TRAZOS AÑO II - VOL II DICIEMBRE 2018 ISSN 2591-3050

TRAZA PRIMERA EN TORNO A LAS NOCIONES DE

EN LA OBRA MARXIANA

Alfredo Carrera Arenas

Resumen: El presente trabajo no tiene como objetivo difundir contenidos de verdad rastreados en la obra marxiana, sino que se aboca a escudriñar en las nociones de verdad e ideología presentes en la desperdigada y, hasta cierto punto, caótica producción marxiana. La primera parte alude a los significados de verdad. La segunda y tercera, siguiendo parcialmente los planteamientos de Néstor Kohan, menciona algunas vías de abordaje de la verdad propuestas por autores relevantes y explicita las nociones de verdad presentes en la obra marxiana, respectivamente. La cuarta parte expone las concepciones de ideología recogidas por la tradición marxista y, en este punto, admito que no he llegado a una conclusión, pero tiendo a creer que si apreciamos globalmente la obra marxiana, la ideología, en rigor, es falsa conciencia, ocultamiento de las contradicciones sociales derivadas del capitalismo, y tiene su contraparte en la conciencia de clase, en el des-ocultamiento de las contradicciones.

Palabras clave: MARX– VERDAD - CONCIENCIA INVERTIDA - IDEOLOGÍA

Facultad de Humanidades, Universidad de Valparaíso.

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alfredo7777777@gmail.com

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El presente trabajo no tiene como objetivo difundir contenidos de verdad expuestos en la obra marxiana. Veamos, a modo de ejemplo, las siguientes aseveraciones:

a) En el modo capitalista de producción existe una tendencia a la

concentración de la riqueza.

a) El Producto Interno Bruto (PIB) es una ficción económica.

b) La conciencia de clase no es la suma de las conciencias individuales ni la conciencia promedio de una clase.

A esto, justamente, no se aboca esta reflexión, pues el propósito no es escarbar en los contenidos de verdad. En esta exposición sí se intentará escudriñar en las nociones de verdad e ideología presentes en la desperdigada obra marxiana, para lo que deberemos desbrozar el camino y releer a Marx.

El texto tiene una estructura cuatripartita. En primer lugar, a modo introductorio, escudriñaremos brevemente, pero con actitud filosófica, en el vocablo verdad. En segundo lugar, examinaremos distintas vías de abordaje de dicho concepto. En tercer lugar, nos aproximaremos a la noción de verdad utilizada preferentemente por el padre del materialismo histórico. Finalmente, contrastaremos las disímiles concepciones de ideología que han convivido dificultosamente dentro de la tradición marxista, una tarea necesaria si entendemos a la ideología, en principio, como una forma objetable de ignorancia, una falsa opinión, un punto de vista inconsistente o una falsa conciencia.

Hurgando en la verdad

Si nuestro afán es comprender, depurar y articular una tesis gnoseológica, es menester dar cuenta de la naturaleza de la verdad. Para empezar nuestra disquisición, debemos distinguir entre verdad y veracidad. ¿Qué es la verdad? ¿Qué es la veracidad? Usualmente se dice que la primera es la realidad de la cosa, o la correspondencia de la cosa con el espíritu o intelecto, o la cualidad de una proposición que concuerda con la realidad; la segunda, en cambio, sería la correspondencia de lo enunciado con quien enuncia. Lo opuesto a la verdad es el error; la contraparte de la veracidad es el engaño. Dejemos de lado, entonces, la veracidad, que podría ser tema exclusivo de otro trabajo, para enfocarnos en la verdad.

El vocablo verdad se utiliza en dos sentidos que no siempre se logran

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diferenciar con suficiente claridad: es una proposición (por tanto, puede ser verdadera o falsa) y es una realidad (por tanto, puede ser verdadera o aparente). En los presocráticos, al inquirir por el arjé, prevaleció el segundo sentido, la verdad como realidad expresada en el binomio verdad/apariencia, porque lo verdadero era real y lo real era permanente. La verdad, entonces, es el descubrimiento de la esencia. Así, Heráclito, el filósofo del devenir, afirma que todo fluye y que el origen de este eterno movimiento radica en la lucha de los contrarios, simbolizada por el fuego eterno, principio elemental de la naturaleza. La idea de los contrarios, que es interpretada por Heráclito como una ley oculta de la naturaleza, consiste en que todas las cosas viven en pugna o en oposición. Logos es una ley universal que regula todo el movimiento y permite la armonía y la unificación de los elementos opuestos.

El sentido del vocablo evoluciona hacia la consideración de las propiedades de los enunciados. Aristóteles sostiene que decir de lo que es que no es, o de lo que no es que es, es lo falso, y decir de lo que es que es, y de lo que no es que no es, es lo verdadero (Aristóteles, 1994, 198). No podemos olvidar las aportaciones escolásticas, modernas y contemporáneas, unas más complejas que otras.

Ya estamos en condiciones de examinar las vías de abordaje. Nos basaremos en una clasificación propuesta por Néstor Kohan pero que he modificado en varios aspectos.

Vías de abordaje

La primera vía de abordaje, expresada por Aristóteles, apunta a la concepción semántica de la verdad, que contiene al enunciado y a la cosa, por lo que se denomina verdad por correspondencia. En una revisión de la vía clásica, Alfred Tarski sostiene que los objetos satisfacen funciones proposicionales. Las definiciones de verdad tienen que ser dadas en un metalenguaje.

La segunda vía, expresada por Hegel, incumbe a la lógica dialéctica y puede denominarse verdad como relación. Los significados de los términos se definen por sus enlaces con otros términos. La verdad es entendida como la relación misma.

La tercera vía, que remite al mismo autor, puede denominarse verdad como totalidad. Hay unidad de sujeto y objeto, síntesis de lo formal y lo concreto, máxima realización, unidad absoluta entre engendrador y engendrado.

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La cuarta vía es la verdad por consistencia, que incumbe a la lógica matemá- tica y se enfoca en la coherencia de los sistemas axiomáticos.

La quinta vía remite a Wittgenstein y se puede denominar verdad como juego lingüístico. Esto quiere decir que la verdad estaría definida por las reglas del lenguaje; ergo, no hay verdades, o bien hay muchas.

La sexta vía deriva de la anterior y sostiene que la verdad reside en la utili- dad, en el rendimiento.

La séptima, y última, vía recibe influjos de Nietzsche, Wittgenstein y Heide - gger, y remite al posmodernismo y puede denominarse verdad negada. Se puede resumir en la famosa sentencia de origen nietzscheano: “(…) no hay hechos sino solo interpretaciones” (Vattimo, 1995, 38). Es una renuncia a toda pretensión genuina de verdad. Ésta es pensada como un ejército de metáforas, metonimias y antropomorfismos (Nietzsche, 1996, 25).

Así, pasamos de una verdad fuerte (Aristóteles) a una verdad débil, diluida, o definitivamente negada (posmodernismo).

Nociones de verdad utilizadas por Marx

Este apartado es una reflexión en torno a las nociones marxianas de la verdad planteadas en Nuestro Marx por Néstor Kohan. Los fragmentos extraídos de los textos Tesis sobre Feuerbach, La ideología alemana y Contribución a la crítica de la economía política forman parte de las obras escogidas publicadas por Editorial Progreso de Moscú. Los fragmentos de El capital y Elementos funda- mentales para la crítica de la economía política corresponden a la versión de Editorial Siglo XXI.

Luego de una lectura más o menos superficial de parte de la obra marxiana parece evidente que se recurre a la verdad por correspondencia. En El capital , por ejemplo, el discurso de los economistas burgueses choca con un hecho indesmentible: la explotación del obrero, ausente en la teoría económica. Por eso dicha teoría es ideológica en su dimensión de falsa conciencia. Más ade- lante ahondaremos en el problema de la ideología. Pero no es la única noción de verdad presente en la obra marxiana. Si solamente se recurriera a la verdad por correspondencia, entonces Marx debería rotularse como un realista inge- nuo, al modo de Lenin en Materialismo y empiriocriticismo. En este punto, en mi opinión, Kohan no recalca con suficiente fuerza que Marx es un crítico de esta noción cuando se vuelve exclusiva y excluyente. De todos modos, mi

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reparo es de índole formal. En un fragmento de la primera nota de las Tesis sobre Feuerbach se afirma:

El defecto fundamental de todo el materialismo anterior —incluido el de Feuerbach— es que solo concibe las cosas, la realidad, la sensoriedad, bajo la forma de objeto o de contemplación, pero no como actividad sensorial humana, no como práctica, no de un modo subjetivo. De aquí que el lado activo fuese desarrollado por el idealismo, por oposición al materialismo, pero solo de un modo abstracto, ya que el idealismo, naturalmente, no conoce la actividad real, sensorial, como tal. Feuerbach quiere objetos sensoriales, realmente distintos de los objetos conceptuales; pero tampoco él concibe la propia actividad humana como una actividad objetiva (...) (Marx, 1980, 2).

La verdad, por tanto, no es preexistente al sujeto. Profundicemos en el nivel de lectura.

No tan obvia es la manifestación de una verdad como relación. En una nota del capítulo XXV de El capital, se señala:

Un negro es un negro, solo bajo determinadas condiciones se convierte en esclavo. Una máquina de hilar algodón es una máquina de hilar algodón. Solo bajo determinadas condiciones se convierte en capital (...). El capital es una relación social de producción. Es una relación histórica de producción (Marx, 1988, 957).

En las Tesis sobre Feuerbach ubicamos este otro fragmento (parte de la segunda tesis):

El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica, es un problema puramente escolástico (Marx, 1980, 2).

La verdad, entonces, se inserta en relaciones prácticas. Si no se considera la praxis, aparece la fosilización del pensamiento.

Quizás más difícil es el descubrimiento inmediato de una tercera noción, la

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verdad como totalidad. En El capital, tomo I, capítulo XXIV, titulado La llamada acumulación originaria (en mi opinión, un apartado clave para intentar asimilar el pensamiento marxiano) se explica que el capitalismo permite comprender los modos de producción anteriores. Una síntesis metafórica de lo anterior se encuentra en la introducción a Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, texto más conocido como Grundrisse, cuando se señala que “la anatomía del hombre es una clave para la anatomía del mono” (Marx, 2007, 26) (Fragmento que, creo, Kohan cita erróneamente como parte del prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política). Esta noción es difícil de des- cubrir justamente porque impregna todo El capital, adquiriendo sentido en el mismo método de exposición.

A partir de la lectura de las obras más importantes de Marx, y coincidiendo parcialmente con Kohan (pues éste, a pesar de detectar acertadamente las nociones de verdad utilizadas por Marx, no recalca con suficiente fuerza que el treviriano es un crítico de la noción de verdad por correspondencia cuando deviene en convicción exclusiva y excluyente, tal como se aprecia en un frag- mento de la primera nota de las Tesis sobre Feuerbach), estamos en condicio- nes de afirmar que el padre del materialismo histórico utiliza principalmente una verdad como relación, ya que remite a la dimensión praxiológica, sin per- juicio del uso frecuente de la verdad por correspondencia (incorporando la crítica de Marx) y de la verdad como totalidad. Se trata de una verdad histórica y objetiva que se despliega a medida que el hombre construye intersubjetiva- mente el mundo social. La asunción de una gnoseología marxista conlleva con- secuencias metodológicas importantes.

Concepciones de ‘ideología’ que han polemizado en la tradición marxista

Marx no era infalible. Comprometerse con una visión científica del marxismo supone examinarlo críticamente. El uso ambiguo de ciertos conceptos por parte del filósofo de la praxis ha llevado a desavenencias y malentendidos (por ejemplo, podemos constatar la confusión althusseriana respecto a la ideología). En Los conceptos elementales del materialismo histórico, basán- dose siempre en Louis Althusser, se señala: “Las ideologías contienen ele- mentos de conocimiento de la realidad, pero éstos se encuentran siempre integrados por un sistema global de representaciones que, por principio, es un sistema deformado y falseado de la realidad” (Harnecker, 1984, 80). La sorpresa es

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mayúscula porque más adelante se afirma:

(...) aun en las sociedades sin clases, seguirá existiendo la ideología. Las formas particulares de la ideología pueden variar mucho, desde los mitos de las sociedades primitivas hasta las distintas formas de ideología de la sociedad moderna (ideología moral, religiosa, estética, jurídica, política, etc.), pero en toda sociedad, existan o no clases, la ideología subsiste como un conocimiento necesariamente deformado y falseado. Este efecto de deformación puede ser más o menos grande, y subsiste inevitablemente mientras exista su causa: la naturaleza estructural, opaca, de la sociedad que produce la ideología como uno de sus efectos orgánicos (Harnecker, 1984, 82).

¿Qué significa esto? En esa nueva sociedad no desaparecería la explotación del hombre por el hombre. ¿Qué sentido tiene, entonces, el proyecto marxista? Es una gran contradicción. Hay que reconocer, eso sí, que Althusser es consecuente con su estructuralismo: disuelve ontológicamente al sujeto para reemplazarlo por la estructura.

¿Qué dice Marx respecto a la ideología? Fijémonos en las fechas. En La ideología alemana, que data de 1846, se señala:

Y si en toda la ideología, los hombres y sus relaciones aparecen invertidos como en la cámara oscura, este fenómeno proviene igualmente de su proceso histórico de vida, como la inversión de los objetos al proyectarse sobre la retina proviene de su proceso de vida directamente físico (Marx y Engels, 1980, 9).

La ideología aparece, pues, como opacidad, falsa conciencia. Veintisiete años después, en el postfacio a la segunda edición de El capital, tomo I, que data de 1873, puede rastrearse el mismo significado. Sin embargo, en el prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política, que data de 1859, se sostiene:

Cuando se estudian esas revoluciones, hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra, las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo (Marx, 1980, 270).

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Estos párrafos plantean un problema muy serio y que sobrepasa una disputa puramente semántica, pues apunta a un concepto nuclear en el marxismo. Al parecer, Marx en este último caso le asigna otro significado al vocablo ideología . ¿Cuál prevalece? ¿Falsa conciencia o concepción del mundo? En este punto difiero completamente de Kohan, que utiliza ambos sentidos, sin jerarquizar. ¿Se equivocó el artífice del primer Estado proletario al afirmar: “(…) el problema se plantea solamente así: ideología burguesa o ideología socialista”? (Lenin, 2010, 63) Admito que no he llegado a una conclusión madura, pero tiendo a creer que si apreciamos globalmente la obra marxiana, la ideología, en rigor, es falsa conciencia, conciencia invertida, ocultamiento de las contradicciones sociales derivadas del capitalismo, y tiene su contraparte en la conciencia de clase, en el des-ocultamiento de las contradicciones, por lo que en este punto específico estoy en desacuerdo con las concepciones de ‘ideología’ planteadas por Lenin (en quien conviven aciertos políticos y desaciertos filosóficos), Althusser, Harnecker, Kohan y muchos otros autores. El caso de Kohan en Nues- tro Marx es curioso, porque si bien es capaz de detectar acertadamente las nociones marxianas de la verdad (con el reparo formal que expuse en la sec - ción anterior), al mismo tiempo no aquilata en toda su magnitud el corpus teó - rico de la alienación y la ideología, subordinándolo a la teoría del fetichismo (en este caso, mi discrepancia con el autor trasandino es radical).

La tradición marxista ha incorporado ambos sentidos (concepción del mundo y falsa conciencia); es un hecho, pero considero que es menester rescatar el esfuerzo teórico marxiano y reconocer el significado genuino de la ideología, que es predominantemente crítico: la realidad subterránea, que corresponde al plano de la producción, está torcida, invertida; la realidad superficial, que corresponde al plano de la circulación, en consecuencia, también está torcida, invertida, presentándose como una apariencia invertida, que a su vez es oculta - da por la ideología.

A modo de reflexión final. Es indesmentible que el devenir del marxismo se ha caracterizado por ciclos de auges y crisis (de la Garza, 2012, 236). ¿Por qué retornar a ese surtidor de pensamiento y acción? La respuesta, justamente, radica en la pregunta. El marxismo tiene vocación científica y provee un método de construcción de teoría, otro hecho reconocido por el autor recién aludido. No se trata de una razón especulativa que discurre acerca del éter. El marxismo es, sobre todo, despliegue de una praxis o actividad consciente, real, ideal, objetiva y subjetiva, que transforma al mundo, humanizándolo. En este sentido,

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y otros varios, contrasta con el pensamiento posmoderno o débil, cuyo discurso es hueco y diluye la verdad; así se constata, por ejemplo, en Vattimo, quien reconoce la vocación nihilista de la hermenéutica. Un crítico y teórico literario estadounidense, lúcidamente, advierte:

Toda esta cultura posmoderna, que podríamos llamar estadounidense, es la expresión interna y superestructural de toda una nueva ola de dominación militar y económica norteamericana de dimensiones mundiales: en este sentido, como en toda la historia de las clases sociales, el trasfondo de la cultura lo constituyen la sangre, la tortura, la muerte y el horror (Jameson, 1995, 18-19).

El posmodernismo es, en última instancia, una expresión cultural del capitalismo avanzado; no es rebeldía, sino un puntal de la lógica cultural de la clase dominante. Marx, en cambio, ofreció una teoría crítica que, ajustándose al movimiento de lo real, por lo menos aspira a la verdad. De esta forma, el sujeto social puede (¡y debe!) cambiar la realidad explosivamente injusta y contradictoria. El marxismo es conciencia revolucionaria y filosofía militante que promueve una práctica de resistencia y emancipación, que rompe con violencia las cadenas mercantiles que cosifican las relaciones sociales e impiden el desarrollo de las potencialidades creadoras del ser humano.

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Bibliografía

Aristóteles (1994). Metafísica. Madrid: Gredos.

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Harnecker, M. (1984). Los conceptos elementales del materialismo histórico . México: Siglo XXI.

Jameson, F. (1995). El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanza- do. Barcelona: Paidós.

Kohan, N. (2011). Nuestro Marx. España: La oveja roja.

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Marx, K. (1988). El capital. Crítica de la economía política. México: Siglo XXI.

Marx, K. (2007). Elementos fundamentales para la crítica de la economía política . México: Siglo XXI.

Marx, K. y Engels, F. (1980). Obras escogidas. Moscú: Progreso.

Nietzsche, F. (1996). Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Madrid: Tecnos. Vattimo, G. (1995). Más allá de la interpretación. Barcelona: Paidós.

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