores más importantes, Nietzsche, ya que éste atravesó las estructuras
sistemáticas de su tiempo, dejándonos su impronta.
El surgimiento del ensayo como género literario nos permite contar nuestra
propia historia social desde adentro, desestabilizando los binarismos del
discurso de la razón. La literatura del yo nace en los espacios solidarios del
sujeto y objeto con el de la invención, un espacio de creación imaginaria que
nos abre un abanico de posibilidades tomando el horizonte de la emancipación
con una nueva visión de la historia, no eurocéntrica, sino desde una mirada lati-
noamericana, con una concepción popular, viviendo con la diversidad, a través
de una política positiva, reivindicando el poder, rehaciendo la democracia,
entendiendo por ésta cuando el pueblo participa en forma simétrica (Dussel E,
1973,29).
La filosofía occidental siempre fue logocéntrica, fundada en la unidad, seme-
janza, adecuación, etc. Las filosofías del derecho de cuño positivista o iusnatu-
ralista racional o teológico, comparten ese idealismo. Nietzsche, -en la lectura
que de él hace Foucault-, coloca, en cambio, en la raíz misma del conocimiento
a la relación de poder. Es necesario acercarse entonces al conocimiento jurídico,
o mejor, a la práctica jurídica, no como filósofos, sino como políticos, solamente
en las relaciones de poder comprendemos en qué consiste dicha práctica.. Se
hace evidente entonces que el poder es voluntad de verdad, por eso debe silen-
ciar, controlar y/o normalizar discursos que expresan posibilidades divergentes,
desacuerdos respecto a la verdad sancionada como una perspectiva que se
impone. Como nos dice Foucault, hay que partir del hecho de que:
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Sólo hay conocimiento bajo la forma de ciertos actos que son diferentes entre sí y
múltiples en esencia, […] por los cuales el ser humano se apodera violentamente de
ciertas cosas, reacciona a ciertas situaciones, les impone relaciones de fuerzas. El
conocimiento es siempre una cierta relación estratégica en la que el hombre está
situado (Foucault, 1996, 30).
Para Foucault, resulta totalmente transformada en la modernidad por la inter-
vención de los maestros de la sospecha Marx, Nietzsche y Freud, ellos trastocan
todo acto de interpretación de productos culturales, al cambiar profundamente
nuestra mirada sobre la naturaleza de los signos, la estrategia de su interpreta-
ción y la imagen misma del sujeto de la interpretación (Foucault. 1987 y 2004).
Este análisis general de la interpretación cultural, es perfectamente aplicable al
discurso y prácticas que conforman el derecho, en tanto, éste es también un
producto cultural.
En este recorrido nos deja claro que el conocimiento es inventando, por ello
no tiene origen, no ésta inscripto en la naturaleza humana.
Este análisis nos abre camino a escribir una teoría crítica de la historia, es
decir, mirar las diversas expresiones intelectuales, descubriendo nuestras pro-
ducciones simbólicas latinoamericanas, una compleja y problemática discursi-
vidad atravesada por luchas, derrotas, victorias que nos dejan marcas para con-
tinuar esta búsqueda incesante generando compromiso ante las limitaciones y
los condicionantes que impone el sistema diariamente. Por lo tanto es menes-
ter destacar las dificultades que hoy en día tenemos para poder escribir, expre-
sar y contribuir en un sistema cargado de estructuras jerárquicas, por consi-
guiente, se observa en las instituciones académicas las resistencias que éstas
generan a la hora de transformar y trascender las diferentes medidas, poniendo
barreras que nos limitan el poder fluir desde la acción intelectual. Un ejemplo
latente es el de la masculinidad avasallante que se sigue imponiendo.
Por otro lado es significativo destacar la posibilidad que tenemos tenemos
de ir más allá de lo establecido, por este motivo podemos construir y contribuir
desde un sistema de ideas revolucionarias que orienten el pensamiento y la
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acción con el propósito de transformar este presente que no nos conforma,
generando un futuro diferente capaz de aceptar y respetar la diversidad.
El poder manifestar los pensamientos a través de la escritura, nos abren
caminos para la acción, pudiendo contribuir desde el ensayo, ya que éste nos
posibilita la dimensión errante que busca dar forma a la síntesis de la vida, libe-
rándose de la forma tradicional de la verdad, donde la discontinuidad nos facili-
ta volver al pasado, repensarlo y reconstituirlo nuevamente. Esta necesidad de
autoconciencia nos permite evolucionar, como seres libres con pensamientos
críticos presentes, debatiendo constantemente e irrumpiendo las imposiciones
heredadas.
Además, es significativo manifestar en este desarrollo, los aportes y el arduo
trabajo que realizan continuamente latinoamericanos, como Dussel E. (1934)
filósofo argentino y Quijano A. (1928) sociólogo, político peruano, entre otros.
Ambos plantean un giro descolonial y, en consecuencia, exponen una epistemo-
logía del sur, extrayendo el conocimiento cognitivo hacia dentro de las universi-
dades, para con ello construir nuestras pluralidades, incorporando los conoci-
mientos populares, abriendo nuevos horizontes sociales, donde ambos conoci-
mientos cognitivo y científico deben trabajar en forma paralela. Ambos autores
reivindican un giro descolonizador, a través de una nueva epistemología cam-
biando el punto del foco de ésta, hacen una crítica a la modernidad y al euro-
centrismo (origen 1492), en la cual plantean una filosofía posmoderna más allá
de la modernidad. Esta filosofía plantea la liberación, la alteridad del otro, libe-
ración de la mujer, tomando el horizonte de la emancipación con una nueva
visión de la historia, desde una mirada latinoamericana, con una concepción
popular, viviendo con la diversidad, a través de una política que reivindique el
poder, con voluntad de vida, rehaciendo la democracia, entendiendo ésta
cuando el pueblo participa en forma simétrica.Los autores concluyen que para
poder avanzar, y conseguir conquistar tanto los derechos políticos como civiles,
es necesaria una redistribución del poder, donde la propuesta desde la decolo-
nización de la sociedad, generando revueltas constantes que faciliten producir
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diversidad de epistemes, retomando la primera revolución global de indigeniza-
ción que fue llevada a cabo en Haití donde se sublevaron negros contra blancos.
Conclusión
A modo de conclusión es interesante destacar la dinámica que plantea la obra
del ensayo como género literario, el cual nos permite actualizar constantemente
la forma de hacer, producir e interpretar distintas realidades, dando sentido a
las construcciones que se generan en nuestra realidad, abriendo nuevos esce-
narios que accedan a poder expresar y manifestar las ideas criticas y reflexivas
que nos posibiliten la deconstrucción colonial, encarando una compleja tarea:
la de hacer la historia de nuestros pueblos.
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