¿CÓMO ESTALLAR LOS ESTALLIDOS SOCIALES?

En esta increíble editorial te daremos 10 instrucciones para estallar tu propio estallido social mientras seguís las órdenes de #quedateencasa. ¡Quedate hasta el final y tomá nota!

¿Cuándo hay un estallido social? Cuando hay un descontento o síntoma que nuclea, que afecta y moviliza cuerpos, una composición de intensidades que operan y producen flujos otros. En gran parte, percibido como un escándalo1 social, diríamos que hasta moral por entrar en conflicto y tensión con otros flujos cotidianos. Un estallido social produce escozor en la epider - mis. Algunos se desvanecen y toda marca posible es borrada con cicatricure, otros son de esta - ción, y los hay crónicos. Pero en tanto que síntoma, enmascaran pliegues y condensaciones de complejas interconexiones. Hay algo ahí que, sin poder ser nombrado, aprehendido, está acon - teciendo y abre interrogantes. A veces, interpela a lo dado; o simplemente pasa en simultáneo. Solemos suponer que la piedra estorbará más, y nos cambiará para mejor si nos manifestamos en un lugar visible, un espacio público, lo importante es liberar toda la bronca; si levantamos la voz y si hay fuego o banderas con enunciados sobre el reclamo. Ahora bien: ¿Se puede quebrar lo establecido? ¿Qué es lo establecido? Tal vez una descripción de lo actual nos pueda orientar. A fines de 2019, nos atrevimos a abrir la temática para la presente editorial en vista a los contextos sociales más próximos: las manifestaciones en Chile, los gobiernos autoproclamados en Bolivia-Venezuela, y algunas movilizaciones acontecidas en Argentina, entre otros. Pocos meses después el panorama que nos acogió –o expulsó– a escribir había tomado dimensiones mundiales bajo el signo de un simple e intempestivo virus, el cual, quizás, merece ser nombrado por ser otro de los agentes en este momento de la sinfonía cacofónica que resuena en la mayo - ría de rincones humanizados del planeta. Pero no pretendemos agudizar más de lo que ya se ha dicho sobre el virus en estos últimos meses.

En el momento en el que esta editorial estaba germinando, nos llega el eco de revueltas, esta - llidos y saqueos en Norteamérica. La última vez en la que se vio algo semejante allí, fue en abril de 1968, luego del asesinato de Martin Luther King. A mediados de mayo de 2020, centenas de Estados impusieron toque de queda para evitar la propagación de las virulentas protestas en contra del racismo y su inmediata mediatización bajo el lema #blacklivesmatter. Algo implosio- nó en medio de un contexto en el que creíamos imposible la salida a la calle, algo que no dejaba respirar movilizó a miles de personas en todos los rincones del mundo: la rodilla del que enviste y pretende corporeizar la ley y el orden. Floyd fue asesinado por un policía blanco, con el agra - vante de que utilizó su propia rodilla como arma.

En simultáneo, en Argentina, se cuentan por decenas los asesinatos, violaciones y golpizas a indígenas y a otras minorías: el caso visible de L. Espinosa, las voces muteadas de las mujeres Qom, el caso de Nadal, símil al de G. Floyd, la desaparición de Facundo en manos de la fuerza Bonaerense, entre otros. Mas, estos son casos del hemisferio de abajo, no alcanzaron para tener su propio hashtag. La bronca parece no tener espacio cuando se trata de contemplar los hechos

1Del griego σκάνδαλο, hace alusión a una especie de cepo, lazo o trampa para cazar animales, derivado del griego skandálethron, mecanis- mo de desenganche o dispositivo de lanzamiento de un artefacto que sirve para cazar animales mediante un dispositivo que se cierra aprisionando al animal cuando este lo toca. Posteriormente, con la era cristiana, tomó connotaciones morales como piedra de tropiezo , adjetivándose a aquellxs que perturbaban la moral y buenas costumbres, siendo merecedorxs de represalias y corrección, o exclusión social.

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de violencia, segregación y racismo hacia las minorías propias. No todo se trata de un virus… En vista a estos acontecimientos, pareciera que hay algo que no podemos dejar de lado: el rol de las tecnologías, la virtualización, simulación en la dimensión política. Estamos atravesan- do un proceso de tecnificación digital a nivel global. Las representaciones y la comunicación se dan a través de la virtualización en redes sociales, punto de encuentro par excellence. Es un hito sin precedentes que continua en aumento, y tiene de fondo una economía tecnológica que probablemente se convertirá en la historia hegemónica para ser rumiada por roedores de anaqueles de bibliotecas. La educación se da por internet; la militancia política, la vigilancia policial, el arte y otros, también.

Occidente ha expandido sus categorías e instituciones. Personas de países que parecían no tener nada en común ahora consumen la misma comida enlatada mientras chatean por redes sociales. La historia oficial ha pasado por muchos relatos que le han dado sentido a nuestras vidas. Hoy se han convertido en instituciones zombies que enmascaran el vacío de sentido. La economía y el capital parecen permear la cotidianeidad, desde ser tu propia empresa vendiendo tus perceptos para que algunx chongx te consuma, hasta el envío de semillas modificadas a zonas rurales. La pandemia cerró las fronteras jurídicas, pero no las simbólicas (¿Se pueden dividir como tal? ¿Acaso no se producen la una a la otra?) La política, entendida como lo hace Schmitt, donde hay distinción entre amigo-enemigo, entre estados, no es aplicable en este nuevo contexto que podríamos llamar neo-globlalización. ¿Y si ponemos de un lado a la humani - dad y del otro al Coronavirus? ¿Y si les ubicamos en el mismo bando? ¿Cuál es la guerra que esta - mos jugando? El virus, la nueva excusa bélica…

La cercanía que promete internet reconfigura los límites entre lo público y lo privado como así también la distinción entre una experiencia estética de una epistémica. La idea de pueblo implo - sionó junto a los estallidos, pues las identidades lejos están de ser, sino que acontecen-pare - cen-simulan: hay mitos sobre la familia y la comida tradicional, nos juntamos a comer asado los domingos. ¡Y sin embargo no estamos allí! Estamos en nuestros celulares simulando una vida normal. Nos sacamos selfies con hashtags para encuadrar nuestra cotidianidad: #familia, #asado, #domingo. Actuamos como cyborgs, tenemos extensiones de cables y dispositivos tecnológicos, no podemos vivir sin energía eléctrica.

Entonces se nos antepone el evento estético: lo espectacular, lo morboso y el gore (como el que se expone en el video en el que se observa en primer plano el momento en el que Floyd es asesinado). Y las escenas espectaculares son innumerables. Apareció el #floydchallenge: “sacate fotos con tus amigus, unx tiene que depositar su rodilla en la nuca de lx otrx que debe estar tiradx en el piso. La policía en Tucumán ya se sumó al reto, ¿qué esperas?”. Hordas de disconfor - mes promocionaron lo contrario. Revelarse vende, sé diferente, cambia el orden, muestra tu evidencia, ponle un precio.

Escenario 2019: "Mira mamá, un recuerdo de mi primera revolución". Escenario 2020: "Dale, metete a la casa que inocentes pagan por injustos, tu revolución trajo un castigo de dios en forma de peste". Hacen una ley anticapuchas y después nos exigen usar barbijo si salimos a la

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calle, cual bozal para callar nuestro descontento o desacuerdo. No portarlo es otro escándalo social contra la nueva estética de la salubridad. ¿Ya tenés tu barbijo sublimado y personalizado para subir a instagram? Desde nuestros celulares es difícil distinguir una explosión -un estalli- do- en una peli de Avengers, y una foto con filtros de Instagram sobre el incendio de la comisaría en Minnesota. ¿Una marcha anti-todo en Buenos Aires, y en capitales de provincias en diferentes etapas de aislamiento? ¿Qué derechos reclaman?

Cuando el campo de la acción, el movimiento y la insurrección están bloqueados, desactiva- dos, cuando salir a la calle por razones que no sean esenciales es un acto criminalizable (o de desacato a la ley): ¿Qué justifica el abuso por parte del cuerpo policial? Cuando el espacio públi - co -espacio de la política por antonomasia-, es sitiado por la fuerza policial, cabe preguntarse: ¿Cuál es hoy el espacio de la política, es un espejo vacío? ¿Qué lugares ocupa? ¿Acaso se llena mediante el acceso a debates públicos a través de comentarios en redes sociales? ¿Se trata de debates interminables, casettes regrabados de las voces de grupos y formadores de opinión pública, con cientos de repetidores enojadxs con cámaras a su disposición y cuentas en YouTu - be; o bien, se limita a decisiones que convergen en la emergencia sanitaria de manera casi exclu- siva?

¿Qué impacto tiene un estallido social en el marketing internacional donde habitamos un bombardeo de publicidades? ¿El mundo se ha paralizado realmente por el Covid-19? Se ha acele - rado. El mundo sigue pasando, solo que al estar encerradxs, nos volcamos a la pantalla. El mundo nos pasa en el simulacro de la pantalla. Nos enteramos de casi todo a través de ellas. El Estado funciona como una empresa, la OMS opera como Estado. ¿Cuál es el sentido de proteger las vidas? ¿Qué vidas son cuidadas? ¿Será que están cuidando su mano de obra? ¿Una simulación de empatía para conservar el poder o ampliarlo? ¿El Covid puede ser una muletilla discursiva para reforzar la primacía de la seguridad de lo privado, siendo el hogar, la casa, el signo más vigente de tal invención? El Estado es un lugar vacío, es un participio de estar, lo que implica algo fijo y efímero, en simultáneo. Lo social se presenta como alternativa horizontal donde nos agrupamos con afinidades. Éstas también son atravesadas por el mercado: autoges - tión de comida vegana, produce tu propia ropa, DIY: parcha tu bici.

La crítica se convierte en un ítem ad hoc a lo establecido, la insurrección por un derecho no da vuelta la torta. ¿Hay un fundamento único y verdadero para lxs humanxs? ¿Debemos exigirlo desde el derecho dándole entidad al gobierno y lo político? ¿Quizás rezarle a algunx diosx laicx y estatista? ¿Tal vez pedir desde la educación? ¡Ah, nos olvidábamos que hace meses no existe tal cosa! Lxs docentes no están a la altura de la web, y lx pibx que le cargó unas monedas al celu para bajar el PDF no envió el paper porque se quedó sin datos en la descarga.

¿Hay zonas vulneradas desde donde se cimenta la sociedad actual? ¿No ha sido siempre así la democracia? Un derecho persiste como privilegio, la igualdad en la legalidad no implica su facticidad universal. Todxs es ningunx, o como consta, algunxs. Tal vez romantizar la pobreza, hacerla un percepto e introducirla en el nuevo campo de disputa estético sea el comienzo para darles voz, pero sin la inocente creencia de que lo establecido y lo que queda por establecer

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poseen un fundamento ad aeternum. Quizás la llamada burguesía (si es que es tan fácil seccio- nar a lxs humanxs en la neo-globalización) se apiade de ellxs; o, quizás, gente que está en sus mismas condiciones les dé una mano haciendo un depósito en sus cuentas de mercado pago. La estética de lo político es como un starter pack de los lugares comunes a los que tenés que recurrir para usar cierta máscara y ser reconocidx. ¿Ha pasado el tiempo de la emancipación? ¿De qué sirve entender la paradoja política? La lechuza de minerva emprende el vuelo a media- noche, se dijo durante siglos: ¿será que reflexionaremos a la luz del alumbrado público en algún domingo de un año que aún no ha llegado? Este vuelo fue entronizado como el único modo de hacer filosofía: volver la mirada sobrevolando lo pasado, como si fuese un fósil a analizar y clasi - ficar. Ahora, aventuradxs a filosofar entre los constantes estallidos en un tiempo no lineal, entre síntomas, sin pretensión de ser prescriptivxs; antes bien, producir flujos, experiencias de pensa - miento contingente que se configuran en el hacer. Y para ello no hay receta, no hay 10 instruccio - nes. Hasta aquí.

Comité editorial - Trazos

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