ENTREVISTA A
DARÍO SZTAJNSZRAJBER:
“EL AULA TRADICIONAL HA
MUERTO”. Darío se presenta a sí mismo como docente
antes que filósofo, motivo por el cual desde el
Comité Editorial de TRAZOS decidimos entrevis-
tarlo en relación con la temática del Dossier del
presente número: “Filosofía y Educación”.
- En nuestro dossier proponemos como tema la
relación entre “Filosofía y Educación” ¿cuál es tu
lectura sobre este vínculo?
- Creo que la filosofía y la educación no son dos
disciplinas separadas sino que están intrínseca-
mente interrelacionadas, porque lo propio de la
filosofía, en su salida de sí misma, para alcanzar
al otro, se vuelve un acto puro educativo. Quiero
decir con eso que no se hace filosofía sin un otro,
y sin el propósito de transformar al otro. Y me
parece que, si pensamos la educación como un
proceso de vínculo, hay muchísimas coinciden-
cias. Esto desde el punto de vista más esencial, a
lo que hace a la filosofía como disciplina, ya que
la entiendo muy hermanada con los propósitos
de la educación en general, a tal punto que
pienso que muchas disciplinas específicas, como
las científicas o artísticas, hacen filosofía. Un
profesor de matemática puede estar haciendo
filosofía, o no, depende de cómo estructure la
clase, en la medida en que provoque esa trans-
formación en el otro que es el estudiante. Por
eso, uno puede hacer filosofía desde los conteni-
dos, y dando clases de historia de la filosofía, o
uno puede hacer filosofía, esto es, generar, en la
experiencia áulica, un acontecimiento filosófico, y
en ese caso no es necesario que el contenido sea
necesariamente de la historia de la filosofía. Se
puede generar ese acontecimiento filosófico en
una clase de cine, o en una clase de biología.
Darío Sztajnszrajber es Licencia-
do en Filosofía por la Universi-
dad de Buenos Aires. Ha sido
docente en todos los niveles
educativos y actualmente dicta
clases de posgrado en FLACSO.
Su trabajo se centra, principal-
mente, en la divulgación de la
filosofía en diferentes medios
de comunicación entre los que
destacan programas de TV
como “Mentira la Verdad” y “El
amor al cine” (los cuales fueron
emitidos en la Televisión Públi-
ca Argentina), y programas de
radio como “Demasiado
Humano” y “Metro y medio”. En
estos momentos se encuentra
dando una gira con la obra
teatral “Desencajados: filosofía
+ música”.
Foto: Daniel Cascon
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Me parece que la filosofía es, hoy, funda-
mental para repensar la crisis del aula.
Creo que vivimos tiempos de una
implosión importante de lo que es el
aula tradicional, a tal punto que me
animaría a decir que el aula tradicional
ha muerto, y que la filosofía, hoy, se
vuelve una de las variables que mejor
puede pensar hacia qué lugar el aula
tiene que reconstituirse. Me parece que,
en ese sentido, hay, además, un tiempo
para pensar la educación en todas sus
prácticas, desde lo macro hasta lo micro,
donde la filosofía puede aportar, pero
que, en general, la dinámica burocrática
de las instituciones educativas no le da
lugar o excluye.
- Ante la presente crisis educativa que
atravesamos, tanto a nivel latino-
americano como a nivel nacional,
¿qué rol considerás que nos cabe
como estudiantes de filosofía y miem-
brxs de la comunidad educativa?
- Yo creo que hay que repensar la idea
de crisis. Obviamente uno la usa en
términos negativos, y, sin embargo, para
el quehacer filosófico, es fundamental
provocar la crisis, o descubrirla, sobre
todo quitando los velos que suelen
encubrir situaciones de crisis y que son
presentadas desde su normalización.
Cuando Richard Rorty dice que hacer
filosofía es rascarse donde no pica, lo
que dice Rorty es que en realidad todo
pica, pero tenemos medio cuerpo ador-
mecido. Cuando uno se rasca donde no
pica, se da cuenta, en ese acto, que en
realidad esa picazón estaba anestesia-
da. Entonces, desde esa perspectiva, me
resulta interesante pensarlo. La escuela
es crisis permanente, porque es un lugar
donde estamos todo el tiempo reinven-
tado ideas, saliéndonos de nosotros
mismos, contactándonos con un
un otro que nos zamarrea. Yo pienso
que, en principio, en términos ontológi-
cos, hay que reivindicar la crisis como
propia del proceso educativo.
Ahora, por otro lado, creo que en la
pregunta de ustedes, se juega más otra
idea, que es la idea de una retirada de
parte del Estado de sus intenciones de
apostar por un proyecto educativo más
inclusivo, más generador de alternativas
a las formas educativas tradicionales, y,
sobre todo, correrse de un dispositivo,
por decirlo así, más gerentocrático, que
piensa la educación únicamente en
términos de calidad y eficiencia, pero
cuantitativa. Me parece que en ese senti-
do es fundamental el trabajo que se
hace en la apertura del mudo educativo
a los lugares no formales. Me parece que
es un lindo movimiento que se puede
hacer para recuperar algo de la vocación
docente, o de la construcción política de
la comunidad educativa donde no todo
es números, ni todo termina siendo
aprobar exámenes. Me parece que en el
aula convergen una multitud de
variables, dentro de las cuales la
formación de calidad es una de las más
importantes, pero no puede ser la única.
Por eso digo que la educación no formal
provee experiencias muy interesantes,
que tienen que ver con los vínculos, con
la transferencia, algo que se va perdiendo
en situaciones como esta. Pero yo apun-
taría sobre todo a la no totalización del
propósito de la escuela. Como si uno
dijera ¿cuál es el propósito de la escue-
la? Muchos. Ya decir muchos, y que
entre esos muchos hayan contradic-
ciones, me parece una buena forma de
salirse de los esquemas totalizantes.
- En varias entrevistas y conferencias
hablás de la filosofía como género
literario. ¿A qué te referís con esto?
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- Si, cuando digo que la filosofía es un
género literario no hago s que repetir
ideas de otros, como todo lo que uno
hace en filosofía. En este caso, tanto
ideas de Jacques Derrida como de
Richard Rorty. Rorty, s leyendo a Der-
rida, tiene, de hecho, creo que en un
libro que se llama Consecuencias del
pragmatismo, un capítulo entero, un
texto, llamado “La filosofía como género
literario. Pero, tomando un poco estos
dos autores, y, en general, toda la
tradición de la deconstrucción, diría que,
en primer lugar, es asumir que nada hay
fuera del texto, y que, por lo tanto, el
lenguaje filosófico, antes que nada, es
una construcción textual. Como tal, se ve
atravesada por toda la lógica y todos los
recursos propios de cualquier literatura.
En este sentido, hay en el texto filosófico
intención de convencer, figuras retóricas,
etc. Con lo cual lo importante es tratar
de circunscribir qué tipo de literatura es
la propiamente filosófica para que uno
la diferencie de otras. Sumándole a eso
que, en el caso de la filosofía, hay una
batalla interna que intenta, de algún
modo, desmarcarse de las formas más
tradicionales de hacer filosofía, que
justamente pretenden que el saber
filosófico trascienda el texto hacia una
supuesta verdad o saber que se encuen-
tra más allá de su formulación expresiva.
Pero, al mismo tiempo, la crisis de ese tipo
de paradigma genera cierta autoconcien-
cia de la escritura filosófica, que se
entiende a misma como un tipo de
escritura en la cual entran en juego toda
una serie de marcas que diferencian
este género literario de otros. Tal que
uno puede distinguir lo que es un texto
poético, de un texto filosófico, de un
texto periodístico. Pero, la distinción del
género tiene que ver con cierta forma
que es propia de la escritura filosófica.
Ahora, por otro lado, desde un punto de
vista más conceptual, diría que la idea
de género literario se pelea, ahora sí, con
esta idea que mencionaba antes, de que
la filosofía puede acceder a la estructura
fundamental de la realidad, o puede ser,
al estilo kantiano, algo así como el tribu-
nal de la razón, o la fundamentación de
la validez del conocimiento humano. En
ese sentido, tomando la idea nietzscheana
de verdad como metáfora, diría que lo
que hace la filosofía es crear un mundo
de sentido, que poco y nada tiene que ver
con la Verdad, con mayúscula, sino que
tiene que ver con la construcción de un
tipo de certezas, en principio, que inten-
tan responder a los grandes cuestion-
amientos humanos; certezas que termi-
nan siendo punto de partida para una
escalada infinita de preguntas que
nunca terminan de contestarse, ni de
contentarse tampoco. Me parece que, en
ese sentido, cuando uno empieza a
tomarse menos en serio la pretensión
de verdad de la filosofía, la liberamos de
ese peso y se convierte en un discurso
literario que nos provee, diría casi
estéticamente, una posibilidad más de
construcción de sentido de las tantas
que hacemos en nuestra existencia.
- Como estudiantes nos interesa
explorar el vínculo -a nuestro ver,
estrecho- entre la filosofía y la escrit-
ura ¿qué nos podés decir al respecto?
- La relación con la escritura claramente
está en todos los comentarios que hace
Derrida en De la gramatología sobre el
lugar que ocupa la escritura, no como
reproducción o representación de la voz,
que a su vez se supone que es la repre-
sentación de la conciencia. Derrida decon-
struye ese esquema cuasi platónico de
representaciones degradantes y entiende
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que, primero, son independientes las
esferas. Es evidente que cuando uno
escribe, “la mano, por decirlo así, no
está pendiente de lo que piensa “el
cerebro”, o por lo menos no se produce
esa distancia en la que uno cree que lo
que escribe surge de lo que previamente
piensa o de lo que previamente dice. Me
parece que ahí hay una autonomía de la
escritura. Cualquiera que escribe sabe
que se escribe con los dedos y no con la
cabeza, y esta metáfora de escribir con
los dedos, que supone obviamente una
actividad cerebral, supone también la
posibilidad de salirse del esquema
platónico, negativo en este caso -Platón
tiene muchas cosas copadas- , de
pensar que hay entonces accesos al
sentido superiores que otros.
Esto por un lado. Por otro lado, obvia-
mente hay un canon filosófico que tiene
que ver con la escritura y que determina
lo que es una escritura aceptada, o
académicamente correcta. Pero eso
tiene que ver más con las normas que
establece toda burocracia academicista.
En la medida en que, como estudiantes
de filosofía, participen de una estructura
formal, entonces cualquier escrito que
transgreda los condicionamientos que
pone la escritura académica filosófica
no va a ser recibida.
- ¿Qué recomendación darías a lxs
estudiantxs a la hora de escribir/publi-
car?
- Mi recomendación es la esquizofrenia.
Uno, como es parte de una estructura
formal, tiene que ajustarse a esa norma-
tiva cuando publica, pero al mismo
tiempo, uno puede escribir filosofía por
fuera de esa normativa, y con otros
propósitos que no sean el desarrollo de
las pautas propia de la academia filosó-
fica, pero eso depende de la intención
y su vocación. Cuando digo esquizofre-
nia, metafóricamente, lo que digo es que
uno puede, por un lado, publicar como
el canon filosófico exige, y, al mismo
tiempo, respetar ser fiel a la vocación
transgresora de la filosofía y encarar
otros proyectos de escritura. Yo creo que,
en ese sentido, realmente hay muchas
formas de hacer filosofía: la oral, la
dialógica, que es fascinante. Lo que se
provoca en un diálogo es impresionante.
Pero lo que se provoca también con la
escritura cuando se rompen justamente
esas normativas y se vuelve creativa, es
una escritura que empieza a enhebrar
lenguajes también por fuera de la disci-
plina, encontrándose con la literatura,
con la poesía. Me parece que ahí se
encuentran posibilidades de creación
filosófica todavía inéditas.
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