NOTAS PARA UN DEVENIR-MOSQUITO : FIEBRES, AGENCIAMIENTOS Y BIOPOLÍTICA

Josué Imanol López Barrios 1

Resumen: El presente artículo busca delinear las posibilidades de un deve- nir-mosquito, en el sentido de devenir-animal de Deleuze y Guattari. Para ello, serán revisadas algunas características del concepto de devenir-animal. Después se explorarán los posibles agenciamientos que establecen los mosquitos con su entorno. Posteriormente se investigarán las desterritorializaciones que estos insectos llevan a cabo y los esfuerzos por controlarlos biopolíticamente. Para finalmente proponer algunas ideas sobre cómo hacerse de un devenir-mosquito .

Palabras clave: MOSQUITOS—DEVENIR—AGENCIAMIENTO.

1Facultad deFilosofía. Universidad Autónomade Querétaro.

Contacto: imanollopezb@gmail.com

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Blood Fever

El insecto es el que mejor puede hacernos comprender esa verdad de que todos los devenires son moleculares (Deleuze y Guattari, 2004, 306).

Un OVNI aterriza violentamente en un parque nacional. De la puerta de la nave en ruinas cuelga inmóvil una mano alienígena. Un mosquito aedes aegypti emerge del agua. Busca a su siguiente víctima. Llega hasta el extraterrestre y chupa su sangre. Una mutación molecular está en camino. Así comienza el filme de horror de bajo presupuesto Mosquito de Gary Jones (1995), cuya trama gira en torno a la invasión de una horda de mosquitos gigantes que matan por exangui - nación a todo aquel que se cruce por su camino.

Uno de los títulos originales del filme fue Blood Fever [Fiebre sanguinaria ], haciendo alusión a las fiebres que producen sus picaduras, así como al frenesí que se apodera de las hembras mosquito en busca de sangre. Tal vez ningún otro artefacto cultural haya encapsulado mejor las ansiedades contemporáneas en torno al peligro que representan los mosquitos:

Están afuera ahora mismo observando, esperando el momento preciso para atacar. Cada año esos pequeños bastardos pescan la fiebre, una fiebre san - guinaria. No pueden evitarlo, la anhelan. Cada segundo de sus miserables y cortas vidas salen a cazar nuestra vital sangre. Algunas veces te pinchan mien - tras duermes. Después de llenarse la barriga se van volando sin siquiera decir gracias. Tienen queser detenidos, arrasados dela faz dela tierra (Jones, 1995) 2

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Y tal vez, sin quererlo, el filme también logra capturar en la pantalla los afectos monstruosos de un devenir-animal; en este caso un devenir-mosquito . Si bien podría parecer que los mosquitos no figuran de manera prominente en el bestiario de los devenires-animales de Deleuze y Guattari (2004), recordemos que la meseta número 10 de Mil Mesetas, sobre el devenir-animal, está fechada 1730 porque “Entre 1730 y 1735 sólo se oía hablar de vampiros” (243). ¿Y si los vampiros fueran artrópodos? Entre 1727 y 1741 sólo se oía el aletear de los mos - quitos:

En 1727 el vicealmirante británico Francis Hosier partió con un escuadrón naval a las playas de lo que hoy es Colombia y Panamá. Sus superiores le ordenaron bloquear las costas para prevenir el paso de una flota es - pañola cargada de plata sudamericana hasta España. Un brote de fiebre amarilla irrumpió en el navío de Hosier cuando partía de Portobelo, ma - tando a casi toda la tripulación. Pronto Hosier armó otra tripulación en Jamaica y regresó a su deber, cuando la fiebre amarilla mató a la segun - da tripulación y al vicealmirante. Cerca de 4,000 marinos murieron sin que se disparara una sola bala. Catorce años después el almirante Ed -

2 Todas las traducciones de textos en inglés o francés son propias.

ward Vernon trajo consigo un grupo de combate anfibio de cerca de 29,000 hombres a la costa de Colombia para sitiar el fuerte español de Carta - gena. Tras unos pocos meses 22,000 hombres habían muerto, casi todos por fiebre amarilla y probablemente también malaria (McNeill, 2010, 2).

Devenir-animal es llegar a ser un enjambre que propaga afectos impersona - les; formar una manada, un bando, una multiplicidad. Devenir-manada es per - der la identidad. Otro de los títulos provisionales del filme fue Night Swarm [En - jambre Nocturno]: el horror impersonal de lo múltiple. Los mosquitos parecen ser parte de los “animales más demoníacos, de manadas y afectos, y que crean multiplicidad, devenir, población, cuento” (Deleuze y Guattari, 2004, 247). Para explicar el papel de la total anomalía o de borde dentro de una multiplicidad, Deleuze y Guattari (2004) recurren a un enjambre de mosquitos como modelo:

En cualquier caso, habrá borde de manada, y posición anomal, cada vez que, en un espacio, un animal se encuentre en la línea,… posición periférica que hace que ya no podamos saber si el animal está todavía en la banda, ya está fuera de ella, o en su cambiante frontera. Pero unas veces cada animal alcanza esa línea u ocupa esa posición dinámica, como en una manada de mosquitos en la que “cada individuo del grupo se desplaza aleatoriamente hasta que vea a todos sus congéneres en un mismo semiespacio, momento en el que se apresura a modificar su movimiento a fin de entrar en el gru - po, quedando la estabilidad asegurada en catástrofe por una barrera” (251).

Con el fin de reproducirse, los mosquitos macho se enjambran alrededor de un marcador aleatorio a la espera de hembras a las que fecundar. Aún no sabe - mos exactamente cómo deciden el lugar para enjambrarse :

El proceso comienza al amanecer o atardecer, con montones o inclu - so cientos de machos formando un enjambre danzante en el área cer - ca de un marcador en la tierra— llamado marcador de enjambre… (Al - gunas especies de mosquito harán enjambre alrededor de un animal, o una persona caminando a su alcance). Aunque no se sabe cómo es - cogen un marcador, la altura de un objeto o el movimiento, el calor y el olor de un animal pueden tener que ver (Spielman y D’Antonio, 2001, 26).

Hacer enjambre, la danza infinita del mosquito: “un enjambre de mosquitos Culex puede llegar a ser tan denso que se confunde con humo” (Spielman y D’Antonio, 2001, 26). Devenir humo del enjambre; un fuego que devora todo a su paso. Mosquitos meteorológicos: “enjambres de mosquitos han sido fotografia - dos extendiéndose 1,000 pies en el aire, pareciendo una nube embudo de tor - nado” (Winegard, 2019, 9). Devenir tornado del enjambre. El zumbido se acerca y empieza la comezón. Una manada se propaga a través del contagio epidémico:

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La propagación por epidemia, por contagio, no tiene nada que ver con la filiación por herencia… El vampiro no filia, contagia. La diferencia es que el contagio, la epidemia, pone en juego términos completamente he - terogéneos: por ejemplo, un hombre, un animal y una bacteria, un virus, una molécula, un micro organismo (Deleuze y Guattari, 2004, 247-248).

¿Qué son los mosquitos sino pequeñísimas máquinas epidémicas? ¿Qué es una epidemia sino el modelo de propagación de los devenires-animale s? Picadura y contagio, fiebre y vómito negro. Devenir-animal en la transmisión molecular: contagiarse es agenciarse. Deleuze y Guattari (2004) entienden a los agenciamientos3 como alianzas que cruzan las barreras de los géneros, los rei - nos y las especies:

Así pues, nosotros sólo decimos que los animales son manadas, y que las manadas se forman, se desarrollan y se transforman por conta - gio. Esas multiplicidades de términos heterogéneos y de cofunciona - miento por contagio, entran en ciertos agenciamientos, y ahí es donde el hombre realiza sus devenires-animales (Deleuze y Guattari, 2004, 248).

¿Qué podemos decir de estos sombríos agenciamientos? ¿Con qué se pue - de agenciar un mosquito? ¿Cómo es que a través de estos agenciamientos po - demos realizar un devenir-mosquito ?

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¿Qué es lo que puede un mosquito?

Nada sabemos de un cuerpo mientras no sepamos lo que puede, es de - cir, cuáles son sus afectos, cómo pueden o no componerse con otros afec - tos, con los afectos de otro cuerpo, ya sea para destruirlo o ser destruido por él, ya sea para intercambiar con él acciones y pasiones, ya sea para

componer con él un cuerpo más potente (Deleuze y Guattari, 2004, 261).

Para saber lo que puede un mosquito es necesario investigar sus posibili - dades de afectación o, en otras palabras, su capacidad para formar relaciones o agenciamientos. Siguiendo a Spinoza, Deleuze (1999) sugiere que “lo que pue - de un cuerpo es la naturaleza y los límites de su poder de ser afectado” (209). Asimismo, Deleuze y Guattari recuperan el trabajo del barón Jakob von Uexküll en torno al Umwelt4 animal y llaman al estudio de los afectos posibles una eto - logía (Deleuze y Guattari, 2004, 261; Deleuze, 1980). Uexküll (2001) reconoce que, si bien el ser humano y los mosquitos comparten un espacio vital, nuestros Umwelten nunca llegan a tocarse:

3 Hemos decidido utilizar el neologismo agenciamiento para traducir agencement siguiendo las pautas de interpretación propuestas por Hereida (2012). Un agenciamiento puede entenderse como el ensamblaje de “componentes heterogéneos, también de orden bioló - gico, social, maquínico, gnoseológico” (Guattari y Rolnik, 2006, 365).

4 Umwelt, o mundo circundante. Puede entenderse como el conjunto de elementos significantes dentro del entorno de cierto animal.

Entre los animales, con horizontes reducidos de Umwelt, los cuerpos celes - tes son esencialmente distintos. Cuando los mosquitos bailan en el atarde - cer, no ven nuestro gran sol humano, poniéndose a seis kilómetros de dis - tancia, sino pequeños soles de mosquito, que se ocultan a medio metro de distancia. La luna y las estrellas están ausentes del cielo del mosquito (108).

¿Con qué afectos puede acoplarse el mosquito? ¿Qué clase de armonía se establece entre nuestros Umwelten? La relación del mosquito con su entorno es establecida a través del proceso de transducción, es decir, la conversión de cier - tas moléculas químicas en impulsos eléctricos (Shaw, Jones y Butterworth, 2013, 263). A través de pequeños órganos olfativos llamados sensilla, localizados en las antenas, la probóscide y los palpos maxilares, los mosquitos pueden percibir potenciales señales químicas llamadas kairomonas5 (Shaw et. al., 2013, 264). Las moléculas más importantes para la detención de posibles huéspedes son el CO2 ,

L-ácido láctico y el octenol; todas sustancias emitidas por los seres humanos y otros mamíferos (Constantini, 1996, 124).

Un mosquito es una máquina que introduce y recorta flujos (Deleuze y Guat - tari, 1985, 15); ya sean éstos salivares, sanguíneos, víricos, o moleculares. Cuando llega a conectarse con otras máquinas, es capaz de establecer flujos entre estos cuerpos, humanos y no humanos, y producir agenciamientos. En el momento en el que un mosquito pica se produce un agenciamiento entre un mosquito y un ser humano, pero también entre los microrganismos que ambos guardan y el medio ambiente en el que se desarrollan. Este agenciamiento puede desterri - torializarse y devenir en una infección o propagarse hasta la escala epidémica o pandémica; o puede no llegar a ser más que una pequeña comezón.

Si la salud ha de entenderse como la capacidad de un cuerpo para aumen - tar su potencia de afectación (Buchanan, 1979, 11), ¿son posibles los agencia - mientos saludables con los mosquitos? En el encuentro con esos cuerpos dimi - nutos, ¿les destruimos o somos destruidos por ellos? ¿Intercambiamos acciones y pasiones? ¿Somos acaso capaces de componer con un mosquito un cuerpo más potente?

A primera vista, parecería que el encuentro con un mosquito no puede más que producirnos afectos tristes y disminuir nuestra potencia. Entre los síntomas característicos de la malaria, por ejemplo, podemos encontrar “fiebres intermi - tentes, dolores de cabeza, escalofríos, sudores que parecen no acabar nunca, una sensación de frío inaguantable, el chasquido de los dientes y, en ocasio - nes, daño cerebral” (Cueto, 2016, 10). Además, el protozoario Pasmodium puede permanecer en el cuerpo de manera latente y reaparecer años tras la infección, debilitando a su huésped por largo tiempo. La malaria, un afecto triste… ¿o no?

5 Una kairomona es una sustancia química emitida por un cuerpo y detectada por un organismo de otra especie.

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Sin embrago, no todo agenciamiento febril tiene que disminuir las poten - cias de afectación, así como no todos los tratamientos biomédicos necesaria - mente las aumentan (Fox, 2011, 366). Tanto la malaria como la fiebre amarilla pueden llegar a ser afectaciones alegres y aumentar las potencias de un cuerpo.

Infectarse de fiebre amarilla y sobrevivir otorga inmunidad permanente. Pa - decer la enfermedad a una edad temprana reduce la severidad sintomática y aumenta las posibilidades de sobrevivir en un área endémica del virus, en com - paración con quienes jamás han sido infectados (McNeill, 2010, 35). El general estadounidense William C. Gorgas se convirtió en la figura más importante en la erradicación de la fiebre amarilla a principios del s. XX gracias a que ya había sido anteriormente infectado con el virus y sobrevivió con inmunidad, lo que le permitió coordinar los esfuerzos de control vectorial en Cuba y Panamá.

La malaria, también puede propiciar este tipo de afectos alegres. En 1927 el nobel de medicina fue para Julius Wagner-Jaurreg, por descubrir que la inocula - ción con la variedad malárica P. vivax era uno de los tratamientos más efectivos para combatir los efectos neurológicos de la sífilis (Austin, 1992, 516).

En realidad, seres humanos y mosquitos (así como los parásitos y virus que ambos alojan) coevolucionaron por lo menos desde hace ocho mil años. Por ejemplo, las poblaciones africanas expuestas de manera regular al parásito Plasodium desarrollaron diversos mecanismos de resistencia a la malaria como la deformación de los glóbulos rojos o la reducción de su número, que dificulta el ciclo reproductivo del parásito dentro del cuerpo humano (Packard, 2007, 28). Por otro lado, la implementación de medidas de control de mosquitos vec - tores puede tener efectos contrarios a los esperados. Las campañas de erra - dicación, si no logran la eliminación completa, pueden ser contraproducentes: “las tasas altas de malaria pueden empeorarse por el control vectorial si no se consigue la erradicación virtual, al retrasar el desarrollo de inmunidad en los bebés a una edad en donde son más propensos a sufrir malaria cerebral” (Cur - tis, 1996, 6).

Tras las campañas de erradicación de la malaria, financiadas por EE.UU. y la OMS a mediados del siglo XX, “casi en todos los lugares donde no se consiguió la erradicación, la malaria rebrotó durante los 70’s y 80’s” (Packard, 2007, 175). La sobreutilización del DDT en estos programas, en lugar de conseguir la erradica - ción, produjo supermosquitos resistentes a los insecticidas (Packard, 2007, 163; Orsenna, 2017, 235).

La picazón continúa. El cuerpo se llena de salpullido. No sabemos aun lo que puede un mosquito.

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Vector de desterritorialización

“¡Viva, sí, viva la entomología! Para empezar, porque ella sabe que las fronteras de lo viviente son porosas” (Orsenna, 2017, 69).

Poca atención se ha prestado al papel que jugó el control poblaciones de mosquitos vectores en el surgimiento de lo que Foucault (2007) llamó “la era de un ‘bio-poder’” (169). No olvidemos que la empresa biopolítica de la salud mundial, hoy tan relevante en el contexto pandémico, nació a finales del siglo XIX gracias al control norteamericano sobre Cuba, Panamá y Filipinas, y la erra - dicación de los mosquitos transmisores de fiebre amarilla en estos territorios (Packard, 2016, 15).

El control de enfermedades transmitidas por mosquitos en los territorios coloniales y excoloniales de América, África y Asia, puede ser leído como un es - fuerzo de gobierno biopolítico sobre los agenciamientos posibles entre diversos organismos humanos y no humanos. Para esto resulta útil retomar el concepto de gobierno de especies propuesto por Neel Ahuja (2016), que refiere a:

cómo las relaciones interespecie así como las esperanzas y miedos pú - blicos que éstas generan, configuran la forma de vida y los lineamientos afectivos de las sociedades coloniales…. Tomar en cuenta el gobierno de especies es comprender al imperio como un proyecto de manejo de rela - ciones afectivas… que cruzan las divisiones de la vida la muerte, lo humano lo animal, el medio y los cuerpos y el sistema inmune y ambiental (X-XI).

Así pues, es posible leer estos esfuerzos como aparatos de captura de los afectos de un devenir-mosquito. No hay que entender afecto sólo como sen - timiento o pasión, sino como la capacidad de afectar y ser afectado por otros cuerpos dentro de un agenciamiento. Lo que está en juego aquí es el gobierno sobre los flujos que cruzan las fronteras de especie y los afectos que estos pro - ducen. Por ejemplo, no es accidental que la campaña mundial de erradicación de la malaria a mediados del siglo XX haya sido justificada no sólo como una empresa de salud, sino como una guerra económica contra la improductividad campesina provocada por las fiebres constantes (Cueto, 2016, 165). Había que luchar contra los afectos no productivos o, mejor dicho, los afectos productivos no capturables.

Entre las técnicas usadas para el control y erradicación de poblaciones de mosquitos vectores se encuentra el rociado de insecticidas químicos, la vigilan - cia y destrucción de sitios de oviposición, la instauración de campañas masivas de biomedicalización de poblaciones rurales, e incluso el desarrollo de mos - quitos transgénicos estériles o incapaces de funcionar como vectores (Shaw, et. al. 2010; Orsenna, 2017; Packard, 2007). Y, sin embargo, estos esfuerzos no han

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logrado una captura total, ya que la capacidad de los mosquitos para agenciarse escapa a los intentos de control biopolítico:

En el encuentro entre insecto y humano, el Umwelt del mosquito ex - cede por mucho nuestras cartografías de control. Y hasta ahora, nin - guna cantidad de químicos rociados, control ambiental, o modifica - ción genética han podido borrar al mosquito de la faz de la tierra. Es dentro de esta relación de abismo y exceso, entre la perspectiva huma - na y la de los mosquitos, que nace el monstruo (Shaw, et. al, 2013, 263).

El mosquito es un vector. Vector, del latín vector, vectoris, significa en el sentido más general “agente que transporta algo de un lugar a otro” (RAE, s.f.). Si Deleuze y Guattari hubieran estudiado con más atención la vida de los mosqui - tos, habrían coincidido en entenderlos como un vector, pero no sólo epidémico, sino de desterritorialización:

[U]n vector de desterritorialización no es en modo alguno indeterminado, sino queactúa directamente sobre los niveles moleculares, y tanto másdiscretamen - te en contacto, cuanto más desterritorializado: la desterritorialización “mantie - ne” unidas las componentes moleculares (Deleuze y Guattari, 2004, 293-294).

Aunque enfermedades como la malaria o la fiebre amarilla tuvieron su ori - gen histórico en África subsahariana (Packard, 2007, 19), hoy en los mosquitos y sus patógenos ocupan todos los continentes. Los mosquitos son máquinas de desterritorialización. Son un constante devenir. No podemos sino maravillarnos por la capacidad que tienen para agenciarse, para producir nuevos agenciamien - tos y devenires. Un mosquito asiático deviene tigre cuando muerde con agresivi - dad o por sus vetas. Una desterritorialización está en marcha. Estos mosquitos tigre (aedes albopictus) son capaces de poner sus huevecillos y agenciarse con casi cualquier objeto que guarde algunos mililitros de agua. Un reporte desclasi - ficado de la Armada Estadounidense en 1967 especifica todos los lugares donde se han encontrado larvas de mosquito tigre:

Dentrodeagujeros enárboles, rocas y piedras, aelevacionesdemásde2,000 pies, enbambúypedazosdebambú,estípulas,cáscarasdecoco,hojasdepalma caídas, hojas deotras plantas, escusados, enlápidas, enlos pilares degranito delas imá - genes debuda, dentro deplantas carnívoras, y envarios contenedores artificiales como cubetas, barriles, latas, botellas, desagües, floreros, ollas, tejas, recipien - tes de madera, trampas para hormigas, baterías de cocina, neumáticos sin usar, pisos de concreto inundados en refugios antiaéreos y cisternas. (Watson, 1967, 5)

Por su capacidad de transmitir chikunguña, encefalomielitis equina vene - zolana, dengue, encefalitis japonesa, encefalitis de St. Louis, Virus del Nilo Occi - dental, fiebre amarilla y porque las hembras “son marcadamente antropofílicas,

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persistentes y tenaces en sus ataques” (Watson, 1967, 6), los mosquitos tigre fueron un enemigo tan peligroso para el ejército norteamericano como los sol - dados comunistas del Viet Cong.

Como tal vez es posible deducir por los bambúes, los cocos, y las figurillas de buda, hasta antes de 1970 estos mosquitos vivían sólo en el sudeste asiá - tico. Pero pronto comenzaron otra desterritorialización. Un neumático deviene incubadora para mosquito cuando guarda un poco de agua entre sus pliegues. En 1983, un mosquito tigre se agencia con un viejo neumático en algún lugar de Japón o Taiwán. Deja sus huevos bajo la protección del caucho quebradizo. Algu - nas semanas después, ese mismo neumático cruza el océano pacífico y termina en alguna vulcanizadora de Texas (Spielman y D’Antonio, 2001, 32). A partir de ahí, hordas de mosquitos tigres avanzan hacia el sur, hasta llegar a Brasil. Una nueva epidemia está en camino (Orsenna, 2017, 176).

En 1647 un mosquito aedes aegypti aborda un barco esclavista holandés partiendo de África Occidental hacia Barbados (Winegard, 2019, 170). El virus de la fiebre amarilla cruzó el océano en un barco holandés. En 1641 se contaba la leyenda de un barco fantasma que recorría los siete mares (Makarova, 2016, 118). ¿Y si el Holandés Errante ha podido servir como figura del “exiliado, viajero, des - territorializado” (Deleuze y Guattari, 2004, 344) porque entre sus tripulantes, se coló un polizón invertebrado? ¿Fue acaso una picadura mortal la que lo condenó a seguir navegando por siempre?

Un terrible escalofrío recorre la carne. Fiebres que suben y bajan hasta he - lar los huesos. El vómito negro anuncia que lo peor está por venir. El mosquito, pequeña máquina de desterritorialización.

¿Cómo hacerse un devenir-mosquito?

Aún resta la pregunta concreta: ¿cómo luciría un devenir-mosquito del ser humano? Si bien, es cierto que el concepto de devenir-animal, en tanto que pura virtualidad, puede resultar bastante abstracto (Shukin, 2009, 31), Deleuze y Guattari ofrecen algunas pistas para vislumbrar su aplicabilidad concreta. No se trata, en todo caso, de imitar a un animal:

No imitar al perro, sino componer su organismo con otra cosa, de tal forma que del conjunto así compuesto se hagan salir partículas que se - rán caninas en función de la relación de movimiento y de reposo, o del entorno molecular en el que entran (Deleuze y Guattari, 2004, 276).

Tal vez un devenir-mosquito así comprendido puede ocurrir dentro los pro - pios mecanismos de control vectorial. El general Gorgas decía que “para poder luchar contra la malaria tenías que aprender a pensar como un mosquito” (Glad - well, 2001, 44). Para encontrar el lugar óptimo para la colocación de las trampas

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de CO2 utilizadas en el monitoreo poblacional de mosquitos, es necesario ser capaz de “pensar tal como un mosquito transduce” (Shaw, et. al., 2010, 324); es

decir, agenciarse con las mismas partículas moleculares.

Pero, ¿no podremos pensar un devenir-mosquito fuera de los esfuerzos biopolíticos de control? ¿Seremos capaces de imaginar un devenir-mosquito que no esté enfocado en la recaptura de estos afectos? ¿Cómo hacerse de una ética o una etología para con el mosquito? En Nicaragua, el trabajo de control vectorial ha impulsado otros devenires. Como estrategia de vinculación con la población local, las trabajadoras de campo encargadas del rocío con insecticida, han encontrado una fértil metáfora. Los mosquitos son madres solteras (ya que son fecundadas por los mosquitos macho y después tienen que arreglárselas por sí solas), como gran parte de las trabajadoras en las campañas de erradica - ción y las mujeres que les abren la puerta de sus casas.

Lametáforadela madresoltera fue unaformadearticular la enmarañadapre - sencia de mujeres, mosquitos, virus y cosas… Al llegar a ser juntas, ni los mos - quitos ni las madres solteras simplemente aceptarían ser el objeto de control de las intervenciones de salud. La broma reconoce tanto una similitud como unadiferenciaentremujeresymosquitos.Noeransólocausalmente parecidas; sino que formaban parte de un ambiente completo y vivo. (Nading, 2012, 588)

Así pues, un devenir-mosquito del ser humano debe de buscarse en la ca - pacidad de los mosquitos por desterritorializarse y provocar nuevos devenires, es decir, de escapar del control biopolítico al que son sometidos. No se trata de imitar a un mosquito, ni siquiera infectarse de alguna enfermedad que éstos transmitan, sino de hacer cuerpo con el mosquito o, en otras palabras, compo - ner el cuerpo propio de tal manera que sus potencias de afectación se tornen monstruosas, vampíricas, mosquitas.

Las fiebres terminan por transformar el cuerpo hasta tornarlo irreconocible: “Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontro - se en su cama convertido en un monstruoso insecto” (Kafka, 2015, 3). Una línea de fuga, una línea de vuelo. Se oye el aleteo de un enjambre.

Nietzsche se equivocó cuando pensó que el ser humano en el cosmos era tan insignificante como un mosquito que “navega por el aire poseído por ese mismo pathos [de grandeza], y se siente el centro volante de este mundo” (Niet - zsche, 1996, 17). Al humano, demasiado humano, le hace falta contagiarse con un mosquito. El destino de lo posthumano está en un devenir-mosquito .

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